Dios: criticado, insultado y manipulado

En la posmodernidad se unen a la indiferencia religiosa otras manifestaciones negativas ante Dios como la de los críticos, los que blasfeman y los que manipulan la religión y a Dios mismo. Por otra parte, el secularista no niega la existencia de Dios pero lo encierra “en el cielo” y él vive tranquilo y autosuficiente en la tierra. Otros, como los de los Nuevos movimientos religiosos (NMR) anulan al Dios personal y liberador y proclaman una religión sin Dios. El laicista agresivo margina a Dios de la vida pública.Y la Nueva era propone el sincretismo religioso con un dios no personal como el de la madre tierra.
Dios Padre y omnipotente: criticado y manipulado
Los creyentes sin fundamento religioso-filosófico, tratan a Dios como un objeto domesticado con la varita mágica del rito religioso. Para muchos, Dios y la religión presentan los efectos de la droga en los momentos depresivos; viene a ser como el bombero que sólo sirve para apagar incendios ocasionales; el ídolo acallado fácilmente, del que se exagera lo que conviene y se oculta lo que fastidia; hasta el fanático que justifica la violencia en nombre de la “guerra santa” o de “Alá es grande”.
No faltan creyentes que critican al Dios verdadero como el ser supremo egoísta; un tapagujeros para lo que no se sabe o no se puede; el abuelo bonachón situado muy lejos, “en los cielos”; un juez malhumorado con ganas de castigar con el infierno; el comerciante que admite tratos éticos: «me porto bien y me ayuda»; «le doy cosas y me corresponde»; “me arrepiento de mis culpas y me salva”. Dios queda convertido en un objeto domesticado por la varita del rito religioso; el todopoderoso con los efectos de la droga; el tirano que goza con la obediencia ciega del hombre esclavo; el causante como dictador ético de muchos traumas psíquicos; la idea abstracta que nada tiene que ver con la vida ordinaria del hombre….
Y no faltan las críticas contra Dios:”eres sabio, omnipotente y creador: ¿cómo permites el mal, que sufran y mueran tantos inocentes?”; ¿Hasta qué punto puedo confiar en tu providencia y amor de padre?”; “te manifiestas como amigo pero permaneces en silencio, no te haces presente cuando te necesito”; ”lo puedes todo y nos haría felices verte en esta vida: ¿cómo es que permaneces oculto y silencioso?”
Manifestaciones de la manipulación religiosa
Enumeramos las siguientes actitudes y respuestas como:
-el contemplar a Dios como un poder que puede plegarse en beneficio propio mediante determinadas habilidades y “mediaciones”;
-el mezclar algunos elementos de la devoción con prácticas supersticiosas, espiritistas, hechiceras, mal de ojo, o actitudes de resignación fatalista;
-el reinterpretar la fe de modo sincretista, reduciendo la fe a un mero contrato con Dios;
-el valorar de manera tan exagerada el culto a los santos que suplantan a Dios;
-el esperar todo de Dios sin colaborar con Él según las posibilidades humanas;
-el convertir la piedad en simple emoción religiosa sin comunicación con Dios;
Y no falta, lamentablemente, la manipulación de la idea de Dios por parte de los terroristas islámicos que odian y matan a inocentes en nombre de Dios.
El Dios Juez, ofendido: la blasfemia
Prácticamente, la blasfemia es una modalidad de los indiferentes que ofenden a Dios o al prójimo pero viven tranquilos sin ningún sentimiento de culpabilidad. Como ofensas especiales destacamos contra el honor de Dios, la blasfemia
Es inconcebible de por sí y más en el mundo posmoderno, la blasfemia de muchos cristianos. ¿Alguna causa? En muchos, brota por una costumbre popular arraigada y por una deficiente educación religiosa que brota como expresión de enfado. Otros confiesan que lo hacen “sin darse cuenta” y sin deseos de ofender a Dios. Pero no falta en algunos, el odio hacia Dios o hacia los creyentes.

Justicia con Dios
Dios tiene unos derechos que deben ser respetados. El hombre libre puede tratar a Dios con justicia, puede ofenderle y puede vivir alejado de Él.
Respetar los derechos de Dios.
Los derechos de Dios descansan en unos fundamentos antropológicos y teológicos que configuran la virtud de la religión.
La fe presenta a Dios como el creador que está necesariamente en todas las cosas de modo íntimo (cf. S. Th. I, 8,3). Por ello, la infinitud del Dios creador pone de relieve el derecho a formas exclusivas de gloria y alabanza.
Mantener un trato justo.
Dios no es una idea sagrada ni una entidad cultural ni un objeto milagroso. Para el creyente cristiano, Dios es el Ser personal que tiene unos derechos por su dignidad y por cuanto ha realizado y realiza en favor de los hombres. Por ello, la infinitud del Dios creador pone de relieve el derecho a formas exclusivas de gloria y alabanza. El hombre, criatura de Dios, se contempla a sí mismo con su radical dependencia de la causalidad de Dios tanto en el ser como en el obrar.
El trato justo con Dios
El hombre tiene el deber y el honor de dar a Dios lo que le corresponde y que se traduce en una vida según la voluntad de Dios y en el culto religioso.
Santificar el nombre de Dios.
El creyente ama a Dios: le ama con toda su mente y con todo su corazón. He ahí la razón del segundo mandamiento de la Ley de Dios y de la primera petición del Padrenuestro: santificado sea tu nombre. ¿Cómo santificar el nombre de Dios? Haciendo todo lo posible para que en la vida individual y comunitaria, Dios sea:
-reconocido y valorado como la persona máxima en dignidad; -respetado por todo cuanto existe, ha hecho y significa para el hombre;
-aceptado en la vida como el Tú de quien el hombre depende;
-tratado como santo y no como el mundo profano, manchado y lleno de pecados;
-glorificado y alabado como Padre misericordioso que salva y libera al hombre. En el lenguaje de Juan la expresión «santificar» equivale a «glorificar» (cf. Jn 12,28; 13,31; 71,1.4.6);
-contemplado como el gran benefactor porque comunica a los hombres su santidad y está presente en el corazón humano;
-amado como Padre por los hombres, sus hijos.
Y tras la exposición de las diversas respuestas negativas ante Dios, es justo analizar las positivas, testimoniadas por innumerables creyentes.
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