Nueva esperanza en el Sínodo: El celibato sacerdotal: "Don" sin "tarea"

El Sínodo ha de hablar

Nueva esperanza en el Sínodo:El celibato sacerdotal: "Don" sin "tarea"

Creemos que se han dado cuenta los padres y madres sinodales

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Tender puentes, nos dice el Papa Francisco

El celibato sacerdotal ha sido defendido durante siglos como un "don y tarea" en la vida de la Iglesia Católica, un ideal de vida consagrada en el que el sacerdote, libre de las responsabilidades familiares, se dedica plenamente al servicio de Dios y de la comunidad. Esta visión ha sido reiterada incansablemente por los Papas y en numerosos documentos magisteriales. Sin embargo, aunque el celibato ha sido promovido exhaustivamente como un "don", la dimensión de la "tarea" parece haber sido descuidada por la misma Iglesia que lo proclama. Y de esto se han dado cuenta en el Sínodo, y no han de guardar silencio.

La falta de atención a la "tarea" del celibato ha dejado a muchos sacerdotes en un estado de vulnerabilidad, enfrentándose a problemas de soledad, crisis personales y, en casos extremos, comportamientos inadecuados que han contribuido a los escándalos que han sacudido a la Iglesia en las últimas décadas. A pesar de las reiteradas llamadas a la responsabilidad y la transparencia, la respuesta institucional ha sido predominantemente de castigo. Pocos Obispos advierten las graves consecuencias de un mayor silencio y hermetismo de los presbíteros por miedo a la crítica.

Por otro lado es cierto que algún obispo santo intenta rehabilitar a sus sacerdotes en crisis enviándolos a retiros o terapias. Incluso el Papa Francisco envió al obispo emérito de Ciudad Rodrigo a rehabilitación. Sin embargo, esto es insuficiente. No se abordan las raíces de estos problemas, ni se ofrece un apoyo genuino a los sacerdotes en crisis. Este abandono es un fallo no solo en el liderazgo de la Iglesia, sino en la comprensión integral del celibato como un don que debe estar acompañado de una tarea.

De todo esto se tiene consciencia en el Sínodo y nos extraña cómo nada se hable del tema; ignoramos cuál será la causa.

  1. Un "don" sobreexpuesto, una "tarea" subdesarrollada

El magisterio de la Iglesia ha enfatizado hasta la saciedad que el celibato sacerdotal es un "don precioso", un signo visible de entrega total a Dios y de la libertad espiritual necesaria para servir al pueblo de Dios. Documentos desde el Concilio Vaticano II hasta la Sacerdotalis Caelibatus de Paulo VI, y las enseñanzas recientes del Papa Francisco, refuerzan esta visión. El celibato se presenta como un estado de vida que, si se abraza con fe y devoción, es un testimonio poderoso del Reino de los Cielos y una forma especial de participación en la misión de Cristo.

Sin embargo, esta insistencia en el celibato como "don" parece centrarse exclusivamente en su dimensión idealizada y teológica, sin considerar adecuadamente las realidades humanas que lo acompañan. En las últimas décadas, muchos sacerdotes han expresado su lucha con las implicaciones prácticas y emocionales del celibato. La soledad, la falta de intimidad emocional y las tensiones psicológicas que surgen de este estilo de vida han llevado a muchos a crisis vocacionales, renuncias, y en los peores casos, a conductas abusivas. A menudo, estos problemas son tratados con miedo dentro del clero, y el tema es evitado por temor a represalias o incomprensión.

Es alarmante que, pese a la abundancia de literatura sobre el celibato como "don", no exista un desarrollo magisterial que aborde de manera profunda y sistemática la "tarea" que implica. ¿Qué significa acompañar a un sacerdote en su lucha por vivir el celibato? ¿Cómo puede la Iglesia proporcionar herramientas y apoyo, tanto a nivel institucional como pastoral, para aquellos que enfrentan crisis personales debido a esta disciplina? Hasta ahora, la respuesta ha sido el silencio, un silencio que ha permitido que la soledad, el aislamiento y, en algunos casos, el abuso proliferen en los espacios clericales.

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Esperanza de que se pronuncien

  1. El enfoque punitivo: una respuesta incompleta

Los escándalos de abusos sexuales en la Iglesia han dejado al descubierto, entre otras cosas, la insuficiencia del enfoque punitivo y reactivo que la institución ha adoptado. Cuando salieron a la luz los casos de abuso, la respuesta de la Iglesia se centró en la expulsión de los culpables y en la creación de medidas disciplinarias para prevenir futuros incidentes. Si bien estas acciones son necesarias, han resultado insuficientes en el aspecto pastoral y preventivo.

Lo que la Iglesia parece ignorar en este enfoque es la necesidad de un acompañamiento continuo y preventivo para los sacerdotes que enfrentan dificultades. Las delegaciones de clero en muchas diócesis carecen de directrices claras y de recursos para abordar los problemas emocionales y psicológicos que pueden surgir del celibato. En lugar de ofrecer apoyo proactivo, las autoridades eclesiásticas suelen enfocarse únicamente en la corrección y el castigo cuando los problemas han llegado a un punto de crisis.

Este enfoque punitivo no solo es insuficiente, sino también irresponsable. Al reducir la cuestión del celibato y sus implicaciones a una simple cuestión disciplinaria, la Iglesia ignora la "tarea" de acompañar a sus sacerdotes en las dificultades inherentes a la vida célibe. En lugar de considerar el celibato como una vocación que requiere apoyo continuo, se ha tratado como una carga que los sacerdotes deben llevar en solitario, sin la asistencia adecuada de la institución que les impone esta disciplina.

  1. La soledad del sacerdote: una crisis ignorada

Uno de los problemas más evidentes del celibato obligatorio es la soledad que muchos sacerdotes experimentan. Esta soledad, que a menudo se profundiza con los años, puede tener efectos devastadores en la vida emocional y espiritual del clero. Sin un sistema de apoyo sólido, muchos sacerdotes se ven atrapados en un ciclo de aislamiento que puede derivar en problemas más graves, como depresión, adicciones o conductas inapropiadas.

A pesar de la clara relación entre celibato y soledad, la Iglesia ha sido lenta en abordar este problema de manera estructural. No existen programas universales de acompañamiento psicológico y espiritual para sacerdotes en crisis, y muchas diócesis carecen de herramientas efectivas para apoyar a los presbíteros en su vida cotidiana. La ausencia de una pastoral del celibato es alarmante, ya que deja a los sacerdotes solos ante los desafíos inherentes a esta disciplina.

La Iglesia debe reconocer que el celibato no es solo una cuestión de disciplina personal, sino también una responsabilidad colectiva. Si se espera que los sacerdotes vivan el celibato como un "don", también deben recibir el acompañamiento y los recursos necesarios para cumplir con esta tarea. La falta de estos recursos no solo es una negligencia hacia los sacerdotes, sino también hacia las comunidades que dependen de ellos para su guía espiritual.

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Caminos solitarios también conducen a la meta

  1. El camino hacia una pastoral del celibato 

Para que la Iglesia enfrente adecuadamente las crisis relacionadas con el celibato, es necesario un cambio profundo en la forma de abordar esta cuestión. En primer lugar, el celibato debe dejar de ser visto como un simple ideal teológico y empezar a tratarse como una realidad humana que requiere apoyo constante. Esto implica el desarrollo de una pastoral del celibato que aborde no solo los aspectos espirituales, sino también los emocionales y psicológicos de esta disciplina.

Una pastoral del celibato debería incluir programas de formación y acompañamiento para los sacerdotes, tanto antes como después de su ordenación. Estos programas deben proporcionar apoyo psicológico y emocional, así como espacios para la reflexión y el diálogo sobre los desafíos que presenta la vida célibe. Asimismo, las diócesis deben desarrollar directrices claras para sus delegaciones de clero, garantizando un acompañamiento efectivo a los sacerdotes que atraviesan crisis vocacionales o personales.

El Papa Francisco ha insistido en la necesidad de una Iglesia que "acompañe" a las personas en su camino de fe. Este llamado debe aplicarse también a los sacerdotes, que en muchos casos han sido abandonados a su suerte en lo que respecta al celibato. El acompañamiento no puede limitarse a la corrección punitiva cuando surgen problemas, sino que debe ser un proceso continuo de apoyo y cuidado.

Conclusión

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Mantememos también la esperanza en el cambio de mentalidad en los seminaros

Mantenemos la esperanza de que pronto se hable oficialmente de todo esto.  No basta con guardar silencio. Y nuestra esperanza está puesta en el Sínodo.

El celibato sacerdotal, como "don y tarea", ha sido promovido incansablemente en su dimensión idealizada, pero la Iglesia ha fallado en proporcionar los recursos y el acompañamiento necesarios para hacer frente a las realidades humanas que esta disciplina impone. Al enfocarse exclusivamente en el aspecto punitivo y descuidar el apoyo pastoral, la Iglesia no solo ha fallado a sus sacerdotes, sino también a las comunidades que dependen de ellos para su liderazgo espiritual.

Es necesario un cambio urgente en la forma en que se aborda el celibato, reconociendo que no es solo un ideal, sino una responsabilidad que la Iglesia debe asumir de manera integral. Sin un apoyo adecuado, el celibato deja de ser un don y se convierte en una carga, y la crisis que enfrenta el clero hoy es testimonio de este abandono.

José María Lorenzo Amelibia

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