La confesión, fuerza penitente para aceptar la cruz

La oración-petición es la fuerza omnipresente en la vida espiritual y que también ayuda para afrontar y superar el sufrimiento, el dolor o la cruz. Pero el cristiano dispone de la oración-petición en el culto religioso y en los sacramentos. Así sucede en la recepción de la penitencia o confesión. Todo el dinamismo de este sacramento mira a la vida pasada, de dolores y gozos, con el examen de conciencia; al presente con el arrepentimiento y la confesión de los pecados; y al futuro con el propósito de la enmienda y la reparación penitencial impuesta por el confesor.

El dinamismo de la confesión sacramental.
Brevemente: para obtener el perdón de Dios (gracia y paz) se requiere el examen de conciencia, la contrición, el propósito de la enmienda, la satisfacción o reparación y la confesión de los pecados al sacerdote que imparte la absolución según la normativa de la Iglesia (cánones 989 y 988,2).
Quien se confiesa bien y repara las ofensas, acrecienta las fuerzas espirituales para el combate cristiano; recibe aliento y vigor para seguir a Cristo; se reconcilia con Dios y con los hermanos; recupera la paz perdida, se libera de la situación de esclavitud del pecado y experimenta la misericordia de Dios con deseos de corresponder siendo misericordioso con los hermanos.
También experimenta el gozo y la gratitud al sentirse perdonado y el comprobar que la culpa desapareció, pues todo quedó reparado, restablecida la amistad con Dios. Con la buena confesión, goza de paz y de la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual".... una verdadera "resurrección espiritual", una restitución de la dignidad y de los bienes (CEC1468).
Si el penitente ofendió gravemente a Dios o al prójimo, sabe que gracias al sacramento de la reconciliación, sus pecados quedan perdonados, recupera la paz y adquiere la gracia-fuerza para seguir en el proceso de conversión. Este sacramento “restituye la gracia de Dios y une con El con profunda amistad. Además, el penitente se reconcilia y enriquece su comunión con Dios, con los hermanos y consigo mismo. Es, pues, la Penitencia el sacramento de la misericordia y del perdón de Dios. Y de la conversión personal como cambio y reparación de las ofensas.
¿Ayuda también la confesión para afrontar y superar las cruces o sufrimientos del penitente? ¿Y de qué manera? Para la respuesta, basta con seguir la dinámica que rige la confesión en sus cinco pasos.

1º La aceptación de la cruz en el examen de conciencia
El examen de conciencia debe comprender también la culpabilidad relacionada con el sufrimiento o cruz. Bien porque el penitente es el culpable del mal que sufre (como sucede con el drogadicto), o bien porque al responder de mal modo ante el dolor, lo aumentó con respuestas de soberbia, desesperación o desconfianza. El examen sincero-completo, es una ocasión propicia para que el penitente contemple toda la realidad de su vida. Y si acepta la posible culpabilidad, está en camino de la reconciliación y de la posible superación del sufrimiento. Aquí viene bien recordar que la cruz rechazada es doble cruz, pero la cruz aceptada es media cruz.

2º La contrición o dolor de corazón, arrepentimiento que destruye la culpabilidad.
El segundo paso de la confesión, la contrición o dolor de corazón, es el más importante. ¿Razón? Porque el penitente pide perdón a Dios por sus culpas y por el sufrimiento que él mismo haya podido ocasionarse. Simultáneamente, rechaza las causas que produjeron los pecados en general. Y se dispone favorablemente para la respuesta más coherente. Tengamos presente que si el dolor-cruz proviene del mal uso de la libertad del penitente, la sincera contrición será el gran medio para la paz personal. Quien se arrepiente abre su corazón a la paz.

3º Propósito de la enmienda
Necesarios son los dos pasos anteriores, la sinceridad en el examen y el arrepentimiento por los pecados, porque de esta manera queda solucionado el pasado y el presente. Ahora bien, en el futuro vendrán las tentaciones y las posibles recaídas. ¿Qué hacer? Es necesario rectificar la conducta para que superar las causas de cualquier mal, moral o psicológico. Y aquí viene el propósito de la enmienda o firme decisión de poner en práctica los medios coherentes. Se ha dicho: “Dios perdona pero la naturaleza no olvida”. Y para dominar las debilidades de la naturaleza será necesario la oración, el sacrificio y la prudencia para no buscar la tentación.

4º Manifestar los pecados
El paso cuarto de la confesión sacramental pide la manifestación de los pecados al confesor que ayudará con sus orientaciones morales y espirituales. ¿También para superar los sufrimientos? Aunque el confesor no es un psicólogo, sus orientaciones ayudarán para la buena salud de toda la persona. En el fondo de muchas orientaciones, se esconde el camino adecuado para ser feliz. Y por lo tanto, para afrontar y superar las dificultades, los sufrimientos o cruces de la vida.

5º Cumplir la penitencia
El penitente repara las ofensas mediante el cumplimiento de la penitencia. El último paso de la confesión consiste en la satisfacción o reparación y de los pecados al sacerdote que imparte la absolución según la normativa de la Iglesia (cánones 989 y 988,2). Cabe la posibilidad de añadir como fruto de la confesión, otras obras o sacrificios que ayuden a quitar las causas que motivaron el sufrimiento o cruz. ¿Y cuando la cruz es totalmente ajena a la responsabilidad del penitente? Es de aconsejar que ofrezca a Dios todos los sufrimientos que padezca.
Este ofrecimiento adquiere mayor sentido en la Eucaristía. Efectivamente como analizaremos en el próximo artículo la Eucaristía contiene la oración más completa para afrontar y superar todo lo negativo de quien participa y vive los diversos momentos de la Santa Misa.

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