Un sacerdote valiente con cáncer

Valiente ante el cáncer (Twitter) 

  De vez en cuando llegan a nuestros oídos noticias aparentemente sencillas, pero detrás de ellas se esconden ejemplos magníficos de abnegación, amor o entrega: de profunda fe cristiana.

En 1994 entregó su alma a Dios un virtuoso sacerdote de nuestra diócesis, D. Ambrosio Eransus. Merecía la pena que alguien escribiera su biografía o al menos una amplia semblanza de este hombre dotado de una personalidad muy acusada y de una gran fe y sentido religioso.

Me fijo ahora tan sólo en un detalle de sus últimos días que a enfermos y sanos llenará de admiración. Don Ambrosio había acudido al médico. Sentía ciertas molestias y quería salir de dudas para actuar en consecuencia. Después de diversas pruebas y análisis, a petición propia, se le dijo la verdad: tenía cáncer. No era mucho el tiempo que le quedaba de vida.

¿Cómo hubieras reaccionado tú? ¿Y yo? Imaginemos unos momentos. Don Ambrosio nunca en su vida anduvo en chiquitas. Al día siguiente de recibir la noticia, se encaminó a un convento de monjas donde solía decir Misa. La comunidad que mucho le apreciaba, participó en la Eucaristía. El les dijo -no sé si en la homilía o después del acto litúrgico-: “Os voy a anunciar una gran alegría; ayer me dijeron los médicos que tengo cáncer. Me queda poco tiempo para ir a Dios. Agradecedle conmigo.”

Cuando cuentan cosas así de personas desconocidas, casi nos parece una historieta para animarnos a aceptar las penas de nuestra vida. Pero si el personaje tiene un nombre y apellidos, y es alguien conocido de todos, nos encerramos en nuestro castillo interior, nos imaginamos la misma situación para nosotros, y nuestra reflexión siempre resulta provechosa.

Don Ambrosio era un sacerdote con gran amor a la Eucaristía y a la pasión de Jesús. De ellas ha sacado fuerzas para vivir en cristiano y asumir con gozo y total esperanza el tránsito de esta vida a los brazos del Padre.

De vez en cuando un ejemplo de esta categoría nos viene muy bien. Estamos del todo agarrados a esta vida. Ni siquiera los desengaños y los sufrimientos y angustias nos quitan el interés por las cosas de aquí abajo. El testimonio y ejemplo de personas que han pasado por nuestras mismas circunstancias nos ha de dar aliento para considerar esta existencia como lo que es: un viaje hacia la Patria del Cielo.

José María Lorenzo Amelibia

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