¿Siglo XX, siglo del aborto, el siglo XXI será de la eutanasia? y 2

Los interrogantes son inevitables: si el siglo XX pasó por ser el siglo del homicidio en las guerras y del aborto del ser humano, ¿será el siglo XXI el de la eutanasia? ¿es lícito anticipar la muerte de un enfermo incurable ya agonizante para evitarle más dolor? ¿Se puede suprimir el drama de los gravemente tarados y de los ancianos insoportables? ¿Es ético elegir una muerte digna en las situaciones irreversibles, desesperadas? ¿Será coherente, una vez legalizado el aborto, permitir la eutanasia? El artículo anterior expuso los criterios y las respuestas más significativas que la eutanasia plantea al mundo secularizado. Es la hora de dar una respuesta y de plantear los conflictos.

Juicio ético sobre la eutanasia
Aunque para muchos se haga difícil una condena de la eutanasia desde la antropología no faltan razones para un juicio ético negativo, pues:
contiene la malicia del suicidio o del homicidio. Porque, en definitiva, mediante la eutanasia se viola el derecho y la obligación a la vida. Será suicidio si es a petición libre del enfermo; será homicidio si no consta la libre petición del enfermo;
se opone al instinto de vivir. En la persona y en la comunidad existe un instinto de vida que impulsa a rechazar la muerte. Ahí radica en buena parte la oposición actual hacia la eutanasia;

Por las consecuencias negativas de su legalización.
Si la eutanasia estuviera legitimada para algunas situaciones conflictivas extremas, surgen otras consecuencias más graves:
. si se admite la muerte directa para incurables, ¿por qué no para enfermos crónicos inservibles e incurables, para los dementes, subnormales y demás personas «inútiles»?;
. en muchas situaciones, los familiares podrían manipular el «sí» del enfermo para heredar o, simplemente, para quitarse una preocupación (peso) de encima;
sería la eutanasia como la puerta abierta para eliminar a los enemigos, ancianos, competidores, etc.;
surgiría la desconfianza y el pánico de los enfermos ante el médico. ¡Ya no sería el defensor de la vida; quedaría rebajado al papel de verdugo!;
. facilitaría el suicidio para las personas que ya cumplieron con su tarea en la vida y que se encontraran solos, enfermos, desesperanzados;
el Estado ya no protegería a la parte más débil e indefensa de la comunidad política;
. la sociedad quedaría lesionada en sus fundamentos de confianza y de seguridad; los débiles quedaría a merced de los más fuertes.
.
La eutanasia como un conflicto de valores.
Un planteamiento serio antropológico de la eutanasia debe partir del valor de la vida humana que se encuentra en conflicto con otro valor como es el de la muerte digna. Esta muerte digna (ortotanasia) o muerte humana, más que un derecho es una exigencia ética a tener presente. También se debe partir de la situación dramática al tener que emplear medios desproporcionados u optar por la eutanasia (abreviar la vida o adelantar la muerte) como mal menor para liberarse de una agonía prolongada, de sufrimientos notables.
A pesar de las dificultades, el planteamiento sobre la eutanasia debe contar con criterios como el de la acción directa o indirecta, el principio de doble efecto, la distinción entre los medios ordinarios y extraordinarios y la distinción entre el efecto por acción o por omisión. Estos criterios subsanan el posible subjetivismo de la eutanasia interpretada exclusivamente como problema de valores en conflicto. Por otra parte, puede enfocarse bajo el criterio de una muerte digna, la salvaguardia del valor de toda vida humana por sí misma, y que no debe ser instrumentalizada en relación con otros fines diferentes de sí misma.
Todos los criterios ayudan a descubrir la falsedad de la eutanasia como respuesta a la incurabilidad o al sufrimiento no justificado. Ahora bien, ¿satisface siempre la respuesta ética? ¿No hace falta, además del planteamiento antropológico, el que proviene de la fe?
La Evangelium vitae de Juan Pablo II iluminará algunos de los temas e interrogantes propuestos.
Volver arriba