Novela PHD 15º. Humillado y consolado
Extraordinario el mensaje de la segunda visita de Jesús y María, pero el prudente Alberto guardó estricto silencio para evitar conflictos mayores. Y con normalidad transcurrió su vida hasta que el primer teólogo de la diócesis, el doctor Navarro, sufrió una gran derrota ante su alumno Javier en la Asamblea para celebrar los 20 años del posconcilio (1965-1985). Alberto fracasó ante el clero y en poco tiempo cayó en depresión. Fue entonces cuando recibió la tercera visita de Jesús y María quienes le reprocharon su orgullo y le exhortaron a la humildad para recuperar la paz. Consolado y atrevido, Alberto formuló dos preguntas más. A todo recibió respuesta. Y además, una recomendación sobre su salud corporal
15
HUMILLADO Y CONSOLADO
Junio 1985
Asamblea para celebrar el posconcilio (1965-1985)
Y llegó 1985. Don José María, el obispo de la diócesis a punto de jubilarse, convocó a una semana de formación sacerdotal para celebrar los 20 años del Vaticano II. Las ponencias giraron en torno al tema “Cristo y el Reino de Dios según la Gaudium et spes”.
Dos fueron los profesores designados para los temas de cada día: el doctor Alberto Navarro como especialista en cristología, y para la parte bíblica el joven doctor, Javier Sanchís, antiguo alumno del “viejo profesor Navarro” y que acababa de terminar con brillante calificación los estudios en el Bíblico de Roma.
La asamblea diocesana tuvo lugar en la primera semana de mayo de 1985. Las cinco intervenciones de Alberto fueron bien acogidas pero solamente por algunos de los sacerdotes mayores de 50 años. Ellos sí supieron valorar la sólida fundamentación teológica y la “sana doctrina” de sus criterios. Afirmaban: en definitiva, Alberto expuso cuanto se puede afirmar acerca de la persona de Cristo y sobre las perspectivas del Reino y reinado de Dios en el mundo de hoy con los textos de la Gaudium et spes.
Pero no opinaban lo mismo la mayoría de los sacerdotes, especialmente el grupo de los más jóvenes a quienes el enfoque y criterios del doctor Navarro parecían muy conservadores y de poca novedad. Sonaba todo a unas clases más de cristología anteriores al Concilio. Insistían en que tanto al enfoque como al desarrollo de la temática le habían faltado creatividad y aplicaciones actuales. En definitiva, el Cristo y el Reino de Dios presentado por el doctor Navarro resultaban poco atrayentes para el mundo actual. Por supuesto que Jesús de Nazaret hubiera expuesto hoy día de “otro modo” su gran proyecto, la buena nueva del Reino. El doctor Navarro, muy “místico”, se había olvidado de sus experiencias apostólicas en América Latina. Se notaba que la Constitución pastoral del Vaticano II no gozaba de las simpatías del profesor de cristología.
Por el contrario, la mayoría de los asistentes y especialmente los jóvenes sacerdotes, quedaron fascinados por el enfoque y el desarrollo que Javier, (así le llamaban en plan familiar), dio a Cristo y al Reino de Dios en el documento conciliar. Resulta que con sus estudios bíblicos recientes y con una sensibilidad joven, logró presentar una imagen sugestiva de la figura de Jesús al resaltar sus valores humanos. También acertó al presentar el Reino de Dios como la gran propuesta para los retos del mundo secularista. Dio a entender que, además de la fundamentación bíblica, dominaba perfectamente la letra y el espíritu de la Gaudium et spes. Pero no faltaron críticas, esta vez por parte de los sacerdotes “mayores” que cuestionaron al Jesús analizado por Javier. Ese Jesús, criticaban, resulta ser, prácticamente, como un líder humano más, despojado de su condición divina y de su relación con Dios Padre y sin destacar la misión redentora. Tampoco les pareció bien que el reino de Dios tal y como lo presentaba Sanchís se redujera a un proyecto humano más, aunque fuera el mejor, para los problemas del mundo moderno. En definitiva, faltaba fe y sobraba humanismo de tinte secularista.
Temática conflictiva
A lo largo de la semana el debate fue intenso por los interrogantes propuestos para el diálogo. Los temas giraban en torno a Cristo y el Reino. Sobre Jesucristo, los dos expositores tenía que responder a estos interrogantes:
¿qué imagen sobre Jesús presenta el Vaticano II?
¿Protagoniza Jesús el mayor valor de la historia?
Cristo, ¿merece la admiración universal o solamente por parte de algunos fanáticos?
¿Fue el hijo del carpintero “un manso cordero” o un revolucionario?
Ante la obra de Jesús: ¿resultó ser un buen samaritano o “algo” más?
En plan de valores humanos: ¿nos encontramos ante un “superhombre” del amor fraterno o “algo más”?
Desde el pluralismo: ¿cuál es la interpretación más completa sobre Jesús?
En definitiva y desde la fe: ¿es Jesús un hombre extraordinario o el Dios Redentor?
Unido a la figura de Jesús, el tema del Reino de Dios, fue presentado con las preguntas siguientes:
¿Iglesia o Reino de Dios en el Concilio?
¿Es el tema del Reino lo esencial de la predicación del Maestro o un tema complementario?
¿Hasta qué punto soluciona el Reino de Dios los problemas humanos?
¿Existió vinculación entre el mensaje del Reino y la praxis de milagros y relaciones en Jesús?
¿Cómo insertar en la Iglesia, la cultura de la vida presente en el reino de Dios?
¿Encajan las relaciones interpersonales del mundo secularista en la mística de un Dios presente en el corazón humano del Reino de Dios?
¿Hipotecan o enriquecen la libertad Dios, Cristo y la Iglesia? ¿Pasividad o compromiso en la relación Iglesia-Mundo?
Venció la juventud
Cada ponente, Alberto y Javier, tenían que fundamentar sus respuestas. Una vez más, los dos expositores arriesgaban sus criterios ante el Obispo y los sacerdotes asistentes, unos 90 en total. Después de las intervenciones del cristólogo y del biblista, (Alberto y Javier), los participantes se reunían por grupos combinando las edades de modo que hubiera representantes de cada generación. Pronto apareció el diálogo tenso e intenso, fuente de conflictos y con opiniones radicalizadas. En general, las intervenciones de Alberto Navarro resultaban un tanto frías, muy académicas y poco convincentes. Sin embargo cuando intervenía Javier Sanchís despertaba un entusiasmo inusitado. Venció la juventud.
Ante la posible división en su clero, el Obispo, doctor en teología por Roma en los años cuarenta, intervino para armonizar las diversas posiciones y alabar a los dos ponentes. La unión resultó tarea bastante difícil y la división fue inevitable. En la confusión no faltó quien preguntara sin obtener respuesta: ¿cómo expondría Jesús hoy día lo que entonces dijo sobre el reino de Dios?
Alberto, humillado, entra por quinta vez en crisis
Terminó la Asamblea que no ayudó mucho a la unidad entre los componentes. Más de un sacerdote salió un tanto confuso y decepcionado de las jornadas de formación. Alguno, hasta amargado como el mismo doctor Navarro, que, además se sintió muy humillado por las críticas recibidas.
-“A él, profesor de cristología por muchos años, le acusaban de fosificar la imagen de Jesús, de parcializar la doctrina sobre el Reino de Dios, y, lo más grave, que no había entendido el mensaje y los desafíos pastorales que lanzó el concilio Vaticano II”.
De hecho, bajó mucho la estima como profesor y sacerdote. Así apareció en las elecciones para el consejo presbiteral. Alberto obtuvo solamente los votos de los condiscípulos. Sin embargo, Javier Sanchis arrasó “con una mayoría absoluta” y a pesar de su juventud.
El viejo profesor y servicial Alberto, experimentó la humillación más grande de su vida. Además de las críticas y del resultado de la votación, no faltaron las sonrisas socarronas de quienes contemplan a un vencido, las palmaditas de compasión en el hombro de algún hipócrita que daba ánimos para seguir adelante, la negación del saludo de quien antes alabara al “gran” profesor. Y el mismo Luis, no respondió como amigo que defiende al amigo.
Alberto, solo y humillado, entró en la quinta crisis. La primera, en la juventud víctima del odio, logró la reconciliación mediante la reflexión personal. La más grave y universal la experimentó en América pero con la ayuda de Luis salió del pozo donde había perdido su dignidad como sacerdote. Pasajera y sin especiales consecuencias, la tercera crisis que podemos denominar “mística”; con la intervención de don Felipe, Alberto siguió tranquilamente su proyecto de vida. La cuarta crisis estuvo ocasionada por la visita que recibió de Jesús y María. Suscitó varios conflictos que pudieron resolverse, en buen aparte, gracias a la ayuda de Félix, el psiquiatra amigo.
La quinta crisis
Y ahora, la quinta crisis, la suscitada por las humillaciones recibidas con motivo de la asamblea sacerdotal y que provocó por un tiempo cambios notables. El sacerdote muy espiritual no encajó con humildad el fracaso. El creyente y místico descuidó la oración. Y del temperamental Alberto surgieron muchas respuestas propias del soberbio: perdió la paz interior, quedó dominado por el impulso de la propia excelencia, desorbitó su dignidad, mostró hipersensibilidad hacia su propio honor y fama. Prácticamente, no admitía a nadie superior a sí mismo. Minusvaloraba las críticas, incapaz de escuchar algún juicio negativo sobre su persona, exageraba la estima legítima de su propio valer, saber y poseer. Llegó hasta despreciar internamente a los demás, a quienes se oponían a sus criterios y actuación en la asamblea. Sí, por un tiempo se mostró sordo, incapaz de escuchar algún juicio negativo sobre su persona.
Y entró en depresión
Alberto experimentó la soledad y las carencias de la afectividad al no sentirse valorado, aceptado y amado. Durante un tiempo dejó de asistir a las reuniones de los compañeros encerrándose en sí mismo. Los que le trataban, notaban su semblante ensombrecido, triste, de persona cansada y apática. Si antes dormía de un tirón, ahora le costaba dormir, despertándose muchas veces. Él notaba que se levantaba de malhumor, con dolores de cabeza y con algún que otro mareo. La misma vida espiritual, mística en ocasiones, parecía apagarse por momentos. Con frecuencia le atormentaba el sentimiento de culpabilidad por su pasado. Y su gran pasión, pintar y pintar, se le estaba convirtiendo en un martirio por la torpeza en plasmar en el lienzo sus ideas como en los meses anteriores. Él, orgulloso por naturaleza, tenía la autoestima por los suelos.
No había duda, el pintor y doctor Alberto Navarro padecía los efectos de la depresión: perdió el interés por la pintura que siempre le apasionó; se mostraba apático hasta en el trato con Luis, en sus tareas destacaba la fatiga y la poca energía. Espiritualmente le asaltaron sentimientos de culpa y como de persona impotente e inútil. El optimismo vital de Alberto desapareció dando paso al pesimismo, una bajada en la autoestima y en las motivaciones para vivir. En su vida surgió el aislamiento y la parálisis relacional.
Total, que tuvo que visitar a Félix, el psiquiatra amigo, a quien contó los síntomas que padecía y lo sucedido en la Asamblea sacerdotal pero nada referente a la segunda visita de Jesús y María. Tampoco el doctor le preguntó por este acontecimiento extraordinario. Como especialista en psicología humana, centró sus preguntas sobre algunos aspectos más íntimos de la personalidad de Alberto. Con los datos obtenidos, muy pronto diagnosticó:
-Alberto, lo que tienes es una, llamemos, depresión no endógena sino exógena, pasajera y superficial. Pero no eres una persona deprimida. Pronto superarás estos efectos negativos. Te recetaré un calmante “inofensivo” que no crea adicción y que lo puedes dejar cuando te sientas mejor. Te recomiendo una temporada de vacaciones y trabajar lo menos posible. Más que esa aparente depresión, lo que me preocupa son los síntomas persistentes de anemia que padeces. Yo de ti visitaría a un especialista.
Y concluyó el psiquiatra amigo: queda en pie mi propósito de visitarte como penitente. Sigue rezando por mí.
La terapia recibida de quienes menos esperaba
Alberto siguió los consejos de Félix: dejó por un tiempo las clases en el seminario, redujo su actividad en la parroquia y planeó unas vacaciones en un monasterio cercano a Roma. Por su cuenta, procuró normalizar su vida “como si nada” hubiera ocurrido en la Asamblea sacerdotal y, nuevamente, buscó su refugio en la pintura. Aunque tenía dificultades para pintar, hizo un esfuerzo para dar los últimos retoques al cuadro que le habían encomendado sobre Jesús y María dialogando después del Sermón de la montaña. En un primer plano, se encontraban ellos dos, Jesús y María, en comunicación de madre-hijo. Detrás, se divisaban a los discípulos y en el fondo-fondo la multitud que había escuchado al Maestro.
Estamos en el 30 junio de 1985. Y lo que menos podía imaginar sucedió. ¡Nuevamente la voz de Jesús que le hablaba saliendo del cuadro juntamente con su Madre! En esta tercera manifestación Alberto no se impresionó mucho aunque los “visitantes” se pusieran en movimiento y le hablaran. Lo que sí le impactaron fueron las frases tan fuertes que escuchó de Jesús:
Jesús corrige
-“Ahora, Alberto, somos nosotros los que tomamos la iniciativa para comunicarnos contigo y para levantar tus ánimos tan decaídos después de la “batalla” sobre mi persona y mi tema preferido, el reino de Dios”.
-“Afronta la verdad que te humilla: el éxito de Javier, tu alumno, las críticas que has recibido y esa especie de fracaso ante el clero diocesano son las causas de tu “depresión”. Te has sentido herido en tu orgullo, en tu amor propio, en tu “dignidad” como primer teólogo de la diócesis. Tu situación no es la de una persona deprimida, sino del soberbio humillado”.
María suaviza y aconseja
-“Lo que necesitas, Alberto, -era la voz de la Madre que intervenía para suavizar la firmeza en las palabras de Jesús-, es una cura de humildad para recuperar la paz. Medita en el Sermón de la montaña, ten presente el testimonio de mi hijo, pon en práctica criterios como “todo el que se ensalce será humillado y el que se humilla, será ensalzado” (Mt 23,12); el que sea mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que manda como el que sirve (Lc 22,26). Insiste en la humildad del publicano frente a la soberbia del fariseo (Lc 11,4). Sí, Alberto, sí, debes aceptar tus límites, reconocer las deficiencias que tienes, relativizar las ofensas recibidas, analizar con serenidad las causas y modera tus deseos, no ambiciones, ante lo que no puedes o no debes poseer ni esperar”.
La reacción de Alberto y la invitación de Jesús
Los pocos segundos que duró la “reprimenda” de personas tan queridas fueron suficientes para que Alberto cayera del caballo de su orgullo y respondiera:
-Gracias Jesús, gracias Madre por vuestra visita tan inesperada. Y gracias por la corrección que tanto necesitaba. Gracias. Vuestras palabras serán el eje del próximo retiro espiritual
Le contesta Jesús:
-“Bien, Alberto, ya ves que nos has pintado, no en Nazaret sino charlando, la madre y yo, después del largo sermón del Monte. Ten valor para vivir tu compromiso colaborando conmigo en la edificación del Reino. Imagino que con el mensaje de la segunda manifestación ya tienes las respuestas a tus preguntas. ¿Necesitas saber algo más?”
Cómo predicar sobre el reino de Dios
Alberto empezó a recuperarse del chaparrón recibido. Se armó de valor para seguir hablando:
-Me da vergüenza formularte más preguntas pero me gustaría escuchar de tus labios la respuesta al tema que me plantearon y que no supe responder:¿cómo expondrías tú, hoy día, lo que entonces anunciaste sobre el reino de Dios? Y perdona mi atrevimiento si amplío el interrogante: si hoy día tuvieras que predicar la Buena Nueva del reino de Dios: ¿cómo lo harías y qué dirías como novedad, cómo anunciarías tu mensaje a nuestro mundo secularista?
Los énfasis que daría Jesús
-“Alberto, mucho me pides. Prácticamente todo está dicho e interpretado. Yo repetiría el mismo mensaje teniendo presente la situación actual de los oyentes. Ahora bien, para no decepcionarte convertiré la respuesta a tu pregunta en varios “énfasis” o criterios imprescindibles”.
-¿Cuáles?
-“Te los expondré con toda brevedad.
1º Presentar el Reino-reinado en clave de presencia amorosa de Dios Padre en las personas, relaciones, tareas e instituciones.
2º Insistir en el don de la fe. El Reino como misterio se entiende a la luz de la fe en mi persona y en mi vida entera.
3º Atender a la intencionalidad. Lo que pretende el Reino es ante todo la felicidad y la salvación en la tierra y en el cielo, de toda persona y de todos los hombres sin exclusión alguna. Y que se traduce en el enriquecimiento de todo lo humano.
4º Pedir a los comprometidos en la edificación del reino de Dios, que tengan un gran amor a Dios y al prójimo y que sean los primeros a la hora de servir al necesitado, dar testimonio de la verdad con su sinceridad, de la justicia con el respeto, de la libertad con el dominio sobre todo impulso desordenado, de la paz con la mansedumbre y de la vida temporal con la luz de la esperanza que asegura el encuentro con Dios tras la muerte.
5º A los que anuncian el Reino les pido que su mensaje sea respuesta a situaciones concretas, a las necesidades y aspiraciones aunque sean del mundo secularista, ateo o de otras religiones.
6º Por último, pero lo más importante: no convencerá sobre la belleza del Reino quien no esté enamorado de Dios. No impactará al auditorio quien no hable con entusiasmo ni vibre con la ilusión de hacer felices a los hermanos”.
La curiosidad insaciable del teólogo
Alberto escuchó asombrado las palabras de Jesús. Quizás se trataba de conceptos que él había manejado, pero ahora, salidos de la boca del Maestro, le impactaron como una luz que orienta su pasado, presente y futuro.
Mientras hablaba el Maestro Jesús, Alberto miraba de reojo a la Madre que también escuchaba con atención. Le costó reponerse y lamentó no haber tomado nota de lo escuchado. Como el rostro de Jesús, al principio serio y solemne, cambió y adquirió la sonrisa propicia al diálogo, el alumno corregido, el doctor Navarro, tomó aliento y con tono tímido y vacilante hizo una señal para poder intervenir. El sí automático de Jesús propició la formulación de otra pregunta.
-Maestro Jesús, toda la doctrina del Reino, ¿fue enteramente tuya o recibiste alguna que otra ayuda? En concreto: ¿intervino tu madre la Virgen María?
Responde el misericordioso Maestro
Brillaron dos sonrisas más que pacientes, misericordiosas. Y con un tono de corrección Jesús respondió:
-“Alberto, la Madre, tan humilde y cariñosa, no se enfada por tus pregunta que manifiesta “un mucho” de ignorancia sobre cómo fueron nuestras relaciones. Sería más exacto plantearse hasta qué punto gran parte de mi doctrina tiene origen en lo que mi gran educadora me enseñó sobre el amor a Dios y al prójimo. Te repito lo que te dije en la manifestación anterior.
-Si me entiendes bien, Alberto, habría que hablar con propiedad del Reino de Dios según Jesús y con la colaboración de María y de José. Sinceramente, a mí me resulta difícil no encontrar alguna que otra palabra de la Madre en mis parábolas y alegorías. Todo, fruto de su espiritualidad femenina-maternal o de lo que escuchara a José, buen conocedor de la sabiduría del Antiguo Testamento. Claro está que la acción del Espíritu es decisiva en todo el mensaje”.
María, siempre humilde. Despedida y ruegos
-“Calla, calla Jesús. Por favor, no sigas.
El rostro de la Madre, la que hablaba con normalidad desde el cuadro, pareció sonrojarse ante las palabras de su hijo. Sin embargo no tuvo inconveniente en añadir con toda firmeza:
-“lo que muchos de mis devotos desconocen es que nuestra comunicación en casa era totalmente diferente a la que manteníamos fuera del hogar o ante otras personas”.
Y cambiando de conversación, en plan de humor y de amable reproche concluyó:
-“Alberto, tienes que cambiar el cuadro de la despedida en el que se aprecia a Jesús despidiendo a su madre, y a ésta, una servidora, con lágrimas en los ojos. La historia fue muy diferente. Fue un abrazo alegre con el gesto de “hasta pronto, hijo, hasta pronto, mamá”.
-“Y dos ruegos para finalizar esta tercera visita. Introduce un rostro alegre, el mío, en tu pintura.
Y, como madre, cuida tu salud, que me está preocupando. Sigue fielmente lo que te prescriben los médicos”.
El hijo agradecido y obediente
Sí, Madre, sí, mamá
Marcharon los visitantes y Alberto quedó con una impresión agridulce porque le inquietó que la Virgen María en las dos últimas apariciones se preocupara de su salud. “Bueno, pues tendré que visitar al médico. La súplica de la Madre es un mandato para mí. Pero estoy seguro que se trata de alguna secuela de la depresión. Algo sin importancia”.
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HUMILLADO Y CONSOLADO
Junio 1985
Asamblea para celebrar el posconcilio (1965-1985)
Y llegó 1985. Don José María, el obispo de la diócesis a punto de jubilarse, convocó a una semana de formación sacerdotal para celebrar los 20 años del Vaticano II. Las ponencias giraron en torno al tema “Cristo y el Reino de Dios según la Gaudium et spes”.
Dos fueron los profesores designados para los temas de cada día: el doctor Alberto Navarro como especialista en cristología, y para la parte bíblica el joven doctor, Javier Sanchís, antiguo alumno del “viejo profesor Navarro” y que acababa de terminar con brillante calificación los estudios en el Bíblico de Roma.
La asamblea diocesana tuvo lugar en la primera semana de mayo de 1985. Las cinco intervenciones de Alberto fueron bien acogidas pero solamente por algunos de los sacerdotes mayores de 50 años. Ellos sí supieron valorar la sólida fundamentación teológica y la “sana doctrina” de sus criterios. Afirmaban: en definitiva, Alberto expuso cuanto se puede afirmar acerca de la persona de Cristo y sobre las perspectivas del Reino y reinado de Dios en el mundo de hoy con los textos de la Gaudium et spes.
Pero no opinaban lo mismo la mayoría de los sacerdotes, especialmente el grupo de los más jóvenes a quienes el enfoque y criterios del doctor Navarro parecían muy conservadores y de poca novedad. Sonaba todo a unas clases más de cristología anteriores al Concilio. Insistían en que tanto al enfoque como al desarrollo de la temática le habían faltado creatividad y aplicaciones actuales. En definitiva, el Cristo y el Reino de Dios presentado por el doctor Navarro resultaban poco atrayentes para el mundo actual. Por supuesto que Jesús de Nazaret hubiera expuesto hoy día de “otro modo” su gran proyecto, la buena nueva del Reino. El doctor Navarro, muy “místico”, se había olvidado de sus experiencias apostólicas en América Latina. Se notaba que la Constitución pastoral del Vaticano II no gozaba de las simpatías del profesor de cristología.
Por el contrario, la mayoría de los asistentes y especialmente los jóvenes sacerdotes, quedaron fascinados por el enfoque y el desarrollo que Javier, (así le llamaban en plan familiar), dio a Cristo y al Reino de Dios en el documento conciliar. Resulta que con sus estudios bíblicos recientes y con una sensibilidad joven, logró presentar una imagen sugestiva de la figura de Jesús al resaltar sus valores humanos. También acertó al presentar el Reino de Dios como la gran propuesta para los retos del mundo secularista. Dio a entender que, además de la fundamentación bíblica, dominaba perfectamente la letra y el espíritu de la Gaudium et spes. Pero no faltaron críticas, esta vez por parte de los sacerdotes “mayores” que cuestionaron al Jesús analizado por Javier. Ese Jesús, criticaban, resulta ser, prácticamente, como un líder humano más, despojado de su condición divina y de su relación con Dios Padre y sin destacar la misión redentora. Tampoco les pareció bien que el reino de Dios tal y como lo presentaba Sanchís se redujera a un proyecto humano más, aunque fuera el mejor, para los problemas del mundo moderno. En definitiva, faltaba fe y sobraba humanismo de tinte secularista.
Temática conflictiva
A lo largo de la semana el debate fue intenso por los interrogantes propuestos para el diálogo. Los temas giraban en torno a Cristo y el Reino. Sobre Jesucristo, los dos expositores tenía que responder a estos interrogantes:
¿qué imagen sobre Jesús presenta el Vaticano II?
¿Protagoniza Jesús el mayor valor de la historia?
Cristo, ¿merece la admiración universal o solamente por parte de algunos fanáticos?
¿Fue el hijo del carpintero “un manso cordero” o un revolucionario?
Ante la obra de Jesús: ¿resultó ser un buen samaritano o “algo” más?
En plan de valores humanos: ¿nos encontramos ante un “superhombre” del amor fraterno o “algo más”?
Desde el pluralismo: ¿cuál es la interpretación más completa sobre Jesús?
En definitiva y desde la fe: ¿es Jesús un hombre extraordinario o el Dios Redentor?
Unido a la figura de Jesús, el tema del Reino de Dios, fue presentado con las preguntas siguientes:
¿Iglesia o Reino de Dios en el Concilio?
¿Es el tema del Reino lo esencial de la predicación del Maestro o un tema complementario?
¿Hasta qué punto soluciona el Reino de Dios los problemas humanos?
¿Existió vinculación entre el mensaje del Reino y la praxis de milagros y relaciones en Jesús?
¿Cómo insertar en la Iglesia, la cultura de la vida presente en el reino de Dios?
¿Encajan las relaciones interpersonales del mundo secularista en la mística de un Dios presente en el corazón humano del Reino de Dios?
¿Hipotecan o enriquecen la libertad Dios, Cristo y la Iglesia? ¿Pasividad o compromiso en la relación Iglesia-Mundo?
Venció la juventud
Cada ponente, Alberto y Javier, tenían que fundamentar sus respuestas. Una vez más, los dos expositores arriesgaban sus criterios ante el Obispo y los sacerdotes asistentes, unos 90 en total. Después de las intervenciones del cristólogo y del biblista, (Alberto y Javier), los participantes se reunían por grupos combinando las edades de modo que hubiera representantes de cada generación. Pronto apareció el diálogo tenso e intenso, fuente de conflictos y con opiniones radicalizadas. En general, las intervenciones de Alberto Navarro resultaban un tanto frías, muy académicas y poco convincentes. Sin embargo cuando intervenía Javier Sanchís despertaba un entusiasmo inusitado. Venció la juventud.
Ante la posible división en su clero, el Obispo, doctor en teología por Roma en los años cuarenta, intervino para armonizar las diversas posiciones y alabar a los dos ponentes. La unión resultó tarea bastante difícil y la división fue inevitable. En la confusión no faltó quien preguntara sin obtener respuesta: ¿cómo expondría Jesús hoy día lo que entonces dijo sobre el reino de Dios?
Alberto, humillado, entra por quinta vez en crisis
Terminó la Asamblea que no ayudó mucho a la unidad entre los componentes. Más de un sacerdote salió un tanto confuso y decepcionado de las jornadas de formación. Alguno, hasta amargado como el mismo doctor Navarro, que, además se sintió muy humillado por las críticas recibidas.
-“A él, profesor de cristología por muchos años, le acusaban de fosificar la imagen de Jesús, de parcializar la doctrina sobre el Reino de Dios, y, lo más grave, que no había entendido el mensaje y los desafíos pastorales que lanzó el concilio Vaticano II”.
De hecho, bajó mucho la estima como profesor y sacerdote. Así apareció en las elecciones para el consejo presbiteral. Alberto obtuvo solamente los votos de los condiscípulos. Sin embargo, Javier Sanchis arrasó “con una mayoría absoluta” y a pesar de su juventud.
El viejo profesor y servicial Alberto, experimentó la humillación más grande de su vida. Además de las críticas y del resultado de la votación, no faltaron las sonrisas socarronas de quienes contemplan a un vencido, las palmaditas de compasión en el hombro de algún hipócrita que daba ánimos para seguir adelante, la negación del saludo de quien antes alabara al “gran” profesor. Y el mismo Luis, no respondió como amigo que defiende al amigo.
Alberto, solo y humillado, entró en la quinta crisis. La primera, en la juventud víctima del odio, logró la reconciliación mediante la reflexión personal. La más grave y universal la experimentó en América pero con la ayuda de Luis salió del pozo donde había perdido su dignidad como sacerdote. Pasajera y sin especiales consecuencias, la tercera crisis que podemos denominar “mística”; con la intervención de don Felipe, Alberto siguió tranquilamente su proyecto de vida. La cuarta crisis estuvo ocasionada por la visita que recibió de Jesús y María. Suscitó varios conflictos que pudieron resolverse, en buen aparte, gracias a la ayuda de Félix, el psiquiatra amigo.
La quinta crisis
Y ahora, la quinta crisis, la suscitada por las humillaciones recibidas con motivo de la asamblea sacerdotal y que provocó por un tiempo cambios notables. El sacerdote muy espiritual no encajó con humildad el fracaso. El creyente y místico descuidó la oración. Y del temperamental Alberto surgieron muchas respuestas propias del soberbio: perdió la paz interior, quedó dominado por el impulso de la propia excelencia, desorbitó su dignidad, mostró hipersensibilidad hacia su propio honor y fama. Prácticamente, no admitía a nadie superior a sí mismo. Minusvaloraba las críticas, incapaz de escuchar algún juicio negativo sobre su persona, exageraba la estima legítima de su propio valer, saber y poseer. Llegó hasta despreciar internamente a los demás, a quienes se oponían a sus criterios y actuación en la asamblea. Sí, por un tiempo se mostró sordo, incapaz de escuchar algún juicio negativo sobre su persona.
Y entró en depresión
Alberto experimentó la soledad y las carencias de la afectividad al no sentirse valorado, aceptado y amado. Durante un tiempo dejó de asistir a las reuniones de los compañeros encerrándose en sí mismo. Los que le trataban, notaban su semblante ensombrecido, triste, de persona cansada y apática. Si antes dormía de un tirón, ahora le costaba dormir, despertándose muchas veces. Él notaba que se levantaba de malhumor, con dolores de cabeza y con algún que otro mareo. La misma vida espiritual, mística en ocasiones, parecía apagarse por momentos. Con frecuencia le atormentaba el sentimiento de culpabilidad por su pasado. Y su gran pasión, pintar y pintar, se le estaba convirtiendo en un martirio por la torpeza en plasmar en el lienzo sus ideas como en los meses anteriores. Él, orgulloso por naturaleza, tenía la autoestima por los suelos.
No había duda, el pintor y doctor Alberto Navarro padecía los efectos de la depresión: perdió el interés por la pintura que siempre le apasionó; se mostraba apático hasta en el trato con Luis, en sus tareas destacaba la fatiga y la poca energía. Espiritualmente le asaltaron sentimientos de culpa y como de persona impotente e inútil. El optimismo vital de Alberto desapareció dando paso al pesimismo, una bajada en la autoestima y en las motivaciones para vivir. En su vida surgió el aislamiento y la parálisis relacional.
Total, que tuvo que visitar a Félix, el psiquiatra amigo, a quien contó los síntomas que padecía y lo sucedido en la Asamblea sacerdotal pero nada referente a la segunda visita de Jesús y María. Tampoco el doctor le preguntó por este acontecimiento extraordinario. Como especialista en psicología humana, centró sus preguntas sobre algunos aspectos más íntimos de la personalidad de Alberto. Con los datos obtenidos, muy pronto diagnosticó:
-Alberto, lo que tienes es una, llamemos, depresión no endógena sino exógena, pasajera y superficial. Pero no eres una persona deprimida. Pronto superarás estos efectos negativos. Te recetaré un calmante “inofensivo” que no crea adicción y que lo puedes dejar cuando te sientas mejor. Te recomiendo una temporada de vacaciones y trabajar lo menos posible. Más que esa aparente depresión, lo que me preocupa son los síntomas persistentes de anemia que padeces. Yo de ti visitaría a un especialista.
Y concluyó el psiquiatra amigo: queda en pie mi propósito de visitarte como penitente. Sigue rezando por mí.
La terapia recibida de quienes menos esperaba
Alberto siguió los consejos de Félix: dejó por un tiempo las clases en el seminario, redujo su actividad en la parroquia y planeó unas vacaciones en un monasterio cercano a Roma. Por su cuenta, procuró normalizar su vida “como si nada” hubiera ocurrido en la Asamblea sacerdotal y, nuevamente, buscó su refugio en la pintura. Aunque tenía dificultades para pintar, hizo un esfuerzo para dar los últimos retoques al cuadro que le habían encomendado sobre Jesús y María dialogando después del Sermón de la montaña. En un primer plano, se encontraban ellos dos, Jesús y María, en comunicación de madre-hijo. Detrás, se divisaban a los discípulos y en el fondo-fondo la multitud que había escuchado al Maestro.
Estamos en el 30 junio de 1985. Y lo que menos podía imaginar sucedió. ¡Nuevamente la voz de Jesús que le hablaba saliendo del cuadro juntamente con su Madre! En esta tercera manifestación Alberto no se impresionó mucho aunque los “visitantes” se pusieran en movimiento y le hablaran. Lo que sí le impactaron fueron las frases tan fuertes que escuchó de Jesús:
Jesús corrige
-“Ahora, Alberto, somos nosotros los que tomamos la iniciativa para comunicarnos contigo y para levantar tus ánimos tan decaídos después de la “batalla” sobre mi persona y mi tema preferido, el reino de Dios”.
-“Afronta la verdad que te humilla: el éxito de Javier, tu alumno, las críticas que has recibido y esa especie de fracaso ante el clero diocesano son las causas de tu “depresión”. Te has sentido herido en tu orgullo, en tu amor propio, en tu “dignidad” como primer teólogo de la diócesis. Tu situación no es la de una persona deprimida, sino del soberbio humillado”.
María suaviza y aconseja
-“Lo que necesitas, Alberto, -era la voz de la Madre que intervenía para suavizar la firmeza en las palabras de Jesús-, es una cura de humildad para recuperar la paz. Medita en el Sermón de la montaña, ten presente el testimonio de mi hijo, pon en práctica criterios como “todo el que se ensalce será humillado y el que se humilla, será ensalzado” (Mt 23,12); el que sea mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que manda como el que sirve (Lc 22,26). Insiste en la humildad del publicano frente a la soberbia del fariseo (Lc 11,4). Sí, Alberto, sí, debes aceptar tus límites, reconocer las deficiencias que tienes, relativizar las ofensas recibidas, analizar con serenidad las causas y modera tus deseos, no ambiciones, ante lo que no puedes o no debes poseer ni esperar”.
La reacción de Alberto y la invitación de Jesús
Los pocos segundos que duró la “reprimenda” de personas tan queridas fueron suficientes para que Alberto cayera del caballo de su orgullo y respondiera:
-Gracias Jesús, gracias Madre por vuestra visita tan inesperada. Y gracias por la corrección que tanto necesitaba. Gracias. Vuestras palabras serán el eje del próximo retiro espiritual
Le contesta Jesús:
-“Bien, Alberto, ya ves que nos has pintado, no en Nazaret sino charlando, la madre y yo, después del largo sermón del Monte. Ten valor para vivir tu compromiso colaborando conmigo en la edificación del Reino. Imagino que con el mensaje de la segunda manifestación ya tienes las respuestas a tus preguntas. ¿Necesitas saber algo más?”
Cómo predicar sobre el reino de Dios
Alberto empezó a recuperarse del chaparrón recibido. Se armó de valor para seguir hablando:
-Me da vergüenza formularte más preguntas pero me gustaría escuchar de tus labios la respuesta al tema que me plantearon y que no supe responder:¿cómo expondrías tú, hoy día, lo que entonces anunciaste sobre el reino de Dios? Y perdona mi atrevimiento si amplío el interrogante: si hoy día tuvieras que predicar la Buena Nueva del reino de Dios: ¿cómo lo harías y qué dirías como novedad, cómo anunciarías tu mensaje a nuestro mundo secularista?
Los énfasis que daría Jesús
-“Alberto, mucho me pides. Prácticamente todo está dicho e interpretado. Yo repetiría el mismo mensaje teniendo presente la situación actual de los oyentes. Ahora bien, para no decepcionarte convertiré la respuesta a tu pregunta en varios “énfasis” o criterios imprescindibles”.
-¿Cuáles?
-“Te los expondré con toda brevedad.
1º Presentar el Reino-reinado en clave de presencia amorosa de Dios Padre en las personas, relaciones, tareas e instituciones.
2º Insistir en el don de la fe. El Reino como misterio se entiende a la luz de la fe en mi persona y en mi vida entera.
3º Atender a la intencionalidad. Lo que pretende el Reino es ante todo la felicidad y la salvación en la tierra y en el cielo, de toda persona y de todos los hombres sin exclusión alguna. Y que se traduce en el enriquecimiento de todo lo humano.
4º Pedir a los comprometidos en la edificación del reino de Dios, que tengan un gran amor a Dios y al prójimo y que sean los primeros a la hora de servir al necesitado, dar testimonio de la verdad con su sinceridad, de la justicia con el respeto, de la libertad con el dominio sobre todo impulso desordenado, de la paz con la mansedumbre y de la vida temporal con la luz de la esperanza que asegura el encuentro con Dios tras la muerte.
5º A los que anuncian el Reino les pido que su mensaje sea respuesta a situaciones concretas, a las necesidades y aspiraciones aunque sean del mundo secularista, ateo o de otras religiones.
6º Por último, pero lo más importante: no convencerá sobre la belleza del Reino quien no esté enamorado de Dios. No impactará al auditorio quien no hable con entusiasmo ni vibre con la ilusión de hacer felices a los hermanos”.
La curiosidad insaciable del teólogo
Alberto escuchó asombrado las palabras de Jesús. Quizás se trataba de conceptos que él había manejado, pero ahora, salidos de la boca del Maestro, le impactaron como una luz que orienta su pasado, presente y futuro.
Mientras hablaba el Maestro Jesús, Alberto miraba de reojo a la Madre que también escuchaba con atención. Le costó reponerse y lamentó no haber tomado nota de lo escuchado. Como el rostro de Jesús, al principio serio y solemne, cambió y adquirió la sonrisa propicia al diálogo, el alumno corregido, el doctor Navarro, tomó aliento y con tono tímido y vacilante hizo una señal para poder intervenir. El sí automático de Jesús propició la formulación de otra pregunta.
-Maestro Jesús, toda la doctrina del Reino, ¿fue enteramente tuya o recibiste alguna que otra ayuda? En concreto: ¿intervino tu madre la Virgen María?
Responde el misericordioso Maestro
Brillaron dos sonrisas más que pacientes, misericordiosas. Y con un tono de corrección Jesús respondió:
-“Alberto, la Madre, tan humilde y cariñosa, no se enfada por tus pregunta que manifiesta “un mucho” de ignorancia sobre cómo fueron nuestras relaciones. Sería más exacto plantearse hasta qué punto gran parte de mi doctrina tiene origen en lo que mi gran educadora me enseñó sobre el amor a Dios y al prójimo. Te repito lo que te dije en la manifestación anterior.
-Si me entiendes bien, Alberto, habría que hablar con propiedad del Reino de Dios según Jesús y con la colaboración de María y de José. Sinceramente, a mí me resulta difícil no encontrar alguna que otra palabra de la Madre en mis parábolas y alegorías. Todo, fruto de su espiritualidad femenina-maternal o de lo que escuchara a José, buen conocedor de la sabiduría del Antiguo Testamento. Claro está que la acción del Espíritu es decisiva en todo el mensaje”.
María, siempre humilde. Despedida y ruegos
-“Calla, calla Jesús. Por favor, no sigas.
El rostro de la Madre, la que hablaba con normalidad desde el cuadro, pareció sonrojarse ante las palabras de su hijo. Sin embargo no tuvo inconveniente en añadir con toda firmeza:
-“lo que muchos de mis devotos desconocen es que nuestra comunicación en casa era totalmente diferente a la que manteníamos fuera del hogar o ante otras personas”.
Y cambiando de conversación, en plan de humor y de amable reproche concluyó:
-“Alberto, tienes que cambiar el cuadro de la despedida en el que se aprecia a Jesús despidiendo a su madre, y a ésta, una servidora, con lágrimas en los ojos. La historia fue muy diferente. Fue un abrazo alegre con el gesto de “hasta pronto, hijo, hasta pronto, mamá”.
-“Y dos ruegos para finalizar esta tercera visita. Introduce un rostro alegre, el mío, en tu pintura.
Y, como madre, cuida tu salud, que me está preocupando. Sigue fielmente lo que te prescriben los médicos”.
El hijo agradecido y obediente
Sí, Madre, sí, mamá
Marcharon los visitantes y Alberto quedó con una impresión agridulce porque le inquietó que la Virgen María en las dos últimas apariciones se preocupara de su salud. “Bueno, pues tendré que visitar al médico. La súplica de la Madre es un mandato para mí. Pero estoy seguro que se trata de alguna secuela de la depresión. Algo sin importancia”.