¿Quién contra Dios, quién sin Dios y quién con Dios?
Desde Cristo se comprende mejor a Dios, fuente de todo valor, el Dios del Amor y no del miedo, el amigo personal y padre de todos. Pero hay que lamentar los millones de ateos para quienes Dios no existe, lo consideran como un antivalor. Sin llegar al rechazo, el secularista no niega la existencia de Dios pero lo encierra “en el cielo” y él vive tranquilo y autosuficiente en la tierra. ¿Cómo se manifiestan los creyentes? Entre ellos no faltan quienes critican al Dios verdadero por permitir el sufrimiento; otros justifican en el nombre de Dios la violencia y la muerte de inocentes y otros corrompen las relaciones religiosas por el miedo, el interés o la superstición. ¿Y los auténticos creyentes? Consideran a Dios como la primera motivación para vivir y morir. En el cristianismo, son incontables los cristianos que consagran su vida a Dios en la vida religiosa o en la práctica del amor fraterno con los más necesitados. Más aún, muchos creyentes viven la amistad con Dios aunque exista la desigualdad entre el Tú divino y el yo humano. Tampoco faltan quienes, santos canonizados o no, viven en unión teologal y experiencial con Dios como la meta suprema y la motivación más profunda.
El Dios de Jesús
Desde Cristo se comprende mejor a Dios, fuente de todo valor. Porque Jesús nos presenta el rostro del Creador y Señor como el amor que salva, un Padre misericordioso antes que el Juez castigador. Es el Dios del Amor y no del miedo, el amigo personal y no “algo sagrado” de baja trascendencia; es el Dios de la historia y no el ídolo escondido; es el que se compadece del dolor humano y no el Dios omnipotente que vive impasible “en los cielos”; no es una poesía ideológica sino alguien real que desea estar presente en la vida de todos los hombres. Más aún, Dios es el Amor personificado, Padre de Cristo y padre de todos, Dios uno y trino que nos espera en el cielo. Por lo tanto habrá que pasar del tú divino que está «en los cielos» al Dios que se encarna, del Juez que condena al Padre del hijo pródigo (9 y 39).
Los ateos rechazan a Dios desde varias perspectivasFrente al creyente que considera a Dios como máximo Valor, están los millones de personas para quienes Dios nada significa. De hecho, viven de espaldas a Dios al que juzgan como un antivalor para el hombre. Es la respuesta del ateísmo en sus diferentes manifestaciones: el ateísmo científico, la interpretación atea del marxismo: «para el hombre, el ser supremo es el hombre»; el psicoanálisis de índole atea, la interpretación nihilista de Nietzsche con el «Dios ha muerto»; el ateísmo existencialista de Sastre que grita: «Dios no existe, ¡aleluya!, ¡alegría! No hay cielo, no hay infierno: no hay más que la tierra; sólo existen los hombres»; el rechazo ateo del literato Camus: «el hombre es su propio fin, su único fin». Y últimamente, la posmodernidad que acentúa la hostilidad hacia Dios y todo lo religioso. Con razón denunció el Concilio: «este ateísmo es uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo» (GS 19) (9).
Dios, deformado, manipulado y criticado
Sin llegar al rechazo, el secularista no niega la existencia de Dios pero lo encierra “en el cielo” y él vive tranquilo y autosuficiente en la tierra. Otros, como los de los Nuevos movimientos religiosos anulan al Dios personal y liberador. No falta creyentes que critican al Dios verdadero como el ser supremo egoísta; un tapagujeros, el abuelo bonachón, un juez malhumorado; el comerciante que admite tratos éticos, un objeto domesticado por la varita del rito religioso, un bombero ocasional, la excusa para justificar en su nombre la violencia y la muerte de inocentes, etc. Y junto a las deformaciones, surgen las críticas contra Dios, omnipotente, padre providente que permite el mal, que sufran y mueran tantos inocentes, que no impide tantos males, permanece en silencio y no se “presenta en las necesidades” (35 y 37)
Falsedad y autenticidad en las relaciones con Dios
Dios y la religión son las motivaciones más significativas para los creyentes pero no siempre son auténticas. El miedo, el interés y la manipulación corrompen las relaciones con Dios. Por eso es el amor a Dios la fuente que garantiza la autenticidad del impulso religioso. Y es Cristo quien testimonia con su doctrina y su vida las dimensiones de la motivación religiosa auténtica. Enumeramos como falsas motivaciones la manipulación de Dios considerado como un seguro de vida, la superstición, el espiritismo, el sincretismo, el miedo obsesivo al infierno o al castigo divino, el terrorismo justificado, el pelagianismo del secularista…. Por el contrario, la motivación auténtica la encontramos en el amor y en la donación desinteresada según el «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma”…a imitación de Cristo el primer modelo con su amor generoso y apasionado por Dios Padre (98)
Dios, primera motivación para vivir y para morir
¿Razones? Porque se acepta a Dios como el Todo, el Absoluto, el Amo del mundo, el Providente, el Soberano a cuya voluntad se somete toda criatura, Creador y Ser supremo que vela y protege a sus hijos, Padre misericordioso, el único Señor y Liberador, el Dios encarnado que comparte la suerte con el hombre; el que entregó a su Hijo para que tengamos la vida eterna. Y la historia confirma las incontables personas consagradas a Dios. Fuera del cristianismo, en el hinduismo, Bhakti significa la devoción amorosa y el confiado abandono en él. En el Islam, la mística de Basora emociona con sus expresiones de amor total para con Dios. En Israel, los salmos expresan la intimidad con Dios en sentimientos de amor y fidelidad. Y en el cristianismo, son incontables los cristianos que consagraron su vida a Dios en la vida religiosa o en la práctica del amor fraterno con los más necesitados. Otros, motivados por el amor a Dios sufrieron alegres la enfermedad o una vida de humillaciones (100).
¿Es posible ser amigo de Dios?
La amistad con Dios es posible ya que por una parte Dios nos ama a todos como Padre y por otra, Jesús ratifica el “amarás a Dios con todo el corazón y con todas las fuerzas”. Existe el amor mutuo, pero, ¿podemos deducir amistad entre Dios y el hombre? El “sí” de la amistad del hombre con Dios radica en que la caridad es una «especial amistad del hombre con Dios» (S. Th. II-II, 23,1; cf. Jn 15,14-15). El “no” está fundamentado en la desigualdad entre Dios y el hombre. Aquí tratamos de una relación “amistosa” entre el Tú invisible y el yo humano, el Creador y la criatura… Desde otras perspectivas, el Antiguo Testamento muestra a los amigos de Dios, pero en el Nuevo Testamento, Cristo experimentó la relación con Dios como amor filial y no de amigo. No obstante Él promete la amistad con Dios al afirmar: «si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23) (101).
La meta suprema: la unión íntima con Dios.
En el amor a Dios como opción fundamental encontramos la unión íntima con Él. Y, por lo tanto, la meta suprema. ¿Es posible vivir esta unión teologal y experiencial con Dios como meta suprema y motivación más profunda? La respuesta es afirmativa porque, en definitiva, se trata del ideal de santidad o de perfección del cristiano, posible de realizar con la gracia y los medios que proporciona la espiritualidad cristiana. Así lo confirma la vida de tantos cristianos coherentes, canonizados o no, místicos o no, religiosos o laicos, pero todos seguidores de Cristo el cual estuvo siempre unido al Padre y en servicio al prójimo. En definitiva, en esta íntima unión con Dios consiste la santidad de vida cristiana que conlleva el seguimiento de Jesús, máximo testigo de la intimidad con Dios que los santos vivieron con esta consigna:”sólo Dios, siempre Dios, exclusivamente Dios, en todo Dios…pero sirviendo a los hermanos” (102).
El Dios de Jesús
Desde Cristo se comprende mejor a Dios, fuente de todo valor. Porque Jesús nos presenta el rostro del Creador y Señor como el amor que salva, un Padre misericordioso antes que el Juez castigador. Es el Dios del Amor y no del miedo, el amigo personal y no “algo sagrado” de baja trascendencia; es el Dios de la historia y no el ídolo escondido; es el que se compadece del dolor humano y no el Dios omnipotente que vive impasible “en los cielos”; no es una poesía ideológica sino alguien real que desea estar presente en la vida de todos los hombres. Más aún, Dios es el Amor personificado, Padre de Cristo y padre de todos, Dios uno y trino que nos espera en el cielo. Por lo tanto habrá que pasar del tú divino que está «en los cielos» al Dios que se encarna, del Juez que condena al Padre del hijo pródigo (9 y 39).
Los ateos rechazan a Dios desde varias perspectivasFrente al creyente que considera a Dios como máximo Valor, están los millones de personas para quienes Dios nada significa. De hecho, viven de espaldas a Dios al que juzgan como un antivalor para el hombre. Es la respuesta del ateísmo en sus diferentes manifestaciones: el ateísmo científico, la interpretación atea del marxismo: «para el hombre, el ser supremo es el hombre»; el psicoanálisis de índole atea, la interpretación nihilista de Nietzsche con el «Dios ha muerto»; el ateísmo existencialista de Sastre que grita: «Dios no existe, ¡aleluya!, ¡alegría! No hay cielo, no hay infierno: no hay más que la tierra; sólo existen los hombres»; el rechazo ateo del literato Camus: «el hombre es su propio fin, su único fin». Y últimamente, la posmodernidad que acentúa la hostilidad hacia Dios y todo lo religioso. Con razón denunció el Concilio: «este ateísmo es uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo» (GS 19) (9).
Dios, deformado, manipulado y criticado
Sin llegar al rechazo, el secularista no niega la existencia de Dios pero lo encierra “en el cielo” y él vive tranquilo y autosuficiente en la tierra. Otros, como los de los Nuevos movimientos religiosos anulan al Dios personal y liberador. No falta creyentes que critican al Dios verdadero como el ser supremo egoísta; un tapagujeros, el abuelo bonachón, un juez malhumorado; el comerciante que admite tratos éticos, un objeto domesticado por la varita del rito religioso, un bombero ocasional, la excusa para justificar en su nombre la violencia y la muerte de inocentes, etc. Y junto a las deformaciones, surgen las críticas contra Dios, omnipotente, padre providente que permite el mal, que sufran y mueran tantos inocentes, que no impide tantos males, permanece en silencio y no se “presenta en las necesidades” (35 y 37)
Falsedad y autenticidad en las relaciones con Dios
Dios y la religión son las motivaciones más significativas para los creyentes pero no siempre son auténticas. El miedo, el interés y la manipulación corrompen las relaciones con Dios. Por eso es el amor a Dios la fuente que garantiza la autenticidad del impulso religioso. Y es Cristo quien testimonia con su doctrina y su vida las dimensiones de la motivación religiosa auténtica. Enumeramos como falsas motivaciones la manipulación de Dios considerado como un seguro de vida, la superstición, el espiritismo, el sincretismo, el miedo obsesivo al infierno o al castigo divino, el terrorismo justificado, el pelagianismo del secularista…. Por el contrario, la motivación auténtica la encontramos en el amor y en la donación desinteresada según el «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma”…a imitación de Cristo el primer modelo con su amor generoso y apasionado por Dios Padre (98)
Dios, primera motivación para vivir y para morir
¿Razones? Porque se acepta a Dios como el Todo, el Absoluto, el Amo del mundo, el Providente, el Soberano a cuya voluntad se somete toda criatura, Creador y Ser supremo que vela y protege a sus hijos, Padre misericordioso, el único Señor y Liberador, el Dios encarnado que comparte la suerte con el hombre; el que entregó a su Hijo para que tengamos la vida eterna. Y la historia confirma las incontables personas consagradas a Dios. Fuera del cristianismo, en el hinduismo, Bhakti significa la devoción amorosa y el confiado abandono en él. En el Islam, la mística de Basora emociona con sus expresiones de amor total para con Dios. En Israel, los salmos expresan la intimidad con Dios en sentimientos de amor y fidelidad. Y en el cristianismo, son incontables los cristianos que consagraron su vida a Dios en la vida religiosa o en la práctica del amor fraterno con los más necesitados. Otros, motivados por el amor a Dios sufrieron alegres la enfermedad o una vida de humillaciones (100).
¿Es posible ser amigo de Dios?
La amistad con Dios es posible ya que por una parte Dios nos ama a todos como Padre y por otra, Jesús ratifica el “amarás a Dios con todo el corazón y con todas las fuerzas”. Existe el amor mutuo, pero, ¿podemos deducir amistad entre Dios y el hombre? El “sí” de la amistad del hombre con Dios radica en que la caridad es una «especial amistad del hombre con Dios» (S. Th. II-II, 23,1; cf. Jn 15,14-15). El “no” está fundamentado en la desigualdad entre Dios y el hombre. Aquí tratamos de una relación “amistosa” entre el Tú invisible y el yo humano, el Creador y la criatura… Desde otras perspectivas, el Antiguo Testamento muestra a los amigos de Dios, pero en el Nuevo Testamento, Cristo experimentó la relación con Dios como amor filial y no de amigo. No obstante Él promete la amistad con Dios al afirmar: «si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23) (101).
La meta suprema: la unión íntima con Dios.
En el amor a Dios como opción fundamental encontramos la unión íntima con Él. Y, por lo tanto, la meta suprema. ¿Es posible vivir esta unión teologal y experiencial con Dios como meta suprema y motivación más profunda? La respuesta es afirmativa porque, en definitiva, se trata del ideal de santidad o de perfección del cristiano, posible de realizar con la gracia y los medios que proporciona la espiritualidad cristiana. Así lo confirma la vida de tantos cristianos coherentes, canonizados o no, místicos o no, religiosos o laicos, pero todos seguidores de Cristo el cual estuvo siempre unido al Padre y en servicio al prójimo. En definitiva, en esta íntima unión con Dios consiste la santidad de vida cristiana que conlleva el seguimiento de Jesús, máximo testigo de la intimidad con Dios que los santos vivieron con esta consigna:”sólo Dios, siempre Dios, exclusivamente Dios, en todo Dios…pero sirviendo a los hermanos” (102).