El amor profundo del anciano a su familia

Como toda persona, menor o mayor, el anciano, que es miembro de una comunidad, practica las virtudes comunitarias, como la justicia, la paz, la libertad, y, sobre todo el amor. Ahora bien, su trato con el prójimo está condicionado por la edad, la salud, la psicología masculina o femenina, y por el grado de dependencia mutua que exista entre el que es anciano-a, padre-madre y abuelo-a, y sus familiares. ¿Cómo son las manifestaciones del amor, ordinario y del profundo, del anciano con sus hijos y nietos? ¿Cómo es la intimidad del anciano con Dios?

Manifestaciones normales-ordinarias del amor en el anciano
¡Amar y ser amado! Es la gran aspiración del corazón de toda persona y que no puede faltar en el anciano! ¿Razón? Porque la felicidad, la realización personal y las esperanzas, y sobre todo el amar y el ser amado, forman parte de las aspiraciones esenciales de todo ser humano. Por ello, quienes en décadas anteriores se amaron y con amor educaron a los hijos y actualmente mantienen trato amoroso con los nietos, los abuelos, no pueden renunciar, ni mucho a lo que dio sentido a sus vida: al amar y al ser amados por sus familiares. Desde su perspectiva, con sus posibilidades y limitaciones siguen manifestando las exigencias de todo amor.

Manifestaciones del amor
Como si fueran las cuatro columnas de un edificio o las cuatro ruedas de un coche o las cuatro patas de una mesa, el amor sostiene y unifica las relaciones y tareas de toda persona. ¿Cuál es el proceso? El amor brota de una vinculación, provoca sintonía mutua, se alimenta con la comunicación y se manifiesta en la entrega. Estos cuatro elementos esenciales adquieren matices especiales en el amor de los abuelos.
1º Vinculación. El amor surge de un vínculo a modo de fundamento o raíz. En los padres-abuelos la vinculación proviene de la sangre y de la genética: ¡son mis hijos, son mis nietos con mi sangre y mis rasgos genéticos! ¡Ellos prolongan mi vida y multiplican mi orgullo! En ellos, contemplo mi persona, mi presente y mi futuro! Con ellos, me siento profundamente unido, dependiente y responsable.
2º Sintonía. Los padres-abuelos sienten como propias las alegrías, tristezas, preocupaciones y dolores de los hijos. Son la cúspide de una pirámide afectiva hacia donde todo confluye. Pero esta sintonía de los abuelos está condicionada por la independencia y la responsabilidad de los padres que viven en sintonía con sus hijos. Por otra parte y por la misma ley del amor, el abuelo y la abuela, normalmente, procuran que sus problemas no trasciendan. Ellos sufren pero no quieren hacer sufrir.
3º Comunicación. El diálogo y el estar juntos el mayor tiempo posible es otra de las exigencias del amor. Y mucho más en quienes viven solos y necesitan la compañía de gente joven. Los mayores gozan inmensamente con la reunión familiar en comidas, celebraciones o paseos. Son los momentos más felices, pero tienen que esperar la visita y en ocasiones lamentar la ausencia de algún familiar. Les encanta comunicarse con hijos y nietos, pero cada vez es menor la temática por la diversidad de mentalidades o por la deficiencia del oído.
4º Donación. Quien ama y en la medida en que ama: da y sirve, se sacrifica y obedece, perdona y olvida, defiende y busca el bien de su familia. Y siempre con desinterés. Esta exigencia de donación es cumplida por los padres y por los abuelos. Ellos siguen dando cuanto pueden a los hijos pero les duele las críticas y peleas por presuntas desigualdades en el trato.
El amor de los padres y de los abuelos es un amor total, del todo para todos. No a medias, ni en la periferia, ni ocasionalmente
Como siempre, su amor es de donación total, siempre, a todos y cada uno. Sufren por la crítica-envidia de quien se cree menos amado. O por las peleas entre los hijos por razón de la herencia-m Ante la problemática del hijo-a separado-a o sin trabajo, los abuelos se desviven por ayudarles aunque sea a costa de sus ahorros o de su escasa pensión… Por otra parte, y por la misma razón del amor, a los abuelos les duele tener que pedir ayuda a sus hijos por razón enfermedad, de la compañía por la noche, de tener que marchar a una residencia.

El amor profundo: la intimidad con Dios ilusión, entusiasmo y radicalidad.
Existen grados en el amor: el superficial de quien ama “por obligación” hasta el amor profundo –íntimo- de la persona que vive con ilusión, entusiasmo y radicalidad hasta la donación total de sí mismo. Así fue la vida de los padres con sus hijos. Ahora, como padres y abuelos, ¿extiende a Dios el amor profundo que profesa a hijos y nietos?

La abundancia de ilusiones aumenta su felicidad
La persona que ama sintoniza con las esperanzas, proyectos e ideales de los que son amados. Y si el amor es profundo como el de los abuelos, vive como ilusión propia las ilusiones de hijos y nietos. Vivan en la misma casa o fuera de ella, los ancianos, padres y abuelos, sintonizan con las ilusiones de cada miembro de su familia. Y de tal manera, que las otras ilusiones forman parte de su razón para vivir, en el contenido de sus oraciones. La ilusiones familiares rejuvenecen. Los deseos cumplidos dan alegría; los triunfos compensan los sacrificios realizados; las dificultades vencidas alivian los achaques. En definitiva, la felicidad de hijos y nietos aumenta la felicidad de los abuelos

Renace el entusiasmo en la persona mayor
Con los años, cualquier persona pierde el entusiasmo de su juventud. Con mayor razón, el anciano, como norma general, vive un tanto apagado porque le falta ese endiosamiento juvenil fruto de los ideales que alimentaron las etapas anteriores. Ahora palpa la ausencia de “la mística” del ayer. Se lamenta de que le falta ese amor desbordante que se manifestaba en el dinamismo, en las ganas extraordinarias de hacer cosas para conseguir los objetivos que se proponía y conseguía.
Pero cuando todo parecía apagarse surge un problema familiar que urge una presencia especial de los progenitores. Así sucede cuando la madre-abuela tiene que cuidar al hijo separado y gravemente enfermo; o cuando el padre-abuelo tiene que afrontar los estudios de los nietos. En definitiva, cuando por una o por otra causa, los abuelos tienen que ejercer necesariamente de padres y de abuelos. La nueva situación dolorosa negativa hace resurgir el amor y el entusiasmo en quienes vuelven a sentirse útiles y necesarios. Y aunque lamente de la nueva situación, sin embargo la persona anciana comprueba que sus enfermedades pasan a un segundo lugar; siente que surgen fuerzas nuevas y que la necesidad familiar le-la rejuvenece. Se encendió la llama que estaba a punto de apagarse.

Radicalidad y tolerancia
Los que fueron muy estrictos con los hijos y muy coherentes como cristianos, al convertirse en ancianos pueden ablandarse, endurecerse o adoptar una actitud de serenidad y prudencia. En mi experiencia pastoral he tratado con padres-abuelos:
-unos endurecidos en su línea de radicalidad en criterios morales y en la práctica religiosa;
- otros que están de vuelta y quieren sintonizar con el mundo moderno. Ahora, son muy liberales en moral y flexibles con los hijos. E indiferentes respecto a la práctica religiosa..
-y un tercer grupo que intenta armonizar la radicalidad para sí y la tolerancia con los hijos.
La radicalidad pide
-discernir el valor o valores fundamentales (las raíces que dan sentido a una vida), de otros valores secundarios;
-responder con entusiasmo ('mística') a los valores aceptados.
-colocar en el centro de su vida al valor o valores fundamentales);
-profundizar en las raíces de sus convicciones para abrazar toda la verdad y con todas sus consecuencias
-y manifestar coherencia en la conducta.
La tolerancia se manifiesta en
-la prudencia que evita los extremismos, los radicalismos
-la radicalidad flexible para sí mismo pero dialogando con los de otra generación y mentalidad
no imponer criterios y fe de ayer al mundo actual
-evitar el presentar la fe de modo fanático
-manifestar con humildad y valor que sus criterios y su fe práctica que tanto influyó en su felicidad.
-la humildal al pedir a los hijos y nietos sinceridad y coherencia en sus vidas

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