¿Cómo Jesús enseñó y exigió amar a Dios y al prójimo?
Cristo nos comunicó el amor de Dios; Jesús profeta testimonió el amor radicalizado a Dios Padre. En el testigo fiel se palpó como inseparable el amor a Dios del amor radicalizado con el prójimo. Con claridad y contundencia, el Salvador manifestó el modo de amar a Dios y al prójimo. Jesús, el maestro, y con toda autoridad, expuso las líneas fundamentales de la conducta del discípulo a la hora de relacionarse con totalidad-radicalidad con Dios Padre y con los hombres, sus hermanos.
Amar a Dios con radicalidad-totalidad
Las relaciones con Dios están enriquecidas por el dinamismo del Reino de Dios y por la ley suprema del amor que Cristo proclama.
El rasgo principal en la conducta del discípulo con Dios radicaba en el primer precepto del amor, presente en el Antiguo testamento y ratificado por Cristo: «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22, 37-40; cf. Dt 6,5; Lv 19,18).
¿Qué facetas comprende el amor a Dios con el calificativo de” totalidad”? Veamos los textos correspondientes.
El texto del Deutoronomio lo expresa claramente: «amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (Dt 6, 5; cf. Dt 10,12).
El texto de Marcos y Lucas añaden a la exigencia de plenitud descrita, la de la mente: «amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas (Mc 12, 28; Lc 10,25).
El texto de Mateo es más escueto: «amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (Mt 22,36).
Los vocablos todo, toda y todas expresan tanto radicalidad como plenitud-totalidad mental, afectiva y de obras, en la mente en el corazón y en el alma con todas sus posibilidades.
Cristo exigió la radicalidad a los discípulos en el amor fraterno.
La radicalidad que Cristo testimonió y predicó sobre el amor fraterno consistía en ver a Dios en el prójimo y en tratarle como lo haríamos con Dios mismo sin poner límites ni fronteras.
El seguidor de Jesús tenía muy claro que son inseparables el amor a Dios Padre y el amor a los hombres nuestros hermanos; que tanto la donación a Dios como al prójimo no tienen límites y si existe excepción es para el más pobre.
En plan esquemático y con citas bíblicas, aparece la radicalidad del amor fraterno
-por la extensión a los enemigos (Mt 5,39ss; Lc 6,28ss; 17,3ss; Lc 6,36; Mt 6,14s;18,21-35);
-por la identificación de Cristo con el prójimo "os lo aseguro: todo lo que hicisteis con uno de estos hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis" (Mt 25,40); -porque Cristo se pone como ejemplo: "que os améis los unos a los otros, como Yo os he amado" (Jn 15,12); "amaos los unos a los otros, como yo os he amado" (Jn 13,34s);
-más aún, porque Cristo fusiona en uno el amor a Dios y al prójimo: los dos mandamientos son el ápice y la clave de la ley (Mc 12, 28-33).
Y por ser el amor fraterno distintivo del cristiano: "en esto conocerán todos que sois discípulos míos: en que tenéis amor unos con otros" (Jn 13,35)."Amaos como yo os he amado". ¿Cómo? "Como el Padre me amó, os amé también yo" (Jn 15,9); 6ª Por la meta del amor profundo según aparece en Mt 5,35-48; Lc 6,27-38; 1Cor 13, 1-10
Amar a Dios con radicalidad-totalidad
Las relaciones con Dios están enriquecidas por el dinamismo del Reino de Dios y por la ley suprema del amor que Cristo proclama.
El rasgo principal en la conducta del discípulo con Dios radicaba en el primer precepto del amor, presente en el Antiguo testamento y ratificado por Cristo: «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22, 37-40; cf. Dt 6,5; Lv 19,18).
¿Qué facetas comprende el amor a Dios con el calificativo de” totalidad”? Veamos los textos correspondientes.
El texto del Deutoronomio lo expresa claramente: «amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (Dt 6, 5; cf. Dt 10,12).
El texto de Marcos y Lucas añaden a la exigencia de plenitud descrita, la de la mente: «amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas (Mc 12, 28; Lc 10,25).
El texto de Mateo es más escueto: «amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (Mt 22,36).
Los vocablos todo, toda y todas expresan tanto radicalidad como plenitud-totalidad mental, afectiva y de obras, en la mente en el corazón y en el alma con todas sus posibilidades.
Cristo exigió la radicalidad a los discípulos en el amor fraterno.
La radicalidad que Cristo testimonió y predicó sobre el amor fraterno consistía en ver a Dios en el prójimo y en tratarle como lo haríamos con Dios mismo sin poner límites ni fronteras.
El seguidor de Jesús tenía muy claro que son inseparables el amor a Dios Padre y el amor a los hombres nuestros hermanos; que tanto la donación a Dios como al prójimo no tienen límites y si existe excepción es para el más pobre.
En plan esquemático y con citas bíblicas, aparece la radicalidad del amor fraterno
-por la extensión a los enemigos (Mt 5,39ss; Lc 6,28ss; 17,3ss; Lc 6,36; Mt 6,14s;18,21-35);
-por la identificación de Cristo con el prójimo "os lo aseguro: todo lo que hicisteis con uno de estos hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis" (Mt 25,40); -porque Cristo se pone como ejemplo: "que os améis los unos a los otros, como Yo os he amado" (Jn 15,12); "amaos los unos a los otros, como yo os he amado" (Jn 13,34s);
-más aún, porque Cristo fusiona en uno el amor a Dios y al prójimo: los dos mandamientos son el ápice y la clave de la ley (Mc 12, 28-33).
Y por ser el amor fraterno distintivo del cristiano: "en esto conocerán todos que sois discípulos míos: en que tenéis amor unos con otros" (Jn 13,35)."Amaos como yo os he amado". ¿Cómo? "Como el Padre me amó, os amé también yo" (Jn 15,9); 6ª Por la meta del amor profundo según aparece en Mt 5,35-48; Lc 6,27-38; 1Cor 13, 1-10