¿Encontramos en Francisco de Asís al mejor guía cristiano?
Un entusiasta del Poverello afirmó: Francisco de Asís es el «último cristiano» y «el primero después del Único». Exagera. Es un guía pero no el mejor. Son muchos los bautizados, santos canonizados o no, que merecen ser aceptados como guías para vivir como Jesús. Pero uno de ellos, aunque no sea el único, es Francisco de Asís. En él encontramos ciertamente sobrados méritos para conducir la expedición al Everest de la plenitud cristiana. ¿Razones? Por su amor a Jesús crucificado, la imitación del pobre de Nazaret, la delicadeza en el trato fraterno, la radicalidad con que vivió el mensaje sobre el amor y la pobreza, la experiencia de Dios en la creación. Y por los innumerables seguidores que desde el siglo XIII han imitado el espíritu de Francisco de Asís. Contemplamos en este excepcional cristiano su grandeza y rebeldía, la identificación con el Crucificado, la coherencia y radicalidad de su obrar “como Jesús” y el amor a Dios-Amor, presente en toda criatura.
La grandeza del rebelde Francisco (1181-82-1226)
Son los Pontífices quienes presentan a san Francisco como excepcional imagen de Cristo y del modo de vivir el Evangelio (Pío XI 1926); quien influyó e influye en el mundo entero como hombre grande y copatrono de Italia (Juan Pablo II 1982); el “sol” para el siglo XIII, icono vivo de Jesús crucificado, gigante de la santidad que sigue fascinando a toda clase de personas y de quien el mundo tiene nostalgia (Benedicto XVI 2010).
Pero otro fue el hijo de Pietro Bernardone y de la la Madonna Pica hasta su conversión. El joven Francisco vivió una juventud alocada como el rey de las fiestas y pandillas, amigo de música, derroche, lujo, festines y placeres. Una personalidad de inteligencia viva, con un espíritu aventurero y reacciones muy primarias; carácter muy independiente y radical a la hora de tomar decisiones importantes. Pero sobre todo le caracterizó una fuerte emotividad, su inmensa empatía o capacidad de entrar en el mundo del pobre o necesitado.
Enamorado de Cristo y de Cristo crucificado
Francisco de Asís es el cristiano fascinado por la humanidad de Jesús. Y con razón el cristocentrismo es el rasgo más típico de su espiritualidad pero con orientación teocéntrica. Cristo para Francisco no es más que el mediador del Padre. La subida hacia el Padre se realiza a través de la imitación de Cristo. El “Poverello” fue un adorador lírico de la Trinidad por Cristo y en Cristo. Sencilla pero profunda su espiritualidad: vivir a Cristo como camino hacia el Padre.
En una ocasión, Cristo en la cruz cobró vida y le dijo “ve, Francisco, y repara mi Iglesia en ruinas”. Esta visión de Cristo crucificado en San Damián, lo marcó de tal modo para toda su vida, que no podía recordar la Pasión del Señor sin que le saltaran las lágrimas y, como dice San Buenaventura, ya desde entonces llevó impresas en su interior las llagas de la pasión. En el Poverello destaca su amor de enamorado que manifiesta en los misterios de Belén (loco de alegría en Navidad) y del Calvario (recibe los estigmas). No se separaba del recuerdo de la pasión de Cristo: vivió siempre clavado en la cruz.
He aquí la síntesis de su ideal: una persona, Cristo y éste, pobre y crucificado. Para Francisco no hay motivos para vivir pobremente ni siquiera las ventajas que deja a la libertad, la disponibilidad o la transparencia fraterna. El único motivo es éste: Cristo, siendo rico, se hizo pobre. Siempre que Francisco quiere sintetizar ante los hermanos el ideal de su vida, enarbola esta frase: «seguir la vida y la pobreza del Altísimo Señor Jesucristo». Y con un gran complemento: por la experiencia de su propia conversión, el fundador de la Orden franciscana sabe que Cristo se revela en el pobre, en todo hermano que sufre.
Consiguió lo que pidió. Oración a Jesús Crucificado
Es una de las oraciones del enamorado Francisco:
“Señor Jesucristo, te pido que me concedas dos gracias antes de que yo muera.
La primera, que yo llegue a sentir, en cuando sea posible, en mi alma y en mi cuerpo,
los dolores que Tú padeciste a lo largo de tu amarguísima pasión. La segunda, que yo sienta en mi corazón, en cuanto sea posible, el extremado amor en que te abrazaste, Tú, el Hijo de Dios, y que te llevó a sufrir gustosamente tan atroces tormentos por nosotros miserables pecadores. Amén”
Coherencia y radicalidad: obrar “como Jesús”
Benedicto XVI resume la respuesta del estigmatizado en el monte Alverna: “su intuición y su ideal eran las de ser como Jesús, contemplarlo, amarlo intensamente, imitándolo y adorándolo”(2010). Y el beato Juan Pablo II profundiza en el proceso de su radicalidad: “alcanzó la alegría sufriendo; la libertad, obedeciendo y negándose a sí mismo; el amor a todas las criaturas, odiándose a sí mismo, es decir, venciendo el amor a sí mismo, como enseña el Evangelio. Caminando un día con el hermano León, le enseñó que la verdadera alegría consiste en la paciencia, por amor a Cristo, ante cualquier amargura y tribulación” (1982).
Gestos de radicalidad. Si acudimos a la vida del Poverello encontramos respuestas contundentes: se despojó de todo ante su padre, incluso de la ropa que traía puesta. Escuchando la misión apostólica (Mt 10,1-24), se quitó los zapatos y vistió desde entonces una túnica ceñida por una cuerda. Muy en serio tomó la reparación de la iglesia de san Damián como símbolo de la llamada más profunda a renovar a la misma Iglesia de Cristo con su radicalidad de fe y con su entusiasmo de amor por Cristo (Benedicto XVI 2010). Y con la responsabilidad de Fundador viajó a Oriente soñando con el martirio, fue tomado prisionero y pudo dialogar con el sultán.
La coherencia. Amó y practicó la pobreza, hasta lo increíble. Era su señora madre y esposa. Como prueba de humildad profundísima, gustaba ser despreciado y tenido por loco. En cuanto a la alegría, predicaba que era el remedio contra tentaciones del enemigo que se alegra cuando nos quita la paz. Amante de la paz en una época en la que estaba en curso un enfrentamiento entre el Cristianismo y el Islam. Francisco a nadie tenía por enemigo, a todos los consideraba hermanos, sembrando en los ánimos las bases para el diálogo y el ecumenismo entre los hombres de diferente cultura, raza y religión.
Testimonió las peticiones de su plegaria sobre la paz:
Señor, hazme un instrumento de tu paz. Donde haya odio, siembre yo amor; donde haya injuria, perdón; donde haya duda, fe; donde haya tristeza, alegría; donde haya desaliento, esperanza; donde haya sombras, luz. ¡Oh, Divino Maestro! Que no busque ser consolado sino consolar; que no busque ser amado sino amar; que no busque ser comprendido sino comprender; porque dando es como recibimos; perdonando es como Tú nos perdonas; y muriendo en Ti, es como nacemos a la vida eterna.
Su amor a Dios, Amor y Creador
Francisco no era teólogo sino un místico que carecía del lenguaje adecuado para expresar su experiencia de Dios. Por ello recurría a la terminología litúrgica para manifestar, casi siempre en forma laudatoria, la resonancia que producía en su interior la presencia desbordante de Dios.
Con su autoridad moral exhortaba al amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con toda la fuerza y poder, con todo el entendimiento, con todas las energías, con todo el empeño, con todo el afecto, con todas las entrañas, con todos los deseos y quereres (1 R 23,8). Y junto el amor a Dios, su amor a los hombres a quienes Dios ama y a las criaturas todas como reflejo del Creador. Francisco contemplaba al Infinito en lo finito, supo unificar la fragmentación de las criaturas en la visión global de la creación, sobre todo, en el amor del Creador, porque la inmersión en lo divino le reveló precisamente esto: que la fuente de todo es la bondad.
Las expresiones de un místico.
En dos oraciones encontramos de modo especial al místico de Asís.
El Dios de san Francisco
Algunas estrofas del Dios de Francisco: Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas. Tú eres fuerte, Tú eres grande, Tú eres altísimo. Tú eres Rey omnipotente, Tú eres Padre santo, Rey del Cielo y de la tierra. Tú eres trino y uno, Señor Dios, todo bien. Tú eres caridad y amor, tú eres sabiduría. Tú eres la gran dulcedumbre nuestra. Tú eres la vida eterna nuestra, grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso Salvador…
Cántico de las criaturas. El Cántico del hermano Sol
Es la síntesis lírica de la inteligencia y de la filosofía de San Francisco. Es ahí donde extiende su sentido de fraternidad universal que comprende todas las cosas creadas, incluso a las inanimadas: el sol, la luna, el agua, el viento, el fuego y la tierra, a las que llamó hermanos y hermanas y a las que honró con delicada reverencia (1 Cel 77, 80, 81). A este respecto se ha escrito de él: «Abraza todas las cosas con indecible afectuosa devoción y les habla del Señor y las exhorta a alabarlo» (2 Cel 165).
Algunas estrofas:
"Altísimo, omnipotente, buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria, el honor y toda bendición. Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente el hermano sol, el cual es día, y por el cual nos alumbras. Y él es bello y radiante con gran esplendor,
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento, y por el aire y el nublado y el sereno
y todo tiempo, por el cual a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta. Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual alumbras la noche, y él es bello y alegre y robusto y fuerte.Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna, y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba…Alabad y bendecid a mi Señor, y dadle gracias y servidle con gran humildad." Amén.
La grandeza del rebelde Francisco (1181-82-1226)
Son los Pontífices quienes presentan a san Francisco como excepcional imagen de Cristo y del modo de vivir el Evangelio (Pío XI 1926); quien influyó e influye en el mundo entero como hombre grande y copatrono de Italia (Juan Pablo II 1982); el “sol” para el siglo XIII, icono vivo de Jesús crucificado, gigante de la santidad que sigue fascinando a toda clase de personas y de quien el mundo tiene nostalgia (Benedicto XVI 2010).
Pero otro fue el hijo de Pietro Bernardone y de la la Madonna Pica hasta su conversión. El joven Francisco vivió una juventud alocada como el rey de las fiestas y pandillas, amigo de música, derroche, lujo, festines y placeres. Una personalidad de inteligencia viva, con un espíritu aventurero y reacciones muy primarias; carácter muy independiente y radical a la hora de tomar decisiones importantes. Pero sobre todo le caracterizó una fuerte emotividad, su inmensa empatía o capacidad de entrar en el mundo del pobre o necesitado.
Enamorado de Cristo y de Cristo crucificado
Francisco de Asís es el cristiano fascinado por la humanidad de Jesús. Y con razón el cristocentrismo es el rasgo más típico de su espiritualidad pero con orientación teocéntrica. Cristo para Francisco no es más que el mediador del Padre. La subida hacia el Padre se realiza a través de la imitación de Cristo. El “Poverello” fue un adorador lírico de la Trinidad por Cristo y en Cristo. Sencilla pero profunda su espiritualidad: vivir a Cristo como camino hacia el Padre.
En una ocasión, Cristo en la cruz cobró vida y le dijo “ve, Francisco, y repara mi Iglesia en ruinas”. Esta visión de Cristo crucificado en San Damián, lo marcó de tal modo para toda su vida, que no podía recordar la Pasión del Señor sin que le saltaran las lágrimas y, como dice San Buenaventura, ya desde entonces llevó impresas en su interior las llagas de la pasión. En el Poverello destaca su amor de enamorado que manifiesta en los misterios de Belén (loco de alegría en Navidad) y del Calvario (recibe los estigmas). No se separaba del recuerdo de la pasión de Cristo: vivió siempre clavado en la cruz.
He aquí la síntesis de su ideal: una persona, Cristo y éste, pobre y crucificado. Para Francisco no hay motivos para vivir pobremente ni siquiera las ventajas que deja a la libertad, la disponibilidad o la transparencia fraterna. El único motivo es éste: Cristo, siendo rico, se hizo pobre. Siempre que Francisco quiere sintetizar ante los hermanos el ideal de su vida, enarbola esta frase: «seguir la vida y la pobreza del Altísimo Señor Jesucristo». Y con un gran complemento: por la experiencia de su propia conversión, el fundador de la Orden franciscana sabe que Cristo se revela en el pobre, en todo hermano que sufre.
Consiguió lo que pidió. Oración a Jesús Crucificado
Es una de las oraciones del enamorado Francisco:
“Señor Jesucristo, te pido que me concedas dos gracias antes de que yo muera.
La primera, que yo llegue a sentir, en cuando sea posible, en mi alma y en mi cuerpo,
los dolores que Tú padeciste a lo largo de tu amarguísima pasión. La segunda, que yo sienta en mi corazón, en cuanto sea posible, el extremado amor en que te abrazaste, Tú, el Hijo de Dios, y que te llevó a sufrir gustosamente tan atroces tormentos por nosotros miserables pecadores. Amén”
Coherencia y radicalidad: obrar “como Jesús”
Benedicto XVI resume la respuesta del estigmatizado en el monte Alverna: “su intuición y su ideal eran las de ser como Jesús, contemplarlo, amarlo intensamente, imitándolo y adorándolo”(2010). Y el beato Juan Pablo II profundiza en el proceso de su radicalidad: “alcanzó la alegría sufriendo; la libertad, obedeciendo y negándose a sí mismo; el amor a todas las criaturas, odiándose a sí mismo, es decir, venciendo el amor a sí mismo, como enseña el Evangelio. Caminando un día con el hermano León, le enseñó que la verdadera alegría consiste en la paciencia, por amor a Cristo, ante cualquier amargura y tribulación” (1982).
Gestos de radicalidad. Si acudimos a la vida del Poverello encontramos respuestas contundentes: se despojó de todo ante su padre, incluso de la ropa que traía puesta. Escuchando la misión apostólica (Mt 10,1-24), se quitó los zapatos y vistió desde entonces una túnica ceñida por una cuerda. Muy en serio tomó la reparación de la iglesia de san Damián como símbolo de la llamada más profunda a renovar a la misma Iglesia de Cristo con su radicalidad de fe y con su entusiasmo de amor por Cristo (Benedicto XVI 2010). Y con la responsabilidad de Fundador viajó a Oriente soñando con el martirio, fue tomado prisionero y pudo dialogar con el sultán.
La coherencia. Amó y practicó la pobreza, hasta lo increíble. Era su señora madre y esposa. Como prueba de humildad profundísima, gustaba ser despreciado y tenido por loco. En cuanto a la alegría, predicaba que era el remedio contra tentaciones del enemigo que se alegra cuando nos quita la paz. Amante de la paz en una época en la que estaba en curso un enfrentamiento entre el Cristianismo y el Islam. Francisco a nadie tenía por enemigo, a todos los consideraba hermanos, sembrando en los ánimos las bases para el diálogo y el ecumenismo entre los hombres de diferente cultura, raza y religión.
Testimonió las peticiones de su plegaria sobre la paz:
Señor, hazme un instrumento de tu paz. Donde haya odio, siembre yo amor; donde haya injuria, perdón; donde haya duda, fe; donde haya tristeza, alegría; donde haya desaliento, esperanza; donde haya sombras, luz. ¡Oh, Divino Maestro! Que no busque ser consolado sino consolar; que no busque ser amado sino amar; que no busque ser comprendido sino comprender; porque dando es como recibimos; perdonando es como Tú nos perdonas; y muriendo en Ti, es como nacemos a la vida eterna.
Su amor a Dios, Amor y Creador
Francisco no era teólogo sino un místico que carecía del lenguaje adecuado para expresar su experiencia de Dios. Por ello recurría a la terminología litúrgica para manifestar, casi siempre en forma laudatoria, la resonancia que producía en su interior la presencia desbordante de Dios.
Con su autoridad moral exhortaba al amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con toda la fuerza y poder, con todo el entendimiento, con todas las energías, con todo el empeño, con todo el afecto, con todas las entrañas, con todos los deseos y quereres (1 R 23,8). Y junto el amor a Dios, su amor a los hombres a quienes Dios ama y a las criaturas todas como reflejo del Creador. Francisco contemplaba al Infinito en lo finito, supo unificar la fragmentación de las criaturas en la visión global de la creación, sobre todo, en el amor del Creador, porque la inmersión en lo divino le reveló precisamente esto: que la fuente de todo es la bondad.
Las expresiones de un místico.
En dos oraciones encontramos de modo especial al místico de Asís.
El Dios de san Francisco
Algunas estrofas del Dios de Francisco: Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas. Tú eres fuerte, Tú eres grande, Tú eres altísimo. Tú eres Rey omnipotente, Tú eres Padre santo, Rey del Cielo y de la tierra. Tú eres trino y uno, Señor Dios, todo bien. Tú eres caridad y amor, tú eres sabiduría. Tú eres la gran dulcedumbre nuestra. Tú eres la vida eterna nuestra, grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso Salvador…
Cántico de las criaturas. El Cántico del hermano Sol
Es la síntesis lírica de la inteligencia y de la filosofía de San Francisco. Es ahí donde extiende su sentido de fraternidad universal que comprende todas las cosas creadas, incluso a las inanimadas: el sol, la luna, el agua, el viento, el fuego y la tierra, a las que llamó hermanos y hermanas y a las que honró con delicada reverencia (1 Cel 77, 80, 81). A este respecto se ha escrito de él: «Abraza todas las cosas con indecible afectuosa devoción y les habla del Señor y las exhorta a alabarlo» (2 Cel 165).
Algunas estrofas:
"Altísimo, omnipotente, buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria, el honor y toda bendición. Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente el hermano sol, el cual es día, y por el cual nos alumbras. Y él es bello y radiante con gran esplendor,
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento, y por el aire y el nublado y el sereno
y todo tiempo, por el cual a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta. Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual alumbras la noche, y él es bello y alegre y robusto y fuerte.Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna, y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba…Alabad y bendecid a mi Señor, y dadle gracias y servidle con gran humildad." Amén.