Monseñor Jerónimo Podestá,

El obispo que no tuvo miedo al amor.

El ex obispo de Avellaneda falleció a los 79 años el año 2002. Era presidente de la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados y sus Esposas, y precursor de la opción por los pobres.
El ex obispo de Avellaneda falleció ayer a los 79 años. Era presidente de la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados y sus Esposas, y precursor de la opción por los pobres.

Monseñor Jerónimo Podestá, ex obispo de Avellaneda durante los años ‘60, impulsor de las comunidades de base y precursor de los curas obreros, falleció a los 79 años, en su vieja casa de Caballito, donde vivía junto a Clelia Luro, la esposa y compañera de sacrificios, luchas y exilios. Este hombre pacífico, pero de actitudes revolucionarias; ferviente católico, pero activo crítico de la Iglesia; defensor de la misión evangélica de los sacerdotes y al mismo tiempo luchador por el derecho de los curas a casarse y "ser también hombres libres", fue el único obispo católico en el mundo que reconoció públicamente estar enamorado.

Podestá ingresó al seminario en 1940 y se ordenó en 1946. Después estudió derecho canónico en España e Italia hasta 1950. Al regresar fue docente en el seminario hasta 1962 y al año siguiente, a sus 42 años, lo nombraron obispo junto a otros jóvenes brillantes y progresistas como Eduardo Pironio y Antonio Quarracino. "Parece que no – recordó en una entrevista –, pero la Iglesia se fija en esas cosas y yo provenía de una familia de dinero. Monseñor Antonio Plaza quería nombrar obispos propios, pero no tardó en darse cuenta de que conmigo había metido la pata. En realidad, a mí me designó obispo el papa Juan XXIII."
Su planteo era que la Iglesia no podía estar separada de la gente, que tenía que vivir sus problemas y estar inmersa en la sociedad. A la diócesis de Avellaneda comenzaron a llegar los primeros curas obreros y otros que más tarde integrarían el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. Su figura se hizo popular, la gente lo quería, y hasta Alberto J. Armando y Luis Saccol, presidentes de Boca y Racing, le ofrecieron la presidencia de la AFA.En 1966 conoció a Clelia Luro, que trataba de conseguir lugar en su diócesis para un sacerdote en crisis presa del alcoholismo. Ella había estado casada diez años con un sobrino del poderoso hacendado tucumano Robustiano Patrón Costas y tenía seis hijas. A finales de 1966, se preparaba una reunión de obispos sudamericanos en Mar del Plata. Plaza le pidió que estuviera para formar un frente contra el obispo brasileño Helder Cámara. La dictadura se oponía a la visita del obispo de la Teología de la Liberación, pero los demás brasileños amenazaron con no asistir si no dejaban viajar a Cámara.
"Me preguntaba cuál sería monseñor Cámara –relató– y de pronto vi a Clelia que estaba hablando con él. Monseñor Cámara la tenía de la mano." Clelia los presentó y Cámara le dijo: "No tengas miedo, Clelia va a ser tu fuerte". Fue el comienzo de una amistad de muchos años. Clelia se integró a la diócesis como su secretaria. "Hasta que dejé la diócesis – confesó Podestá – no tuve relaciones íntimas. Era una gran amistad y una profunda influencia, reconozco que nos amábamos verdaderamente..."Al promediar 1967, la política estaba prohibida en la Argentina. Podestá realizó un gran acto en el Luna Park para hablar sobre la Populorum Progressio, al que asistieron los prohibidos. El general Juan Carlos Onganía lo definió como el principal enemigo de su gobierno y pidió a la jerarquía eclesiástica que lo callara. Los monseñores Plaza, Adolfo Tortolo y el nuncio Humberto Mozzoni presionaron hasta que lograron su renuncia. "Yo les pedí que lo hicieran callar, no renunciar", reconoció más tarde Onganía. "La moneda de cambio con el gobierno fue la subvención para la Universidad Católica", denunció Clelia. Podestá fue designado obispo de Orrea de Aninico, una diócesis inexistente de Mauritania. En 1972 fue suspendido y se unió a su mujer.
Juntos sufrieron la pobreza, la persecución y el exilio en Roma, México y Perú. De regreso, respaldó el movimiento de derechos humanos, pero centró sus esfuerzos en la lucha contra el celibato obligatorio de los sacerdotes. Junto a Clelia fue presidente, hasta su fallecimiento, de la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados y sus Esposas, que a nivel mundial representa a cerca de 150 mil sacerdotes. Parece una paradoja que la principal objeción eclesial para ser guía espiritual haya sido estar enamorado. Podestá fue obligado a dejar de ser obispo porque había descubierto que el amor de su mujer había sido "el regalo más importante de Dios a mi vida", y lo había asumido como el amor de los dos por los seres humanos, la opción por los pobres y el compromiso social. Ambos usaban una frase de Teilhard de Chardin para explicar el amor que los unía: "No es mirarnos uno en el otro sino mirar los dos juntos hacia arriba".
( por Luis Bruschtein)

José María Lorenzo Amelibia

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