¿Intimidad con Dios en el mundo posmoderno?
Quedó incompleto el artículo de anteayer. Hoy finalizo el tema cuando termina el año y la primera parte de mi blog Ser y vivir hoy con el tema de la intimidad. Es mi humilde homenaje a Dios, hoy rechazado, criticado y manipulado, pero también sinceramente amado hasta la intimidad por muchos creyentes sinceros y coherentes.
Dios hoy
Hay que lamentar los millones de ateos y agnósticos para quienes Dios no existe, lo consideran como un antivalor. Sin llegar al rechazo, el secularista no niega la existencia de Dios pero lo encierra “en el cielo” y él vive tranquilo y autosuficiente en la tierra. ¿Cómo se manifiestan los creyentes ante Dios? Entre ellos no faltan quienes critican al Dios verdadero por permitir el sufrimiento; otros justifican en el nombre de Dios la violencia y la muerte de inocentes y otros corrompen las relaciones religiosas por el miedo, el interés o la superstición. ¿Y los auténticos creyentes? Consideran a Dios como la primera motivación para vivir y morir. En el cristianismo, son incontables los cristianos que consagran su vida a Dios en la vida religiosa o en la práctica del amor fraterno con los más necesitados. Más aún, muchos creyentes viven la amistad con Dios aunque exista la desigualdad entre el Tú divino y el yo humano. Tampoco faltan quienes, santos canonizados o no, viven en unión teologal y experiencial con Dios como la meta suprema y la motivación más profunda. Pero ¿es posible vivir esta unión con Dios? La respuesta es afirmativa porque, en definitiva, se trata del ideal de santidad o de perfección del cristiano, posible de realizar con la gracia y los medios que proporciona la espiritualidad cristiana. Así lo confirma la vida de tantos cristianos coherentes, canonizados o no, místicos o no, religiosos o laicos, pero todos seguidores de Cristo que estuvo siempre unido al Padre y en servicio al prójimo.
Dimensión bíblica y mística de la intimidad
Como motivación bíblica. Es la experiencia ordinaria del amor de Dios con una respuesta, también ordinaria, según el precepto bíblico de amar a Dios. El creyente encuentra en la ley del Señor la gran motivación para vivir con Él una relación amistosa en la vida litúrgica o en la praxis de la religiosidad popular sin llegar al cien por cien, a ese amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y….
La unión con Dios como experiencia mística. El concepto de “mística” es muy ambiguo. Elijo el del carmelita J.L. Gonzalez que define la mística como “la unión teologal y experiencial del ser humano con Dios”. Con mayor detalle describe J. M.Velasco: “el místico llega a tomar personalmente conciencia de su Presencia, la reconoce y la acepta en una opción personal y radical como ninguna…viviendo a partir de ese momento su vida toda a la luz de esa Presencia” (En Mística de la plenitud humana, 21-22).
Como opción fundamental.
Si esta íntima unión con Dios se experimenta con los rasgos propios de una opción fundamental, encontraremos en ella la meta suprema y la motivación más influyente para el cristiano porque vivirá con entusiasmo, comunicación, confianza y entrega total su relación con Dios.
Y si aplicamos además a la intimidad con Dios otros rasgos de la “opción fundamental”, comprobaremos que en el creyente se da la radicalidad, la coherencia y sobre todo la totalidad o plenitud. Con el vocablo totalidad, (es decir total, pleno o completo), queremos decir que la valoración dada a Dios, objeto preferencial de la opción, es máxima o total; que el amor se realiza completamente, totalmente, con una entrega sin límites; que el influjo de Dios está presente al cien por cien en las facultades, tareas y relaciones impregnando íntegramente la existencia humana bajo el signo de la fidelidad.
Observemos también que esta interpretación, unión con Dios como opción fundamental, incluye la experiencia mística citada y es propia de quien se siente amado por Dios y permanece en comunión con El siendo fiel a su voluntad (cf.1 Jn 2,6.24.27; 3,7; 4,16). En términos generales, la intimidad es la vivencia de quien está unido en profundidad con Dios siguiendo a Cristo bajo la acción del Espíritu.
¿Qué importancia tiene? Excepcional. Porque de hecho, la intimidad con Dios ha sido el rasgo propio de los cristianos coherentes que han vivido con entusiasmo y radicalidad el amor de Dios. Es la motivación y meta que consiguen muchos seguidores de Cristo de manera fugaz; los santos de modo permanente, y algunos místicos con fenómenos extraordinarios. No es de extrañar que la intimidad con Dios tenga una importancia excepcional en la vida espiritual porque el cristiano en esta situación es un firme seguidor de Jesús, practica la caridad fraterna de manera radical, manifiesta celo por la gloria de Dios, se entrega sin reservas a la hora de servir a los hermanos y es coherente en el proceso de purificación. Veámoslo con más detalle.
La unión íntima con Dios como santidad de vida cristiana
De los rasgos asignados a esta interpretación de la meta suprema, (repito: la unión íntima con Dios como opción fundamental), se desprende que presentamos uno de los enfoques de la santidad de vida cristiana. En efecto, tal meta suprema tiene como manifestaciones:
-el seguimiento de Jesús con énfasis en la unión del Hijo con su Padre Dios;
-la vida teologal de una profunda fe, una firme esperanza y una caridad fraterna tan coherente que cuestiona la incredulidad de los ateos;
-la eliminación de cuando pueda ofender a Dios y al prójimo mediante la lucha contra los obstáculos, y la purificación “como madero por el fuego”;
-la obediencia y fidelidad a la voluntad divina dejándose transformar por el Espíritu Santo;
- la colaboración en la edificación del reino de Dios, con impulso apostólico en cualquier trabajo, para la gloria de Dios y servicio del prójimo;
-la experiencia del amor de Dios con el progresivo enamoramiento de Él a quien se contempla, ausente y presente, en personas, tareas y relaciones;
- la comunicación continua con expresiones amistosas de alabanza,
bendición, adoración, reparación, glorificación, gratitud y de “mutuas peticiones”;
-la vida toda guiada por el ideal ”sólo Dios, siempre Dios, exclusivamente Dios,
en todo Dios…pero sirviendo a los hermanos”.
Cristo, máximo testigo de la intimidad con Dios Jesús vivió el amor y la confianza con el Padre con la mayor intensidad: llama tiernamente a Dios «Abbá» (papá) con diversas expresiones: «Padre mío...» (Mt 26,39); «Padre santo...» (Jn 17,11); «Padre justo.»(Jn 17,25). El sabe que lo que pide al Padre lo conseguirá: «Yo ya sabía que siempre me oyes, mas lo dije por la muchedumbre que me rodea, a fin de que crean que tú me enviaste»(Jn 11,42;cf.Mt 26,53).
Toda su actividad es una manifestación de la profunda unión que mantiene con Dios: Él está en el Padre y el Padre en Él (Jn 14,10 y 20). Por eso no duda en afirmar: «todo lo que tiene mi Padre es mío» (Jn 16,15); «a quien me sirve le honrará el Padre» (Jn 12,26); «no estoy solo: estamos yo y el Padre» (Jn 8,16-18); «Yo soy la vid y mi Padre el labrador» (Jn 15, 1); «al Hijo lo conoce sólo el Padre y al Padre sólo el Hijo» (Mt 11,27); «quien me ve a mí está viendo al Padre: yo estoy con el Padre y el Padre conmigo» (Jn 14,8-10); «si alguno me ama cumplirá mis preceptos, mi Padre le amará. y (los dos) vendremos y viviremos con él» (Jn 14,23-24). Y es que pudo afirmar: «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,20-30).
Obediencia. El amor y la unión de Jesús hacia Dios su Padre se manifiesta en las obras: Jesús permanece en el amor del Padre porque ha cumplido su voluntad (Jn 15,10); hace siempre lo que le agrada (Jn 8,29); busca la honra de su Padre, no la suya (Jn 8,49-54). «yo te glorifiqué sobre la tierra, consumando la obra que Tú me has encomendado hacer» (Jn 17,4); «el mundo tiene que comprender que amo al Padre y que cumplo su encargo, para que conozca el mundo que amo al Padre, y como me lo mandó el Padre, así lo hago» (Jn 14,31). El amor y la obediencia motivaron la aceptación del cáliz de la pasión renunciando a su propia voluntad (Mc 14,36; Mt 26,42). Él siente su misión como buen pastor que cuida de sus ovejas: Jesús da la vida por ellas, como se lo mandó su Padre (Jn 10,1-21) De hecho Jesús muere por el Padre (Mt 27,46-50).
Los que alcanzaron la santidad, la meta suprema En muchos cristianos coherentes, motivados por la experiencia del amor de Dios y de la necesidad del prójimo, se desencadenó una vital energía y una audacia contagiosa. Por supuesto: no se excluye, ni mucho menos, que fuera del cristianismo otros creyentes, fieles a su religión, hayan conseguido la unión con Dios. Ellos fueron otros tantos amigos íntimos de Dios y cada uno alcanzó la meta suprema aquí en la tierra según la dinámica de la parábola de los talentos (Mt 5,14-30). La lista de los que consiguieron “esta medalla de oro” es innumerable porque incluye a santos canonizados y a la infinidad de cristianos, fieles en su estado y según posibilidades, a la vocación cristiana: seglares, sacerdotes, religiosos y religiosas.
NOTA Antes de comenzar la segunda parte del Blog, presentaré unas conclusiones que responderán a estos interrogantes: ¿qué pretendí comunicar con estos 103 artículos? ¿Cuáles son los criterios que considero más significativos? Tema para el desarrollo de la PRAXIS, del vivir humano y cristiano.
Dios hoy
Hay que lamentar los millones de ateos y agnósticos para quienes Dios no existe, lo consideran como un antivalor. Sin llegar al rechazo, el secularista no niega la existencia de Dios pero lo encierra “en el cielo” y él vive tranquilo y autosuficiente en la tierra. ¿Cómo se manifiestan los creyentes ante Dios? Entre ellos no faltan quienes critican al Dios verdadero por permitir el sufrimiento; otros justifican en el nombre de Dios la violencia y la muerte de inocentes y otros corrompen las relaciones religiosas por el miedo, el interés o la superstición. ¿Y los auténticos creyentes? Consideran a Dios como la primera motivación para vivir y morir. En el cristianismo, son incontables los cristianos que consagran su vida a Dios en la vida religiosa o en la práctica del amor fraterno con los más necesitados. Más aún, muchos creyentes viven la amistad con Dios aunque exista la desigualdad entre el Tú divino y el yo humano. Tampoco faltan quienes, santos canonizados o no, viven en unión teologal y experiencial con Dios como la meta suprema y la motivación más profunda. Pero ¿es posible vivir esta unión con Dios? La respuesta es afirmativa porque, en definitiva, se trata del ideal de santidad o de perfección del cristiano, posible de realizar con la gracia y los medios que proporciona la espiritualidad cristiana. Así lo confirma la vida de tantos cristianos coherentes, canonizados o no, místicos o no, religiosos o laicos, pero todos seguidores de Cristo que estuvo siempre unido al Padre y en servicio al prójimo.
Dimensión bíblica y mística de la intimidad
Como motivación bíblica. Es la experiencia ordinaria del amor de Dios con una respuesta, también ordinaria, según el precepto bíblico de amar a Dios. El creyente encuentra en la ley del Señor la gran motivación para vivir con Él una relación amistosa en la vida litúrgica o en la praxis de la religiosidad popular sin llegar al cien por cien, a ese amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y….
La unión con Dios como experiencia mística. El concepto de “mística” es muy ambiguo. Elijo el del carmelita J.L. Gonzalez que define la mística como “la unión teologal y experiencial del ser humano con Dios”. Con mayor detalle describe J. M.Velasco: “el místico llega a tomar personalmente conciencia de su Presencia, la reconoce y la acepta en una opción personal y radical como ninguna…viviendo a partir de ese momento su vida toda a la luz de esa Presencia” (En Mística de la plenitud humana, 21-22).
Como opción fundamental.
Si esta íntima unión con Dios se experimenta con los rasgos propios de una opción fundamental, encontraremos en ella la meta suprema y la motivación más influyente para el cristiano porque vivirá con entusiasmo, comunicación, confianza y entrega total su relación con Dios.
Y si aplicamos además a la intimidad con Dios otros rasgos de la “opción fundamental”, comprobaremos que en el creyente se da la radicalidad, la coherencia y sobre todo la totalidad o plenitud. Con el vocablo totalidad, (es decir total, pleno o completo), queremos decir que la valoración dada a Dios, objeto preferencial de la opción, es máxima o total; que el amor se realiza completamente, totalmente, con una entrega sin límites; que el influjo de Dios está presente al cien por cien en las facultades, tareas y relaciones impregnando íntegramente la existencia humana bajo el signo de la fidelidad.
Observemos también que esta interpretación, unión con Dios como opción fundamental, incluye la experiencia mística citada y es propia de quien se siente amado por Dios y permanece en comunión con El siendo fiel a su voluntad (cf.1 Jn 2,6.24.27; 3,7; 4,16). En términos generales, la intimidad es la vivencia de quien está unido en profundidad con Dios siguiendo a Cristo bajo la acción del Espíritu.
¿Qué importancia tiene? Excepcional. Porque de hecho, la intimidad con Dios ha sido el rasgo propio de los cristianos coherentes que han vivido con entusiasmo y radicalidad el amor de Dios. Es la motivación y meta que consiguen muchos seguidores de Cristo de manera fugaz; los santos de modo permanente, y algunos místicos con fenómenos extraordinarios. No es de extrañar que la intimidad con Dios tenga una importancia excepcional en la vida espiritual porque el cristiano en esta situación es un firme seguidor de Jesús, practica la caridad fraterna de manera radical, manifiesta celo por la gloria de Dios, se entrega sin reservas a la hora de servir a los hermanos y es coherente en el proceso de purificación. Veámoslo con más detalle.
La unión íntima con Dios como santidad de vida cristiana
De los rasgos asignados a esta interpretación de la meta suprema, (repito: la unión íntima con Dios como opción fundamental), se desprende que presentamos uno de los enfoques de la santidad de vida cristiana. En efecto, tal meta suprema tiene como manifestaciones:
-el seguimiento de Jesús con énfasis en la unión del Hijo con su Padre Dios;
-la vida teologal de una profunda fe, una firme esperanza y una caridad fraterna tan coherente que cuestiona la incredulidad de los ateos;
-la eliminación de cuando pueda ofender a Dios y al prójimo mediante la lucha contra los obstáculos, y la purificación “como madero por el fuego”;
-la obediencia y fidelidad a la voluntad divina dejándose transformar por el Espíritu Santo;
- la colaboración en la edificación del reino de Dios, con impulso apostólico en cualquier trabajo, para la gloria de Dios y servicio del prójimo;
-la experiencia del amor de Dios con el progresivo enamoramiento de Él a quien se contempla, ausente y presente, en personas, tareas y relaciones;
- la comunicación continua con expresiones amistosas de alabanza,
bendición, adoración, reparación, glorificación, gratitud y de “mutuas peticiones”;
-la vida toda guiada por el ideal ”sólo Dios, siempre Dios, exclusivamente Dios,
en todo Dios…pero sirviendo a los hermanos”.
Cristo, máximo testigo de la intimidad con Dios Jesús vivió el amor y la confianza con el Padre con la mayor intensidad: llama tiernamente a Dios «Abbá» (papá) con diversas expresiones: «Padre mío...» (Mt 26,39); «Padre santo...» (Jn 17,11); «Padre justo.»(Jn 17,25). El sabe que lo que pide al Padre lo conseguirá: «Yo ya sabía que siempre me oyes, mas lo dije por la muchedumbre que me rodea, a fin de que crean que tú me enviaste»(Jn 11,42;cf.Mt 26,53).
Toda su actividad es una manifestación de la profunda unión que mantiene con Dios: Él está en el Padre y el Padre en Él (Jn 14,10 y 20). Por eso no duda en afirmar: «todo lo que tiene mi Padre es mío» (Jn 16,15); «a quien me sirve le honrará el Padre» (Jn 12,26); «no estoy solo: estamos yo y el Padre» (Jn 8,16-18); «Yo soy la vid y mi Padre el labrador» (Jn 15, 1); «al Hijo lo conoce sólo el Padre y al Padre sólo el Hijo» (Mt 11,27); «quien me ve a mí está viendo al Padre: yo estoy con el Padre y el Padre conmigo» (Jn 14,8-10); «si alguno me ama cumplirá mis preceptos, mi Padre le amará. y (los dos) vendremos y viviremos con él» (Jn 14,23-24). Y es que pudo afirmar: «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,20-30).
Obediencia. El amor y la unión de Jesús hacia Dios su Padre se manifiesta en las obras: Jesús permanece en el amor del Padre porque ha cumplido su voluntad (Jn 15,10); hace siempre lo que le agrada (Jn 8,29); busca la honra de su Padre, no la suya (Jn 8,49-54). «yo te glorifiqué sobre la tierra, consumando la obra que Tú me has encomendado hacer» (Jn 17,4); «el mundo tiene que comprender que amo al Padre y que cumplo su encargo, para que conozca el mundo que amo al Padre, y como me lo mandó el Padre, así lo hago» (Jn 14,31). El amor y la obediencia motivaron la aceptación del cáliz de la pasión renunciando a su propia voluntad (Mc 14,36; Mt 26,42). Él siente su misión como buen pastor que cuida de sus ovejas: Jesús da la vida por ellas, como se lo mandó su Padre (Jn 10,1-21) De hecho Jesús muere por el Padre (Mt 27,46-50).
Los que alcanzaron la santidad, la meta suprema En muchos cristianos coherentes, motivados por la experiencia del amor de Dios y de la necesidad del prójimo, se desencadenó una vital energía y una audacia contagiosa. Por supuesto: no se excluye, ni mucho menos, que fuera del cristianismo otros creyentes, fieles a su religión, hayan conseguido la unión con Dios. Ellos fueron otros tantos amigos íntimos de Dios y cada uno alcanzó la meta suprema aquí en la tierra según la dinámica de la parábola de los talentos (Mt 5,14-30). La lista de los que consiguieron “esta medalla de oro” es innumerable porque incluye a santos canonizados y a la infinidad de cristianos, fieles en su estado y según posibilidades, a la vocación cristiana: seglares, sacerdotes, religiosos y religiosas.
NOTA Antes de comenzar la segunda parte del Blog, presentaré unas conclusiones que responderán a estos interrogantes: ¿qué pretendí comunicar con estos 103 artículos? ¿Cuáles son los criterios que considero más significativos? Tema para el desarrollo de la PRAXIS, del vivir humano y cristiano.