"Sobre la libertad, la unidad y la posibilidad de la esperanza hoy" Ser uno en Cristo… en un mundo que se deshace

"Vivimos tiempos de contradicción profunda: mientras el calendario nos propone celebrar una 'Semana Santa', las noticias, las redes y las realidades cotidianas parecen gritarnos todo lo contrario"
"¿Cómo hablar de santidad cuando el dolor, la injusticia y la deshumanización marcan el pulso de la historia?"
"Esta reflexión no pretende dar respuestas definitivas, sino abrir una pausa —teológica y existencial— para mirar con otros ojos el misterio de la fe en medio del caos"
"Esta reflexión no pretende dar respuestas definitivas, sino abrir una pausa —teológica y existencial— para mirar con otros ojos el misterio de la fe en medio del caos"
| Andrés Julián Herrera
Vivimos tiempos de contradicción profunda: mientras el calendario nos propone celebrar una “Semana Santa”, las noticias, las redes y las realidades cotidianas parecen gritarnos todo lo contrario. ¿Cómo hablar de santidad cuando el dolor, la injusticia y la deshumanización marcan el pulso de la historia? Esta reflexión no pretende dar respuestas definitivas, sino abrir una pausa —teológica y existencial— para mirar con otros ojos el misterio de la fe en medio del caos. Acompañado por la voz antigua y siempre nueva de Orígenes, intento pensar en voz alta sobre la libertad, la unidad y la posibilidad de la esperanza hoy.
Abrir redes sociales y observar, con claridad, cómo una humanidad lastima a los animales que alguna vez le brindaron su afecto; ver cómo una mujer trans es despojada de cualquier vestigio de dignidad humana al ser arrojada a un río; sumarle a esto los diferentes extremos que están tomando el poder político en todo el mundo... no es algo muy esperanzador para nadie. Sin embargo, es en medio de todo esto que empiezo a escribir esta reflexión.

¿Cómo hablar de una semana “santa” en medio de lo que pareciera ser todo lo contrario? La semana solo es "santa" —solo será o fue, según cuando se publique esto— si se parece al único que es "Santo" (Mc 10,18). Esto implica un proceso de conversión hacia el amor, hacia el corazón de carne; un proceso de encarnación que nos lleve a la misericordia por la esperanza.
Empero, ¿se puede hablar de misericordia hoy sin caer en la alcahuetería? ¿Cómo perdonar lo imperdonable? ¿Cómo lograr que el corazón de piedra sea realmente de carne? Estas preguntas no son nuevas. De hecho, el mensaje de Cristo —aunque siempre es nuevo— lleva más de dos mil años pasándose de generación en generación, y aún no somos todos “uno en Cristo” (Jn 17,21).
Ahora bien, no intento aquí hacer una revisión generacional de las razones por las cuales otros no han comprendido el mensaje de Cristo. Más bien, procuraré dejar una pequeña disertación surgida en estos días, tras algunas lecturas patrísticas de Orígenes, que creo podrían darnos luces a quienes hemos participado recientemente en distintos encuentros religiosos —incluso fuera de la Iglesia Católica— para asumir una forma de cristianismo más acorde con la época que estamos viviendo.
Empezaré por reflexionar desde el libro primero del De principiis. Allí, Orígenes plantea la idea de la libertad del hombre y cómo esta libertad nos trae la responsabilidad de nuestras elecciones. “Siendo libres en nuestra elección, podrá ser que algunos poderes nos induzcan al pecado y otros nos ayuden a la salvación”, aclara, señalando que no se trata de una coacción de esos poderes, sino de una consecuencia de nuestra elección, que está siempre “bajo nuestra potestad”. Esa clave: la potestad propia, la libertad de ser nosotros mismos.
El Dios cristiano no es un Dios que se relacione con la masa. Es un ser que se relaciona de forma individual con cada uno de nosotros. De hecho, en el libro segundo de la misma obra, dirá el autor que la causa de la variedad, de la diversidad, está en que “el Creador de todas las cosas aceptó crear un mundo diverso y múltiple, de acuerdo con la diversidad de condición de las criaturas racionales”. O sea que somos individuos libres y diversos, creados por Dios así, respetados por Dios así.
Esta primera parte permite esclarecer por qué podemos llegar a actuar de forma incorrecta. Sin embargo, también queda perfectamente claro que dicha decisión es responsabilidad nuestra, y que no es precisamente por seguir el deseo divino —que ha sido claro y revelado en Cristo mismo—. Cristo ora en el huerto: “No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que creerán en mí por medio de su palabra, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,20-21).
Esto me lleva a pensar en la forma de alcanzar esa unidad. Es decir, si el pedido de Jesús ante su inminente pasión es la búsqueda de la unidad —sin pretender una masificación que uniformaría y desconocería la individualidad de cada ser—, ¿cuál puede ser hoy el camino para acercarnos a esa unidad? ¿Y podría ese camino conducirnos a una santidad que nos aleje de esos “poderes” que nos aproximan a lo pecaminoso?
El Jubileo de la Esperanza, propuesto por el Papa Francisco, es una posibilidad de encuentro y de búsqueda de acercamiento. De hecho, la esperanza de los cristianos solo tiene sentido en Jesús mismo, en un desenlace bueno de la historia, en una cierta santificación de toda la existencia. No en un sentido mojigato, sino en un sentido vitalista profundo: una coherencia entre la ortodoxia y la praxis cristiana que lleve a todos a buscar el bien.
Quizá ese camino de esperanza sea el que nos ayude a ser uno en Cristo. En este punto se debe precisar que no basta la mera libertad ni la simple búsqueda del bien. Esta debe estar revestida por el don de la gracia divina. Como bien lo expresa Orígenes en su libro tercero del De principiis: “Damos por supuesto que el hombre tiene parte en lo que se lleva a cabo, aunque lo atribuimos agradecidos a Dios, que es quien nos da el éxito”.
Será Dios mismo quien siga realizando su obra, pero seremos nosotros los responsables también de dejarnos guiar por su designio. El mismo autor menciona que “la facultad de movernos nos viene de Él, pero nosotros podemos emplearla para fines buenos o malos”. Seremos nosotros, los seres racionales, quienes sigamos tomando decisiones libres; quienes podamos acercarnos más —o menos— a que las semanas sean “santas”, incluso en tiempo ordinario.
Nota
En medio de esta Semana Mayor he decidido retomar este blog, que he tenido un poco abandonado. Ruphay ha sido para mí un espacio —aunque algo desaprovechado— maravilloso para hacer reflexión teológica en contexto latinoamericano. Agradezco, y en parte por eso hago esta adenda, a todo el equipo de Religión Digital, por permitirme continuar con este proyecto, a pesar de ya no pertenecer canónicamente a mi querida Orden de Predicadores, de la cual sigo siendo hijo y en la que tengo grandes hermanos.
Referencias
Orígenes. (2012). De los principios (T. de Santos, Trad.). Biblioteca de Autores Cristianos. (Original publicado en el siglo III)
La Santa Biblia. (1995). Biblia de Jerusalén Latinoamericana (2.ª ed.). Desclée de Brouwer.
(Nota: puedes ajustar esta referencia si usaste otra traducción, como la Reina-Valera, Nacar-Colunga, etc.)
Papa Francisco. (2022). Carta sobre el Jubileo de la Esperanza 2025. Vaticano.
https://www.vatican.va/content/francesco/es/letters/2022/documents/20220211_lettera-giubileo2025.html

Etiquetas