Novela PHD 18º Encontró a Dios en la cruz
Los técnicos alabaron el Viacrucis del pintor Navarro como una obra extraordinaria de arte, algo fuera de serie. Así lo creía Luis al escuchar las explicaciones de las últimas estaciones con otras tantas situaciones dramáticas y la correspondiente respuesta bíblica. Llegó la inauguración, todo un éxito para el autor. Al tener que presentarla, el artista y muy enfermo Alberto, resumió su vida como una búsqueda incansable de Dios en la pintura, la teología y la justicia social. Pero donde realmente encontró a Dios fue en la cruz aceptada y compartida con los otros enfermos.
18
ENCONTRÓ A DIOS EN LA CRUZ
(1989)
Alberto tardó bastante tiempo en reponerse pues los síntomas de la leucemia cada semana se agravaban más. Muchos sufrimientos padeció en los primeros meses de 1989. El enfermo creía que no cumpliría un año más, el 15 de noviembre. En su meditación reflexionaba cómo su vida, a pesar de sus infidelidades, había sido una creciente búsqueda de Dios, peldaño tras peldaño. Y que el encuentro más profundo en la tierra lo estaba realizando ahora al aceptar la cruz de su enfermedad y compartir su dolor con quienes sufrían como él o más que él.
El Viacrucis, ¿obra maestra de pintura?
Mientras tanto, Luis llevó las Estaciones del Viacrucis a un salón parroquial y consultó a dos profesores de arte y a un pintor famoso. Los técnicos no daban crédito a lo que veían sus ojos. Era una obra de arte extraordinaria, fuera de serie. Querían verla completa. Lo que más les impresionaba era la parte izquierda de los cuadros que representaban situaciones humanas. ¡Qué imaginación! ¡Cuánta creatividad! ¡Qué estilo más bien logrado armonizando lo nuevo con lo antiguo! ¡Con qué acierto responde cada estación del Viacrucis! ¿Y esta obra ha sido pintada por un enfermo a pocos meses de su muerte? Parecía imposible tanta creatividad en una persona tan débil. Y es que el pintor Navarro había logrado un estilo muy peculiar y diferente al de años anteriores y que reflejaba en las escenas dramáticas de los personajes elegidos y en la Pasión del Señor. No lo dudaban: un gran acontecimiento artístico en pintura religiosa había surgido en Toledo. Su presentación merecía un acto solemne en la parroquia presidido por el nuevo Obispo, recién nombrado.
Alberto explica el resto de las estaciones
Satisfecho, Alberto escuchó las buenas noticias que transmitía con tanto gozo al párroco de Nuestra Señora de Nazaret, su gran confidente. Con impaciencia, Luis esperaba la explicación de las últimas estaciones del Viacrucis. Por fin, en una de las visitas y con dificultad en la respiración, Alberto fue descubriendo el significado de las situaciones dramáticas con el mensaje y la respuesta correspondiente.
Carmen buscaba fuerza, luz y paz
8ª Jesús consuela a las mujeres
Entre las mujeres afligidas, la historia de Carmen fue la que más impresionó al sacerdote pastor. Madre generosa hasta el sacrificio, su esposo postrado en cama, le “salieron” unos hijos tan egoístas que eran incapaces de ayudar al hermano deficiente. El consuelo de Josefa era la religión. En el hospital, atendiendo a su esposo, pudo conversar y confesar con el capellán. Ella con frecuencia exclamaba ¿De dónde me vendrá el consuelo en mis horas de fracaso y dolor?
Muy receptiva, escuchaba al sacerdote que le recordaba cómo siempre Jesús estaba con ella y que nunca le fallaría. Él seguiría siendo su fuerza, luz y paz para seguir adelante. Acude a la oración, le exhortaba Alberto, y sacarás el consuelo necesario. Y no pretendas solucionar inmediatamente tus problemas. Por otra parte, tú como cristiana generosa, sigue consolando a tantas personas tristes. Sigue pensando más en el dolor ajeno y menos en el tuyo. Y repite con frecuencia: Señor: que no me falte tu consuelo en el fracaso y que yo aprenda a consolar a los que están más afligidos y desamparados.
Robert, desesperado con su problema
9ª Jesús cae por tercera vez
Robert pertenecía a los “alcohólicos sociales” de viernes y sábado pero durante la semana era un padre ejemplar y un profesional muy competente. Por causa del alcoholismo, su familia le esperaba aterrorizada cada sábado por la noche dada su agresividad. Tenían que esconderle la escopeta de caza. El alcohol minó la salud y apareció una cirrosis galopante. En el fondo quería a su familia y deseaba ser un buen cofrade en Semana Santa. Cristiano practicante, pero los domingos por la tarde cuando ya estaba sereno. Buena persona, pero caía una y otra vez. El pobre se lamentaba: ¿por qué a pesar de mis propósitos vuelvo a caer? Y añadía: mis problemas parecen no tener solución. Me siento como desesperado.
El padre Alberto le animaba con el testimonio del Cristo de su Cofradía, el de la Tercera caída. Robert reaccionó una vez más y decía: Señor contemplo cómo caes y te levantas una y otra vez. No me dejaré vencer por el alcoholismo por muy arraigado que lo tenga. Enséñame a decir como San Pablo: contigo todo lo puedo porque tú me confortas. Yo por mi parte, te prometo poner lo que debo. Si puedo, ingresaré en un grupo de alcohólicos anónimos. Espero confiado tu ayuda. Señor: te suplico que no me dejes caer en esta situación desesperada; que te encuentre en mi fracaso para superar contigo el obstáculo de la bebida.
Miguel perdió hasta su misma dignidad
10ª Jesús es despojado de sus vestiduras
Miguel lo tenía todo y todo lo fue perdiendo. Su esposa víctima de Alzehimer, la hija se fugó de la casa con el amante y marchó al extranjero, el hijo sin trabajo y separado al poco tiempo de casarse, y perdió el dinero por malos negocios. Hasta la misma dignidad perdió Miguel porque, descontrolado, se refugiaba con frecuencia en el amor de otra mujer. Se comprende que sufriera varios infartos de muerte. Pero como sociólogo, le quedaba el espíritu crítico cuando se preguntaba ¿Por qué existen tantos pobres y oprimidos?
Hablando con el sacerdote, con Alberto, y solamente en plan de conversación comentaba: es alarmante el porcentaje de personas despojadas de sus derechos humanos, de sus bienes y hasta de la misma dignidad. El sacerdote aprovechaba la ocasión para decirle que Jesús respondía pacientemente, que también fue despojado de todo y así compartió la suerte de la persona víctima de otras personas o de las estructuras de poder. Y con delicadeza pero firme, le decía: recuerda también cómo antes de condenar a otros, también tú en ocasiones hiciste sufrir a tus semejantes. Y cómo pasaste indiferente ante los pobres y explotados. Te brindo esta plegaria: Señor: que no permanezca indiferente ante el despojo que sufren los hermanos. Y que me despoje de todo gesto que pueda hacer sufrir a mi prójimo.
Josefa, martirizada como miles de personas
11ª La crucifixión
Josefa, 25 años de casada, 25 años de martirio en la vida matrimonial. Así lo manifestó al cura capellán. Su marido, machista hasta la crueldad, se lo dijo con sarcasmo en la noche de la boda: “ahora sabrás lo que es la obediencia a tu marido que era incapaz de denunciarlo por su convicción cristiana. Su esposo, con frecuencia utilizaba el insulto y la blasfemia ante cualquier contrariedad. La pobre Josefa vivía atemorizada y estaba clavada en la cruz de su casa sin poder salir ante las amenazas de su marido agresivo y muy celoso. No tuvo hijos ni supo por un día lo que era la felicidad. Víctima de una paliza se curaba en el Hospital. Razón tenía en su queja: ¿por qué me has desamparado, Dios mío?
Alberto intentó consolarla haciendo ver el panorama de tantas personas clavadas en la cruz: la de una madre cuando muere su hijo único de accidente, la cruz de millones de madres al ver cómo fallecen sus hijos, víctimas del hambre mientras otros despilfarran en lujos ofensivos; los que trabajan en condiciones inhumanas mientras los opresores se enriquecen fácilmente; la cruz de tantos cónyuges y niños abandonados mientras el otro cónyuge "es feliz" con otra pareja. Cruz de tantos inocentes injustamente encarcelados mientras otros culpables pagan a un buen abogado y evitan la cárcel. Sí, Josefa, como tú, son millones los abandonados en este mundo. Y terminó exhortando a la cristiana practicante: mira la cruz, respuesta de solidaridad con todos los desamparados; recita también el salmo 21, recuerda las bienaventuranzas con el final cristiano de felicidad total al ver a Dios cara a cara en el cielo. Reza, Josefa, al Señor, y dile: vigoriza mi esperanza y mi amor ante el sufrimiento y que sepa unirme a tu pasión con mi dolor, y a tu resurrección con mi esperanza.
Juan pierde a su familia pero no la esperanza
12ª La muerte del Redentor
Por poco Juan también pierde la cabeza. La imprudencia de otro conductor causó un accidente mortal cuando volvía feliz a casa con su familia. En pocas horas, fallecieron su mujer y sus tres hijos. Al salir despedido del coche, él salvó la vida aunque luego decía que mejor hubiera sido la muerte. No dejaba de recordar cómo atendió a cada uno de sus hijos antes de morir. La última fue su mujer que le pedía cuidara de los niños sin saber que antes ya habían fallecido.
En el Hospital, Alberto intentaba que Juan no repitiera obsesivamente ¿Por qué la muerte? ¿Por qué morir?¿Por qué todos han muerto? Preguntas que le atormentaban ante la desaparición inesperada de los seres queridos. Como Juan era incapaz de escuchar, Alberto sí que reflexionaba: ante el dolor por la muerte, Jesús, respondió con su propia muerte "inoportuna" e injusta. Él dio un nuevo sentido a la muerte, el segundo nacimiento, la pascua que llevará al abrazo con el Padre.
Y como Juan sabía que su muerte se acercaba, pensó que debía prepararse con esperanza serena. Por ello, repetía: Señor, concédeme la gracia de morir como Tú; dame una buena muerte: morir en tu gracia habiendo cumplido en mi vida tu voluntad.
Dolores, consolada por María con su Hijo muerto
13ª Jesús en brazos de María
Dolores es una víctima más del terrorismo. No creyeron en la amenaza, pero ahora tiene entre sus brazos a su hijo, destrozado por una bomba lapa. En el atentado también falleció su esposo y el otro hijo. Ha quedado sola luchando contra la tentación del odio y contra la injusticia de quienes son insensibles a sus legítimos derechos. Pero Dolores es mujer valiente, de fe profunda, y pronto superó la frase de quien se queja: ¿existirá mayor dolor que el mío? De quien se cree la víctima mayor del mundo gritando: “nadie, nadie sufre como yo”.
A Dolores le consuela mucho cuanto el buen cura Alberto le recordaba a María sosteniendo en sus brazos el cuerpo muerto de su hijo. Y junto a María, tener presente a las víctimas inocentes del Sida, a los millones de niños que mueren por desnutrición, a todos los que en el mundo son ajusticiados por el fundamentalismo terrorista. A Dolores se la oía rezar: Señor, dame la gracia de aliviar mi dolor con el sufrimiento de tu madre y de cuantos en el mundo sufren igual o más que yo.
Don José, en la soledad y en el vacío
14ª Jesús es sepultado
Don José fue párroco por muchos años. Trabajador infatigable y dedicado en cuerpo y alma a su parroquia. Sin embargo, por su carácter tímido, algo huraño y con prontos de cólera, no logró nunca atraerse el cariño de los feligreses. Como tenía escasa inteligencia y dificultad en la expresión, los superiores y compañeros le fueron marginando. Estaba en el último pueblo de la Diócesis. Y para colmo de males, tuvo la desgracia de caerse de la moto y de fracturarse muchas costillas. Total, que terminó por tener que caminar con su andadera. Necesitaba la ayuda que el Hospital le proporcionaba para la salud física pero no para la espiritual, pues poco a poco entró en el sepulcro de la soledad y del vacío.
Alberto escuchó la pregunta frecuente de don José: ¿cómo superar la soledad y el vacío? Pregunta repetida de quienes perdieron a todos sus seres queridos y viven solos, abandonados. Son también aquellos a quienes les falta la salud y la ilusión por vivir: les abate el vacío y la soledad. Lamentablemente don José se encontraba en esta situación desesperanzada, con muchas preguntas y sin respuesta alguna.
A veces, Alberto recordaba al buen párroco cómo la madre de los sacerdotes, la
Virgen María, especialmente desde el viernes santo por la tarde, podía contestar mejor que nadie a su pregunta porque ella quedó sin nada, pero no entró en su corazón la soledad. ¡María siempre experimentó la presencia de Dios, el amor a todos y la esperanza en la resurrección de su hijo! Alberto, también, y como un sacerdote más, animaba a don José a que acudiera a María para que no le dominara el vacío y el desánimo. Y que tuviera el consuelo de la esperanza de quien, como grano de trigo, fructificaría más allá de la muerte.
La conversación terminaba rezando los dos sacerdotes juntos la misma oración: Señor, no me dejes en los momentos de soledad y angustia y hazme partícipe de la paz y esperanza de María tu madre y madre nuestra.
Presentación del Viacrucis en la parroquia
Finalizó la explicación de las catorce estaciones y Alberto accedió a los ruegos de Luis para que asistiera a la presentación del Viacrucis en la semana próxima, el viernes anterior a Semana Santa, popularmente la celebración de la Virgen de los Dolores. Le animó haciéndole ver la gran aceptación que tenía su obra y el bien que en Semana Santa podía producir a los fieles. Si no se encontraba con fuerzas, era suficiente con estar sentado y hablar unos minutos después que el mismo Luis hiciera la presentación de las Estaciones y el profesor de arte valorara el mérito de toda la obra.
Y así se realizó. La parroquia repleta de fieles. Luis y el profesor de arte hablaron dejando impresionados a cuantos miraban y remiraban las pinturas que adornaban el templo. Pero todos esperaban las palabras del sacerdote y pintor.
Palabras emocionadas de Alberto
Cuando le tocó el turno, Alberto hizo un esfuerzo y habló de pie. Con voz pausada, algo temblorosa, hablando más con el corazón que con la mente, dijo:
-Agradezco a Dios que me haya permitido terminar este Viacrucis como homenaje a todos los que sufren y han encontrado en Jesús y en María un motivo para abrazar la cruz y una razón para seguir viviendo.
-Permitidme que públicamente dé gracias al Señor por el don de la cruz de mi enfermedad. Porque:
-si en mi vida busqué y encontré a Dios en la belleza de la pintura con alguna que otra gracia especial. (Alberto recordó para sí las diferentes manifestaciones que recibiera por parte de Jesús y María);
-si también busqué y encontré a Jesús como Verdad en la enseñanza de la Teología, como Pastor en el ministerio sacerdotal, como Maestro en la buena nueva del Reino de Dios, como Liberador en los pobres del tercer mundo y como Enamorado de Dios cuando leía al místico san Juan de la cruz;
-sin embargo donde lo he encontrado de manera más profunda ha sido como Redentor y Salvador aceptando la cruz de mi enfermedad, compartida durante meses con los enfermos de nuestro querido Hospital provincial.
Y continuó con emoción cada vez más intensa.
Les habla un sacerdote enfermo, pintor y teólogo, que pide perdón a Dios y a cuantos traté, por los errores, por las omisiones y por las ofensas cometidas.
Alberto prosiguió con intenso dominio para no derramar lágrimas: mi testamento está incluido en cada una de las 14 estaciones que podéis contemplar. Sin embargo, por mi cuenta, pinté una Estación más que guardo en un sobre grande y que suplicaré lo puedan leer y colocar sobre mi tumba para cuando el Señor me llame.
Gracias a todos por vuestra presencia y cariño. Rezad por mí.
Aplauso y desfallecimiento de Alberto
Podemos imaginar el aplauso y la emoción de los presentes, especialmente de Luis. También la curiosidad por saber el contenido de esa última estación del Viacrucis. ¿Qué pintaría y qué escribiría como último mensaje? La emoción por fin venció al fuerte Alberto que rompió a llorar. No pudo recibir los abrazos porque comenzó a marearse y sufrió un leve desmayo. Un médico presente no diagnosticó nada grave pero si el inmediato traslado al Hospital.
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ENCONTRÓ A DIOS EN LA CRUZ
(1989)
Alberto tardó bastante tiempo en reponerse pues los síntomas de la leucemia cada semana se agravaban más. Muchos sufrimientos padeció en los primeros meses de 1989. El enfermo creía que no cumpliría un año más, el 15 de noviembre. En su meditación reflexionaba cómo su vida, a pesar de sus infidelidades, había sido una creciente búsqueda de Dios, peldaño tras peldaño. Y que el encuentro más profundo en la tierra lo estaba realizando ahora al aceptar la cruz de su enfermedad y compartir su dolor con quienes sufrían como él o más que él.
El Viacrucis, ¿obra maestra de pintura?
Mientras tanto, Luis llevó las Estaciones del Viacrucis a un salón parroquial y consultó a dos profesores de arte y a un pintor famoso. Los técnicos no daban crédito a lo que veían sus ojos. Era una obra de arte extraordinaria, fuera de serie. Querían verla completa. Lo que más les impresionaba era la parte izquierda de los cuadros que representaban situaciones humanas. ¡Qué imaginación! ¡Cuánta creatividad! ¡Qué estilo más bien logrado armonizando lo nuevo con lo antiguo! ¡Con qué acierto responde cada estación del Viacrucis! ¿Y esta obra ha sido pintada por un enfermo a pocos meses de su muerte? Parecía imposible tanta creatividad en una persona tan débil. Y es que el pintor Navarro había logrado un estilo muy peculiar y diferente al de años anteriores y que reflejaba en las escenas dramáticas de los personajes elegidos y en la Pasión del Señor. No lo dudaban: un gran acontecimiento artístico en pintura religiosa había surgido en Toledo. Su presentación merecía un acto solemne en la parroquia presidido por el nuevo Obispo, recién nombrado.
Alberto explica el resto de las estaciones
Satisfecho, Alberto escuchó las buenas noticias que transmitía con tanto gozo al párroco de Nuestra Señora de Nazaret, su gran confidente. Con impaciencia, Luis esperaba la explicación de las últimas estaciones del Viacrucis. Por fin, en una de las visitas y con dificultad en la respiración, Alberto fue descubriendo el significado de las situaciones dramáticas con el mensaje y la respuesta correspondiente.
Carmen buscaba fuerza, luz y paz
8ª Jesús consuela a las mujeres
Entre las mujeres afligidas, la historia de Carmen fue la que más impresionó al sacerdote pastor. Madre generosa hasta el sacrificio, su esposo postrado en cama, le “salieron” unos hijos tan egoístas que eran incapaces de ayudar al hermano deficiente. El consuelo de Josefa era la religión. En el hospital, atendiendo a su esposo, pudo conversar y confesar con el capellán. Ella con frecuencia exclamaba ¿De dónde me vendrá el consuelo en mis horas de fracaso y dolor?
Muy receptiva, escuchaba al sacerdote que le recordaba cómo siempre Jesús estaba con ella y que nunca le fallaría. Él seguiría siendo su fuerza, luz y paz para seguir adelante. Acude a la oración, le exhortaba Alberto, y sacarás el consuelo necesario. Y no pretendas solucionar inmediatamente tus problemas. Por otra parte, tú como cristiana generosa, sigue consolando a tantas personas tristes. Sigue pensando más en el dolor ajeno y menos en el tuyo. Y repite con frecuencia: Señor: que no me falte tu consuelo en el fracaso y que yo aprenda a consolar a los que están más afligidos y desamparados.
Robert, desesperado con su problema
9ª Jesús cae por tercera vez
Robert pertenecía a los “alcohólicos sociales” de viernes y sábado pero durante la semana era un padre ejemplar y un profesional muy competente. Por causa del alcoholismo, su familia le esperaba aterrorizada cada sábado por la noche dada su agresividad. Tenían que esconderle la escopeta de caza. El alcohol minó la salud y apareció una cirrosis galopante. En el fondo quería a su familia y deseaba ser un buen cofrade en Semana Santa. Cristiano practicante, pero los domingos por la tarde cuando ya estaba sereno. Buena persona, pero caía una y otra vez. El pobre se lamentaba: ¿por qué a pesar de mis propósitos vuelvo a caer? Y añadía: mis problemas parecen no tener solución. Me siento como desesperado.
El padre Alberto le animaba con el testimonio del Cristo de su Cofradía, el de la Tercera caída. Robert reaccionó una vez más y decía: Señor contemplo cómo caes y te levantas una y otra vez. No me dejaré vencer por el alcoholismo por muy arraigado que lo tenga. Enséñame a decir como San Pablo: contigo todo lo puedo porque tú me confortas. Yo por mi parte, te prometo poner lo que debo. Si puedo, ingresaré en un grupo de alcohólicos anónimos. Espero confiado tu ayuda. Señor: te suplico que no me dejes caer en esta situación desesperada; que te encuentre en mi fracaso para superar contigo el obstáculo de la bebida.
Miguel perdió hasta su misma dignidad
10ª Jesús es despojado de sus vestiduras
Miguel lo tenía todo y todo lo fue perdiendo. Su esposa víctima de Alzehimer, la hija se fugó de la casa con el amante y marchó al extranjero, el hijo sin trabajo y separado al poco tiempo de casarse, y perdió el dinero por malos negocios. Hasta la misma dignidad perdió Miguel porque, descontrolado, se refugiaba con frecuencia en el amor de otra mujer. Se comprende que sufriera varios infartos de muerte. Pero como sociólogo, le quedaba el espíritu crítico cuando se preguntaba ¿Por qué existen tantos pobres y oprimidos?
Hablando con el sacerdote, con Alberto, y solamente en plan de conversación comentaba: es alarmante el porcentaje de personas despojadas de sus derechos humanos, de sus bienes y hasta de la misma dignidad. El sacerdote aprovechaba la ocasión para decirle que Jesús respondía pacientemente, que también fue despojado de todo y así compartió la suerte de la persona víctima de otras personas o de las estructuras de poder. Y con delicadeza pero firme, le decía: recuerda también cómo antes de condenar a otros, también tú en ocasiones hiciste sufrir a tus semejantes. Y cómo pasaste indiferente ante los pobres y explotados. Te brindo esta plegaria: Señor: que no permanezca indiferente ante el despojo que sufren los hermanos. Y que me despoje de todo gesto que pueda hacer sufrir a mi prójimo.
Josefa, martirizada como miles de personas
11ª La crucifixión
Josefa, 25 años de casada, 25 años de martirio en la vida matrimonial. Así lo manifestó al cura capellán. Su marido, machista hasta la crueldad, se lo dijo con sarcasmo en la noche de la boda: “ahora sabrás lo que es la obediencia a tu marido que era incapaz de denunciarlo por su convicción cristiana. Su esposo, con frecuencia utilizaba el insulto y la blasfemia ante cualquier contrariedad. La pobre Josefa vivía atemorizada y estaba clavada en la cruz de su casa sin poder salir ante las amenazas de su marido agresivo y muy celoso. No tuvo hijos ni supo por un día lo que era la felicidad. Víctima de una paliza se curaba en el Hospital. Razón tenía en su queja: ¿por qué me has desamparado, Dios mío?
Alberto intentó consolarla haciendo ver el panorama de tantas personas clavadas en la cruz: la de una madre cuando muere su hijo único de accidente, la cruz de millones de madres al ver cómo fallecen sus hijos, víctimas del hambre mientras otros despilfarran en lujos ofensivos; los que trabajan en condiciones inhumanas mientras los opresores se enriquecen fácilmente; la cruz de tantos cónyuges y niños abandonados mientras el otro cónyuge "es feliz" con otra pareja. Cruz de tantos inocentes injustamente encarcelados mientras otros culpables pagan a un buen abogado y evitan la cárcel. Sí, Josefa, como tú, son millones los abandonados en este mundo. Y terminó exhortando a la cristiana practicante: mira la cruz, respuesta de solidaridad con todos los desamparados; recita también el salmo 21, recuerda las bienaventuranzas con el final cristiano de felicidad total al ver a Dios cara a cara en el cielo. Reza, Josefa, al Señor, y dile: vigoriza mi esperanza y mi amor ante el sufrimiento y que sepa unirme a tu pasión con mi dolor, y a tu resurrección con mi esperanza.
Juan pierde a su familia pero no la esperanza
12ª La muerte del Redentor
Por poco Juan también pierde la cabeza. La imprudencia de otro conductor causó un accidente mortal cuando volvía feliz a casa con su familia. En pocas horas, fallecieron su mujer y sus tres hijos. Al salir despedido del coche, él salvó la vida aunque luego decía que mejor hubiera sido la muerte. No dejaba de recordar cómo atendió a cada uno de sus hijos antes de morir. La última fue su mujer que le pedía cuidara de los niños sin saber que antes ya habían fallecido.
En el Hospital, Alberto intentaba que Juan no repitiera obsesivamente ¿Por qué la muerte? ¿Por qué morir?¿Por qué todos han muerto? Preguntas que le atormentaban ante la desaparición inesperada de los seres queridos. Como Juan era incapaz de escuchar, Alberto sí que reflexionaba: ante el dolor por la muerte, Jesús, respondió con su propia muerte "inoportuna" e injusta. Él dio un nuevo sentido a la muerte, el segundo nacimiento, la pascua que llevará al abrazo con el Padre.
Y como Juan sabía que su muerte se acercaba, pensó que debía prepararse con esperanza serena. Por ello, repetía: Señor, concédeme la gracia de morir como Tú; dame una buena muerte: morir en tu gracia habiendo cumplido en mi vida tu voluntad.
Dolores, consolada por María con su Hijo muerto
13ª Jesús en brazos de María
Dolores es una víctima más del terrorismo. No creyeron en la amenaza, pero ahora tiene entre sus brazos a su hijo, destrozado por una bomba lapa. En el atentado también falleció su esposo y el otro hijo. Ha quedado sola luchando contra la tentación del odio y contra la injusticia de quienes son insensibles a sus legítimos derechos. Pero Dolores es mujer valiente, de fe profunda, y pronto superó la frase de quien se queja: ¿existirá mayor dolor que el mío? De quien se cree la víctima mayor del mundo gritando: “nadie, nadie sufre como yo”.
A Dolores le consuela mucho cuanto el buen cura Alberto le recordaba a María sosteniendo en sus brazos el cuerpo muerto de su hijo. Y junto a María, tener presente a las víctimas inocentes del Sida, a los millones de niños que mueren por desnutrición, a todos los que en el mundo son ajusticiados por el fundamentalismo terrorista. A Dolores se la oía rezar: Señor, dame la gracia de aliviar mi dolor con el sufrimiento de tu madre y de cuantos en el mundo sufren igual o más que yo.
Don José, en la soledad y en el vacío
14ª Jesús es sepultado
Don José fue párroco por muchos años. Trabajador infatigable y dedicado en cuerpo y alma a su parroquia. Sin embargo, por su carácter tímido, algo huraño y con prontos de cólera, no logró nunca atraerse el cariño de los feligreses. Como tenía escasa inteligencia y dificultad en la expresión, los superiores y compañeros le fueron marginando. Estaba en el último pueblo de la Diócesis. Y para colmo de males, tuvo la desgracia de caerse de la moto y de fracturarse muchas costillas. Total, que terminó por tener que caminar con su andadera. Necesitaba la ayuda que el Hospital le proporcionaba para la salud física pero no para la espiritual, pues poco a poco entró en el sepulcro de la soledad y del vacío.
Alberto escuchó la pregunta frecuente de don José: ¿cómo superar la soledad y el vacío? Pregunta repetida de quienes perdieron a todos sus seres queridos y viven solos, abandonados. Son también aquellos a quienes les falta la salud y la ilusión por vivir: les abate el vacío y la soledad. Lamentablemente don José se encontraba en esta situación desesperanzada, con muchas preguntas y sin respuesta alguna.
A veces, Alberto recordaba al buen párroco cómo la madre de los sacerdotes, la
Virgen María, especialmente desde el viernes santo por la tarde, podía contestar mejor que nadie a su pregunta porque ella quedó sin nada, pero no entró en su corazón la soledad. ¡María siempre experimentó la presencia de Dios, el amor a todos y la esperanza en la resurrección de su hijo! Alberto, también, y como un sacerdote más, animaba a don José a que acudiera a María para que no le dominara el vacío y el desánimo. Y que tuviera el consuelo de la esperanza de quien, como grano de trigo, fructificaría más allá de la muerte.
La conversación terminaba rezando los dos sacerdotes juntos la misma oración: Señor, no me dejes en los momentos de soledad y angustia y hazme partícipe de la paz y esperanza de María tu madre y madre nuestra.
Presentación del Viacrucis en la parroquia
Finalizó la explicación de las catorce estaciones y Alberto accedió a los ruegos de Luis para que asistiera a la presentación del Viacrucis en la semana próxima, el viernes anterior a Semana Santa, popularmente la celebración de la Virgen de los Dolores. Le animó haciéndole ver la gran aceptación que tenía su obra y el bien que en Semana Santa podía producir a los fieles. Si no se encontraba con fuerzas, era suficiente con estar sentado y hablar unos minutos después que el mismo Luis hiciera la presentación de las Estaciones y el profesor de arte valorara el mérito de toda la obra.
Y así se realizó. La parroquia repleta de fieles. Luis y el profesor de arte hablaron dejando impresionados a cuantos miraban y remiraban las pinturas que adornaban el templo. Pero todos esperaban las palabras del sacerdote y pintor.
Palabras emocionadas de Alberto
Cuando le tocó el turno, Alberto hizo un esfuerzo y habló de pie. Con voz pausada, algo temblorosa, hablando más con el corazón que con la mente, dijo:
-Agradezco a Dios que me haya permitido terminar este Viacrucis como homenaje a todos los que sufren y han encontrado en Jesús y en María un motivo para abrazar la cruz y una razón para seguir viviendo.
-Permitidme que públicamente dé gracias al Señor por el don de la cruz de mi enfermedad. Porque:
-si en mi vida busqué y encontré a Dios en la belleza de la pintura con alguna que otra gracia especial. (Alberto recordó para sí las diferentes manifestaciones que recibiera por parte de Jesús y María);
-si también busqué y encontré a Jesús como Verdad en la enseñanza de la Teología, como Pastor en el ministerio sacerdotal, como Maestro en la buena nueva del Reino de Dios, como Liberador en los pobres del tercer mundo y como Enamorado de Dios cuando leía al místico san Juan de la cruz;
-sin embargo donde lo he encontrado de manera más profunda ha sido como Redentor y Salvador aceptando la cruz de mi enfermedad, compartida durante meses con los enfermos de nuestro querido Hospital provincial.
Y continuó con emoción cada vez más intensa.
Les habla un sacerdote enfermo, pintor y teólogo, que pide perdón a Dios y a cuantos traté, por los errores, por las omisiones y por las ofensas cometidas.
Alberto prosiguió con intenso dominio para no derramar lágrimas: mi testamento está incluido en cada una de las 14 estaciones que podéis contemplar. Sin embargo, por mi cuenta, pinté una Estación más que guardo en un sobre grande y que suplicaré lo puedan leer y colocar sobre mi tumba para cuando el Señor me llame.
Gracias a todos por vuestra presencia y cariño. Rezad por mí.
Aplauso y desfallecimiento de Alberto
Podemos imaginar el aplauso y la emoción de los presentes, especialmente de Luis. También la curiosidad por saber el contenido de esa última estación del Viacrucis. ¿Qué pintaría y qué escribiría como último mensaje? La emoción por fin venció al fuerte Alberto que rompió a llorar. No pudo recibir los abrazos porque comenzó a marearse y sufrió un leve desmayo. Un médico presente no diagnosticó nada grave pero si el inmediato traslado al Hospital.