Novela PHD 14º Diálogo increíble en Nazaret
Cuando parecía que Alberto se había olvidado de la primera manifestación y cuando menos lo esperaba, escuchó por segunda vez a Jesús que le habló. Más aún, el Hijo y la Madre animaron al teólogo a que les expusiera sus preguntas. Y entre los tres se entabló un diálogo “increíble” sobre cómo fue la vida en Nazaret desde la Encarnación hasta el comienzo de la vida pública. Claro está, que al terminar la visita comenzaron las preguntas en Alberto: ¿ha sido una revelación o una simple alucinación? ¿un acontecimiento sobrenatural o una reflexión teológica? En resumen: ¿soy un teólogo serio o un visionario más? Como no supo responder a sus preguntas y para evitar conflictos decidió no comunicar a nadie lo sucedido.
14
DIÁLOGO INCREÍBLE EN NAZARET
Agosto de 1982
Imposible para Alberto evitar la perplejidad ante las opiniones tan opuestas sobre la primera manifestación que recibió de Jesús y María. Fue clara la de don Felipe con el rechazo directo; discreta la de los condiscípulos con la sugerencia de comenzar una terapia; pero la respuesta del psiquiatra amigo fue explicita y positiva. De todas maneras Alberto no podía evitar los interrogantes: ¿soy yo un teólogo serio o una persona que tiene visiones sobrenaturales, un visionario que por su exaltada fantasía cree haber visto y oído cosas fantásticas? ¿Sigo como cristiano “ordinario” o formo parte de los creyentes extraordinarios, los videntes que han tenido revelaciones del Señor? Y el mismo prudente sacerdote, ante la duda, decidió seguir el consejo de llevar una vida normal y con paz. Y si es posible olvidaré este acontecimiento que me causó tantos conflictos. Tengo que renunciar a la curiosidad de saber sobre qué dialogaron Jesús y María. Lo único que me preocupa son las palabras de despedida: “no tardaremos mucho tiempo en regresar. Ánimo, Alberto. Prepara bien las preguntas. Hasta pronto”. ¿Será posible que tenga una segunda visita?
El día de la visión y de las revelaciones
Y así pasaron unos meses, desde diciembre de 1981 hasta el 6 de agosto de 1982, fiesta de la Transfiguración. Aprovechando las vacaciones de verano, Alberto se “encerró” durante una semana en su taller porque tenía que terminar otro enésimo cuadro sobre Jesús y María dialogando en Nazaret. Cuando parecía que se había olvidado de la primera manifestación y cuando menos lo esperaba, estando retocando la boca de María, escuchó por segunda vez a Jesús que le dijo:
-“Aquí nos tienes, Alberto. No nos hemos olvidado de ti Sí, ya sabemos las respuestas de don Felipe, la de tus amigos y la de Félix, el psiquiatra. Has hecho muy bien en seguir sus indicaciones pero recuerda que te prometimos regresar para contestar con calma a tus preguntas. ¿Ya las tienes?”
Alberto sorprendido
El pobre Alberto quedó mudo, no articulaba palabra al contemplar cómo su habitación se iluminaba con la presencia de Jesús y de María tal y cómo los había pintado. Su mente quedó en blanco. El intelectual doctor Navarro, acostumbrado al público de las clases, conferencias y sermones, balbuceó nervioso una pregunta pero no podía terminar la frase. Pero se acordó que meses atrás había escrito en un cuaderno las preguntas y dudas. Con voz temblorosa suplicó leer si atinaba a encontrar el cuaderno.
María
La Madre le anima:
-“Comprendemos tu nerviosismo. Anda, dinos, ¿qué es lo que más te preocupa, cuáles son tus preguntas?”
Y comenzó el diálogo “increíble”.
Alberto, tomando confianza y con la seguridad que le infundía la paciente sonrisa de Jesús y de María, les dijo:
La inquietud de Alberto
-Mi gran pregunta se centra en vuestros posibles diálogos en Nazaret, de qué hablabais. Y más concretamente: desde el fallecimiento de José y desde que Jesús cumplió los 20 años hasta la salida de la casa paterna, unos diez años, ¿cuál era el tema de vuestras conversaciones, por ejemplo, después de la oración y de la cena? Yo imagino las frases acostumbradas, las del saludo, las preguntas sobre cómo fue el día y en qué consistía la cena. Yo no me atrevo a preguntaros sobre el contenido de vuestra oración o íntima comunicación con el Padre. Pero sí me interesa conocer vuestra respuesta sobre la comunicación madre-hijo en las horas largas antes del descanso y en el tiempo libre del sábado. Con todo respeto ¿de qué hablabais?
Si María hubiera escrito sus memorias
-“Mucho pides, Alberto, le respondió la Madre con tono suave, pero como lo prometido es deuda, intentaremos recordar acontecimientos y emociones. Si yo hubiera escrito mis memorias cada día hubiera necesitado muchos libros y ahora emplearía muchas horas para contarlo. Pero, no. Como me dictó el Espíritu, todo lo conservé en mi corazón. Cumplía con mi tarea”.
Jesús: sobre el presente y el futuro
-“Para no alargarnos mucho, te diré que hablamos de todo un poco pero se puede resumir en lo que vosotros decís “identidad y misión”, sobre el presente y el posible futuro de nuestras vidas, pero sin “ciencia infusa”, solamente con intuición, con sentido común y con las especiales mociones del Espíritu aprovechando los datos proféticos del Antiguo Testamento”.
María: sobre las reflexiones de Alberto
-“Hijo Alberto, para simplificar nuestra respuesta, ten presente tus meditaciones en los ejercicios espirituales, en tu viaje a Tierra Santa y las reflexiones que hiciste después de analizar “la experiencia de Dios en Jesús y en María”.
Jesús: y sobre los escritos de los teólogos
-“A esas reflexiones tuyas puedes añadir la doctrina y las opiniones que vosotros los exegetas y teólogos habéis realizado en los últimos años. Tú, como especialista en cristología y gran conocedor de la Escritura, tienes “casi” toda la respuesta. Valora bien las opiniones y elige la más creíble según tu humilde parecer. Como comprenderás, no vamos a dar una respuesta que hipoteque o contraríe a muchos investigadores”.
La lista interminable de Alberto: temas a responder
-Sí, sí, comprendo lo que me decís. Pero, manifestó Alberto con humildad, perdonad mi insistencia que parece un poco irreverente. Porque yo imagino que “algo” (parte) de lo mucho que posteriormente escribieron los hagiógrafos y más tarde los santos Padres, Concilios y teólogos sobre vuestra identidad, misión y mensaje, fue materia de vuestro diálogo. ¿Qué es lo que vosotros podéis comunicarme? Por ejemplo, y el teólogo doctor Navarro comenzó a leer la lista preparada:
-si la conciencia sobre tu persona apareció de repente o gradualmente;
-si tú Jesús, durante los últimos años de la estancia en el taller de Nazaret, fuiste preparando la doctrina que después recogerían los autores de los libros que integran el Nuevo Testamento;
-si tu misión salvífica estuvo presente en los años de Nazaret o surgió después en la vida pública;
-si María-Madre también participó en tu doctrina en los últimos años de la estancia de su hijo en Nazaret;
-si puedes concretar en qué momento tú, Jesús, manifestaste a tu Madre, cuál era tu identidad y misión;
-si tú, Madre, recuerdas cuándo y cómo le contaste a tu hijo el misterio de su concepción, nacimiento y primeros años;
-si...
Interrumpe Jesús
-“Bueno, bueno, exclamó Jesús con humor. Ya está bien la lista. Parece el interrogatorio de un periodista o las preguntas que sufre un doctorando en Escritura.
-“Vayamos por partes y contestaré en la medida en que sea prudente. En primer lugar, sobre lo que vosotros llamáis mi identidad o la conciencia que tenía de mí mismo. Mira, hasta los doce años nada de especial en mi interior, fui un niño como los de mi edad. Pero desde el diálogo con los doctores en el Templo, comencé a experimentar una gracia especial del Espíritu. Venía a ser como una luz, una fuerza y un amor a Dios que aparecía en mi interior como abbá, el papá cariñoso. Esta luz-fuerza-amor crecía en mi persona con la oración, especialmente la que realizaba en mis paseos solitarios. Te diré que era como la luz del sol tenue de la madrugada, que llega a su máximo esplendor al mediodía”.
Jesús: la Escritura y el amor a Dios
-“Según mis posibilidades, además de cuanto escuché en la sinagoga y de labios de mis padres, me esforcé en leer y meditar en las Escrituras, especialmente los profetas. En mi alma crecía cada vez más el amor apasionado hacia Dios, la confianza filial en el Abbá y la interiorización de los sentimientos de los Profetas y de los salmos. Cuanto aparece, especialmente en el evangelio de Juan, la identidad, -el yo soy-, ya era un elemento constante en mi comunicación con el Padre”.
Jesús: y la sorprendente convicción
-“Te añado otro aspecto más. En mi interior se afianzaba una convicción muy sorprendente. No solamente que mi persona era como templo de Dios, sino algo más profundo: que Dios estaba totalmente, plenamente, en mi ser humano, ¡que yo era como el Dios que visita al mundo para compartir la vida humana en sus principales tareas y para cumplir la misión redentora! No que tuviera un trastorno de identidad o que mantuviera una doble personalidad. No, yo me sentía plenamente yo mismo, ser humano, pero con esa presencia tan fuerte de Dios que experimentaba que mi obrar era como el obrar de Dios. Y junto a la identidad, qué difícil separar los tres aspectos que se presentaban en mi mente cada vez con mayor claridad: la identidad, la misión salvífica que el Padre me confiaba y el mensaje, la Buena nueva que tenía que anunciar”.
Jesús: y sobre todo, el diálogo con el Abbá.
-“Para completar “tu curiosidad teológica”, te diré que el secreto de mi vida radicaba en la comunicación íntima con Dios Padre, en la escucha atenta al Espíritu, y en los últimos años de mi vida en Nazaret, en el sabroso diálogo que mantenía con la Madre al terminar mi trabajo diario. No te puedes imaginar el rostro de nuestra madre que sin palabras me preguntaba al regresar de mi oración personal: ¿qué te ha dicho el Padre? Junto a la lectura de algunos pasajes del Antiguo Testamento, las mociones del Espíritu y mi reflexión personal, fueron decisivos los comentarios y consejos de la Madre. El buen observador encontrará muchos “toques” femeninos en mi enseñanza que son de Ella, de la Madre”.
Un teólogo sin palabra
Alberto quedó boquiabierto sin saber que contestar. Jesús le había resumido en pocas palabras lo mucho que había leído y reflexionado sobre la persona de Jesús. Intentó hablar pero la emoción le cortó la voz. No le salió ningún comentario ni palabra.
La Madre relata el nacimiento y la infancia de Jesús
María aprovechó la zozobra de Alberto para relatar el cuándo y el modo de la anunciación, nacimiento y demás pasajes de la infancia hasta los 25 años de Jesús.
-“Recuerda, Alberto, lo que ocurrió con “la pérdida y hallazgo” de Jesús adolescente. Desde entonces, una nueva etapa comenzó con la frase: “¿no sabíais que debía estar en las cosas de mi Padre”? A la vuelta, Jesús nos explicó, a José y a mí, “algo” de lo que estaba sucediendo en su persona de adolescente. Comprenderás que en aquel entonces a los dos nos parecía todo muy misterioso y oscuro pero lo respetábamos. Sin embargo como mujer y mucho más como madre, aquel acontecimiento y las palabras de mi hijo Jesús, como bien dicen los evangelistas, quedaron grabadas en mi corazón”.
-“Pasó el tiempo, falleció mi esposo José, y Jesús se plantó como quien dice sin darme cuenta en sus 20 años. No te puedes imaginar la de miradas de las jóvenes esperando que tomara una decisión. También comprenderás el legítimo orgullo de su madre que no dejaba de pensar sobre el futuro de su hijo. ¿Se casará y permanecerá cerca de a mí? ¿Marchará algún día dejando el taller y a su madre? Las preguntas se convirtieron en oración. Y recibí gradualmente la respuesta. De los 20 a los 25, fueron años difíciles en la comunicación con Jesús. La verdad es que todavía no había llegado la hora”.
-“El Espíritu me iluminó con un nuevo amor a Dios y con una nueva relación con mi hijo Jesús. Pero un día, no progresivamente, cuando Jesús cumplió sus 25 años, una vez que José había marchado a la casa del Padre”…
-“y no podía aguardar más. Me armé de valor y comencé a plantear a mi hijo mis preguntas y mis dudas.
Pero Jesús no me dejaba terminar. “Mamá, (a veces me llamaba con este cariñoso título en la intimidad y no el de “mujer” que utilizó ante los demás), mamá, no te preocupes. Todavía no ha llegado mi hora. Ya falta poco tiempo pero antes, dime todo cuanto sucedió desde que aparecí en tu seno hasta los doce años. Tú nunca me has mentido ni me has dicho medias verdades. Yo tampoco he querido ponerte en situación difícil. Pero ahora, tú sabes mi secreto de mi relación con Dios Padre. ¿Cuál es el tuyo?”
María, el relato de Lucas y la decisión de Jesús
-“Para responder a su pregunta, siguió hablando María-Madre, le expliqué con detalle cuanto Lucas después recogería en su Evangelio. Jesús quedó satisfecho con todas las explicaciones. Y tanto, así lo imagino yo, que lo contaría a otros de modo que llegó hasta al médico evangelista”.
-“Lo que sí deseo ratificarte es lo que me dijera Jesús: “mamá ha terminado una etapa en nuestras relaciones de madre-hijo y comienza la más apasionante, la preparación conjunta de nuestro futuro. Tenemos que esperar un tiempo para que puedan independizarse mis primos Santiago, José, Judas y Simón a quienes tú has querido y quieres como si fueran tus hijos. Tenemos que cumplir el compromiso familiar contraído. Sí, tengo que seguir trabajando un tiempo más. Pero desde ahora, como te dije, lo que reflexione y lo que escuche en la oración, lo voy a compartir contigo y voy a pedir tus opiniones y experiencias”.
Alberto: ¿y vuestro diálogo?
El vidente teólogo notó la cara de satisfacción en la Madre por las palabras de Jesús. Nuestro protagonista respiró hondo y volvió a preguntar acerca de la comunicación diálogo entre madre e hijo. ¿Cómo dialogabais vosotros dos?
Jesús: el comienzo de la etapa más íntima.
-“No queremos que te vayas insatisfecho. Efectivamente, la Madre y yo, desde mis 25 años, comenzamos una etapa más íntima en la comunicación, una vez que estaba aclarado que por mi entrega total al Padre y a la obra que me estaba encomendada, no me casaría y que esperaba el momento oportuno para salir de casa. Una vez que ella me comunicó lo revelado por el Espíritu sobre su papel conmigo y con la futura comunidad, fue entonces cuando comenzamos una comunicación especial, muy íntima. Unidos por las especiales revelaciones del Espíritu y motivados por el progresivo amor a Dios Padre, fuimos dialogando sobre nuestra identidad y misión, sobre lo que el Padre quería de los dos en el presente y para el futuro. Nuestras almas se fueron hermanando, fusionando. Cada uno, desde su psicología y dignidad, avanzaba en la unión con el Padre. Imagínate la situación mística de tantos seguidores míos a lo largo de la historia. La mayoría, individualmente. Nosotros fuimos adelante y, lógicamente, en mayor profundidad. No en vano el Espíritu actuó en nosotros de modo extraordinario y nuestros corazones estaban entregados a Dios de tal manera que “ningún hilo” nos unía a la tierra”.
Unidos en amor profundo con el Padre
-“¡Que día más memorable cuando después de mi oración en el monte, (había tenido una experiencia profunda del Abbá), me encuentro a la Madre en profunda oración y habiendo tenido también parecida experiencia! Sin hablarnos, nos dimos un abrazo exclamando: ¡Madre, por fin, tú y yo unidos en el amor profundo con el Padre, nuestro Abbá! En adelante, la luz, el amor y la energía de Dios, crecerán cada día más y más en nosotros y nos capacitará para la misión tan maravillosa que nos espera”.
Las razones de una larga espera
-“comprenderás, mi querido teólogo, que tal misión requería mucha preparación. Y te repito, aquí está una de las razones para esperar “tanto tiempo según nos dices”, hasta que la voz del Padre me dijo: “ha llegado la hora, adelante, Hijo mío”
Las “quejas” de María madre. Su buen humor
-“Alberto, me gustaría comentarte dos “quejas” como esposa y madre. Los evangelios no pusieron ni una palabra en boca de José con lo mucho y bueno que habló. Algunos criterios de Jesús los escuchó de labios de su padre, buen israelita. También de mí, la madre de Jesús, qué poco escribieron. ¡Hasta omitieron la aparición de Jesús resucitado a su madre! Pero la esclava del Señor no “se enfada”, ni mucho menos. Comprendo y acepto con gusto que los Evangelios tenían como objetivo la vida de mi hijo Jesús. Lo que sí tengo que agradecer a Lucas es que haya puesto en mis labios el “cántico del Magnificat”, un buen resumen de mis sentimientos y de mis plegarias. No olvides, Alberto que una de mis tareas consistía en compartir la vida sacrificada, silenciosa, anónima, de tantas madres de familia en las tareas rutinarias del hogar”. Y exclamó con fina ironía: fíjate ¡que ni fui elegida presidenta de las “hijas de María”!
Jesús alaba los valores humanos de María
A las palabras de la Madre, Jesús comentó:
-“como puedes observar, la Madre tiene gran intuición, sensibilidad y humor femenino, así como una comprensión infinita que fueron de gran ayuda para mi padre José en sus últimos años. Para mí resultó ser un gran aliciente en los momentos difíciles, sobre todo cuando tuve que abandonar el hogar. Cómo recuerdo sus cuentos cuando era niño, su perenne sonrisa y los toques de humor. Muchos de los detalles de ternura que aparecen en los Evangelios reflejan palabras y consejos que recibí de la Madre. Sé que te imaginas que yo conté con la ayuda de mi padre José y, sobre todo y por más tiempo, de la Madre. Su enfoque femenino y maternal fueron determinantes.”
Fin de la visita
. Al terminar el recuerdo de su madre, Jesús, levantándose de la silla donde había permanecido sentado, habló con tono de despedida:
-“Alberto, no te quejarás, respondimos a “casi” todas tus preguntas. Ahora, prepárate, porque si por la primera manifestación sin revelación especial, has sufrido críticas, ¿qué será cuando comuniques cuanto te hemos dicho?”
¿Difundir el mensaje?
Como Alberto tenía presente los conflictos de la primera visita, preguntó sobre la oportunidad o necesidad de comunicar el mensaje recibido
Jesús aconseja prudencia
-“Por nuestra parte, quedas en libertad de hablar o callar. Es muy posible que ante la manifestación y, sobre todo el menaje tan extenso y concreto, nadie te crea, ni don Felipe, ni tu amigo Luis. Ni el mismo Félix, el psiquiatra. ¿Qué les dirás si ellos te preguntan? Encomiéndate bien al Espíritu Santo para actuar con la prudencia de los hijos de Dios.
-Y, surgió el buen humor y la preocupación de María
Alberto hijo, gracias por las sillas. Sentados, la conversación ha resultado más cómoda. Por cierto, qué tal marcha tu salud porque me preocupa esa cara que tienes de enfermo.
-No te preocupes, madre, es la impresión por vuestra visita. Gozo de buena salud, creo yo.
El vidente satisfecho pero preocupado el teólogo
En la despedida, Alberto visiblemente emocionado solamente atinó a decir: ¡gracias! Mi deseo de tantos años, mi gran sueño está más que cumplido.
Jesús y María marcharon. Y Alberto quedó como extasiado durante un largo tiempo. Después reaccionó y comenzó a pensar y a preguntarse: ¿y ahora qué hago? Experimenté el acontecimiento más inimaginable y juraría que ha sido real, objetivo ante cualquier persona. Pero, ¿me creerá don Felipe y el psiquiatra? ¿No afirmarán que ahora sí que padezco alucinaciones y que las respuestas son un simple producto de mi reflexión teológica? ¿Escuché lo que ya sabía y quería ratificar como dicho por Jesús y María? ¿Complicaré más mi vida y quedará dañada mi fama?
Ante estos interrogantes, el teólogo y convencido vidente decidió que lo sucedido quedara en su intimidad. “Nada comunicaré, ni a don Felipe ni a Luis. Quiera el Señor que no me pregunten para no tener que hablar de la gran manifestación del 6 de agosto de 1982. Porque entonces tendré que decir la verdad y afrontar los conflictos que serán todavía más graves que los anteriores”.
De hecho, la vida de Alberto transcurrió sin novedad especial hasta la Asamblea para celebrar el posconcilio (1965-1985). Para entonces, otros acontecimientos perturbaron su espiritualidad y su misma salud psíquica.
14
DIÁLOGO INCREÍBLE EN NAZARET
Agosto de 1982
Imposible para Alberto evitar la perplejidad ante las opiniones tan opuestas sobre la primera manifestación que recibió de Jesús y María. Fue clara la de don Felipe con el rechazo directo; discreta la de los condiscípulos con la sugerencia de comenzar una terapia; pero la respuesta del psiquiatra amigo fue explicita y positiva. De todas maneras Alberto no podía evitar los interrogantes: ¿soy yo un teólogo serio o una persona que tiene visiones sobrenaturales, un visionario que por su exaltada fantasía cree haber visto y oído cosas fantásticas? ¿Sigo como cristiano “ordinario” o formo parte de los creyentes extraordinarios, los videntes que han tenido revelaciones del Señor? Y el mismo prudente sacerdote, ante la duda, decidió seguir el consejo de llevar una vida normal y con paz. Y si es posible olvidaré este acontecimiento que me causó tantos conflictos. Tengo que renunciar a la curiosidad de saber sobre qué dialogaron Jesús y María. Lo único que me preocupa son las palabras de despedida: “no tardaremos mucho tiempo en regresar. Ánimo, Alberto. Prepara bien las preguntas. Hasta pronto”. ¿Será posible que tenga una segunda visita?
El día de la visión y de las revelaciones
Y así pasaron unos meses, desde diciembre de 1981 hasta el 6 de agosto de 1982, fiesta de la Transfiguración. Aprovechando las vacaciones de verano, Alberto se “encerró” durante una semana en su taller porque tenía que terminar otro enésimo cuadro sobre Jesús y María dialogando en Nazaret. Cuando parecía que se había olvidado de la primera manifestación y cuando menos lo esperaba, estando retocando la boca de María, escuchó por segunda vez a Jesús que le dijo:
-“Aquí nos tienes, Alberto. No nos hemos olvidado de ti Sí, ya sabemos las respuestas de don Felipe, la de tus amigos y la de Félix, el psiquiatra. Has hecho muy bien en seguir sus indicaciones pero recuerda que te prometimos regresar para contestar con calma a tus preguntas. ¿Ya las tienes?”
Alberto sorprendido
El pobre Alberto quedó mudo, no articulaba palabra al contemplar cómo su habitación se iluminaba con la presencia de Jesús y de María tal y cómo los había pintado. Su mente quedó en blanco. El intelectual doctor Navarro, acostumbrado al público de las clases, conferencias y sermones, balbuceó nervioso una pregunta pero no podía terminar la frase. Pero se acordó que meses atrás había escrito en un cuaderno las preguntas y dudas. Con voz temblorosa suplicó leer si atinaba a encontrar el cuaderno.
María
La Madre le anima:
-“Comprendemos tu nerviosismo. Anda, dinos, ¿qué es lo que más te preocupa, cuáles son tus preguntas?”
Y comenzó el diálogo “increíble”.
Alberto, tomando confianza y con la seguridad que le infundía la paciente sonrisa de Jesús y de María, les dijo:
La inquietud de Alberto
-Mi gran pregunta se centra en vuestros posibles diálogos en Nazaret, de qué hablabais. Y más concretamente: desde el fallecimiento de José y desde que Jesús cumplió los 20 años hasta la salida de la casa paterna, unos diez años, ¿cuál era el tema de vuestras conversaciones, por ejemplo, después de la oración y de la cena? Yo imagino las frases acostumbradas, las del saludo, las preguntas sobre cómo fue el día y en qué consistía la cena. Yo no me atrevo a preguntaros sobre el contenido de vuestra oración o íntima comunicación con el Padre. Pero sí me interesa conocer vuestra respuesta sobre la comunicación madre-hijo en las horas largas antes del descanso y en el tiempo libre del sábado. Con todo respeto ¿de qué hablabais?
Si María hubiera escrito sus memorias
-“Mucho pides, Alberto, le respondió la Madre con tono suave, pero como lo prometido es deuda, intentaremos recordar acontecimientos y emociones. Si yo hubiera escrito mis memorias cada día hubiera necesitado muchos libros y ahora emplearía muchas horas para contarlo. Pero, no. Como me dictó el Espíritu, todo lo conservé en mi corazón. Cumplía con mi tarea”.
Jesús: sobre el presente y el futuro
-“Para no alargarnos mucho, te diré que hablamos de todo un poco pero se puede resumir en lo que vosotros decís “identidad y misión”, sobre el presente y el posible futuro de nuestras vidas, pero sin “ciencia infusa”, solamente con intuición, con sentido común y con las especiales mociones del Espíritu aprovechando los datos proféticos del Antiguo Testamento”.
María: sobre las reflexiones de Alberto
-“Hijo Alberto, para simplificar nuestra respuesta, ten presente tus meditaciones en los ejercicios espirituales, en tu viaje a Tierra Santa y las reflexiones que hiciste después de analizar “la experiencia de Dios en Jesús y en María”.
Jesús: y sobre los escritos de los teólogos
-“A esas reflexiones tuyas puedes añadir la doctrina y las opiniones que vosotros los exegetas y teólogos habéis realizado en los últimos años. Tú, como especialista en cristología y gran conocedor de la Escritura, tienes “casi” toda la respuesta. Valora bien las opiniones y elige la más creíble según tu humilde parecer. Como comprenderás, no vamos a dar una respuesta que hipoteque o contraríe a muchos investigadores”.
La lista interminable de Alberto: temas a responder
-Sí, sí, comprendo lo que me decís. Pero, manifestó Alberto con humildad, perdonad mi insistencia que parece un poco irreverente. Porque yo imagino que “algo” (parte) de lo mucho que posteriormente escribieron los hagiógrafos y más tarde los santos Padres, Concilios y teólogos sobre vuestra identidad, misión y mensaje, fue materia de vuestro diálogo. ¿Qué es lo que vosotros podéis comunicarme? Por ejemplo, y el teólogo doctor Navarro comenzó a leer la lista preparada:
-si la conciencia sobre tu persona apareció de repente o gradualmente;
-si tú Jesús, durante los últimos años de la estancia en el taller de Nazaret, fuiste preparando la doctrina que después recogerían los autores de los libros que integran el Nuevo Testamento;
-si tu misión salvífica estuvo presente en los años de Nazaret o surgió después en la vida pública;
-si María-Madre también participó en tu doctrina en los últimos años de la estancia de su hijo en Nazaret;
-si puedes concretar en qué momento tú, Jesús, manifestaste a tu Madre, cuál era tu identidad y misión;
-si tú, Madre, recuerdas cuándo y cómo le contaste a tu hijo el misterio de su concepción, nacimiento y primeros años;
-si...
Interrumpe Jesús
-“Bueno, bueno, exclamó Jesús con humor. Ya está bien la lista. Parece el interrogatorio de un periodista o las preguntas que sufre un doctorando en Escritura.
-“Vayamos por partes y contestaré en la medida en que sea prudente. En primer lugar, sobre lo que vosotros llamáis mi identidad o la conciencia que tenía de mí mismo. Mira, hasta los doce años nada de especial en mi interior, fui un niño como los de mi edad. Pero desde el diálogo con los doctores en el Templo, comencé a experimentar una gracia especial del Espíritu. Venía a ser como una luz, una fuerza y un amor a Dios que aparecía en mi interior como abbá, el papá cariñoso. Esta luz-fuerza-amor crecía en mi persona con la oración, especialmente la que realizaba en mis paseos solitarios. Te diré que era como la luz del sol tenue de la madrugada, que llega a su máximo esplendor al mediodía”.
Jesús: la Escritura y el amor a Dios
-“Según mis posibilidades, además de cuanto escuché en la sinagoga y de labios de mis padres, me esforcé en leer y meditar en las Escrituras, especialmente los profetas. En mi alma crecía cada vez más el amor apasionado hacia Dios, la confianza filial en el Abbá y la interiorización de los sentimientos de los Profetas y de los salmos. Cuanto aparece, especialmente en el evangelio de Juan, la identidad, -el yo soy-, ya era un elemento constante en mi comunicación con el Padre”.
Jesús: y la sorprendente convicción
-“Te añado otro aspecto más. En mi interior se afianzaba una convicción muy sorprendente. No solamente que mi persona era como templo de Dios, sino algo más profundo: que Dios estaba totalmente, plenamente, en mi ser humano, ¡que yo era como el Dios que visita al mundo para compartir la vida humana en sus principales tareas y para cumplir la misión redentora! No que tuviera un trastorno de identidad o que mantuviera una doble personalidad. No, yo me sentía plenamente yo mismo, ser humano, pero con esa presencia tan fuerte de Dios que experimentaba que mi obrar era como el obrar de Dios. Y junto a la identidad, qué difícil separar los tres aspectos que se presentaban en mi mente cada vez con mayor claridad: la identidad, la misión salvífica que el Padre me confiaba y el mensaje, la Buena nueva que tenía que anunciar”.
Jesús: y sobre todo, el diálogo con el Abbá.
-“Para completar “tu curiosidad teológica”, te diré que el secreto de mi vida radicaba en la comunicación íntima con Dios Padre, en la escucha atenta al Espíritu, y en los últimos años de mi vida en Nazaret, en el sabroso diálogo que mantenía con la Madre al terminar mi trabajo diario. No te puedes imaginar el rostro de nuestra madre que sin palabras me preguntaba al regresar de mi oración personal: ¿qué te ha dicho el Padre? Junto a la lectura de algunos pasajes del Antiguo Testamento, las mociones del Espíritu y mi reflexión personal, fueron decisivos los comentarios y consejos de la Madre. El buen observador encontrará muchos “toques” femeninos en mi enseñanza que son de Ella, de la Madre”.
Un teólogo sin palabra
Alberto quedó boquiabierto sin saber que contestar. Jesús le había resumido en pocas palabras lo mucho que había leído y reflexionado sobre la persona de Jesús. Intentó hablar pero la emoción le cortó la voz. No le salió ningún comentario ni palabra.
La Madre relata el nacimiento y la infancia de Jesús
María aprovechó la zozobra de Alberto para relatar el cuándo y el modo de la anunciación, nacimiento y demás pasajes de la infancia hasta los 25 años de Jesús.
-“Recuerda, Alberto, lo que ocurrió con “la pérdida y hallazgo” de Jesús adolescente. Desde entonces, una nueva etapa comenzó con la frase: “¿no sabíais que debía estar en las cosas de mi Padre”? A la vuelta, Jesús nos explicó, a José y a mí, “algo” de lo que estaba sucediendo en su persona de adolescente. Comprenderás que en aquel entonces a los dos nos parecía todo muy misterioso y oscuro pero lo respetábamos. Sin embargo como mujer y mucho más como madre, aquel acontecimiento y las palabras de mi hijo Jesús, como bien dicen los evangelistas, quedaron grabadas en mi corazón”.
-“Pasó el tiempo, falleció mi esposo José, y Jesús se plantó como quien dice sin darme cuenta en sus 20 años. No te puedes imaginar la de miradas de las jóvenes esperando que tomara una decisión. También comprenderás el legítimo orgullo de su madre que no dejaba de pensar sobre el futuro de su hijo. ¿Se casará y permanecerá cerca de a mí? ¿Marchará algún día dejando el taller y a su madre? Las preguntas se convirtieron en oración. Y recibí gradualmente la respuesta. De los 20 a los 25, fueron años difíciles en la comunicación con Jesús. La verdad es que todavía no había llegado la hora”.
-“El Espíritu me iluminó con un nuevo amor a Dios y con una nueva relación con mi hijo Jesús. Pero un día, no progresivamente, cuando Jesús cumplió sus 25 años, una vez que José había marchado a la casa del Padre”…
-“y no podía aguardar más. Me armé de valor y comencé a plantear a mi hijo mis preguntas y mis dudas.
Pero Jesús no me dejaba terminar. “Mamá, (a veces me llamaba con este cariñoso título en la intimidad y no el de “mujer” que utilizó ante los demás), mamá, no te preocupes. Todavía no ha llegado mi hora. Ya falta poco tiempo pero antes, dime todo cuanto sucedió desde que aparecí en tu seno hasta los doce años. Tú nunca me has mentido ni me has dicho medias verdades. Yo tampoco he querido ponerte en situación difícil. Pero ahora, tú sabes mi secreto de mi relación con Dios Padre. ¿Cuál es el tuyo?”
María, el relato de Lucas y la decisión de Jesús
-“Para responder a su pregunta, siguió hablando María-Madre, le expliqué con detalle cuanto Lucas después recogería en su Evangelio. Jesús quedó satisfecho con todas las explicaciones. Y tanto, así lo imagino yo, que lo contaría a otros de modo que llegó hasta al médico evangelista”.
-“Lo que sí deseo ratificarte es lo que me dijera Jesús: “mamá ha terminado una etapa en nuestras relaciones de madre-hijo y comienza la más apasionante, la preparación conjunta de nuestro futuro. Tenemos que esperar un tiempo para que puedan independizarse mis primos Santiago, José, Judas y Simón a quienes tú has querido y quieres como si fueran tus hijos. Tenemos que cumplir el compromiso familiar contraído. Sí, tengo que seguir trabajando un tiempo más. Pero desde ahora, como te dije, lo que reflexione y lo que escuche en la oración, lo voy a compartir contigo y voy a pedir tus opiniones y experiencias”.
Alberto: ¿y vuestro diálogo?
El vidente teólogo notó la cara de satisfacción en la Madre por las palabras de Jesús. Nuestro protagonista respiró hondo y volvió a preguntar acerca de la comunicación diálogo entre madre e hijo. ¿Cómo dialogabais vosotros dos?
Jesús: el comienzo de la etapa más íntima.
-“No queremos que te vayas insatisfecho. Efectivamente, la Madre y yo, desde mis 25 años, comenzamos una etapa más íntima en la comunicación, una vez que estaba aclarado que por mi entrega total al Padre y a la obra que me estaba encomendada, no me casaría y que esperaba el momento oportuno para salir de casa. Una vez que ella me comunicó lo revelado por el Espíritu sobre su papel conmigo y con la futura comunidad, fue entonces cuando comenzamos una comunicación especial, muy íntima. Unidos por las especiales revelaciones del Espíritu y motivados por el progresivo amor a Dios Padre, fuimos dialogando sobre nuestra identidad y misión, sobre lo que el Padre quería de los dos en el presente y para el futuro. Nuestras almas se fueron hermanando, fusionando. Cada uno, desde su psicología y dignidad, avanzaba en la unión con el Padre. Imagínate la situación mística de tantos seguidores míos a lo largo de la historia. La mayoría, individualmente. Nosotros fuimos adelante y, lógicamente, en mayor profundidad. No en vano el Espíritu actuó en nosotros de modo extraordinario y nuestros corazones estaban entregados a Dios de tal manera que “ningún hilo” nos unía a la tierra”.
Unidos en amor profundo con el Padre
-“¡Que día más memorable cuando después de mi oración en el monte, (había tenido una experiencia profunda del Abbá), me encuentro a la Madre en profunda oración y habiendo tenido también parecida experiencia! Sin hablarnos, nos dimos un abrazo exclamando: ¡Madre, por fin, tú y yo unidos en el amor profundo con el Padre, nuestro Abbá! En adelante, la luz, el amor y la energía de Dios, crecerán cada día más y más en nosotros y nos capacitará para la misión tan maravillosa que nos espera”.
Las razones de una larga espera
-“comprenderás, mi querido teólogo, que tal misión requería mucha preparación. Y te repito, aquí está una de las razones para esperar “tanto tiempo según nos dices”, hasta que la voz del Padre me dijo: “ha llegado la hora, adelante, Hijo mío”
Las “quejas” de María madre. Su buen humor
-“Alberto, me gustaría comentarte dos “quejas” como esposa y madre. Los evangelios no pusieron ni una palabra en boca de José con lo mucho y bueno que habló. Algunos criterios de Jesús los escuchó de labios de su padre, buen israelita. También de mí, la madre de Jesús, qué poco escribieron. ¡Hasta omitieron la aparición de Jesús resucitado a su madre! Pero la esclava del Señor no “se enfada”, ni mucho menos. Comprendo y acepto con gusto que los Evangelios tenían como objetivo la vida de mi hijo Jesús. Lo que sí tengo que agradecer a Lucas es que haya puesto en mis labios el “cántico del Magnificat”, un buen resumen de mis sentimientos y de mis plegarias. No olvides, Alberto que una de mis tareas consistía en compartir la vida sacrificada, silenciosa, anónima, de tantas madres de familia en las tareas rutinarias del hogar”. Y exclamó con fina ironía: fíjate ¡que ni fui elegida presidenta de las “hijas de María”!
Jesús alaba los valores humanos de María
A las palabras de la Madre, Jesús comentó:
-“como puedes observar, la Madre tiene gran intuición, sensibilidad y humor femenino, así como una comprensión infinita que fueron de gran ayuda para mi padre José en sus últimos años. Para mí resultó ser un gran aliciente en los momentos difíciles, sobre todo cuando tuve que abandonar el hogar. Cómo recuerdo sus cuentos cuando era niño, su perenne sonrisa y los toques de humor. Muchos de los detalles de ternura que aparecen en los Evangelios reflejan palabras y consejos que recibí de la Madre. Sé que te imaginas que yo conté con la ayuda de mi padre José y, sobre todo y por más tiempo, de la Madre. Su enfoque femenino y maternal fueron determinantes.”
Fin de la visita
. Al terminar el recuerdo de su madre, Jesús, levantándose de la silla donde había permanecido sentado, habló con tono de despedida:
-“Alberto, no te quejarás, respondimos a “casi” todas tus preguntas. Ahora, prepárate, porque si por la primera manifestación sin revelación especial, has sufrido críticas, ¿qué será cuando comuniques cuanto te hemos dicho?”
¿Difundir el mensaje?
Como Alberto tenía presente los conflictos de la primera visita, preguntó sobre la oportunidad o necesidad de comunicar el mensaje recibido
Jesús aconseja prudencia
-“Por nuestra parte, quedas en libertad de hablar o callar. Es muy posible que ante la manifestación y, sobre todo el menaje tan extenso y concreto, nadie te crea, ni don Felipe, ni tu amigo Luis. Ni el mismo Félix, el psiquiatra. ¿Qué les dirás si ellos te preguntan? Encomiéndate bien al Espíritu Santo para actuar con la prudencia de los hijos de Dios.
-Y, surgió el buen humor y la preocupación de María
Alberto hijo, gracias por las sillas. Sentados, la conversación ha resultado más cómoda. Por cierto, qué tal marcha tu salud porque me preocupa esa cara que tienes de enfermo.
-No te preocupes, madre, es la impresión por vuestra visita. Gozo de buena salud, creo yo.
El vidente satisfecho pero preocupado el teólogo
En la despedida, Alberto visiblemente emocionado solamente atinó a decir: ¡gracias! Mi deseo de tantos años, mi gran sueño está más que cumplido.
Jesús y María marcharon. Y Alberto quedó como extasiado durante un largo tiempo. Después reaccionó y comenzó a pensar y a preguntarse: ¿y ahora qué hago? Experimenté el acontecimiento más inimaginable y juraría que ha sido real, objetivo ante cualquier persona. Pero, ¿me creerá don Felipe y el psiquiatra? ¿No afirmarán que ahora sí que padezco alucinaciones y que las respuestas son un simple producto de mi reflexión teológica? ¿Escuché lo que ya sabía y quería ratificar como dicho por Jesús y María? ¿Complicaré más mi vida y quedará dañada mi fama?
Ante estos interrogantes, el teólogo y convencido vidente decidió que lo sucedido quedara en su intimidad. “Nada comunicaré, ni a don Felipe ni a Luis. Quiera el Señor que no me pregunten para no tener que hablar de la gran manifestación del 6 de agosto de 1982. Porque entonces tendré que decir la verdad y afrontar los conflictos que serán todavía más graves que los anteriores”.
De hecho, la vida de Alberto transcurrió sin novedad especial hasta la Asamblea para celebrar el posconcilio (1965-1985). Para entonces, otros acontecimientos perturbaron su espiritualidad y su misma salud psíquica.