Por Dios: los amigos del Dios Amor
Fuertes impresiones negativas provocan en el creyente el ateísmo, el indiferentismo, las blasfemias y cuantos se declaran enemigos del Dios cristiano. Pero, por el lado contrario, no menos impresiones fuertes suscitan: el heroísmo de tantos misioneros, la caridad de quienes dan su tiempo para servir a los necesitados y la radicalidad evangélica de los consagrados, amigos de Dios, que alcanzaron la unión íntima más profunda con Dios-Amor
A favor de Dios: quiénes y por qué
Con Dios o a favor de Dios está la multitud de creyentes que procuran la fidelidad a Dios desde las coordenadas religiosas propias. Las diferentes religiones ofrecen unos criterios que constituyen la mística particular y unas prácticas religiosas que sirven para manifestar el ideal religioso y para llegar a la plenitud en las relaciones con Dios mediante su dogma, moral y culto. Y todas las religiones enseñan a sus fieles los caminos para encontrar y relacionarse con Dios y los hombres.
La unión con Dios, en mayor o menor grado, es la cumbre de las relaciones del yo humano con el Tú divino. Las religiones, cada una desde su perspectiva, ofrecen un camino especial con criterios, terapias y testigos excepcionales, místicos o no, testimonios para que los creyentes puedan escalar el “Everest” de la unión con Dios o plenitud religiosa que tiene su máxima expresión en el amor a Dios, profundo, íntimo, confiado y en perpetua unión. Entre los posibles caminos, destaca el de la presencia de Dios (en el animismo), la devoción amorosa (hinduismo), la fidelidad y confianza (judaísmo) y la sumisión (islamismo). Para los cristianos, Jesucristo, es el Camino, con su doctrina y testimonio, vivido por innumerables santos (canonizados o no) e interpretado por tantos doctores de la Iglesia, especialmente por los místicos Juan de la Cruz y Teresa de Ávila
El Dios Amor es amado por los fieles
Dios, salvación y esperanza. En las religiones, se valora a Dios como el salvador de los peligros, el que presta auxilio en toda la vida como bienhechor. Los fieles recurren al Benefactor, al Dios providente que auxilia, otorga dones al hombre y cuida de él. Este Dios tiene unos derechos y el hombre una deuda de justicia que configura la virtud de la religión y la devoción.
Dios también es considerado como el sumo Bien que concede bienes al hombre. Y así se constituye en la esperanza, el imán deseable y buscado. En plan afectivo muchos creyentes contemplan en Dios al amigo en quien confiar.
Para el creyente, el Dios personal es el Amor que ama al hombre
La Escritura presenta a Dios como Amor, plenitud de donación al hombre: amor de padre que cuida bondadosamente de sus hijos amados. Es a la vez amor de salvador de todos los hombres (Lc 1,47; 1 Tim 1,1; 2 Pe 3,9). Dios ama a todos: al fiel, a los pecadores y a los que se declaran enemigos suyos (2 Cor 9,7; Jn 4,27; Rom 5,8). También es un amor que perdona como el buen pastor o el padre al hijo pródigo (Mt 18,12s; Lc 15,4-32). Todos son criaturas, hijos suyos.
En el Antiguo Testamento: Dios ama y libera al hombre. El amor de Dios al hombre en el Antiguo Testamento no es un mero sentimiento sino la acción de Yahvé que interviene a favor de su pueblo cautivo, que lo defiende del enemigo y lo conduce: «cuando Israel era niño, yo le amaba y de Egipto llamé a mi hijo» (Os 11,1). Al pueblo elegido aparece Dios Creador y Señor, también como el Yahvé amigo y confidente que dialoga con ternura, intimidad y ama personalmente a cada uno. Dios es el padre de Israel, padre del justo, a veces herido por la ingratitud humana. Es un Dios cercano que ama y desea ser amado por el hombre: «¿puede una madre olvidarse de su criatura? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré» (Is 49,15). La alianza de Yahvé con Israel viene a ser una viva comunidad en el amor.
Otros rasgos del amor de Dios. La creación es vista como obra de la bondad de Dios (Gén 1,4; Sal 136,1-9). Especialmente la creación del hombre, imagen de Dios, colmado de dones en el paraíso (Gén 1,26s; 2,7s). El amor de Dios es universal, aún con los pecadores a quienes promete la redención futura (Gén 3,14s).
El amor de Dios en los profetas. Ellos son testigos del drama del amor y de la ira de Yahvé, esposo del Israel infiel, ingrato y traidor (Am 3,2; 3,7; Jer 20,7s; Os 11,8). Los profetas predican el amor de Dios y su bondad que dura eternamente pero unida a su justicia (Jer 33,11; 9,23).
Las religiones y su trato fundamental con Dios.
En primer lugar el animismo, denominador común de los pueblos primitivos, con su fe en la presencia universal del Ser supremo en toda la vida personal y social; con la gratitud y la obediencia al Creador para obtener su beneplácito; con la alegría y la fiesta en la religión para expresar la comunión vital entre todas las personas.
El hinduismo presenta, junto a la devoción amorosa, el camino de la sabiduría, la liberación personal y colectiva mediante el amor a la verdad; la práctica de la justicia y de la no-violencia, unida a la consagración a Dios.
El judaísmo, centra su relación con Dios en la fidelidad al Dios único y personal. El israelita puede mantener relaciones «místicas» gracias a la Alianza que presenta a Yahvé como el esposo e Israel la esposa amada.
El islamismo se caracteriza por la sumisión hacia Dios. Su fe equivale a obedecer a Dios con la persuasión de que Dios está junto a él. Las relaciones del musulmán van dirigidas al Dios, Alá,
El cristianismo. Es la religión polarizada en la vida, doctrina y obra de Cristo para relacionarse con Dios Padre, (el Abbá), las personas y el mundo en general. El creyente (sea católico, ortodoxo, o protestante) acepta el mensaje de Cristo y como bautizado pone su empeño en seguir a Jesucristo Hijo de Dios, muerto y resucitado, que ha salvado a los hombres y ha instaurado el Reino de Dios.
Cualquier creyente considera a Dios como la primera motivación para vivir y morir. En el cristianismo, son incontables los fieles que consagran su vida a Dios en la vida religiosa o en la práctica del amor fraterno con los más necesitados.
Por qué están “a favor” de Dios.
Por la fe aceptada surge todo valor. Él es el Señor y el creador, el amor que salva, un Padre misericordioso antes que el Juez castigador. Dios no es algo sagrado sino el Amigo personal a quien debemos anunciar mediante la evangelización. La fe creíble sostiene que Dios no es una poesía ideológica sino alguien real que desea estar presente en la vida de todos los hombres.
Por la fe que es bella y atrayente.
Los creyentes no pueden separar la fe de su felicidad porque es lo más grande de su vida, la roca que les sostiene en las dificultades y la energía para superar los problemas diarios. Es la luz y la fuerza para vivir, un factor indispensable para su felicidad. Esta fe que salva es bella y atrayente por muchas razones. Así la interiorizan los cristianos y dan testimonio de la belleza de la fe que les fascinó
Por los horizontes que abre la esperanza.
Todos de acuerdo: la esperanza se sitúa en el corazón del hombre como uno de los valores que mejor definen una vida: "dime qué esperas y te diré quien eres". Así se explica que la persona que aspira a la felicidad o que trabaja por su realización personal, esté motivada por una esperanza. Quien espera, posee una razón para vivir, y si es cristiano, por su esperanza se convierte en el peregrino que confía en la promesa de Cristo para salvarse y poder gozar en el encuentro definitivo con Dios. La esperanza humana o cristiana es indispensable en el ser y en el vivir del hombre.
Y en la cumbre, los santos y los místicos
Los santos, como creyentes, fueron fieles a las prescripciones de la Iglesia, y como seguidores de Jesús y María, se relacionaron con Dios y con el prójimo según su vocación, sexo, tareas y posibilidades personales. Ahora bien, el trato perfecto que mantuvieron con Dios estaba sostenido por cuatro columnas: su consagración, confianza, amistad e intimidad que llegó hasta la unión más perfecta.
Los místicos: de la amistad a la intimidad con Dios. La intimidad es la experiencia ordinaria del amor de Dios con una respuesta según el precepto bíblico de amar a Dios con todo el corazón y…. El creyente encuentra en la mutua experiencia de amor, la gran motivación para vivir con Él una relación amistosa en la vida litúrgica, en las tareas cuotidianas o en la praxis de la religiosidad popular. De hecho, la intimidad con Dios ha sido el rasgo propio de los cristianos coherentes que han vivido con entusiasmo y radicalidad el amor de Dios. Es la motivación y meta que consiguen muchos seguidores de Cristo de manera fugaz; los santos de modo permanente, y algunos místicos con fenómenos extraordinarios.
A favor de Dios: quiénes y por qué
Con Dios o a favor de Dios está la multitud de creyentes que procuran la fidelidad a Dios desde las coordenadas religiosas propias. Las diferentes religiones ofrecen unos criterios que constituyen la mística particular y unas prácticas religiosas que sirven para manifestar el ideal religioso y para llegar a la plenitud en las relaciones con Dios mediante su dogma, moral y culto. Y todas las religiones enseñan a sus fieles los caminos para encontrar y relacionarse con Dios y los hombres.
La unión con Dios, en mayor o menor grado, es la cumbre de las relaciones del yo humano con el Tú divino. Las religiones, cada una desde su perspectiva, ofrecen un camino especial con criterios, terapias y testigos excepcionales, místicos o no, testimonios para que los creyentes puedan escalar el “Everest” de la unión con Dios o plenitud religiosa que tiene su máxima expresión en el amor a Dios, profundo, íntimo, confiado y en perpetua unión. Entre los posibles caminos, destaca el de la presencia de Dios (en el animismo), la devoción amorosa (hinduismo), la fidelidad y confianza (judaísmo) y la sumisión (islamismo). Para los cristianos, Jesucristo, es el Camino, con su doctrina y testimonio, vivido por innumerables santos (canonizados o no) e interpretado por tantos doctores de la Iglesia, especialmente por los místicos Juan de la Cruz y Teresa de Ávila
El Dios Amor es amado por los fieles
Dios, salvación y esperanza. En las religiones, se valora a Dios como el salvador de los peligros, el que presta auxilio en toda la vida como bienhechor. Los fieles recurren al Benefactor, al Dios providente que auxilia, otorga dones al hombre y cuida de él. Este Dios tiene unos derechos y el hombre una deuda de justicia que configura la virtud de la religión y la devoción.
Dios también es considerado como el sumo Bien que concede bienes al hombre. Y así se constituye en la esperanza, el imán deseable y buscado. En plan afectivo muchos creyentes contemplan en Dios al amigo en quien confiar.
Para el creyente, el Dios personal es el Amor que ama al hombre
La Escritura presenta a Dios como Amor, plenitud de donación al hombre: amor de padre que cuida bondadosamente de sus hijos amados. Es a la vez amor de salvador de todos los hombres (Lc 1,47; 1 Tim 1,1; 2 Pe 3,9). Dios ama a todos: al fiel, a los pecadores y a los que se declaran enemigos suyos (2 Cor 9,7; Jn 4,27; Rom 5,8). También es un amor que perdona como el buen pastor o el padre al hijo pródigo (Mt 18,12s; Lc 15,4-32). Todos son criaturas, hijos suyos.
En el Antiguo Testamento: Dios ama y libera al hombre. El amor de Dios al hombre en el Antiguo Testamento no es un mero sentimiento sino la acción de Yahvé que interviene a favor de su pueblo cautivo, que lo defiende del enemigo y lo conduce: «cuando Israel era niño, yo le amaba y de Egipto llamé a mi hijo» (Os 11,1). Al pueblo elegido aparece Dios Creador y Señor, también como el Yahvé amigo y confidente que dialoga con ternura, intimidad y ama personalmente a cada uno. Dios es el padre de Israel, padre del justo, a veces herido por la ingratitud humana. Es un Dios cercano que ama y desea ser amado por el hombre: «¿puede una madre olvidarse de su criatura? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré» (Is 49,15). La alianza de Yahvé con Israel viene a ser una viva comunidad en el amor.
Otros rasgos del amor de Dios. La creación es vista como obra de la bondad de Dios (Gén 1,4; Sal 136,1-9). Especialmente la creación del hombre, imagen de Dios, colmado de dones en el paraíso (Gén 1,26s; 2,7s). El amor de Dios es universal, aún con los pecadores a quienes promete la redención futura (Gén 3,14s).
El amor de Dios en los profetas. Ellos son testigos del drama del amor y de la ira de Yahvé, esposo del Israel infiel, ingrato y traidor (Am 3,2; 3,7; Jer 20,7s; Os 11,8). Los profetas predican el amor de Dios y su bondad que dura eternamente pero unida a su justicia (Jer 33,11; 9,23).
Las religiones y su trato fundamental con Dios.
En primer lugar el animismo, denominador común de los pueblos primitivos, con su fe en la presencia universal del Ser supremo en toda la vida personal y social; con la gratitud y la obediencia al Creador para obtener su beneplácito; con la alegría y la fiesta en la religión para expresar la comunión vital entre todas las personas.
El hinduismo presenta, junto a la devoción amorosa, el camino de la sabiduría, la liberación personal y colectiva mediante el amor a la verdad; la práctica de la justicia y de la no-violencia, unida a la consagración a Dios.
El judaísmo, centra su relación con Dios en la fidelidad al Dios único y personal. El israelita puede mantener relaciones «místicas» gracias a la Alianza que presenta a Yahvé como el esposo e Israel la esposa amada.
El islamismo se caracteriza por la sumisión hacia Dios. Su fe equivale a obedecer a Dios con la persuasión de que Dios está junto a él. Las relaciones del musulmán van dirigidas al Dios, Alá,
El cristianismo. Es la religión polarizada en la vida, doctrina y obra de Cristo para relacionarse con Dios Padre, (el Abbá), las personas y el mundo en general. El creyente (sea católico, ortodoxo, o protestante) acepta el mensaje de Cristo y como bautizado pone su empeño en seguir a Jesucristo Hijo de Dios, muerto y resucitado, que ha salvado a los hombres y ha instaurado el Reino de Dios.
Cualquier creyente considera a Dios como la primera motivación para vivir y morir. En el cristianismo, son incontables los fieles que consagran su vida a Dios en la vida religiosa o en la práctica del amor fraterno con los más necesitados.
Por qué están “a favor” de Dios.
Por la fe aceptada surge todo valor. Él es el Señor y el creador, el amor que salva, un Padre misericordioso antes que el Juez castigador. Dios no es algo sagrado sino el Amigo personal a quien debemos anunciar mediante la evangelización. La fe creíble sostiene que Dios no es una poesía ideológica sino alguien real que desea estar presente en la vida de todos los hombres.
Por la fe que es bella y atrayente.
Los creyentes no pueden separar la fe de su felicidad porque es lo más grande de su vida, la roca que les sostiene en las dificultades y la energía para superar los problemas diarios. Es la luz y la fuerza para vivir, un factor indispensable para su felicidad. Esta fe que salva es bella y atrayente por muchas razones. Así la interiorizan los cristianos y dan testimonio de la belleza de la fe que les fascinó
Por los horizontes que abre la esperanza.
Todos de acuerdo: la esperanza se sitúa en el corazón del hombre como uno de los valores que mejor definen una vida: "dime qué esperas y te diré quien eres". Así se explica que la persona que aspira a la felicidad o que trabaja por su realización personal, esté motivada por una esperanza. Quien espera, posee una razón para vivir, y si es cristiano, por su esperanza se convierte en el peregrino que confía en la promesa de Cristo para salvarse y poder gozar en el encuentro definitivo con Dios. La esperanza humana o cristiana es indispensable en el ser y en el vivir del hombre.
Y en la cumbre, los santos y los místicos
Los santos, como creyentes, fueron fieles a las prescripciones de la Iglesia, y como seguidores de Jesús y María, se relacionaron con Dios y con el prójimo según su vocación, sexo, tareas y posibilidades personales. Ahora bien, el trato perfecto que mantuvieron con Dios estaba sostenido por cuatro columnas: su consagración, confianza, amistad e intimidad que llegó hasta la unión más perfecta.
Los místicos: de la amistad a la intimidad con Dios. La intimidad es la experiencia ordinaria del amor de Dios con una respuesta según el precepto bíblico de amar a Dios con todo el corazón y…. El creyente encuentra en la mutua experiencia de amor, la gran motivación para vivir con Él una relación amistosa en la vida litúrgica, en las tareas cuotidianas o en la praxis de la religiosidad popular. De hecho, la intimidad con Dios ha sido el rasgo propio de los cristianos coherentes que han vivido con entusiasmo y radicalidad el amor de Dios. Es la motivación y meta que consiguen muchos seguidores de Cristo de manera fugaz; los santos de modo permanente, y algunos místicos con fenómenos extraordinarios.