¿Sigue Europa indiferente ante Dios?

En el 1965, el Vaticano II alertaba: “existen otros (que) ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios, porque al parecer no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso” (GS 19.2). Años después, en 1983, escribía J. Sommet en la revista Concilium: la indiferencia religiosa «es una característica de la sociedad europea y, tal vez, de todo el mundo contemporáneo» (J. Sommet, La indiferencia religiosa, en Concilium 5 (1983) (número monográfico). Han pasado 44 años. Entonces la Unión Europea tenía unos 25 años y en estos días ha cumplido 60. ¿Aumentó la indiferencia religiosa en este tiempo? Para la Iglesia, la actitud indiferente ante lo religioso de los bautizados es una manifestación clara de su mayor problema: la fe ausente en un porcentaje alarmante de bautizados.
Ante el interrogante planteado, mi respuesta es afirmativa, por lo menos en lo que se refiere a España. Bastaría comparar la asistencia de los fieles a la Misa dominical en 1957 y la frecuencia en nuestros días.
El indiferente prescinde de Dios y de lo religioso
El indiferentismo religioso participa del rasgo de toda relación social de indiferencia: carencia de vínculos aceptados o conocidos. El tú no es conocido o valorado por el yo en su existencia con sus valores y derechos; el yo vive como si el tú no existiera porque, entre otras razones, no lo necesita para su realización personal. Para el indiferente, el tú no tiene vínculos de sangre, ni de profesión ni de intereses.
Dios no interesa.
Se puede señalar como rasgo prioritario para el indiferente religioso, la actitud y la respuesta ordinaria que prescinde de Dios en su vida, que “pasa” de las relaciones con el tú divino. No es un ateo que rechaza a Dios, ni un secularista que reafirma su autonomía negando la dependencia de la soberanía divina. El indiferente se limita a no tener presente a Dios en su vida por diversas razones y factores históricos. Tampoco se identifica con el creyente no-practicante para quien Dios es algo importante y necesario en la vida. Sin embargo el indiferente, en ocasiones, no tendrá inconveniente en participar en actos religiosos aunque su motivación básica sea de tipo social o cultural, pero no por convicción religiosa.
Consecuencias y tipología. La gravedad de la indiferencia queda clarificada por las consecuencias que se deducen de las diferentes manifestaciones:
-el desinterés por el problema de Dios y su presencia en la vida del hombre;
-la ausencia de cualquier tipo de obligación religiosa,
-la aceptación fácil de otros criterios, que están al margen de las creencias religiosas a la hora de dar una respuesta a los interrogantes de por qué vivir, sufrir y morir;
-y la sustitución de lo religioso por las ideas de profesión, de política, deporte o por la simple evasión, la diversión sistemática, el refugio en el alcohol, la droga, etc.
Entre los tipos de indiferentes destacan los raciales, los conformistas, los pluralistas prácticos, los que dudan de la existencia de Dios, los pragmáticos, los hipócritas, los ignorantes y los de otras culturas sin religiosidad.

Las causas de la indiferencia religiosa
Son múltiples:
-la comodidad, una libertad exaltada, el hedonismo, la confusión ideológica y el bombardeo desde los medios de comunicación sobre una vida “feliz” sin la fe,
-para muchos su mensaje está anticuado y la moral católica es conservadora y extremista. Algunos intelectuales contemplan la fe cristiana como un tanto infantil y, en ocasiones, antipática y ridícula.
-crece quienes prefieren, por lo tanto, relacionarse privadamente con Dios aceptando, rechazando y acomodando los dogmas según sus criterios personales. Lo que en épocas pasadas sería una herejía hoy no pasa de ser para ellos sino la praxis de la libertad de pensamiento en un mundo pluralista.
A la indiferencia religiosa se unen las críticas y las blasfemias contra Dios
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