¿Alcanza el budismo la plenitud humana con el Nirvana?

Sí. Ese es, precisamente, el gran objetivo del budismo, calificado como «la cumbre del ascetismo filosófico-religioso de Asia”. Su meta última consiste en conseguir el Nirvana como estado de perfecta liberación que equivale a la plenitud humana. La doctrina budista ofrece la imagen de la persona que atraviesa un puente con dos pilares, el de la sabiduría y el ascético, para llegar a la otra orilla y para encontrarse con la meta deseada, el Nirvana. En sentido estricto y tal como afirma sobre Dios, el budismo es una sabiduría humana y no una religión. Tiende hacia “algo sagrado” (ese no-yo sobrehumano) pero nunca hacia el Dios personal con quien mantener relaciones de dependencia. Los valores y experiencias del impulso de trascendencia configuran las raíces espirituales que forman parte del budismo, como recientemente de la nueva era y de los nuevos movimientos religiosos.
La doctrina budista viene a ser una especie de secularismo pre-cristiano que impregna la visión del mundo y del comportamiento en una existencia dedicada a la nada. Algunos criterios del budismo están presentes en los Nuevos movimientos religiosos, especialmente en la New Age, cuando presentan una espiritualidad sin un Dios personal.
Este artículo ofrece en plan de síntesis al protagonista de la escalada budista, cómo concibe la meta o Everest y cuál sea la ruta que sigue con los criterios y técnicas que utiliza. A modo de apéndice, la respuesta al budismo como religión laica y no como religión estricta.

El protagonista
El centro del budismo, a diferencia de otras religiones, es el hombre que puede por sí mismo liberarse y alcanzar determinado grado de felicidad o nirvana. Para comprender al budismo hay que partir de las tres joyas: “yo pongo mi confianza en Buda, en la ley-dhamma y en la comunidad”.
¿Qué rasgos caracterizan al budista? Uno de ellos es la visión del mundo un tanto pesimista y que condiciona las relaciones interpersonales. El eje de todo es el sufrimiento universal. Como todo es dolor, el remedio será moderar la sed de vivir; renunciar al confort, a la seguridad, al amor, a la familia, y a la misma amistad. El culmen es un pesimismo radical puesto que hay que ignorar al mundo, aniquilar la sed de conocer y el placer de discutir o de convencer.
Junto al pesimismo, la tolerancia caracteriza al seguidor de Buda. Frente al occidental, dogmático, seguro e intolerante, el budista desconfía de las ideas y de la abstracción, pues el mundo no está hecho de ideas, sino más bien de cosas y de fenómenos. Que cada uno encuentre su lugar, se vacíe de sí mismo para experimentar el ser. Lo interesante no es tener bellas teorías sobre el mundo para explicarlo, sino hacer el vacío en sí mismo para vivir con el mundo.
Y como tercer rasgo del budista sobresale su espíritu ansioso de liberarse por la meditación para llegar al nirvana. El fin al que aspira es el nirvana como un estado en el cual se produce la liberación, la cesación del dolor, el ámbito de la paz absoluta, de lo totalmente otro del mundo, y, por consiguiente, hace referencia a un estado de salud o salvación.

La meta: el Nirvana como salvación en este mundo
La meta última del budismo consiste en conseguir el Nirvana como estado de perfecta liberación que equivale a la plenitud humana. En un sentido amplio, el Nirvana es un tú trascendente; es como lo incondicionado, la otra orilla, lo difícil de ver, algo sin tiempo, eterno, más allá de toda multiplicidad, sin muerte, bienaventuranza, ausencia de toda angustia, como una isla, un refugio de reposo seguro. Viene a ser como un tú impersonal y trascendente que condiciona la vida presente. Las cuestiones relativas del alma inmortal son secundarias, hasta perjudiciales frente a la salvación “laica”.
El nirvana se reduce a una salvación secularista, dentro de este mundo, sin sentido escatológico. Indica el nirvana la salvación como meta definitiva del camino budista. Es como el ámbito de la paz absoluta, radicalmente distinto del mundo. El nirvana conlleva la completa extinción del impulso de la voluntad que se manifiesta en el deseo, el odio y la ceguera, tal y como se afirma convulsivamente en la vida. Pero el nirvana no es simple aniquilación ni tampoco la vida eterna.
¿Cuándo se experimenta el nirvana? En el momento en que el budista ha alcanzado la plena extinción de las pasiones, la paz interior y absoluta. La felicidad se consigue cuando no hay sensación alguna, cuando se alcanza la liberación de la necesidad de aferrarse a la existencia, cuando se obtiene la absoluta libertad interior. Pero al llegar a este punto Buda se niega a responder si el budista perfecto continúa viviendo después de la muerte o no. ¿Posee algún Evangelio o Corán dictado por Dios? La revelación del budista afirma precisamente que no hay verdad revelada. No predica salvación sino la liberación por la adhesión a las verdades que descubrió.

Un dios laico
Dios con minúscula, porque en el budismo queda reducido a un «tú laico» de la trascendencia o divinidad. Pero no todos opinan igual. Para unos, el budismo es únicamente una metafísica combinada con una ética. En una palabra, una sabiduría más que una fe. Razones: el budismo no afirma la existencia de un dios personal y rechaza la existencia de un alma individual; el culto parece reducirse a la meditación y a la ascesis. La existencia de un Dios que crea y gobierna el mundo es considerada por Buda como una ilusión. Dios como ser supremo o personal, tal y como aparece en las religiones monoteístas, es rechazado. En este sentido el budismo es una religión sin Dios, o por lo menos, indiferente.
Pero otros opinan que Dios es el Nirvana, lo completamente distinto, lo trascendente. En el budismo existe un no-yo trascendente bajo otros conceptos diferentes al del Dios absoluto y personal. El budista habla de la vacuidad que indica lo Absoluto, descubierto con el yoga y lo que une a los seres diversos. En el grado supremo de la experiencia mística el hombre comprende que vacuidad es la expresión de la realidad más profunda, de lo Absoluto, de aquello que la teología cristiana llama Dios. Los mismos conceptos de Nirvana y de Dhamma se identifican con el de vacuidad. Si Dios es realmente lo Absoluto, entonces es todo esto a la vez: Nirvana, en cuanto que es meta del camino de la redención; Dhamma, en cuanto que, como ley, determina el cosmos y al hombre; Vacuidad, en cuanto que se sustrae una y otra vez a todas las determinaciones afirmativas; Buda primigenio, en cuanto que es el origen de todo lo que existe. Clara es la conclusión: la relación no es con el Dios personal sino con lo trascendente

El camino-puente para llegar al Nirvana
La doctrina budista ofrece la imagen de la persona que atraviesa un puente con dos pilares, el de la sabiduría y el ascético, para llegar a la otra orilla y para encontrarse con la meta deseada, la plena autoliberación en el Nirvana.
Y ¿qué hacer para la autoliberación? Además de la práctica de las siete virtudes − fe, voluntad, lenguaje, acción, aplicación, medios de existencias y memoria −, está la meditación pura para llegar a la verdad suprema que extingue todo sufrimiento. Gracias a la meditación se consigue la iluminación del estado de nirvana después de haber obtenido la perfecta purificación.
La meditación exige, además, renunciar a poseer y hasta desear unos bienes y olvidarse de sí mismo para atestiguar una comprensión, benevolencia, un espíritu de servicio universal. Junto a la meditación liberadora se da en el budismo una moral que no es, precisamente un código de prohibiciones, ni un decálogo. Es una actitud universal frente a la existencia. Se ha dicho: «para el budista, más que de obrar bien o de ser caritativo, se trata de evitar todo lo que pueda hacer daño a una criatura. El sabio budista es impasible, sereno, pero benévolo».
Para cultivar la meditación está la escuela del Zen que cuida el control de la mente, de la respiración y del cuerpo para que muera el yo ilusorio y nazca el yo real que despierta para ver de verdad.
Los preceptos. Aunque no existe un código ético imperativo, sí se aconsejan diez preceptos en el budismo: 1º Abstenerse de destruir la vida; 2º de robar; 3º de fornicar y de otras impurezas; 4º de mentir; 5º de licores y bebidas fuertes; 6º de comer en horas prohibidas; 7º de las danzas, cantos y espectáculos; 8º de adorar o de embellecer el cuerpo; 9º de la cama buena; 10º y de recibir oro y plata.
La doctrina budista conoce y enseña el heroísmo como don en favor de los demás. ¿Con qué finalidad tanta renuncia y entrega? Por la salvación última, por el ideal de autoliberación − el nirvana − y por la ley del karman: cada uno recibe en esta vida − y en las reencarnaciones sucesivas − los premios y castigos que merece por sus obras.
La conducta del budista consiste en participar en la vida de la iglesia (Sangha) a fin de realizar el dhamma-ley a imitación de Buda, su Fundador.
El culto en el budismo. Está dirigido hacia el tú trascendente concebido como Absoluto, pero que no es el Dios personal y que orienta el culto y la vida consagrada. Son los modos diferentes de relacionarse con dios − mejor, dioses − en las distintas religiones. Al profesar una actitud indiferente o agnóstica cuando no atea, el culto en el budismo resulta un tanto paradójico. Pero existe un culto popular y una entrega total en los monasterios.
La mística como relación con lo trascendente-absoluto
La meditación es toda una escuela para conseguir la unificación y paz interior y para llegar a la iluminación liberadora. Se tiende hacia el descubrimiento de la propia realidad o del propio ser más profundo, el Absoluto inmanente «que algunos llaman trascendencia interior». La llegada a esta iluminación produce la salvación en el Nirvana, en la perfecta iluminación. Toda mística es una búsqueda del Misterio infinito de Dios. El cristianismo es una mística del encuentro interpersonal con Dios Amor. La mística budista queda abierta al infinito, a lo indecible. El más allá queda siempre como sorpresa.
El budismo, religión laica
Discuten los expertos sobre la condición religiosa del budismo: ¿es o no es una religión el budismo? Puntualicemos. Si por religión entendemos la dependencia y relación del creyente con un ser personal y creador, el budismo no es religión. Ahora bien, si por Absoluto entendemos una realidad supramaterial con la que el yo humano entabla relaciones, sí existe religiosidad en el budismo. El budismo es una religión laica, y no es peyorativa la calificación. También los Nuevo Movimientos religiosos, especialmente la Nueva era propugna una espiritualidad sin Dios. En todos ellos existe una espiritualidad, una religiosidad laica, pero sin relaciones con el Dios personal tal y como encontramos en las religiones monoteístas que fundamentan el judaísmo, islamismo y cristianismo.
Para un tema polémico las palabras del Vaticano II favorecen más la concepción del budismo como sabiduría y terapia sin hablar de la relación con un Dios personal: «En el budismo, según sus varias formas, se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que los hombres, con un espíritu devoto y confiado, pueden adquirir ya sea el estado de perfecta liberación, ya sea la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos apoyados en un auxilio superior» (NA 2). De este apoyo en un auxilio superior no se deduce la vinculación con Dios o Ser absoluto.
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