Buscar siempre lo positivo

Enfermos y Debilidad

  Buscar siempre lo positivo

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(Nuestros hijos)

Se me grabó como a fuego el estribillo de hace unos domingos del salmo responsorial de la Misa: “El Señor ha sido grande con nosotros y estamos alegres”. De vez en cuando todavía me lo repito; me da fuerza, optimismo. Mi fe parece que se renueva. Es una de esas frases que nunca quisiera olvidar. Cuando a uno le salen las cosas bien, resulta gratificante recordarlo. Pero la realidad es la misma, aunque las circunstancias no nos vayan tan bien.  Soy consciente de aquello que le oía a mi abuela. “La vida es como un escenario en donde entra el hombre en este mundo llorando y lo abandona con suspiros”.  

La gente normal, cuando ve a alguno sufrir y todo le sale mal dice: “¡Qué mala suerte. Éste ha nacido con mala estrella!” Los cristianos buenos, los santos, no piensan así. Nuestro director espiritual nos orientaba de manera muy distinta: “Dios es tan bueno y tan padre cuando nos salen las cosas bien como cuando nos viene el dolor o la enfermedad. Además, no es necesario que vayáis buscando penitencias corporales, aunque no lo reprocharía; ¡faltaría más! Aceptad a la primera y con corazón agradecido todo cuanto os envíe, que no será poco”.

Después iba enumerando los “fastidios” que provienen de las inclemencias del tiempo: frío y calor. Los dolores producidos por el cumplimiento fiel de nuestra profesión. Las enfermedades. Las críticas y sinsabores que recibimos de nuestros vecinos o compañeros… Nos gusta mirar solo la parte risueña de la vida. En cambio, parece que cuando los caminos se vuelven terreno áspero, todo se ha perdido. ¡Nada de eso!

Nos contaba también el caso de una señora a la que él conoció, y que decía con mucha fe, cuando estaba a punto de dejar este mundo: “No estéis tristes porque me veáis sufrir. Yo he amado la vida porque me permitía conocer y amar a Dios, comunicarme con Él y sufrir mucho. Y ahora le digo con paz a al Señor: Te doy gracias por haberme hecho gozar de la triple fortuna de conoceros, amaros y haber podido ofreceros mis sufrimientos unida a tu cruz”.

Conviene de vez en cuando mirarnos en el espejo de muchas personas que nos han precedido. Con el paso del tiempo nos vamos volviendo muy comodones. Pretendemos que todo nos salga bien según nuestros criterios humanos y, casi sin darnos cuenta, nos vamos olvidando de que el dolor siempre ha sido en el plan de Dios santificador, redentor.  No podemos hablar de mala suerte ni de buena suerte. La Providencia de Dios actúa sobre nosotros siempre; tanto si nos salen las cosas a nuestro gusto, como en las desagradables.

José María Lorenzo Amelibia 

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