La Palabra de Dios conforta en el sufrimiento
Como humanos, y más en situación de enfermedad, cruz o sufrimiento, necesitamos la palabra amiga que comparta nuestro dolor, que nos recuerde valores, oriente en las decisiones y nos motive con sus consejos.
Como creyentes, disponemos de la Palabra de Dios que en todo momento es luz y fuerza para superar la situación de dolor, sufrimiento o cruz.
Como participantes en la Eucaristía, escuchamos cada día mensajes de la Palabra de Dios que actualizan algún que otro criterio, bálsamo para nuestro dolor.
Como católicos, podemos interiorizar el mensaje del Magisterio que siempre orienta y anima. Como ejemplo, cuanto escribe el Papa Francisco I sobre la fe, fuerza que conforta en el sufrimiento (LF n.56).
La palabra humana necesaria en la enfermedad
Cualquier persona necesita en situaciones de dolor, la presencia de amigos: de sus consejos que levantan los ánimos, suscitan ilusiones y esperanzas. Y cuando mayor sea la amistad-amor, mayor será esa autoridad que se convertirá en sabiduría de la persona que nos aconseja, mayor será el ánimo, la ilusión, y la fuerza para aceptar la realidad negativa y mayor la ilusión para seguir caminando. Ciertamente, la palabra prudente del amor conforta en el dolor, sufrimiento o cruz. Y es una ley de vida que experimentan los enfermos, ancianos y personas agobiadas por los problemas. Como también es cierto que la ausencia de la palabra (la de la persona amiga) aumenta la soledad y el dolor de los enfermos, ancianos y personas agobiadas…que se encuentran solas consigo mismas. Necesitamos la palabra-amiga
La Palabra de Dios, más eficaz y amiga en el dolor
El creyente que lee la Biblia, Palabra de Dios, o su escucha en la Misa, encuentra una luz que le orienta en el dolor, una fuerza nueva para aceptar la cruz y una compañía en el sufrimiento. Y el fruto es mayor cuando el enfermo puede leer o escuchar el mensaje bíblico con “el oído abierto” (“escucha, hija”), con silencio interior y con la indispensable disponibilidad para responder fielmente.
La experiencia lo confirma: si la Palabra de Dios conforta en cualquier momento, de manera especial en las situaciones de cruz o sufrimiento. Es en los momentos difíciles cuando más motiva, orienta, alienta y fortalece para dar el SÍ de la aceptación y en ocasiones con amor a la cruz.
Como muestra, algunos textos de la Palabra de Dios sobre: el valor redentor del dolor (2 Cor); el misterio del sufrimiento (Job 42, 1-6); la cruz “de aquí abajo” que no tiene proporción con la gloria del cielo (2 Cor 4, 17). Porque sí, en el “mundo nuevo” no habrá ya dolor, ni pena (Apoc 7, 17; 21). Y ahora tenemos el ánimo suficiente para tomar la Cruz y seguir a Cristo (Lc 9, 23).
Los salmos animan a los afligidos.
Dentro de la Palabra de Dios, los salmos animan de manera especial con diferentes respuestas: de invocación en la angustia y de esperanza en la ayuda divina. Del salmo 102: “no escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia… Porque mis días se han consumido como humo, mi corazón está herido, y seco como la hierba… Los hijos de tus siervos habitarán seguros. Y su descendencia será establecida delante de ti. -Siempre, el salmo 23 despierta confianza en el Señor que es mi pastor: “¡Ten confianza en el Señor! ¡Ten valor, no te desanimes! ¡Sí, ten confianza en el Señor!” Otros salmos refuerzan la seguridad en el amor de Dios:
“Tú Señor, eres mi fuerza; ¡yo te amo! Tú eres mi protector, mi lugar de refugio, mi libertador, mi Dios, la roca que me protege, mi escudo, el poder que me salva, mi más alto escondite” (Ps 18: 1-3).
“Recurrí al Señor y él me contestó, y me libró de todos mis temores. Los que miran al Señor quedan radiantes de alegría y jamás se verán defraudados. Este pobre gritó y el Señor lo oyó y lo libró de todas sus angustias (Ps 34: 4-7).
“¿Por qué voy a desanimarme? ¿Por qué voy a estar preocupado? Mi esperanza he puesto en Dios, a quien todavía seguiré alabando. ¡El es mi Dios y Salvador!”(Ps 42:5).
“Cuando tengo miedo confío en ti. Confío en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y no tengo miedo.”(Ps 56:3-4).
De modo especial,San Pablo motiva con la esperanza: “Por eso no nos desanimamos. Pues aunque por fuera nos vamos deteriorando, por dentro nos renovamos día a día. Lo que sufrimos en esta vida es cosa ligera, que pronto pasa; pero nos trae como resultado una gloria eternal mucho más grande y abundante…(Y)… sabemos que si esta tienda se destruye, Dios nos tiene preparada en el cielo una casa eternal, que no ha sido hecha por manos humanas.” (2 Co 4, 16-18; 5, 1-2).
El Papa Fracisco actualiza la Palabra de Dios.
Entre los muchos textos del Magisterio de la Iglesia sobre la Palabra de Dios que conforta, elegimos de Francisco I, el n. 56 de la Lumen fidei (Fuerza que conforta en el sufrimiento ):
“El cristiano sabe que siempre habrá sufrimiento, pero la fe conforta en el dolor, le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona y, de este modo, puede constituir una etapa de crecimiento en la fe y en el amor. Viendo la unión de Cristo con el Padre, incluso en el momento de mayor sufrimiento en la cruz (cf. Mc 15,34), el cristiano aprende a participar en la misma mirada de Cristo. Incluso la muerte queda iluminada y puede ser vivida como la última llamada de la fe, el último « Sal de tu tierra », el último « Ven », pronunciado por el Padre, en cuyas manos nos ponemos con la confianza de que nos sostendrá incluso en el paso definitivo”.
Como creyentes, disponemos de la Palabra de Dios que en todo momento es luz y fuerza para superar la situación de dolor, sufrimiento o cruz.
Como participantes en la Eucaristía, escuchamos cada día mensajes de la Palabra de Dios que actualizan algún que otro criterio, bálsamo para nuestro dolor.
Como católicos, podemos interiorizar el mensaje del Magisterio que siempre orienta y anima. Como ejemplo, cuanto escribe el Papa Francisco I sobre la fe, fuerza que conforta en el sufrimiento (LF n.56).
La palabra humana necesaria en la enfermedad
Cualquier persona necesita en situaciones de dolor, la presencia de amigos: de sus consejos que levantan los ánimos, suscitan ilusiones y esperanzas. Y cuando mayor sea la amistad-amor, mayor será esa autoridad que se convertirá en sabiduría de la persona que nos aconseja, mayor será el ánimo, la ilusión, y la fuerza para aceptar la realidad negativa y mayor la ilusión para seguir caminando. Ciertamente, la palabra prudente del amor conforta en el dolor, sufrimiento o cruz. Y es una ley de vida que experimentan los enfermos, ancianos y personas agobiadas por los problemas. Como también es cierto que la ausencia de la palabra (la de la persona amiga) aumenta la soledad y el dolor de los enfermos, ancianos y personas agobiadas…que se encuentran solas consigo mismas. Necesitamos la palabra-amiga
La Palabra de Dios, más eficaz y amiga en el dolor
El creyente que lee la Biblia, Palabra de Dios, o su escucha en la Misa, encuentra una luz que le orienta en el dolor, una fuerza nueva para aceptar la cruz y una compañía en el sufrimiento. Y el fruto es mayor cuando el enfermo puede leer o escuchar el mensaje bíblico con “el oído abierto” (“escucha, hija”), con silencio interior y con la indispensable disponibilidad para responder fielmente.
La experiencia lo confirma: si la Palabra de Dios conforta en cualquier momento, de manera especial en las situaciones de cruz o sufrimiento. Es en los momentos difíciles cuando más motiva, orienta, alienta y fortalece para dar el SÍ de la aceptación y en ocasiones con amor a la cruz.
Como muestra, algunos textos de la Palabra de Dios sobre: el valor redentor del dolor (2 Cor); el misterio del sufrimiento (Job 42, 1-6); la cruz “de aquí abajo” que no tiene proporción con la gloria del cielo (2 Cor 4, 17). Porque sí, en el “mundo nuevo” no habrá ya dolor, ni pena (Apoc 7, 17; 21). Y ahora tenemos el ánimo suficiente para tomar la Cruz y seguir a Cristo (Lc 9, 23).
Los salmos animan a los afligidos.
Dentro de la Palabra de Dios, los salmos animan de manera especial con diferentes respuestas: de invocación en la angustia y de esperanza en la ayuda divina. Del salmo 102: “no escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia… Porque mis días se han consumido como humo, mi corazón está herido, y seco como la hierba… Los hijos de tus siervos habitarán seguros. Y su descendencia será establecida delante de ti. -Siempre, el salmo 23 despierta confianza en el Señor que es mi pastor: “¡Ten confianza en el Señor! ¡Ten valor, no te desanimes! ¡Sí, ten confianza en el Señor!” Otros salmos refuerzan la seguridad en el amor de Dios:
“Tú Señor, eres mi fuerza; ¡yo te amo! Tú eres mi protector, mi lugar de refugio, mi libertador, mi Dios, la roca que me protege, mi escudo, el poder que me salva, mi más alto escondite” (Ps 18: 1-3).
“Recurrí al Señor y él me contestó, y me libró de todos mis temores. Los que miran al Señor quedan radiantes de alegría y jamás se verán defraudados. Este pobre gritó y el Señor lo oyó y lo libró de todas sus angustias (Ps 34: 4-7).
“¿Por qué voy a desanimarme? ¿Por qué voy a estar preocupado? Mi esperanza he puesto en Dios, a quien todavía seguiré alabando. ¡El es mi Dios y Salvador!”(Ps 42:5).
“Cuando tengo miedo confío en ti. Confío en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y no tengo miedo.”(Ps 56:3-4).
De modo especial,San Pablo motiva con la esperanza: “Por eso no nos desanimamos. Pues aunque por fuera nos vamos deteriorando, por dentro nos renovamos día a día. Lo que sufrimos en esta vida es cosa ligera, que pronto pasa; pero nos trae como resultado una gloria eternal mucho más grande y abundante…(Y)… sabemos que si esta tienda se destruye, Dios nos tiene preparada en el cielo una casa eternal, que no ha sido hecha por manos humanas.” (2 Co 4, 16-18; 5, 1-2).
El Papa Fracisco actualiza la Palabra de Dios.
Entre los muchos textos del Magisterio de la Iglesia sobre la Palabra de Dios que conforta, elegimos de Francisco I, el n. 56 de la Lumen fidei (Fuerza que conforta en el sufrimiento ):
“El cristiano sabe que siempre habrá sufrimiento, pero la fe conforta en el dolor, le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona y, de este modo, puede constituir una etapa de crecimiento en la fe y en el amor. Viendo la unión de Cristo con el Padre, incluso en el momento de mayor sufrimiento en la cruz (cf. Mc 15,34), el cristiano aprende a participar en la misma mirada de Cristo. Incluso la muerte queda iluminada y puede ser vivida como la última llamada de la fe, el último « Sal de tu tierra », el último « Ven », pronunciado por el Padre, en cuyas manos nos ponemos con la confianza de que nos sostendrá incluso en el paso definitivo”.