Cristo ¿un "supermístico"?

Así lo deducimos de lo que afirma el teólogo O. .deCardedal (Cristianismo y mística, Trotta 2015 p.28). con frases que entre paréntesis confirmamos en Jesús:
… “Ahora bien:
a) si por mística se entiende el cultivo de la interioridad”, (se trata de expresiones íntimas de la persona como las de Jesús en Getsemaní llamando Abbá a Dios)
“la atención a la voz del Espíritu en el hombre”, (En ocasiones, Jesús es conducido por el Espíritu)
“el descentramiento de sí para vivir centrado en Dios,” (Cristo se anodadó a sí mismo tomando la forma de esclavo)
“ la vida espiritual profunda”, (Cristo vivió pobremente y en oración, se comunica frecuente con el Padre,oración que prolongaba durante toda la noche))
“el amor y el deseo intensos de Dios”; (Este rasgo fundamental del místico fue la característica de Jesús obediente al Padre hasta la muerte en la cruz)
“b) si por experiencia se entiende aquella certeza que se logra en la vida cuando se ha vivido muchos años para algo”, (Desde el comienzo de su vida pública, Cristo vivió para el Reino de Dios y la salvación de los hombres)
“cuando se ha ejercitado con dignidad una profesión” (En Cristo se trata de una vocación desde el comienzo de su vida hasta la muerte en cruz)
“y el conocimiento que se tiene de una persona tras haber convivido largamente con ella”; (Cristo manifestó y transmitió conocimientos recibidos del Padre)
“c) si por experiencia teologal se entiende la real connaturalidad que logramos con las realidades divinas por haberlas servido y amado fielmente,” (Con frecuencia, Cristo hablaba de su intimidad con Dios Padre a quien conocía, y, sobre todo amaba fiemente)
“entonces Jesucristo es “supermístico” (Conclusión lógica: si Cristo vivió de manera extraordinaria la vinculación con Dios, la sintonía con sus deseos, el sacrificio total para cumplir el plan de Dios, y la comunicación frecuente e íntima, con Dios-Abbá, si los rasgos de la mística se cumplieron en grado extraordinario, la conclusión es que Cristo fue algoo más que un místico, fue un supermístico. Y desde la fe y la historia, afirmamos que Cristo fu un supermístico, referente para todo cristiano como místico insuperable.
“y todo cristiano verdadero es un místico”(otra conclusión; quien imite a Cristo, en mayor o menor grado, en los cuatro rasgos que integran la mística (vinculación, sintonía, sacrificio y comunicación íntima con Dios, es un verdadero cristiano y un místico, en mayor o menor grado.
Enfoque místico de la vida de Cristo
Gabino Uríbarri dedica buena parte de su obra (Uríbarri, G., La mística de Jesús. Desafío y propuesta, Sal Terrae 2016) al análisis de la vida de Jesús con enfoque místico:Estos son los rasgos que analiza: mística filial: el “Abba”. Conclusión: una mística de alteridad filial 143; una mística orante: el padrenuesto (Cap 7). Una mística al servicio del Reino de Dios (Cap 8). Mística combativa: afrontar el conflicto (Cap 9). Una mística pascual: la entrega sin reservas y el júbilo pascual (Cap 10)
(Conclusión.Una mística del grano de trigo. p.257)


Rasgos y manifestaciones de la mística
Rasgos
El amor de entrega total a Dios, la unión profunda con Él y la experiencia religiosa más o menos permanente, son los rasgos fundamentales que integran la vida de Jesucristo. Por ahora es suficiente con la enumeración
El amor a Dios, absoluto y de entrega total.
La unión con Dios, profunda y permanente
La experiencia religiosa con Dios, Tú personal
Manifestaciones
Confianza contra los miedos y traumas religiosos
Jesús presentó a Dios como Padre misericordioso antes que como juez. De su Buena Nueva brota un mensaje de paz y confianza, especialmente para los traumatizados en el pasado y que todavía permanecen con miedo por causa de la fe.
Ilusión frente la indiferencia y la cobardía
El Maestro proclamó al cristiano como luz del mundo y sal de la tierra. Y exhortó: id y predicad el reino de Dios por todo el mundo. Jesús deseaba que el amor a Dios fuera en privado y en público, en el candelero.
Entusiasmo y no frialdad o apatía
Jesús amó mucho al Padre. Toda su vida pública refleja la respuesta de un enamorado de Dios, sensible a sus derechos violados.
Coherencia y fidelidad y no buenos deseos
La presencia del amor se mide por la fidelidad y la coherencia. En Jesús, en grado máximo con su amor fiel, con su obediencia total y permanente a la voluntad del Padre. Él hace siempre lo que agrada al Padre (Jn 8,29); permanece en el amor del Padre porque ha cumplido su voluntad (Jn 15,10).
Radicalidad sin mediocridad ni conformismos
La presencia máxima de Dios exige totalidad. Así se explica que Jesús exigiera una respuesta de radicalidad: “no se puede servir a dos señores (Mt 6,24); “si tu ojo te escandaliza, sácatelo (Mt 5,29-30); «habéis oído que se dijo: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos (Mt 5.43-45).
Fortaleza contra la debilidad y la indecisión
En las pruebas surge la fuerza del amor. Jesús reaccionó siempre con reflejos de fortaleza ante los obstáculos y enemigos de cualquier clase. Así rechazó al tentador: “no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios; no tentarás al Señor, tu Dios; al Señor tu Dios, adorarás y a él solo darás culto” (Mt 4, 1-11). Pero donde más resplandeció su decisión, fortaleza y paciencia, fue durante toda la pasión y muerte sin doblegarse ante nada ni nadie.
Comunicación ardiente, sin rutina ni intereses
Así sucedía en Jesús que al finalizar el día buscaba ardientemente comunicarse con Dios, su abbá. La oración era como la fuente de su amor ardiente y de su heroica fortaleza. Él oraba toda la noche, de madrugada o al anochecer (Mt 14,23; Lc 6,12; Mc 1,35-36). La comunicación más impresionante la encontramos en los momentos de angustia en Getsemaní: "Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22,42). Y a la hora de morir exclamó: «Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mt 27,46); «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).
Docilidad al Espíritu sin subjetivismos ni caprichos espirituales
Jesús tenía como guías al Espíritu, la voluntad del Padre y dócil al Espíritu, era guiado por la Palabra de Dios. De manera especial los salmos les ayudarían para expresar su amor a Dios, el gozo, la alabanza, gratitud, obediencia, confianza y sed del Señor Dios. Los dos, Jesús y María, sedientos de Dios, bebían en la lectura y meditación de los salmos.
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