"Quien se aparta de la voluntad de Dios, está entregando a la muerte las llaves de la propia vida" Dios ha dejado la vida en tus manos
"La vida está en guardar los mandatos del Señor, en cumplir su voluntad: en mis manos queda lo que voy a hacer con ellos, lo que quiero hacer con ella; se hará lo que yo quiera"
"En mis manos han dejado la vida de mis hermanos, no para que me aproveche de ella, no para que disponga de ella, no para que la ponga al servicio de mis intereses, sino para la que la guarde, para que la sirva, para que la salve"
"En mis manos han dejado comida para el hambriento –me horroriza la ligereza con que tiramos el pan-, bebida para el sediento, vestido para el que va desnudo, cercanía para el enfermo y el prisionero"
"En mis manos han dejado comida para el hambriento –me horroriza la ligereza con que tiramos el pan-, bebida para el sediento, vestido para el que va desnudo, cercanía para el enfermo y el prisionero"
| Santiago Agrelo arzobispo emérito de Tánger
No nos habla el Señor para que sepamos de él sino para que encontremos el camino de la vida, el camino que nos lleva al encuentro de la vida.
No nos habla el Señor para imponernos su voluntad arbitraria, su mandato no se da para secuestrar nuestra libertad; sólo se pretende que aprendamos a ser hijos.
El Señor te dice dónde está el fuego y el agua, dónde está la muerte y la vida, y a cada uno se le dará “lo que cada uno escoja”.
O lo que es lo mismo: la vida ha quedado en tus manos.
La vida está en guardar los mandatos del Señor, en cumplir su voluntad: en mis manos queda lo que voy a hacer con ellos, lo que quiero hacer con ella; se hará lo que yo quiera.
Y éste parece que es desde el principio el pecado del hombre: que escogemos contra la voluntad del Señor, que preferimos la nuestra a la suya, porque siempre se nos insinúa la sospecha de que Dios nos engaña.
Y desde el principio aprendimos a escoger el fruto que lleva dentro la muerte.
No pienses que morir sea lo mismo que terminar el propio ciclo vital: no es a eso a lo que llamamos muerte, aunque pueda parecerlo.
Cuando Caín mató a su hermano Abel, la muerte reinó sobre Caín, no sobre Abel; la muerte se hizo cómplice de Caín, no de Abel.
Quien se aparta de la voluntad de Dios, está entregando a la muerte las llaves de la propia vida.
El mandato del Señor no es una letra que se ha de idolatrar sino un espíritu que se ha de discernir.
Así lo hizo Jesús: “Habéis oído que se dijo a los antiguos… pero yo os digo…”.
En mis manos han dejado mi destino: yo he de escoger si voy a ser Caín o voy a ser Abel, si voy a ser Caín o voy a ser Jesús, si voy a ser Caín que mata a Jesús o voy a ser Jesús que salva a Caín.
En mis manos han dejado la vida de mis hermanos, no para que me aproveche de ella, no para que disponga de ella, no para que la ponga al servicio de mis intereses, sino para la que la guarde, para que la sirva, para que la salve.
En mis manos han dejado comida para el hambriento –me horroriza la ligereza con que tiramos el pan-, bebida para el sediento, vestido para el que va desnudo, cercanía para el enfermo y el prisionero.
En mis manos, el amor que es Dios ha dejado la vida de los pobres, la vida de sus hijos, mi propia vida.
Serás lo que tú elijas ser.
Jesús es el hombre que dijo sí a Dios, un sí irrevocable al Padre del cielo.
Si comulgas con Cristo Jesús, escogerás con Cristo Jesús, harás tuya su pasión por la cumplir la voluntad del Padre, harás tuya su confesión de que Dios es fiel, harás tuya su entrega confiada en las manos del Padre, harás tuya su obediencia de Hijo.
Si comulgas con Cristo Jesús, llevarás en tus manos un mundo nuevo, la semilla del Reino de Dios.
Dios ha dejado la vida en tus manos.
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