Roca y arena en las raíces antropológicas

Afirma una persona A: agradezco a mis padres y educadores los valores y testimonios que me dieron para mi realización personal y para vivir la fraternidad sin egoísmo. También estoy satisfecho por tantas experiencias positivas vividas en mi infancia y juventud. Mi vida estuvo edificada sobre roca
Lamentos de una persona B: el divorcio de mis padres, la educación rígida recibida sin motivaciones y mi mal carácter para la convivencia, explican la carencia de raíces donde apoyar mi vida de adulto. Mala suerte: mucha arena en las raíces de mi vida.
Nos encontramos en la primera planta de la pirámide imaginada donde residen todas las personas del mundo, unidas por las raíces antropológicas. Unas, edificadas sobre roca y otras sobre arena. A todas, ofrezco estos criterios sobre la dimensión individual de las raíces humanas-antropológicas con la realización personal como objetivo y el egoísmo como gran obstáculo. También expondré la dimensión comunitaria de la raíz antropológica, apertura total o parcial, con lo que requiere la convivencia y las manifestaciones de la apertura del yo al tú comunitario. Y siempre el interrogante: ¿a qué consecuencias conducen las raíces? Una respuesta en el final del capítulo 7º de san Mateo sobre la roca y la arena (Mt 7, 21-29).

La dimensión individual de las raíces humanas-antropológicas
En la dimensión individual-personal el yo ocupa el centro de los intereses, relaciones y tareas del individuo que busca ante todo y sobre todo su realización personal. Es un hecho universal: los seres humanos tienen como objetivo alcanzar para sí toda o parte de la felicidad; quieren ser felices. Y la expresión más concreta de la felicidad se manifiesta en la realización personal. Ahora bien, ¿es admisible toda realización personal? ¿Cuándo podemos calificar de egoísta o de auténtica la tarea de la autorealización? La respuesta depende del enfoque. Puede darse una realización de tipo “narcisista” y por lo tanto dominada por el egoísmo, y puede darse la realización aceptable del “hombre para los demás”, de la persona feliz haciendo felices a los demás.

La realización personal
Equivale al amor a sí mismo e incluye el proceso de quien lucha por el desarrollo de sus facultades y el logro de sus aspiraciones personales para mejor servir al prójimo. Comprende el logro de los objetivos trazados según sus aspiraciones y metas: una de ellas es la posesión de una fuerte personalidad que se manifiesta en el desarrollo integral del hombre, en la plenitud consciente de todas las cualidades físicas, psíquicas y espirituales, bien armonizadas e integradas entre sí; con recta independencia en el pensar, en el sentir y en el querer. Nos encontramos ante un derecho de quien desea llegar a la plenitud del ser humano como expresión del hombre que se ama a sí mismo, lucha por cuanto necesita y desea, tanto para sí como para su familia y para su entorno social.

Pero surge el egoísmo como gran obstáculo.
El hombre, como animal social, está proyectado hacia los demás y encuentra su comunión personal en la alteridad. La madurez social mide la capacidad de trascender de la persona humana. Es impensable el hombre en trascendencia sin un mínimo de donación del yo al tú (individual o colectivo, humano o divino). Pero el egoísta se ama con exceso y no guarda el equilibrio entre el amor a Dios, al prójimo y a sí mismo. La actitud egoísta se convierte en culto a la propia persona y puede terminar en soberbia que sobrevalora sus posibilidades y desprecia al prójimo. El egoísmo señala el punto cero de la persona encerrada e incapaz de salir de sí misma y de mantener contacto con el no-yo, con el tú que socialmente le trasciende.

Dimensión comunitaria de la raíz antropológica: apertura total o parcial.
¿Qué misión ejerce el prójimo en el individuo? Enriquecer al yo con sus varias dimensiones: la familiar, sociopolítica, cósmica y la de amistad. Toda persona, como animal social, está proyectada hacia los demás y encuentra su comunión personal en la alteridad. Por ello es el hombre el principio, sujeto y fin de todas las instituciones sociales como la familia, la comunidad civil y la cósmica o mundial que le son necesarias. ¿Y qué factor mide su proyección hacia el prójimo? La capacidad de trascender, la donación del yo al tú individual o colectivo, humano o divino. Por naturaleza, los hombres y mujeres desean amar y ser amados. Este amor-comunión es una fuente de integración personal y un factor decisivo para la unidad del yo, una condición indispensable para la trascendencia, el agente excepcional de compensaciones y una concretización de la felicidad

¿Qué requiere la convivencia?
Ante todo poseer el impulso de extroversión que inclina a relacionarse con los otros miembros de la comunidad familiar, política o religiosa. Y sobre este impulso está la capacidad para comunicarse, de contactar y de ser aceptado por el "otro" como tú individual o colectivo; el impulso hacia la justicia que motiva al respeto de los derechos humanos y a cumplir las responsabilidades asumidas; la simpatía innata, don de gentes que despierta admiración y cariño en la convivencia comunitaria

Manifestaciones de la apertura del yo al tú comunitario.
Primero, el servicio a cada persona de la comunidad familiar. Segundo, la promoción y el bienestar para todos los individuos de todos los pueblos. Y tercero, el progreso en toda dimensión.
Lo esencial del amor consiste en el impulso de un yo personal hacia otro personal o comunitario. Los que se aman desean y buscan estar juntos. La capacidad de amar hace que el yo vea lo del otro como suyo propio, más aún, que prologue su yo en el tú y entable relaciones de comunión. El amor en su dimensión de praxis, se mide por la capacidad de preocuparse, servir y entregarse a otra persona o colectividad. La donación total conlleva fidelidad en todo momento, en las circunstancias fáciles y en las difíciles.
¿Hasta qué metas llega esta raíz? Hasta la humanización del mundo por la verdad, la vida digna, la justicia social, la libertad política y la paz fraterna. Y lograr que este mundo “mejor” se convierta en el marco histórico-cultural para el reinado de Dios es el gran desafío para todo creyente y, especialmente, para el cristiano.

Cristo orienta: edificar sobre roca y no sobre arena (Mt 7, 21-29).
La roca: “todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca”.
La arena. “al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande"
Volver arriba