¿Sufrir por el sexo?
Es Viernes Santo y en los días pasados escribí sobre amor y sexualidad. Me vino la idea de escribir sobre el sufrimiento producido por el sexo descontrolado. Sí, en mi vida he tenido la oportunidad de escuchar a personas que sufrían por causa del sexto mandamiento y personalmente sufrí al leer noticias sobre los males de una vida sexual contraria a los mandamientos de la ley de Dios. Sinceramente, he sufrido y sufro por:
los homosexuales que con lágrimas lloran por su condición que según ellos les aparta de Dios;
las jóvenes engañadas y víctimas de mafiosos que las esclavizan a la vida sexual de la prostitución;
los maridos insatisfechos por el rechazo de la mujer y que tienen que recurrir a la masturbación;
el dolor de Benedicto XVI pidiendo perdón más de una vez por los pecados de los sacerdotes pederastas;
las frecuentes noticias que leo en Religión digital: no falta día en estos últimos dos años (es un decir) con la noticia de un sacerdote o religioso o de un obispo que ha sido acusado-condenado por haber cometido faltas sexuales con menores de edad;
el sufrimiento de tantas personas traumatizadas porque fueron violadas de niños y no pueden borrar ese recuerdo;
la cantidad de sacerdotes que hubieran seguido en el ministerio pero al no poder dominar su sexualidad y no querer llevar una doble vida, pidieron la secularización o siguen como laicos al margen de la Iglesia;
el tiempo que la Iglesia, digamos el Papa y algunos obispos, han tenido que emplear en ver cómo afrontar el problema sexual de los sacerdotes;
el dinero que la misma Iglesia empleó en reparar las faltas-delitos relacionados con el sexo descontrolado de algunos de sus miembros;
el trauma de aquella prostituta que en televisión decía: “si mi hija me dijera que iba a ser como yo...la mato”;
por los sufrimientos que Marcial Maciel ha provocado a la Iglesia en general y a su congregación en particular;
la obsesión sexual de algunos penitentes que reducen la vida cristiana a la fe, la esperanza y la CASTIDAD (no dicen caridad), olvidando deberes fundamentales de justicia;
tantas esposas que se quejan con amargura: mi esposo me trata en la cama como si fuera una prostituta;
las mujeres que suplican al sacerdote: dígale a mi esposo que no se jacte de que lo pasa mejor cuando está en la cama “con la otra” que cuando está conmigo;
los maridos arrepentidos que lloran por haber traicionado a su esposa e hijos.
Sinceramente, he sufrido y sufro por lo expuesto anteriormente y porque sé que el sexo descontrolado apartó a muchas personas no solamente de la Iglesia, de la moral cristiana, sino de la fe en Dios. Sí, el sexo descontrolado mancha la conciencia y ofende a Dios. Hoy es Viernes Santo. Hoy conmemoramos la Pasión del Señor que sufrió por todos los pecados. El sexo descontrolado es uno de ellos.
los homosexuales que con lágrimas lloran por su condición que según ellos les aparta de Dios;
las jóvenes engañadas y víctimas de mafiosos que las esclavizan a la vida sexual de la prostitución;
los maridos insatisfechos por el rechazo de la mujer y que tienen que recurrir a la masturbación;
el dolor de Benedicto XVI pidiendo perdón más de una vez por los pecados de los sacerdotes pederastas;
las frecuentes noticias que leo en Religión digital: no falta día en estos últimos dos años (es un decir) con la noticia de un sacerdote o religioso o de un obispo que ha sido acusado-condenado por haber cometido faltas sexuales con menores de edad;
el sufrimiento de tantas personas traumatizadas porque fueron violadas de niños y no pueden borrar ese recuerdo;
la cantidad de sacerdotes que hubieran seguido en el ministerio pero al no poder dominar su sexualidad y no querer llevar una doble vida, pidieron la secularización o siguen como laicos al margen de la Iglesia;
el tiempo que la Iglesia, digamos el Papa y algunos obispos, han tenido que emplear en ver cómo afrontar el problema sexual de los sacerdotes;
el dinero que la misma Iglesia empleó en reparar las faltas-delitos relacionados con el sexo descontrolado de algunos de sus miembros;
el trauma de aquella prostituta que en televisión decía: “si mi hija me dijera que iba a ser como yo...la mato”;
por los sufrimientos que Marcial Maciel ha provocado a la Iglesia en general y a su congregación en particular;
la obsesión sexual de algunos penitentes que reducen la vida cristiana a la fe, la esperanza y la CASTIDAD (no dicen caridad), olvidando deberes fundamentales de justicia;
tantas esposas que se quejan con amargura: mi esposo me trata en la cama como si fuera una prostituta;
las mujeres que suplican al sacerdote: dígale a mi esposo que no se jacte de que lo pasa mejor cuando está en la cama “con la otra” que cuando está conmigo;
los maridos arrepentidos que lloran por haber traicionado a su esposa e hijos.
Sinceramente, he sufrido y sufro por lo expuesto anteriormente y porque sé que el sexo descontrolado apartó a muchas personas no solamente de la Iglesia, de la moral cristiana, sino de la fe en Dios. Sí, el sexo descontrolado mancha la conciencia y ofende a Dios. Hoy es Viernes Santo. Hoy conmemoramos la Pasión del Señor que sufrió por todos los pecados. El sexo descontrolado es uno de ellos.