¿Cómo amar y cómo ser libre?

La cuarta clave que presentamos para la praxis, para el vivir humano-cristiano, es la coherencia y no el pragmatismo en el uso de los medios. Y la primera área donde aplicamos tal coherencia es en la persona que vive amando y vive en libertad. Del inmenso tratado antropológico que fundamenta expone y responde el interrogante propuesto, cómo amar y ser libre, nos limitamos a lo imprescindible. El amor y la libertad son los valores supremos del hombre. Pero saber amar y saber utilizar la libertad requiere unos medios para que estas facultades colaboren eficazmente en la praxis de toda persona. ¿Cuáles de ellos elegimos?

En la afectividad: cómo amar
Más complicada es la exposición de criterios para conseguir una afectividad madura. A modo de ejemplo vayan estas sugerencias. Ante todo saber amar y odiar con razones bien fundamentadas.

Sobre todo: saber amar y saber odiar.
Los afectos, como los impulsos, son factores decisivos que influyen en la libertad responsable. Urge trabajar en la madurez afectiva integrada por la constancia en el buen humor, el entusiasmo y la aceptación del fracaso y del éxito.

Las razones para amar
¿Por qué amar al prójimo con una relación de donación? En primer lugar por la dignidad de la persona. Se comprende que ante el amor, la persona responda con amor como expresión elemental de gratitud. También mueve la capacidad de amar el interés o las ventajas que surgen del trato con quienes nos dan o prometen bienes materiales o espirituales. Sin agotar las razones, sí anotamos la simpatía y confianza que determinadas personas despiertan en nosotros, sin hablar del enamoramiento, proceso especial del amor afectivo.

La interiorización progresiva de las exigencias.
Todo ideal exige esfuerzo para decir “sí” a las exigencias y “no” a los obstáculos. Si las exigencias son interiorizadas como parte del ideal, se practicarán con ilusión y entusiasmo hasta llegar al “sí” profundo o entrega sin límite.
La meta, el proyecto y las exigencias constituyen el armazón del edificio, el árbol de la vida que comprende la raíz que sostiene la conducta; el tronco de fines y metas complementarias; la savia o el amor de comunión entre el yo y el tú ideal; las ramas que configuran las principales relaciones de la persona; los frutos como respuestas concretas que contienen implícitamente la actitud básica adoptada ante la vida.

Una autoestima equilibrada.
Nunca como hoy es actual la autoestima que no se confunde con el egoísmo ni con la soberbia. Se trata de buscar el bien para nuestra persona como expresión del impulso de la naturaleza. Recordemos el precepto bíblico "amarás a tu prójimo como a tí mismo, Yo, Yahvé" (Lev 19,18 cf.Mt 22,39). Por supuesto que se debe evitar el odio a la propia persona, el desprecio de sí mismo o el no perdonarse hechos de la vida pasada. Atenta contra la autoestima equilibrada los complejos de inferioridad, fruto de un trato humillante que desvalorizó y creó la impresión de ser unos inútiles.

En la libertad con amor responsable
¿Cómo educar la libertad con amor? En primer lugar se impone fortalecer la voluntad y enfocar la libertad con responsabilidad para actuar según la opción fundamental que orienta hacia lo que más amamos. De esta manera la libertad estará capacitada para dominar los impulsos, trabajar en la tarea de la autoliberación y aceptar el sufrimiento.

Educar la opción fundamental
¿Por qué es necesario educar la opción fundamental? Porque además de lo expuesto, da sentido a la vida, configura a la persona, aglutina los diversos factores de la personalidad, define al hombre ante sí mismo y ante los demás, brota del centro y condiciona los demás actos, abarca totalmente al hombre.... En definitiva, la opción fundamental es la que está detrás de cualquiera del sí o del no de la libertad.

Fortalecer la voluntad
El secreto de la personalidad radica en poner la voluntad al servicio de la opción fundamental. De esta manera la persona goza de la madurez volitiva que se manifiesta en la recta independencia ante otras personas, en la energía y prontitud para tomar decisiones y en la fortaleza para decir un “sí” coherente a las convicciones, sean cuales fueren los obstáculos.
No existe en la persona con plenitud volitiva la dicotomía entre el pensar y el actuar. Al contrario, se da la unidad propia de quien posee la capacidad para asumir responsabilidades de modo coherente. ¿Dónde radica el secreto de la fortaleza paciente y constante? Del amor al ideal de vida o a personas concretas.

Enfocar la libertad con responsabilidad Entre los valores y actitudes de la personalidad destaca la libertad motivada por el amor y ejercida con responsabilidad. ¿Cómo se manifiesta? Como libertad, en la opción rápida, fácil y agradable ante las alternativas ordinarias y extraordinarias. Como libertad responsable, en la respuesta consciente y coherente a los compromisos asumidos.

Dominar los impulsos.
Cuando no se vive como se piensa, se termina pensando como se vive. Aquí tienen un papel decisivo los impulsos, fuerzas para el bien o para el mal. Y así, la verdad como la responsabilidad pueden ser ofuscadas por los excesos en el comer, beber y fumar. Urge, pues, la madurez impulsiva de quien ha logrado dominar sus tendencias, es responsable ante el deber, comer, beber, descansar y en la vida sexual.

Preocupaciones y práctica de la autoliberación.
Para quitar preocupaciones sirve el examen sereno sobre las causas, efectos y caminos "objetivos" de los problemas. Y, sobre todo, la aceptación valiente de los males inevitables de quien pone de su parte lo que puede y debe realizar. Para obtener seguridad y contrarrestar los miedos será prudente concretar los peligros sin exagerar ni disminuir las propias fuerzas; valorar lo bueno de lo malo; sembrar vivencias de serenidad, actos de confianza en sí mismo y ensayos progresivos de seguridad. Siempre ayudará el pensar más en los éxitos pasados que en los posibles fracasos presentes o futuros...

Aceptar e integrar el sufrimiento.
El recuerdo del dolor pasado puede obsesionar y necesita superarse. Aprender a sufrir es un arte difícil pero necesario. Es cierto que la persona sufre más de lo que puede porque no sufre como debe. También es cierto que el dolor aceptado, es medio dolor, pero rechazado es doble dolor. Para aprender a sufrir se impone la aceptación del dolor como ley inevitable de vida, que si no es rechazado, ayuda a madurar.
Urge también objetivar los hechos y así aminorar el sufrimiento. Y como complemento: saber moderar los deseos y esperanzas, conscientes de que a mayor austeridad, habrá más paz. Algo hay de verdad en la máxima que se atribuye a Buda: para no sufrir, no desear, no esperar. Claro está que se trata de esperanzas sin fundamento.
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