La Eucaristía, la mejor oración para superar el sufrimiento o cruz
Es normal que cada participante en la Misa formule alguna que otra petición a Dios que responde a necesidades materiales o espirituales, personales o ajenas. Por su parte, la Liturgia eucarística da oportunidad para que los fieles eleven peticiones universales y particulares. Cierto: junto al fin latréutico, eucarístico y propiciatorio de la Misa está el impetratorio para alcanzar las gracias que sean necesarias. De hecho, muchos son los fieles que salen contentos de la Misa porque Dios escuchó sus peticiones. Y con una impresión: la participación en la Misa es la mejor oración para superar los sufrimientos o cruces de la vida.
Qué piden los que asisten a la Misa
Múltiples son las motivaciones de los que participan en la Misa: unas, podemos calificarlas de negativas como la asistencia como obligación, la rutina de una devoción más, o la presencia por costumbre social. Pero, otras motivaciones surgen del amor a Dios, de la gratitud por los beneficios recibidos o de la necesidad de reparar los pecados o de obtener una determinada gracia. En ocasiones, el interés por el valor de la Misa es tanto, que los feligreses ofrecen un donativo para que se celebre por una determinación intención.
Y siempre se pide por una necesidad: por la salud, la paz familiar, el trabajo digno y seguro, o por otra razón espiritual, como la obtención de las virtudes contrarias a los pecados cometidos o a las obligaciones religiosas omitidas. No falta quien con fervor e insistencia solicite una mayor vida de fe, esperanza, caridad o santidad de vida.
Las peticiones litúrgicas.
Es lógico que el creyente y practicante se una a las múltiples peticiones de la Iglesia en la Liturgia eucarística. Y también se explica que él aproveche la celebración para determinadas súplicas que debe sintonizar, interiorizar, concretar y aplicar a su persona. Por ejemplo en:
-el Yo confieso hace suya la petición dirigida a toda la corte celestial para que interceda por quien se considera pecador;
-el Kirie y Gloria se une a la súplica general solicitando piedad;
-el Ofertorio: también pide al Señor que acepte su corazón contrito y su espíritu humilde;
-el Padre nuestro: hace suyas las peticiones fundamentales, y quizás recite con énfasis especial las palabras: “santificado”, “venga”; “hágase”, “danos hoy”, “perdona”, “así como yo”, “no me dejes caer”, y: “líbrame del mal”;
-el Líbranos. En esta oración posterior al Padre nuestro, el fiel se unirá a la petición en plural: “concédenos la paz”, que ”vivamos siempre libres”, y que seamos “protegidos de toda perturbación”;
-el Rito de la paz: dirá con un sentimiento renovado “no tengas en cuenta nuestros pecados”;
-la comunión. Cada participante puede hacer suya las súplicas del sacerdote: “no sea para mí un motivo de juicio y condenación”, “me aproveche para defensa de alma y cuerpo”. “Líbrame de todas mis culpas y de todo mal”, que pueda “cumplir siempre tus mandamientos. Y “jamás permitas que me separe de ti”.
La Eucaristía, la mejor oración para superar la cruz
Si la comunicación con amigos ayuda para afrontar, aliviar y hasta superar problemas y el mismo sufrimiento o cruz, con mayor razón sucede con la oración del que se comunica con Dios fuera de la Misa. Y con más razón durante la participación eucarística, pues la Misa puede considerarse como la oración más completa. Y quien participa en ella coherentemente no solamente ora de diversas maneras sino que practica muchas respuestas y virtudes.
Efectivamente, la participación en la Misa, corazón y cumbre de la vida de la Iglesia (CEC 1407), es ocasión para que cada fiel:
santifique el nombre de Dios en el “día del Señor” y en otras fiestas;
glorifique, alabe y adore al Dios uno y trino;
reconozca y repare sus pecados en el acto penitencial;
interiorice “el mensaje” de la Palabra de Dios;
reafirme su fe unida al amor comprometido en el Credo;
manifieste su generosidad en el ofertorio con los dones de los hermanos;
acepte su cruz motivado por el Misterio Pascual de Cristo;
viva la corresponsabilidad eclesial orando por toda la Iglesia;
agradezca la filiación divina y la fraternidad al recitar el Padre Nuestro;
reciba la paz de Cristo y a su vez la transmita a los hermanos;
acreciente su amistad con Cristo al recibirle en la comunión;
fortifique su coherencia y restablezca sus fuerzas con la gracia del Señor; fundamente su esperanza en el banquete eucarístico, prenda de la gloria futura;
conecte la dinámica eucarística con las dimensiones del reino de Dios;
sea consciente de que en la Misa se prolonga la vida diaria;
repare con Cristo las ofensas cometidas contra Dios y contra los hombres;
cumpla con amor cuanto la Iglesia manda sobre la Eucaristía y el día del Señor;
proclame el misterio eucarístico como la "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG 11).
Qué piden los que asisten a la Misa
Múltiples son las motivaciones de los que participan en la Misa: unas, podemos calificarlas de negativas como la asistencia como obligación, la rutina de una devoción más, o la presencia por costumbre social. Pero, otras motivaciones surgen del amor a Dios, de la gratitud por los beneficios recibidos o de la necesidad de reparar los pecados o de obtener una determinada gracia. En ocasiones, el interés por el valor de la Misa es tanto, que los feligreses ofrecen un donativo para que se celebre por una determinación intención.
Y siempre se pide por una necesidad: por la salud, la paz familiar, el trabajo digno y seguro, o por otra razón espiritual, como la obtención de las virtudes contrarias a los pecados cometidos o a las obligaciones religiosas omitidas. No falta quien con fervor e insistencia solicite una mayor vida de fe, esperanza, caridad o santidad de vida.
Las peticiones litúrgicas.
Es lógico que el creyente y practicante se una a las múltiples peticiones de la Iglesia en la Liturgia eucarística. Y también se explica que él aproveche la celebración para determinadas súplicas que debe sintonizar, interiorizar, concretar y aplicar a su persona. Por ejemplo en:
-el Yo confieso hace suya la petición dirigida a toda la corte celestial para que interceda por quien se considera pecador;
-el Kirie y Gloria se une a la súplica general solicitando piedad;
-el Ofertorio: también pide al Señor que acepte su corazón contrito y su espíritu humilde;
-el Padre nuestro: hace suyas las peticiones fundamentales, y quizás recite con énfasis especial las palabras: “santificado”, “venga”; “hágase”, “danos hoy”, “perdona”, “así como yo”, “no me dejes caer”, y: “líbrame del mal”;
-el Líbranos. En esta oración posterior al Padre nuestro, el fiel se unirá a la petición en plural: “concédenos la paz”, que ”vivamos siempre libres”, y que seamos “protegidos de toda perturbación”;
-el Rito de la paz: dirá con un sentimiento renovado “no tengas en cuenta nuestros pecados”;
-la comunión. Cada participante puede hacer suya las súplicas del sacerdote: “no sea para mí un motivo de juicio y condenación”, “me aproveche para defensa de alma y cuerpo”. “Líbrame de todas mis culpas y de todo mal”, que pueda “cumplir siempre tus mandamientos. Y “jamás permitas que me separe de ti”.
La Eucaristía, la mejor oración para superar la cruz
Si la comunicación con amigos ayuda para afrontar, aliviar y hasta superar problemas y el mismo sufrimiento o cruz, con mayor razón sucede con la oración del que se comunica con Dios fuera de la Misa. Y con más razón durante la participación eucarística, pues la Misa puede considerarse como la oración más completa. Y quien participa en ella coherentemente no solamente ora de diversas maneras sino que practica muchas respuestas y virtudes.
Efectivamente, la participación en la Misa, corazón y cumbre de la vida de la Iglesia (CEC 1407), es ocasión para que cada fiel:
santifique el nombre de Dios en el “día del Señor” y en otras fiestas;
glorifique, alabe y adore al Dios uno y trino;
reconozca y repare sus pecados en el acto penitencial;
interiorice “el mensaje” de la Palabra de Dios;
reafirme su fe unida al amor comprometido en el Credo;
manifieste su generosidad en el ofertorio con los dones de los hermanos;
acepte su cruz motivado por el Misterio Pascual de Cristo;
viva la corresponsabilidad eclesial orando por toda la Iglesia;
agradezca la filiación divina y la fraternidad al recitar el Padre Nuestro;
reciba la paz de Cristo y a su vez la transmita a los hermanos;
acreciente su amistad con Cristo al recibirle en la comunión;
fortifique su coherencia y restablezca sus fuerzas con la gracia del Señor; fundamente su esperanza en el banquete eucarístico, prenda de la gloria futura;
conecte la dinámica eucarística con las dimensiones del reino de Dios;
sea consciente de que en la Misa se prolonga la vida diaria;
repare con Cristo las ofensas cometidas contra Dios y contra los hombres;
cumpla con amor cuanto la Iglesia manda sobre la Eucaristía y el día del Señor;
proclame el misterio eucarístico como la "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG 11).