El final de la intesante entrevista a Clelia Podestá, esposa de un Obispo a quien no permitieron secularizarse.

--¿Usted era como la bruja, el demonio que había dominado a un obispo?
--Claro, un día el nuncio le dijo a Basilio Serrano que la Cuarta Internacional me había puesto junto a Podestá para destruir a la Iglesia.
Todo era así. Al final Benelli me dijo: "Bueno, pero si ustedes se quieren pueden estar juntos, pero que no los vean, porque cómo una mujer va a estar influenciando a un obispo". Me harté y le dije que yo no iba a ser su amante escondida porque no era nuestro camino. "El y yo vamos a luchar juntos dentro de la Iglesia, y si me lo dice un funcionario como una amenaza, no me da miedo, si lo dice el sacerdote con dolor, se lo agradezco y rece por nosotros".
Lo que yo quería y lo que hice siempre ha sido hablar lo que siento y lo que pienso. Como dice el Evangelio: se tira una semilla y cae en una piedra o en tierra fértil. No pensé en convencerlo y no sabía si me iban a entender.
--¿Y después volvieron a Buenos Aires?
--Sí, porque estaba planificado un gran acto en el Luna Park para difundir la Encíclica Populorum Progressio. El único orador iba a ser Jerónimo. La gente se enfervorizaba en las charlas que daba Jerónimo sobre la Encíclica, era la voz de los sin voz. Y yo lo acompañaba siempre. El más molesto con Jerónimo era el general Juan Carlos Onganía que había asumido después del golpe del '66 y empezó a presionar para que lo saquen.
--¿Durante ese tiempo seguía la presión contra Podestá?
--Sí, llegaban cartas del Vaticano y demás. En las cartas no me nombraban, decían "la consabida persona", que se separara de "esa mujer". "Decidles que me llamo Clelia" bromeaba con Jerónimo. Estaba muy metida en el lío, fue una época muy brava... Y después Jerónimo renunció, se fue a su casa en el campo en Córdoba, le habían dicho que su madre estaba enferma, había una orden del nuncio de que no lo dejaran salir de ahí.
Quedó incomunicado por un tiempo largo, fue todo muy turbio. La gente no entiende, lo simplifica. Que Jerónimo renunció a todo por mí es verdad también. Pero si yo no hubiera sido como soy, quizás no hubiera renunciado. Él vio que éramos dos que mirábamos para el mismo lado y que íbamos a luchar juntos. Fui su compañera de lucha, ésa era la cosa.
--Esa lucha lo llevó también a ser amenazado y al exilio.
--En 1974 lo amenazó la Triple A, al día siguiente que mataron a Silvio Frondizi. Arturo, el ex presidente y hermano de Silvio, le aconsejó que se fuera. Fuimos a Roma y al salir del Vaticano Jerónimo dio una conferencia advirtiendo del baño de sangre que se cernía sobre la Argentina y que había pedido a la Iglesia que hiciera lo posible para evitarlo. La Iglesia es muy responsable de lo que pasó.
Excomulgó a Perón por quemar templos de piedra, que ni siquiera lo hizo él, y no hacía nada a los militares que estaban torturando y asesinando. Yo entraba y salía del país y eso le dije a monseñor Adolfo Tortolo en el '76: ¿por qué no excomulgan a los militares que están haciendo eso?
--En la época en que fue obispo de Avellaneda llegaron las ideas de Teilhard de Chardin. ¿Cómo vio esa propuesta Podestá?
--En Avellaneda, cuando Jerónimo era obispo se hicieron las primeras experiencias de los curas obreros. Y después, cuando se gestó el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, también participó y empujó el movimiento.
--Pero Carlos Múgica era muy defensor del celibato...
--Con Carlos éramos muy amigos. Yo conversaba mucho con él y le decía que lo suyo era muy político. Ahora hay obispos y hasta cardenales que están de acuerdo con el celibato optativo. Pero nada madura si alguno no empieza a vivirlo y nos tocó a nosotros. La lucha no era sólo contra el celibato, sino por una Iglesia democrática, horizontal, comprometida con el mundo, con la justicia. Cuando no había ninguna asociación de derechos humanos, el hombre de la Iglesia que se jugaba era él.
Estuvimos en Trelew y denunció la masacre. Algunos curas no querían discutir el celibato para no dar otro flanco en la Iglesia y tomaban distancia. Pero no hay revolución sin revolucionarios. Si no hacéis la revolución en vos mismo antes que nada, para ser coherente con tu existencia, en primero querer la Justicia en vos y quererla en los demás, se trata de una militarice hueca que, cuando llegáis al poder, te corrompe.
Nosotros queríamos un camino de coherencia, aceptamos la marginación, porque Jerónimo tuvo cinco años de exilio político, pero toda la vida de exilio dentro de su propia Iglesia. Era un dolor fuerte para él. Veía una Iglesia que no avanzaba. Pero era muy seguro de sí mismo, de lo que hacía y nunca tuvo rencor en el corazón, siempre perdonó todo. Yo creo que le tenían una especie de temor.
--¿Por qué había esa especie de temor?
--Es que Jerónimo habló 30 años antes. Cuando dio la conferencia de la "Populorum Pogressio", en el Teatro Roma, nos vinieron a llamar porque se estaban quemando las cortinas de la curia y habían escrito en la pared: "Paulo VI traidor, Podestá comunista". Éramos todos comunistas los que hablábamos de la injusticia y enfrentábamos al gobierno por los problemas sociales. Hoy es pan comido. Después que terminó el tema del comunismo, el Papa habla del capitalismo salvaje sin problemas, pero antes no era así.
--El tema social se puede hablar, pero el tema del celibato sigue estando prohibido...
--La Iglesia sigue muy cerrada con la mujer. Hay 150 mil curas casados, más 150 mil esposas, más los hijos, tiene un millón de personas que quieren luchar dentro de la Iglesia. Jerónimo hizo una carta abierta al Papa. "A mi hermano mayor" se llama.
--¿Y cuándo decidieron ustedes formar pareja?
--En 1972, Jerónimo ya tenía la suspensión 'ad divinis', pero monseñor Adolfo Tortolo la hizo pública antes de tiempo para desligarse políticamente de nosotros. Teníamos que ir a declarar a la Cámara Federal del Crimen por el caso Salustro. Ellos nos estaban empujando ya a que viviéramos como pareja. Y efectivamente, poco tiempo después fue así. Después comenzamos a participar en las reuniones internacionales de sacerdotes casados y nos nombraron vicepresidentes. Jerónimo fue el único obispo que asumió una posición pública.
Participamos en la organización de la Federación Latinoamericana de sacerdotes casados y en estos últimos diez años hemos viajado por todos los países de Latinoamérica. "Al fin encontré mi diócesis", me decía Jerónimo. Somos presidentes de la Federación. Digo "nosotros", porque creemos que debemos dar testimonio de pareja, de lo que significa la unión de un hombre y una mujer, no casados porque sí, sino a través de un compromiso común.
Ver página web http://personales.jet.es/mistica