Enfoques positivos y negativos de la oración-fuerza
No siempre la oración es fuerza para superar la cruz. Es más: muchos orantes fracasados dudan de la eficacia de sus peticiones y llegan hasta el rechazo de la fe.¿Qué sucedió? ¿Falló el poder de la oración o el enfoque del que reza con enfoques negativos? Urge situar bien la oración en el contexto de toda la religiosidad y concretar cuáles sean las condiciones y los enfoques adecuados frente a las frecuentes falsificaciones
1º Enfoques positivos a semejanza de toda comunicación
El que ora se comunica con Dios y guarda, de manera consciente o inconsciente, las normas de la comunicación entre las personas que se quieren. Hasta diez enfoques (actitudes o condiciones) se pueden presentar para que sea auténtica la comunicación amistosa con Dios.
1ª Conciencia de la condición humana.
El hombre palpa su indigencia y confía en la misericordia del Dios Padre. Ante la pobreza humana, aparece Dios como el protector. Estamos en la puerta para la entrega y el amor afectuoso hacia Dios Padre al sentirnos aceptados, comprendidos, valorados y amados.
2ª Querer orar.
No basta sólo con saber lo que las Escrituras revelan sobre la oración: es necesario desear la comunicación con Dios, tener sed o necesidad de hablar y escuchar al Señor y Creador.
3ª Tener fe en la oración.
La comunicación con Dios es un misterioso diálogo entre el yo humano y el tú divino. Ante el misterio se impone la actitud de fe para descubrir la Palabra de Dios que deseamos escuchar y guardar.
4ª Confianza en la eficacia de la oración.
“Si nuestra oración está resueltamente unida a la de Jesús, en la confianza y la audacia filial, obtenemos todo lo que pidamos en su nombre, y aún más de lo que pedimos: recibimos al Espíritu Santo, que contiene todos los dones" (CEC 2741 y cf. 2734 al 2740). A mayor confianza, menor será el bloqueo y mayor la comunicación de criterios y sentimientos.
5ª Constancia en la comunicación.
Urge seguir el consejo paulino de "orar constantemente" (1 Ts 5,17) "dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo" (Ef 5,20).
6ª Humildad.
El mismo Jesús describe a dos personajes en oración en la parábola del fariseo y del publicano, al soberbio y al humilde (cf Lc 18, 9-14). El fariseo es prototipo de la comunicación orgullosa, de cómo no debe hacerse la oración. El publicano es el prototipo de una oración humilde, necesaria para ser escuchado.
7ª Libertad y amor.
Dios, que nos ha hecho libres, desea que nos comuniquemos con libertad como expresión de nuestro amor filial y de nuestra confianza. El problema del orante no radica en la libertad sino en acudir a orar por y con amor.
8ª Obediencia filial.
El que ora está dispuesto a obedecer a Dios Padre y a pedir lo que conviene según su voluntad. Pero Jesús anima a pedir la misma cosa con insistencia y humildad;
9ª Objetividad en la oración.
Es frecuente el caso de quien en la oración refleja sus deseos, aspiraciones, prejuicios y frustraciones como voluntad de Dios. La oración para tales creyentes no es un diálogo con Dios sino un monólogo consigo mismo. Muchos, cuando no obtienen lo que piden, quedan tremendamente frustrados, y hasta con resentimiento contra Dios.
10ª Coherencia.
Jesús maestro enseña que la oración de fe no consiste solamente en decir 'Señor, Señor', sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt 7,21).
11º Como praxis.
Y no como exigencia, la comunicación con Dios sea continua. Los creyentes que profundizaron en la oración -escuchar y hablar con Dios- se propusieron que toda la vida fuera una oración, que en su trato con Dios se diera una cc-cD, es decir: una continua, comunicación con Dios. Con esta praxis es muy difícil que “fallen” (que no sean “infalibles”) nuestras peticiones. Por lo menos, así sucedió en la vida de los santos.
2º Enfoques negativos
Muchos creyentes se comunican con Dios “a su manera” con facilidad y frecuencia; pero otros rehuyen los “rezos” o se contentan con el mínimo porque les parece muy complicado “eso” de hablar con Dios. Cierto, hay que reconocerlo: tanto la comunicación interpersonal como la oración dirigida a Dios, exigen condiciones y una disciplina que encuentran múltiples obstáculos. Merece la pena detallar los obstáculos y dificultades que pueden anular o debilitar la comunicación con Dios. ¿Cuáles son? ¿Cómo aprender a orar?
La falta de respeto y de mutua estima
La actitud primera e indispensable de quienes dialogan es el respeto con la estima mutua. Se corta la comunicación con las ofensas y disminuye o se a nula por la carencia del amor. En muchas peticiones, se exige a Dios que haga nuestra voluntad. Se falta al respeto. En otras peticiones, el creyente ama poco o nada a Dios. Solamente se acuerda “de Santa Bárbara cuando llueve” y acude a la oración sin amor.
La insinceridad
Un diálogo en plenitud se caracteriza porque los dos dialogan de centro a centro, sin bloqueos ni complejos, con la expresión externa de todo cuanto sienten y piensan. Falta sinceridad en la oración del creyente que ora por rutina, pide lo que no siente. Sus palabras no expresan su interior.
El orgullo y la agresividad
Son los grandes obstáculos de la comunicación interpersonal. ¿Cómo el orgulloso que se dirige a Dios agresivamente puede ser escuchado? Dios no escucha la plegaria del orgulloso y es ofendido por la petición realizada con agresividad.
El comercio y el chantaje
El diálogo es un encuentro amistoso, opuesto al trato comercial o de chantaje. Por lo tanto los interlocutores deben dialogar con libertad, sin coacciones. Algunos creyentes creen que con lo que rezan o con la limosna que dan tienen derecho a que Dios les escuche y les conceda cuanto solicitan. Otros proponen la oración en plan de “chantaje”: si Dios no me concede lo que le pido, no iré a Misa.
La debilidad de la fe
La oración es un misterio que necesita la luz de la fe. Quien carezca de ella, no puede comunicarse con Dios. Algunas personas tienen una fe mágica en las palabras que pronuncian pero sin la fe auténtica unida a la confianza y al amor a Dios. Otros, permanecen en la duda: no creen que Dios les escuche o alimentan una duda seria sobre el amor y la providencia de Dios.
La escasa espiritualidad.
Es la situación del que no tiene tiempo, no se prepara, le cuesta la disciplina de la mente, le vence la rutina, se desanima porque no siente nada, no le salen las palabras...encuentra la oración como una obligación.
1º Enfoques positivos a semejanza de toda comunicación
El que ora se comunica con Dios y guarda, de manera consciente o inconsciente, las normas de la comunicación entre las personas que se quieren. Hasta diez enfoques (actitudes o condiciones) se pueden presentar para que sea auténtica la comunicación amistosa con Dios.
1ª Conciencia de la condición humana.
El hombre palpa su indigencia y confía en la misericordia del Dios Padre. Ante la pobreza humana, aparece Dios como el protector. Estamos en la puerta para la entrega y el amor afectuoso hacia Dios Padre al sentirnos aceptados, comprendidos, valorados y amados.
2ª Querer orar.
No basta sólo con saber lo que las Escrituras revelan sobre la oración: es necesario desear la comunicación con Dios, tener sed o necesidad de hablar y escuchar al Señor y Creador.
3ª Tener fe en la oración.
La comunicación con Dios es un misterioso diálogo entre el yo humano y el tú divino. Ante el misterio se impone la actitud de fe para descubrir la Palabra de Dios que deseamos escuchar y guardar.
4ª Confianza en la eficacia de la oración.
“Si nuestra oración está resueltamente unida a la de Jesús, en la confianza y la audacia filial, obtenemos todo lo que pidamos en su nombre, y aún más de lo que pedimos: recibimos al Espíritu Santo, que contiene todos los dones" (CEC 2741 y cf. 2734 al 2740). A mayor confianza, menor será el bloqueo y mayor la comunicación de criterios y sentimientos.
5ª Constancia en la comunicación.
Urge seguir el consejo paulino de "orar constantemente" (1 Ts 5,17) "dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo" (Ef 5,20).
6ª Humildad.
El mismo Jesús describe a dos personajes en oración en la parábola del fariseo y del publicano, al soberbio y al humilde (cf Lc 18, 9-14). El fariseo es prototipo de la comunicación orgullosa, de cómo no debe hacerse la oración. El publicano es el prototipo de una oración humilde, necesaria para ser escuchado.
7ª Libertad y amor.
Dios, que nos ha hecho libres, desea que nos comuniquemos con libertad como expresión de nuestro amor filial y de nuestra confianza. El problema del orante no radica en la libertad sino en acudir a orar por y con amor.
8ª Obediencia filial.
El que ora está dispuesto a obedecer a Dios Padre y a pedir lo que conviene según su voluntad. Pero Jesús anima a pedir la misma cosa con insistencia y humildad;
9ª Objetividad en la oración.
Es frecuente el caso de quien en la oración refleja sus deseos, aspiraciones, prejuicios y frustraciones como voluntad de Dios. La oración para tales creyentes no es un diálogo con Dios sino un monólogo consigo mismo. Muchos, cuando no obtienen lo que piden, quedan tremendamente frustrados, y hasta con resentimiento contra Dios.
10ª Coherencia.
Jesús maestro enseña que la oración de fe no consiste solamente en decir 'Señor, Señor', sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt 7,21).
11º Como praxis.
Y no como exigencia, la comunicación con Dios sea continua. Los creyentes que profundizaron en la oración -escuchar y hablar con Dios- se propusieron que toda la vida fuera una oración, que en su trato con Dios se diera una cc-cD, es decir: una continua, comunicación con Dios. Con esta praxis es muy difícil que “fallen” (que no sean “infalibles”) nuestras peticiones. Por lo menos, así sucedió en la vida de los santos.
2º Enfoques negativos
Muchos creyentes se comunican con Dios “a su manera” con facilidad y frecuencia; pero otros rehuyen los “rezos” o se contentan con el mínimo porque les parece muy complicado “eso” de hablar con Dios. Cierto, hay que reconocerlo: tanto la comunicación interpersonal como la oración dirigida a Dios, exigen condiciones y una disciplina que encuentran múltiples obstáculos. Merece la pena detallar los obstáculos y dificultades que pueden anular o debilitar la comunicación con Dios. ¿Cuáles son? ¿Cómo aprender a orar?
La falta de respeto y de mutua estima
La actitud primera e indispensable de quienes dialogan es el respeto con la estima mutua. Se corta la comunicación con las ofensas y disminuye o se a nula por la carencia del amor. En muchas peticiones, se exige a Dios que haga nuestra voluntad. Se falta al respeto. En otras peticiones, el creyente ama poco o nada a Dios. Solamente se acuerda “de Santa Bárbara cuando llueve” y acude a la oración sin amor.
La insinceridad
Un diálogo en plenitud se caracteriza porque los dos dialogan de centro a centro, sin bloqueos ni complejos, con la expresión externa de todo cuanto sienten y piensan. Falta sinceridad en la oración del creyente que ora por rutina, pide lo que no siente. Sus palabras no expresan su interior.
El orgullo y la agresividad
Son los grandes obstáculos de la comunicación interpersonal. ¿Cómo el orgulloso que se dirige a Dios agresivamente puede ser escuchado? Dios no escucha la plegaria del orgulloso y es ofendido por la petición realizada con agresividad.
El comercio y el chantaje
El diálogo es un encuentro amistoso, opuesto al trato comercial o de chantaje. Por lo tanto los interlocutores deben dialogar con libertad, sin coacciones. Algunos creyentes creen que con lo que rezan o con la limosna que dan tienen derecho a que Dios les escuche y les conceda cuanto solicitan. Otros proponen la oración en plan de “chantaje”: si Dios no me concede lo que le pido, no iré a Misa.
La debilidad de la fe
La oración es un misterio que necesita la luz de la fe. Quien carezca de ella, no puede comunicarse con Dios. Algunas personas tienen una fe mágica en las palabras que pronuncian pero sin la fe auténtica unida a la confianza y al amor a Dios. Otros, permanecen en la duda: no creen que Dios les escuche o alimentan una duda seria sobre el amor y la providencia de Dios.
La escasa espiritualidad.
Es la situación del que no tiene tiempo, no se prepara, le cuesta la disciplina de la mente, le vence la rutina, se desanima porque no siente nada, no le salen las palabras...encuentra la oración como una obligación.