Predicadores que predican desde su experiencia de fe

¡Para cuando escuchas un sermón que te conmueva…! ¡Pasan años! Me toca acudir a Misa a distintos lugares. Los sermones son curiosos: unos como recitación mal hecha de una lección; otros como un pequeño mitin social; algunos leídos, bien preparados, pero nunca reflejan la vivencia de fe. Menos mal que de vez en cuando hay excepciones.

Y esto me refiero no solo a los pronunciados en las iglesias adonde asisto a la Eucaristía. También a las misas de la televisión. Ahí sí suele ser la predicación bien preparada; pero rarísima vez he conseguido vibrar por la transmisión de vida espiritual. Y eso que procuro atender.

No sé si nuestros predicadores imitan a Jesucristo mucho cuando pronuncian sus homilías. Jesucristo no leía; hablaba con gran fuerza espiritual. Tal vez cuando predicaba en las sinagogas tomaría en sus manos algún legajo de las Sagradas Escrituras. Pero nadie quedaba indiferente ante su palabra. Algo emanaba de Él. Jesucristo, sí, era el Hijo de Dios; y es fácil escudarse en este hecho y decir que nosotros no lo somos.

Pero creo que nuestros predicadores deberían examinarse y pensar cómo preparan sus homilías; si lo hacen como Jesús dedicando horas a la oración; si se esfuerzan en vivir lo que predican. Porque siempre será verdad lo que nos decía Cicerón: “El pecho es lo que nos hace disertos”.

 José María Lorenzo Amelibia

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