¿POR QUE CUESTA EL AMOR AL PRÓJIMO?

A veces nos cuesta, pero amar al prójimo con todas las fuerzas del alma, bajo la acción del Espíritu Santo, es algo natural para el que ama a Dios. Y se le ama al prójimo primero con voluntad. Después viene incluso el amor de sentimiento. Poco a poco me doy cuenta.


Por eso me convenzo de que la caridad perfecta suele sentir una inmensa simpatía por Dios y por todos los hombres; sabe excusar al que en otras ocasiones nos haya resultado impertinente. Está por encima de los sentimientos mezquinos.

Estoy convencido de que los santos no podían mantener antipatías, y si alguna vez las sentían, muy pronto lo superaban, con un breve rato de oración. Merece la pena guardar en el corazón estas ideas; meditarlas; reflexionar con frecuencia sobre ellas. Los frutos no tardarán en aparecer.
Me resulta muy difícil amar a algunos. He de pedir fuerza; tengo que procurar amar desde el amor a Jesucristo y desde el amor que El nos mostró a todos. Va a ser fuente inagotable de amor. Ya he empezado a practicar; verdadera fuente de amor.

Ver cómo Jesús ama. Confía en los hombres, pero su confianza no se apoya en ellos, sino en que vive El en comunión con el Padre, subsiste en El la experiencia de amor eterno. Nunca podré amar a los demás si me creo más que ellos. Sólo podré amarlos desde mi pobreza a su pobreza, desde mi humildad. Si estuviéramos de verdad enamorados de Dios, nuestro proceder interno cambiaría. A la fuerza buscaríamos la ocasión de hablar de El. Con amigos, vecinos, con toda persona. Venceríamos ese falso pudor que nos sobrecoge con frecuencia. Eso es evidente. Y para enamorarse, el trato más íntimo y frecuente con El.

Como las abejas sacan siempre miel, nosotros extraeremos siempre de nuestro interior, lo que dentro llevamos: Dios. Es una pena hablar de Dios sólo como misión profesional de sacerdote o catequista. Como quien representa su papel en un teatro. Yo deseo vivamente para nosotros ese gran amor, que lo traduciremos en todas las acciones.

Yo me pregunto muchas veces cuándo amaré de verdad a mis semejantes. Y la solución la veo claro: cuando me enamore más del Padre, querré más a todos sus hijos.

Lo recuerdo aunque hace tiempo que lo leí. Era así más o menos: El alma entregada a Jesús ya no hace en la tierra una cosa: amar. Y todo cuanto toca se transforma en caridad. Para ello hemos de vivir centrados en una sola aspiración de amor. Enfrascados en este amor divino repetimos a cada instante: Jesús, os amo y me entrego del todo a ti.

Viviendo así, nos admiramos de la grandeza y hermosura de Dios al contemplar la naturaleza; agradecemos la Providencia que nos da los bienes de que ahora disfrutamos; nos arrepentimos con dolor de nuestras faltas; nos alegramos en Dios por nuestra correspondencia y la bondad de muchas personas. Y no nos cuidamos de expresar el amor tan sólo con los labios. Una mirada, una súplica interior, nos llenan de amor agradecido a Dios.

José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: jmla@jet.es
Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia
Ver página web: http://web.jet.es/mistica
Volver arriba