Charlas sobre enfermos

Enfermos y Debilidad

 

Charlas sobre enfermos

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Siempre que puedo asisto a charlas sobre enfermos, y he de confesar que saco provecho abundante. Suelen ser conferenciantes muy bien preparados y con experiencia quienes las imparten. Pero al final me quedo dando vueltas a un interrogante: ¿No se  podría bautizar la conferencia? Dicho de otra manera: el hombre tiene una dimensión trascendente y, si cuando asoma el dolor, ignoramos el aspecto religioso de la persona, nunca conseguiremos dar una dimensión del todo positiva a nuestro sufrimiento.

También hay consideraciones que no nos cansaremos de repetir a los enfermos y a quienes con ellos tratan. Las he aprendido, por supuesto, en esas conferencias sin bautizar, pero son muy acertadas y de sentido común:

Principio número uno: el hecho de percibir una realidad dolorosa no debe incapacitar al enfermo para una vida feliz. Por otra parte, la piedra de la acción de quienes rodean al enfermo ha de ser el afecto, que se pondrá de manifiesto acompañando al sujeto en su soledad.

Segundo principio: el sufrimiento es un factor inevitable en el camino de la vida. No es siempre el ideal, por resultar imposible, suprimir del todo el dolor, cuanto el aprender a afrontarlo. Hemos de tener en cuenta que se acrecienta la sensación con la advertencia consciente del propio dolor. Entonces se desarrolla una dinámica difícil de romper que lleva al enfermo al ensimismamiento, a no querer relacionarse con nadie. Estos son los dos grandes principios.

La propia naturaleza empuja a buscar satisfacciones que palien el malestar, pero el placer corporal no actúa en la raíz de las propias penas, sino que a veces provoca un nuevo trauma. ¿Cómo hacer frente a esta situación? Es preciso, creo, comenzar por romper el aislamiento; buscar lo mejor de sí mismo y ponerlo al servicio de los demás.

Hasta aquí llegan nuestros conferenciantes. Muy bueno y útil todo. Pero la fe nos abre además otras perspectivas: afrontar el propio problema desde la virtud de la esperanza. La vida humana es como un relámpago en comparación con la eternidad. Dios nos ama en el dolor que nos purifica. Y “los sufrimientos de esta vida no tienen comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros”.

En resumen: muy bien las conferencias, pero si queremos ser del todo efectivos, hemos de abrirnos al aspecto trascendente.

José María Lorenzo Amelibia

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