¿Cómo ser católico en el mundo actual?

La pregunta planteada no tiene fácil respuesta porque en la situación controvertida por la que atraviesa la Iglesia, el católico vive en un mundo secularista y paganizado, tiene que armonizar la fidelidad a la propia conciencia, la obediencia a la normativa eclesial y la adhesión a los signos de los tiempos. El artículo responde de modo sencillo: el católico vive “el ser y el vivir” en comunión eclesial, en la medida en que sea consciente de la situación de la Iglesia, posea orgullo de su condición cristiana, sea sensible a la problemática eclesial y colabore en los desafíos y tareas de toda la comunidad eclesial.

Consciente de la situación eclesial
Desde una perspectiva histórico-sociológica, la Iglesia aparece como un valor controvertido porque son pocos los católicos coherentes y muchos los que se apartan de la práctica religiosa, o la critican sin compromiso o viven con una fe débil, “ light”. Y es controvertida también por los innumerables conflictos y desafíos que exigen un rostro nuevo para una Iglesia nueva. Así mismo, el católico es consciente de las tensiones eclesiales: tanto de la actitud radicalizada conservadora como de la progresista que no ve creíble la actual Iglesia católica: los conservadores opinan que la Iglesia «se pasa» en su respuesta global, y los progresistas critican a las estructuras eclesiales porque «no llegan» a las necesidades de la evangelización para el cristiano de hoy día. Junto a la controversia y tensiones, están los conflictos y alternativas opuestas.
Destaco entre los factores posibles de la conflictividad reinante: la situación de cruces de caminos en que se encuentra la institución eclesial y muchos de sus miembros. Hoy día, se acentuó la duda de quien tiene que elegir entre dos alternativas opuestas y entra en conflicto porque tiene que aceptar una alternativa con riesgo y rechazar otra, también con riesgo. Y si la Iglesia (en su magisterio, en las estructuras) no acepta su opción, la Iglesia no es creíble. También hoy día nos encontramos con una Iglesia en conflicto y conflictiva en sus miembros. Es lo que le sucede al católico desafiado por varias posibilidades. Por ejemplo: el conflicto que surge cuando ha de elegir entre una conducta regida por la autonomía o la heteronomía, (relativismo-subjetivismo o legalismo, obediencia o libertad, norma o decisión de la conciencia), el uniformismo o el pluralismo, el Dios teocentrista o el dios del secularismo; la Iglesia de ayer o la de hoy; una iglesia institución o la iglesia carismática, el espíritu del Vaticano II o uno nuevo ratificado por un posible Vaticano III.
Ante la toma de conciencia por la situación de la Iglesia, varias son las respuestas negativas. Subrayemos ahora la deficiente formación de quienes aprendieron “parte” de la vocación cristiana en la Iglesia e ignoran el mensaje bíblico actualizado por el Vaticano II. Se quedan solamente con la práctica religiosa porque no les enseñaron a ser coherentes con el compromiso completo del católico: la fe, luz sobre el candelero. Otra respuesta negativa es la del miedo y hasta vergüenza que padecen muchos católicos practicantes de manifestar ante los demás su compromiso con Dios y con la Iglesia.

Con el orgullo o "mística" de "ser” católico
No faltan católicos que manifiestan el orgullo de pertenecer a esta comunidad cristiana por lo que es: Pueblo de Dios, sacramento del encuentro con Cristo, prolongación del Verbo encarnado, transmisora del Reino de Dios…Y por lo que de ella han recibido: la Palabra de Dios, el bautismo, el perdón y la reconciliación con Dios y con los hermanos, la fe en Cristo con todo el mensaje de la Buena nueva, la celebración del Misterio pascual, la intercesión de la Virgen María, el poder colaborar con Cristo y de enriquecer su vida con la esperanza de peregrino. Y siempre, la presencia y colaboración para superar los problemas del mundo en general y de los más necesitados, en particular..
Junto al sano orgullo, la coherencia de quien pertenece a la comunidad eclesial con unos derechos y unos compromisos que son aceptados con actitud de comunión Agradecido por los dones recibidos, no faltará su admiración por la Iglesia en todos sus miembros por lo que es, por la santidad de vida y por los servicios que presta al mundo

Preocupado por los problemas y desafíos de la Iglesia
El que es miembro de una familia hace suyos los problemas que afectan a todos. Se preocupa y no se desentiende. Así sucede con quien desea vivir en comunión con la Iglesia: él tiene que compartir los problemas y desafíos de la comunidad eclesial. Algunos ejemplos:
-¿por qué tantos alejados de la Iglesia? Nos encontramos ante uno de los problemas más graves que afronta la Iglesia de nuestros días: el porcentaje mayor de los bautizados adultos es el de los católicos apartados de la práctica religiosa. bautizados que como adultos rechazan la Iglesia y muchos dicen que han perdido la fe. Algunos de ellos mantienen una actitud crítica y beligerante. Por otra parte, influyen en la sociedad mediante la política o la cultura y no precisamente a favor de la Iglesia..
¿Por qué tan pocos católicos coherentes? No es menos de lamentar que sean pocos los católicos practicantes que sean coherentes colaboradores. La práctica religiosa es una condición pero no es suficiente. La coherencia cristiana pide corresponsabilidad de quien ha recibido y tiene que dar.
¿Qué decisión tomar ante las alternativas opuestas?
E
l conflicto surge cuando se ha de elegir entre una conducta regida por la autonomía o la heteronomía, (subjetivismo o legalismo, obediencia o libertad, norma o decisión de la conciencia), el uniformismo o el pluralismo, el Dios teocentrista o el dios del secularismo; la Iglesia de ayer o la de hoy; una iglesia institución o la iglesia carismática, el espíritu del Vaticano II, la nostalgia del pasado tradicionalista o un nuevo rumbo que sería ratificado por un Vaticano III.
¿Cómo afrontar los desafíos actuales?
Junto a las alternativas expuestas, están los desafíos que interpelan a la comunidad eclesial. Enumeremos algunos de ellos: la elección del rostro para una “nueva iglesia”, el discernimiento ante las ideologías para aceptar sus valores positivos, las exaltaciones intraeclesiales para que unos y otros se acepten en clima de pluralidad, las críticas contra las estructuras eclesiales para cambiar aspectos por muy tradicionales que sean, las causas del alejamiento de tantos bautizados para revisar a fondo la evangelización, etc.
¿A quién convence la nueva evangelización?
Este desafío y tarea es la respuesta doctrinal y pastoral de la Iglesia a la nueva situación y nuevas necesidades que presentan el hombre, la sociedad y la vida cristiana a finales del siglo XX y principios del XXI. Como afirmó Juan Pablo II en la XIX Asamblea del Celam, ahora se trata «no de reevangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión»: Pero ¿a quién convence la nueva evangelización? ¿Quiénes están dispuestos a la difícil tarea? Es posible que sí convenza a ese mínimo porcentaje de bautizados que con frecuencia viene a la Iglesia, pero no a la gran mayoría de alejados que está contra la Iglesia.

Dispuesto a colaborar en las tareas que tiene toda la comunidad eclesial
Ante las alternativas y desafíos, la Iglesia debe dar una respuesta con la “nueva evangelización”. ¿Lo hace? ¿A quién corresponde su realización? ¿Habremos de esperar de la jerarquía las consignas y el modus operandi? ¿No es cierto que la comunidad de bautizados comprende a los que quieren y pueden evangelizar, a la oveja fiel en el rebaño con un mínimo de porcentaje de bautizados, y a todos aquellos que están alejados de la práctica religiosa, de la Iglesia y de la misma fe, a las 99 ovejas perdidas?
La nueva evangelización es tarea de todos los miembros de la Iglesia que responden de manera corresponsable. Así lo recordó Benedicto XVI en Aparecida, la V Conferencia del CELAM: “la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del Pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este Continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo” (Discurso Inaugural, 3). Porque “discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla”. Y en el documento de Aparecida se lee que “todos sus miembros están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, para que nuestros pueblos tengan vida en Él”. (n. 3). Aquí se desarrolla la gran opción de la Conferencia latinoamericana de convertir a la Iglesia en una comunidad más misionera. Con este fin se fomenta la conversión pastoral y la renovación apostólica de todos los miembros de la comunidad eclesial.
¿Con qué espíritu participar? El mismo documento de Aparecida responde. el cristiano fiel ”bendice a Dios por todos los dones recibidos, en especial, por la gracia de la fe que lo hace seguidor de Jesús y por el gozo de participar en la misión eclesial. Tiene conciencia ser discípulo misionero y manifiesta la alegría de ser llamado a anunciar el Evangelio, con todas sus repercusiones como “buena noticia” en la persona y en la sociedad” (Aparecida, cap 3º).
Protagonista: el nuevo cristiano. Quien ha de llevar a cabo la nueva evangelización es el cristiano de siempre configurado según los signos de los tiempos. Fundamentalmente hombre nuevo en Cristo para un mundo más humanista; seguidor de Cristo para evangelizar a una humanidad, especialmente la europea, más secularizada y más atea; corresponsable en el Pueblo de Dios. El protagonista, convencido de su vocación contemplativo-mística, se unirá al trabajo común según los compromisos contraídos. Y por su vocación comunitaria, será un cristiano en una Iglesia más arraigada en el Evangelio y más conectada con las primeras comunidades. Y así estará capacitado, comprometido con su mundo, para animar con los carismas recibidos como profeta de la moralidad para difundir el Reino de Dios. Se espera que sea de talante, democrático, tolerante y ecuménico.
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