En la Virgen María y en tus hijos Dios ha revelado su justicia" Inmaculada: “Desbordo de gozo con el Señor”

Inmaculada
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"Hay gozo, y no es un gozo cualquiera, sino gozo desbordante con el Señor. Hay alegría, pero no es la fugaz ilusión de un momento, sino alegría compartida con el Dios fiel"

"En la Virgen María, en una mujer que es sólo pequeña y pobre humanidad, contemplamos la victoria de nuestro Dios, las maravillas de Dios, la misericordia y la fidelidad de Dios"

"La Iglesia agraciada admira y canta la plenitud de la gracia manifestada en la Inmaculada Concepción de María; la Iglesia creyente admira y canta la perfección de la fe en la Virgen María que acoge en su corazón y en su seno la Palabra de Dios"

Queridos: Habéis comenzado la celebración litúrgica de este día con un canto que rezumaba alegría por todas sus palabras: “Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios; porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas”. Vosotros cantabais, pero yo me pregunto si era vuestro el canto.

Fijaos: Hay gozo, y no es un gozo cualquiera, sino gozo desbordante con el Señor. Hay alegría, pero no es la fugaz ilusión de un momento, sino alegría compartida con el Dios fiel. Me pregunto: ¿A quién ha vestido Dios con traje de gala?, ¿a quién ha envuelto en un manto de triunfo?, ¿quién es la novia de esta fiesta con Dios?

Difícilmente habréis recordado hoy a la Jerusalén reconstruida por la misericordia de Dios y por la fidelidad del Señor a su alianza. Vuestro pensamiento y vuestro corazón se han fijado en la Virgen Inmaculada, en su belleza purísima, en el sol de su vestido. Vuestro canto era su canto: “Desbordo de gozo con el Señor…”. Es como si su espíritu estuviese animando nuestras voces; es como si su amor estuviese encendiendo nuestras palabras; es como si ella misma continuase derramando delante de Dios el perfume de su alegría y su agradecimiento.

Luego habéis oído hablar de apropiación, de desnudez, de ocultamiento, de engaño, de hostilidades, cosas todas que tienen que ver con nosotros, con la humanidad pecadora, y, sin embargo, en nuestra asamblea resonó de nuevo un canto de alabanza a nuestro Dios, “porque ha hecho maravillas”, “porque se acordó de su misericordia y su fidelidad a favor de la casa de Israel”.

Hemos recordado el primer capítulo de la historia de nuestra pobreza, de nuestra debilidad, de nuestra condición humillada, y, sin embargo, cantamos, porque en la Virgen María, en una mujer que es sólo pequeña y pobre humanidad, contemplamos la victoria de nuestro Dios, las maravillas de Dios, la misericordia y la fidelidad de Dios.

Y el canto empieza a ser también nuestro, expresión de nuestro gozo, de nuestra alabanza y nuestra fiesta, pues si la Virgen María ha vencido al enemigo de la humanidad, con ella todos nosotros empezamos a vencer; y si en ella se ha manifestado la plenitud de la redención, con ella todos empezamos a ser redimidos. Ya podíamos decir con verdad: “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas”, en su sierva la Virgen María y en nosotros.

Ahora, Iglesia santa, ya puedes entonar tu canto, no sólo por lo que has visto en la Virgen María, sino también por lo que, a la luz de la palabra de Dios, puedes decir de ti misma. Admira lo que has recibido, pues el Señor te ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales; Dios te ha elegido, en la persona de Cristo, para ser santa e irreprochable ante él por el amor… Admira y canta. Admira y que cante contigo la tierra entera, pues en la Virgen María y en tus hijos Dios ha revelado su justicia –su gracia, su santidad, su salvación- a las naciones.

Elegida es tu nombre, heredar con Cristo es tu destino, ser irreprochable por el amor es tu vocación. Y si tanto puedes decir de ti misma, si tanta luz ha puesto el Señor en tu seno, si tanta gracia ha derramado sobre tus hijos pecadores, admira de nuevo y canta la gracia y la luz que iluminan y embellecen a la Madre de Dios. Escucha las palabras del ángel Gabriel: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.

La Iglesia agraciada admira y canta la plenitud de la gracia manifestada en la Inmaculada Concepción de María; la Iglesia creyente admira y canta la perfección de la fe en la Virgen María que acoge en su corazón y en su seno la Palabra de Dios. “¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María!, porque de ti ha nacido el Sol de justicia, Cristo nuestro Dios”. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, virgen Iglesia!, que por la fe llevas a Cristo en tu seno y lo haces presente en el mundo para que todos puedan conocerlo y amarlo. No olvidéis nunca las obras de Dios. Sed santos para el Señor.

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