Como el amor de una madre, ninguno superior

Seguro que no me equivoco. Preguntemos a millones de personas sobre quién es la persona que encarna mejor los rasgos del amor. Un 90% por lo menos, respondería que la madre en general y mucho más si es una viuda con hijos pequeños. Ciertamente que en las madres se dan con la mayor intensidad los rasgos esenciales del amor: la atracción grande de un tú que ejerce sobre el yo; el impulso irresistible de salida para conseguir algún objetivo; la identificación hasta la comunión total; la motivación, fuerza única para luchar por lo que amamos. Y la donación-entrega sin límites hacia quien prolonga el ser y el vivir de quien ama. Alguna madre exclamó: “yo, por mis hijos, mato”. Si llegar a tanto, innumerables son las madres que no han matado, pero ellas, sí, han dado su salud y en ocasiones la misma vida por el bienestar de sus hijos. Su respuesta continua consiste en dar y en darse sin límites.
Este artículo analiza la vivencia más importante del ser humano con algunas aplicaciones al amor materno. Directa o indirectamente, el amor ha estado presente en cada uno de los artículos publicados sobre Espiritualidad estructurada. Pero de manera especial en el último que abordó el tema sobre “Las metas en la vida”. ¿Razón? Porque la persona que desea alcanzar una meta con sus objetivos, necesita mucho sacrificio a la hora de superar los obstáculos. Y es el amor como motivación quien proporciona la fuerza para luchar y superar las dificultades.

Atracción del “tú” por el valor que ejerce sobre el yo
Los hijos, la familia toda, con los valores correspondientes, ejerce una indescriptible atracción en la madre que se siente responsable de su presente y de su futuro. En la madre comprobamos como amar es la respuesta de la persona que se siente unida (atraída o quizás fascinada) por el valor de un “tú” humano, (individual, familiar, comunitario, patrio); de una tarea profesional, artística, deportiva o lúdica; de animales de compañía o de cosas que colecciona; o bien del “Tú” divino en alguna de las manifestaciones religiosas. En efecto, cada persona se ama a sí misma y procura su realización o desarrollo de facultades, derechos y aspiraciones. Además, como “animal social adulto”, prolonga el amor a los de su familia, pueblo, nación, iglesia y mundo entero. El amor personal se convierte en actitud de sintonía ante el “tú” necesitado con quien comparte su suerte y a quien procura servir.

Impulso de salida para conseguir algún objetivo
Ante el bienestar presente y futuro de la familia toda, la madre experimenta un impulso irresistible para conseguir los objetivos de salud, educación y felicidad de todos y de cada uno de la comunidad familiar.
Por lo tanto conviene insistir en este aspecto esencial del amor: el impulso del sujeto –el YO- a juntarse con el objeto –un TÚ-. Es un acto acompañado de satisfacción porque une al amante con el amado. En el amor siempre aparece un objetivo a conseguir y que está relacionado con la felicidad de la persona amada. El impulso de conquista se convierte prontamente en respuesta desinteresada. Todo lo contrario de la actitud egoísta que pone su yo en el centro de la felicidad ajena.

Identificación hasta la comunión total
Física y psicológicamente, la madre experimentó durante el embarazo la unión íntima con cada hijo. Al sentirse sola y responsable como madre de varios hijos, su amor responsable refuerza la total comunión con su familia. En la madre se palpa cómo la capacidad de amar influye para que el yo vea lo del otro como suyo propio, más aún, que prologue su yo en el tú y entable relaciones de comunión. De aquí que el amor sea interpretado como la capacidad humana de vibrar por el otro, por sus intereses y alegrías. Quien de veras ama, exclama; ¡me alegra que existas! ¡soy feliz cuando te veo feliz y estoy triste porque tú estás triste! Quien ama busca de modo desinteresado la felicidad de la persona amada aún con sacrificio propio. Todo lo contrario es la actitud egoísta que pone su yo en el centro de la felicidad, siempre desea que le sirvan y es incapaz de sacrificarse por el otro. El egoísta vive en las antípodas de la comunión.

Motivación y fuerza para luchar por lo que amamos
Para sacar a la familia hacia adelante, la madre viuda encuentra miles de dificultades con miles de sacrificios. Será el amor materno la fuente que motive y fortalezca para luchar y vencer los obstáculos que impiden la felicidad de sus hijos.
Así se cumple la ley psicológica: la persona que ama siempre encuentra algún que otro obstáculo, y siempre necesita una motivación-fuerza para superar cuanto impida el bien de la persona amada. De aquí que el amante experimente gran celo por defender los intereses de la persona amada y que no soporte nada que pueda bloquear su felicidad o bienestar. En ocasiones, el tú se convierte en auténtico objeto de la opción fundamental del yo. Y así surge la lucha, aún con sacrificio, para conseguir la felicidad de quienes ama. Por el contrario, el egoísta siempre desea que le sirvan y es incapaz de sacrificarse por el otro.

Donación sin límites
Alguna madre exclamó: “yo, por mis hijos, mato”. Si llegar a tanto, innumerables son las madres que no han matado, pero ellas, sí, han dado su salud y en ocasiones la misma vida por el bienestar de sus hijos. Su respuesta continua consiste en dar y en darse sin límites. ¡Y es que ellos, familia-hijos, son la prolongación de su ser y de su vivir!
El amor en su dimensión de praxis se mide por la capacidad de donación de una persona a otra persona, de la preocupación por sus intereses, por el servicio a cuanto necesita; por la fidelidad en todo momento, en las circunstancias fáciles y en las difíciles. La donación total conlleva obediencia a los deseos del amado en todo momento, en las circunstancias fáciles y en las difíciles. Más aún, el que ama en profundidad llega a la entrega desinteresada, al sacrificio, para conseguir la felicidad de la persona amada. El amor auténtico se realiza totalmente con una donación sin límites. Con el vocablo "plenitud", -es decir, global, total o completo-, queremos decir que la valoración dada al objeto de la opción es máxima o total; que el amor se realiza totalmente, con una entrega sin límites; que el influjo del objeto en facultades y relaciones logra la totalidad o universalidad; y que la permanencia abarca toda una existencia bajo el signo de la fidelidad. La donación indica que el amor es mucho más que un afecto o un sentimiento.

Amor auténtico y amor falso
La experiencia confirma la autenticidad del amor materno porque en él se da la apertura y sintonía de una persona hacia otras personas, el vibrar y ser feliz por los otros. Y la generosidad en la donación sin límites. Ahora bien, el mismo amor auténtico se manifiesta en el respeto, afectuosidad, confianza, diálogo, comprensión, corrección, estímulo, aceptación de las críticas, saber disculparse y pedir perdón disculpas a las personas amadas. A mayor amor, más riqueza personal, mayor expansión del yo. Pero cuando reina el egoísmo, el falso amor, la persona queda encerrada en sus intereses.

Cuándo es falso el amor
Muchas personan aseguran que no son egoístas, que aman a las personas con quienes conviven. Sin embargo las manifestaciones, y, sobre todo las intenciones, hablan más del egoísmo camuflado. El amor es falso cuando:
-se identifica con el placer o con el sentimiento superficial. Se toma el amor como una droga pasajera que rehúsa el compromiso de la autodonación;
-se experimenta como una necesidad. Más que amar, lo que se manifiesta es una necesidad: "yo te necesito; nosotros nos necesitamos";
-se cosifica al tú como algo que llena la vida, que da felicidad pero que no es amado por sí mismo. Más que amor, se da el egoísmo de uno o de dos que se instrumentalizan;
-se confunde el amor con el afán de poseer. El orgulloso quiere conquistar al otro pero no darse con desinterés.

JUNTO AL AMOR HUMANO DE UNA MADRE encontramos el amor cristiano realizado en muchas personas como es el caso de la Madre Teresa de Calcuta.
Volver arriba