"Nuestros ambientes culturales favorecen el ateísmo" El no a Dios: absoluto y variado
"¿Qué criterios-razones atacan a las motivaciones para comunicarse con Dios?".
"Lo que antes necesitaba cien años para cambiar, ahora se realiza en diez".
"El cambio produce en muchas personas una grave desorientación ética".
"El cambio produce en muchas personas una grave desorientación ética".
Progresivamente avanzó el rechazo desde el siglo XIX. Actualmente, en el XXI, el ateísmo es favorecido por el ambiente de la cultura posmoderna y lo medios de comunicación, obstáculos externos para el encuentro con Dios.
Preguntamos: ¿qué dificultades existen para vivir los objetivos de una religiosidad plena? ¿Cuáles son las respuestas que se oponen a las manifestaciones propias de la religiosidad y de la misma fe? ¿Qué criterios-razones atacan a las motivaciones para comunicarse con Dios? En definitiva: ¿cuáles son los obstáculos que impiden o retrasan el encuentro del hombre con Dios? Los obstáculos son varios, externos y personales. Ahora tratamos de los externos, los que provienen del ambiente cultural y de las doctrinas que rompen con Dios o que lo anulan por la exaltación del hombre o de la naturaleza.
La crisis actual dificulta la religiosidad
Para analizar los obstáculos personales de la religiosidad es muy oportuno tener presente la crisis actual del ambiente cultural que afecta a la persona en toda su vida y, naturalmente, en sus relaciones con Dios. Partimos del hecho de que, al menos en la cultura occidental europea, Dios cuenta poco, no interesa. La persona recibe el impacto negativo cultural que pone en crisis también su comunicación con el Dios que le presenta la fe cristiana.
"La persona recibe el impacto negativo cultural que pone en crisis también su comunicación con el Dios"
De siempre, la cultura ha sido un factor que favoreció o dificultó las relaciones entre el hombre y Dios. Ahora bien, en siglos pasados, la cultura occidental, aunque era dominada por la modernidad, favorecía un ambiente histórico y un marco ideológico, social y económico, que facilitaba la religiosidad. Dios y la religión cristiana ocupaban el centro de la vida individual y social. No sucede lo mismo en la posmodernidad, que se presenta como una cultura hostil a la vivencia de la fe. ¿Quiere decir que en la posmodernidad como ambiente histórico desapareció la religiosidad? No. En los tiempos posmodernos sigue el testimonio de las grandes religiones aunque algunas de ellas (caso del cristianismo), se sientan fuertemente sacudidas por el secularismo.
La crisis de valores, aunque pueda parecer un tópico, es un hecho palpable en los últimos decenios del segundo milenio, la crisis en general y la severa crisis de valores éticos. La crisis como tal no es negativa, es el cambio o transformación acelerada y profunda que afecta a las instituciones y personas. Lo que antes necesitaba cien años para cambiar, ahora se realiza en diez. Pero esta crisis social incide en la valoración ética y en la misma religiosidad que a unos desorienta por no saber asimilar lo nuevo y a otros confunde por la tentación de abandonar criterios «antiguos pero válidos». Ahí está el aspecto negativo cuando hablamos de crisis de valores: el cambio produce en muchas personas una grave desorientación ética, un descontrol serio en la conducta, una visión desvanecida de la existencia humana y una gran inseguridad a la hora de vivir las relaciones con Dios.
La crisis de valores es producto en parte por las filosofías analizadas en la Encíclica Fides et Ratio de Juan Pablo II. Sobresalen:
-el nihilismo, el que niega toda verdad objetiva y toda esperanza (FeR 46);
-el relativismo y el subjetivismo, actitud de quien relativiza la verdad, exalta el dictamen de la propia conciencia y renuncia al conocimiento objetivamente verdadero (FeR 82);
-la ética individualista y el pragmatismo que rechaza toda reflexión fundamentada en principios éticos (FeR 97a); «la admisibilidad o no de un determinado comportamiento se decide con el voto de la mayoría parlamentaria» (FeR 89);
-el fideísmo y el cientificismo: no acepta la importancia del conocimiento racional y de la reflexión filosófica para la inteligencia de la fe (FeR 55c). Y por otra parte el cientificismo solamente admite el conocimiento propio de las ciencias positivas y considera como fruto de la imaginación cuanto se refiere a la ética y a la religión. (FeR 88a); y así mismo es radicalizado el criterio que sostiene «lo que es técnicamente realizable llega a ser por ello moralmente admisible» (FeR 88b).
De las otras doctrinas que influyen en la mentalidad actual, destacamos:
-el relativismo y escepticismo ante la verdad. Más aún, la: incapacidad de alcanzar la verdad que se manifiesta en la crisis del sentido de la vida, la indiferencia ética como manifestación del nihilismo;
-el sentirse árbitro de toda conducta moral. El hombre concede a la conciencia el privilegio «de fijar, de modo autónomo, los criterios del bien y del mal, y actuar en consecuencia» (FeR 98); -
-el consuelo en lo provisional y fugaz: pasó el tiempo de las certezas y se consuela con «aprender a vivir en una perspectiva de carencia total de sentido, caracterizada por lo provisional y fugaz» (FeR 91b);
-la desconfianza ante los grandes interrogantes sobre el sentido y el fundamento último de la vida humana, personal y social (FeR 5);
-la confusión ante el sentido de la vida: La multiplicación de criterios diversos sobre la vida y sobre el mundo ha producido una fragmentación del saber que impide buscar el sentido de la vida;
-la pérdida de valores ante la opción fundamental. De estos criterios se deduce que tampoco hay valores que merezcan una adhesión total y para siempre; el hombre se valora como autosuficiente y dueño de su futuro. “y que puede decidir autónomamente sobre su propio destino y su futuro confiando sólo en sí mismo y en sus propias fuerzas» (FeR 107).
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