Raíces espirituales sin Dios. Segunda planta.
Un impulso irrefrenable lanza al adulto hacia algo-alguien que está por encima de su persona. Es el impulso de trascendencia que muchos concretan en su profesión, el arte, la justicia, la patria, su familia, la perfección ética personal y hasta el deporte o en una determinada persona. Siempre, algo “sagrado” pero nunca el Dios personal con quien mantener relaciones de dependencia. Los valores y experiencias de este impulso espiritual configuran la segunda planta de la pirámide de la persona. Son las raíces espirituales de las que forman parte el budismo, la nueva era y los nuevos movimientos religiosos.
El impulso de trascendencia como raíz espiritual
Superiores a las raíces antropológicas son las que brotan del impulso de trascendencia, de esa búsqueda del yo humano que sale fuera de sí hacia el contacto con un algo o alguien que está por encima de su persona. Este algo-alguien da sentido a su vida como pueden ser los valores superiores, las metas más exigentes y la realización más completa que motivan la superación humana. Así sucede con el trabajo cualificado en cualquier área del arte, la técnica o el pensamiento humano. O la lucha heroica por la justicia, el bien de una comunidad, etc.
Y el impulso de trascendencia, más los valores particulares con las experiencias correspondientes, integran la segunda raíz, la espiritual. Estamos en la planta segunda de la persona. Su objetivo será algo tangible que sacie la sed inmediata de infinito. Pero será por poco tiempo. La persona ansía más y más objetos y objetivos que le sacien indefinidamente. Sin darse cuenta, el hombre se acerca al Tú absoluto, al único que puede saciar plenamente sus ansias de trascendencia. Pero lamentablemente no es así porque se trata de un impulso espiritual sin Dios.
En general, las áreas del impulso de trascendencia son todas aquellas donde se desenvuelve la vida de la persona dentro de una cultura y de unas posibilidades. Y sobre todo está el área del amor como entrega del yo a un tú superior que puede concretarse en una persona, en el grupo familiar o en la comunidad grande de la Patria.
El budismo y la espiritualidad sin el Dios personal
Ante la polémica de si el budismo es o no religión, nos quedamos con los valores que reconoce el Vaticano II: «en el budismo, según sus varias formas, se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que los hombres, con un espíritu devoto y confiado, pueden adquirir ya sea el estado de perfecta liberación, ya sea la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos apoyados en un auxilio superior» (NA 2).
Desde su fe “laica”, el budismo camina hacia un absoluto, hacia la Liberación que personaliza y que ayuda a liberarse de ilusiones y pasiones. Utiliza los elementos para una ética de la fraternidad y de freno contra el materialismo. Pero en sentido estricto, y tal como aparece, el budismo es una sabiduría humana y no una religión. Las raíces de quien se guía solamente por sus criterios son de espiritualidad pero no religiosas. Al prescindir de un Dios personal, de su influjo y dependencia, no podemos hablar de relaciones religiosas del hombre con Dios.
Es muy difícil hablar de religión en el budismo dado su silencio sobre el Tú divino personal. Pero apreciamos sus valores pues el budista camina hacia un absoluto, hacia la liberación que personaliza y que ayuda a purificarse de ilusiones y pasiones. Utiliza los elementos para una ética de la fraternidad y de freno contra el materialismo. El budismo viene a ser un secularismo pre-cristiano que impregna la visión del mundo y del comportamiento en una existencia dedicada a la nada. No obstante es muy aleccionador el análisis de las relaciones del budista con el no-yo sobrehumano al que llega por un camino muy peculiar partiendo de una concepción personal del yo temporal. La conducta del budista consiste en participar en la vida de la iglesia (Sangha) a fin de realizar el dhamma-ley a imitación de Buda, su Fundador.
Nuevos movimientos religiosos: lo sagrado suple a Dios
En los Nuevos movimiento religiosos (NMR), el Tú divino, Dios, queda reducido a un tú sagrado de baja trascendencia dentro del mundo de las religiones sin Dios. Fuera del cristianismo y de toda religión institucional, los NMR exaltan tanto lo sagrado en sí mismo o en algún aspecto de la vida profana que prácticamente anulan a Dios y se convierten, muchos de ellos, en «una religión sin Dios». De una manera o de otra, lo sagrado hace presente al tú divino en algunos acontecimientos, lugares o personas. Y así, junto a las manifestaciones tradicionales de lo sagrado, aparecen otras que salen fuera del templo y del culto litúrgico. Lo sagrado transita por nuestras calles y periódicos, horóscopos, astrología, esoterismo barato en revistas, libros, radio... Los NMR son quienes se encargan de difundir y testimoniar el cambio de lo sagrado con sus nuevas manifestaciones.
El yo humano se proclama centro de la nueva religiosidad: lo sagrado se localiza en la persona. Ahora, como nunca, se hace patente que «res sacra homo». La persona no se relaciona con un tú divino único y necesario que exige el “trascendimiento” del sujeto y le ofrece la salvación. Ahora, es la persona la que se relaciona con el tú sagrado pero concretado en sí misma o en algún objeto preferido. La segunda conclusión es que el tú divino de las religiones tradicionales es sustituido por lo sagrado concentrado en la propia persona o en otra realidad profana. Los NMR poseen su propio sistema de mediaciones y de tipos de religiones sin Dios como la denominada religión civil y la religiosidad profana manifestada en la música, el trabajo, el sexo, el deporte, el cultivo del cuerpo, la naturaleza, los viajes.....
El sincretismo de la Nueva era
Como uno de los Nuevos movimientos religiosos, la Nueva era exalta lo sagrado con una vertiente personal -el ego humano- y con otra vertiente comunitaria-cósmica como es la naturaleza. Y así difumina al tú divino. Sostiene que el hombre es divino y se desarrolla gracias al progreso infinito de las ascensiones en el que va construyendo y optimizando su yo. Según la New Age, el inconsciente colectivo de Jung está presente en todos los hombres, pues en definitiva nosotros somos, en lo más profundo, Dios. Y lo repite «Dios eres tú mismo para ti» Es como un eslogan de la nueva religiosidad que ve la madurez en comprender que la representación de Dios no es más que el símbolo de la experiencia del propio yo. Esta es la raíz de la nueva religiosidad: Dios es la profundidad más honda del propio yo.
Sin embargo admite la posibilidad de una religiosidad nueva con un tú trascendente pero no precisamente entendido como el Dios personal y Absoluto. El nuevo tú trascendente es la diosa madre tierra, Gaia, entendida como organismo vivo cuyo órgano ejecutor es la humanidad.
Conclusión: la Nueva era propugna unas raíces, sí, espirituales, pero sin conexión con Dios, Tú personal.
SOBRE LA SEGUNDA PLANTA, la de la trascendencia, la historia confirma otros valores e historia que corresponden al sentimiento religioso. Entramos a la planta tercera.
El impulso de trascendencia como raíz espiritual
Superiores a las raíces antropológicas son las que brotan del impulso de trascendencia, de esa búsqueda del yo humano que sale fuera de sí hacia el contacto con un algo o alguien que está por encima de su persona. Este algo-alguien da sentido a su vida como pueden ser los valores superiores, las metas más exigentes y la realización más completa que motivan la superación humana. Así sucede con el trabajo cualificado en cualquier área del arte, la técnica o el pensamiento humano. O la lucha heroica por la justicia, el bien de una comunidad, etc.
Y el impulso de trascendencia, más los valores particulares con las experiencias correspondientes, integran la segunda raíz, la espiritual. Estamos en la planta segunda de la persona. Su objetivo será algo tangible que sacie la sed inmediata de infinito. Pero será por poco tiempo. La persona ansía más y más objetos y objetivos que le sacien indefinidamente. Sin darse cuenta, el hombre se acerca al Tú absoluto, al único que puede saciar plenamente sus ansias de trascendencia. Pero lamentablemente no es así porque se trata de un impulso espiritual sin Dios.
En general, las áreas del impulso de trascendencia son todas aquellas donde se desenvuelve la vida de la persona dentro de una cultura y de unas posibilidades. Y sobre todo está el área del amor como entrega del yo a un tú superior que puede concretarse en una persona, en el grupo familiar o en la comunidad grande de la Patria.
El budismo y la espiritualidad sin el Dios personal
Ante la polémica de si el budismo es o no religión, nos quedamos con los valores que reconoce el Vaticano II: «en el budismo, según sus varias formas, se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que los hombres, con un espíritu devoto y confiado, pueden adquirir ya sea el estado de perfecta liberación, ya sea la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos apoyados en un auxilio superior» (NA 2).
Desde su fe “laica”, el budismo camina hacia un absoluto, hacia la Liberación que personaliza y que ayuda a liberarse de ilusiones y pasiones. Utiliza los elementos para una ética de la fraternidad y de freno contra el materialismo. Pero en sentido estricto, y tal como aparece, el budismo es una sabiduría humana y no una religión. Las raíces de quien se guía solamente por sus criterios son de espiritualidad pero no religiosas. Al prescindir de un Dios personal, de su influjo y dependencia, no podemos hablar de relaciones religiosas del hombre con Dios.
Es muy difícil hablar de religión en el budismo dado su silencio sobre el Tú divino personal. Pero apreciamos sus valores pues el budista camina hacia un absoluto, hacia la liberación que personaliza y que ayuda a purificarse de ilusiones y pasiones. Utiliza los elementos para una ética de la fraternidad y de freno contra el materialismo. El budismo viene a ser un secularismo pre-cristiano que impregna la visión del mundo y del comportamiento en una existencia dedicada a la nada. No obstante es muy aleccionador el análisis de las relaciones del budista con el no-yo sobrehumano al que llega por un camino muy peculiar partiendo de una concepción personal del yo temporal. La conducta del budista consiste en participar en la vida de la iglesia (Sangha) a fin de realizar el dhamma-ley a imitación de Buda, su Fundador.
Nuevos movimientos religiosos: lo sagrado suple a Dios
En los Nuevos movimiento religiosos (NMR), el Tú divino, Dios, queda reducido a un tú sagrado de baja trascendencia dentro del mundo de las religiones sin Dios. Fuera del cristianismo y de toda religión institucional, los NMR exaltan tanto lo sagrado en sí mismo o en algún aspecto de la vida profana que prácticamente anulan a Dios y se convierten, muchos de ellos, en «una religión sin Dios». De una manera o de otra, lo sagrado hace presente al tú divino en algunos acontecimientos, lugares o personas. Y así, junto a las manifestaciones tradicionales de lo sagrado, aparecen otras que salen fuera del templo y del culto litúrgico. Lo sagrado transita por nuestras calles y periódicos, horóscopos, astrología, esoterismo barato en revistas, libros, radio... Los NMR son quienes se encargan de difundir y testimoniar el cambio de lo sagrado con sus nuevas manifestaciones.
El yo humano se proclama centro de la nueva religiosidad: lo sagrado se localiza en la persona. Ahora, como nunca, se hace patente que «res sacra homo». La persona no se relaciona con un tú divino único y necesario que exige el “trascendimiento” del sujeto y le ofrece la salvación. Ahora, es la persona la que se relaciona con el tú sagrado pero concretado en sí misma o en algún objeto preferido. La segunda conclusión es que el tú divino de las religiones tradicionales es sustituido por lo sagrado concentrado en la propia persona o en otra realidad profana. Los NMR poseen su propio sistema de mediaciones y de tipos de religiones sin Dios como la denominada religión civil y la religiosidad profana manifestada en la música, el trabajo, el sexo, el deporte, el cultivo del cuerpo, la naturaleza, los viajes.....
El sincretismo de la Nueva era
Como uno de los Nuevos movimientos religiosos, la Nueva era exalta lo sagrado con una vertiente personal -el ego humano- y con otra vertiente comunitaria-cósmica como es la naturaleza. Y así difumina al tú divino. Sostiene que el hombre es divino y se desarrolla gracias al progreso infinito de las ascensiones en el que va construyendo y optimizando su yo. Según la New Age, el inconsciente colectivo de Jung está presente en todos los hombres, pues en definitiva nosotros somos, en lo más profundo, Dios. Y lo repite «Dios eres tú mismo para ti» Es como un eslogan de la nueva religiosidad que ve la madurez en comprender que la representación de Dios no es más que el símbolo de la experiencia del propio yo. Esta es la raíz de la nueva religiosidad: Dios es la profundidad más honda del propio yo.
Sin embargo admite la posibilidad de una religiosidad nueva con un tú trascendente pero no precisamente entendido como el Dios personal y Absoluto. El nuevo tú trascendente es la diosa madre tierra, Gaia, entendida como organismo vivo cuyo órgano ejecutor es la humanidad.
Conclusión: la Nueva era propugna unas raíces, sí, espirituales, pero sin conexión con Dios, Tú personal.
SOBRE LA SEGUNDA PLANTA, la de la trascendencia, la historia confirma otros valores e historia que corresponden al sentimiento religioso. Entramos a la planta tercera.