¿Cómo enriquece la caridad teologal al amor humano?
Sublime, el amor humano pero superior la caridad, porque asume las auténticas manifestaciones afectivas del eros al que añade otros valores como son la fe como fundamento, Dios como fuente, don y motivación, Cristo como testigo y maestro, la Palabra de Dios como autoridad y camino, el reino de Dios como plenitud temporal y escatológica, y la respuesta de cristianos coherentes como orientación y estímulo.
La fe y la caridad de los cristianos responden al secularismo Con estas perspectivas, la fe se puede presentar ante la mentalidad secularista como la llave que abre la puerta del mundo sobrenatural. A los que rechazan todo Absoluto, nada mejor que subrayar la realidad de un Dios-don, amor paternal. Para quienes buscan un testimonio convincente del amor, Cristo, Dios como uno de los hombres, es la respuesta. A cuantos desean una panorámica del amor radicalizado, que lean los mensajes bíblicos, especialmente los del Nuevo testamento. Desde la esperanza, y para una visión completa del amor en su etapa temporal y escatológica, encaja perfectamente el reino de Dios con todas sus perspectivas. Y los que necesitan una orientación y un estímulo, mucho les ayudará la coherencia de tantos seguidores de Jesús que vivieron o viven el amor cristiano hasta las últimas consecuencias.
Además, como nombres para comprender lo esencial de la caridad, amor cristiano, elegimos entre tantos, a Juan Pablo II y Benedicto XVI como maestros, a Teresa de Calcuta y Oscar Romero como testigos cualificados, a la organización católica de Caritas y a la generosidad anónima de muchos cristianos como miembros de una Iglesia, comunidad de amor creíble.
¿Cuál es el fundamento de la caridad?
Sin la fe es imposible abrir el tesoro que encierra la caridad como amor de Dios. Gracias a la fe se explican las respuestas heroicas de tantos cristianos que fusionaron en sus vidas amor humano con la caridad sobrenatural. Así se explica que Benedicto XVI escribiera en la Encíclica Caritas in veritate: la caridad “es amor recibido y ofrecido. Es «gracia» (cháris). Su origen es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros” (5). Y en el mismo número ratifica implícitamente la necesidad de la fe como fundamento, al afirmar que la caridad “es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, por el cual somos recreados. Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (cf. Jn 13,1) y «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm 5,5).
Por su parte, los teólogos contemplan la caridad como agapé, esencialmente amor pneumático, engendrado por el Pneuma en el corazón o pneuma del hombre (1 Cor 2,11; cf. Rom 1,9; 8,10). De aquí que la agapé, como verdadero amor de corazón, sea un acto de totalidad como acentúan los textos Dt 6,5 y Mc 12,30. El corazón se abre a Dios y se hace sensible a su gracia (Rom 8,27). El amor o el agapé es como el nuevo ser que viene de Dios (1 Cor 13,2; Jn 17,26; 1 Jn 2,10).
¿Y la llave para la praxis de la caridad? El mensaje, el tesoro cristiano, sobre la caridad supera los límites de la razón. Necesita la llave capaz de abrir la puerta. Es la fe. Por ello, la teología contempla la caridad como una virtud teologal basada en la fe divina que motiva la conducta propia del cristiano. Como amor sobrenatural, la caridad solamente se comprende desde la fe que proclama a un Dios Amor que por amor hace partícipe al hombre de su vida, le entrega a su Hijo, envía a su Espíritu y quiere estar presente en todos y en cada uno para que sea efectivo su Reinado que es fundamentalmente de amor.
La caridad incompatible con el secularismo El secularista, decidido a construir un mundo humanizado al margen de Dios, exalta tanto su autonomía y el esfuerzo humano que no permite que «otro» le imponga el camino moral o que su libertad se vea limitada por una autoridad externa. Por lo tanto se independiza de Dios, rechaza el amor sobrenatural y no puede aceptar el mensaje sobre la caridad ratificado por Benedicto XVI: la caridad “es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn 8,22) (Caritas in veritate 1).
Ahora bien, si la caridad enriquece a todo amor, ¿dónde está la fuente última? ¿Dónde radica la motivación suprema para amar? Tema a tratar con detención
La fe y la caridad de los cristianos responden al secularismo Con estas perspectivas, la fe se puede presentar ante la mentalidad secularista como la llave que abre la puerta del mundo sobrenatural. A los que rechazan todo Absoluto, nada mejor que subrayar la realidad de un Dios-don, amor paternal. Para quienes buscan un testimonio convincente del amor, Cristo, Dios como uno de los hombres, es la respuesta. A cuantos desean una panorámica del amor radicalizado, que lean los mensajes bíblicos, especialmente los del Nuevo testamento. Desde la esperanza, y para una visión completa del amor en su etapa temporal y escatológica, encaja perfectamente el reino de Dios con todas sus perspectivas. Y los que necesitan una orientación y un estímulo, mucho les ayudará la coherencia de tantos seguidores de Jesús que vivieron o viven el amor cristiano hasta las últimas consecuencias.
Además, como nombres para comprender lo esencial de la caridad, amor cristiano, elegimos entre tantos, a Juan Pablo II y Benedicto XVI como maestros, a Teresa de Calcuta y Oscar Romero como testigos cualificados, a la organización católica de Caritas y a la generosidad anónima de muchos cristianos como miembros de una Iglesia, comunidad de amor creíble.
¿Cuál es el fundamento de la caridad?
Sin la fe es imposible abrir el tesoro que encierra la caridad como amor de Dios. Gracias a la fe se explican las respuestas heroicas de tantos cristianos que fusionaron en sus vidas amor humano con la caridad sobrenatural. Así se explica que Benedicto XVI escribiera en la Encíclica Caritas in veritate: la caridad “es amor recibido y ofrecido. Es «gracia» (cháris). Su origen es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros” (5). Y en el mismo número ratifica implícitamente la necesidad de la fe como fundamento, al afirmar que la caridad “es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, por el cual somos recreados. Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (cf. Jn 13,1) y «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm 5,5).
Por su parte, los teólogos contemplan la caridad como agapé, esencialmente amor pneumático, engendrado por el Pneuma en el corazón o pneuma del hombre (1 Cor 2,11; cf. Rom 1,9; 8,10). De aquí que la agapé, como verdadero amor de corazón, sea un acto de totalidad como acentúan los textos Dt 6,5 y Mc 12,30. El corazón se abre a Dios y se hace sensible a su gracia (Rom 8,27). El amor o el agapé es como el nuevo ser que viene de Dios (1 Cor 13,2; Jn 17,26; 1 Jn 2,10).
¿Y la llave para la praxis de la caridad? El mensaje, el tesoro cristiano, sobre la caridad supera los límites de la razón. Necesita la llave capaz de abrir la puerta. Es la fe. Por ello, la teología contempla la caridad como una virtud teologal basada en la fe divina que motiva la conducta propia del cristiano. Como amor sobrenatural, la caridad solamente se comprende desde la fe que proclama a un Dios Amor que por amor hace partícipe al hombre de su vida, le entrega a su Hijo, envía a su Espíritu y quiere estar presente en todos y en cada uno para que sea efectivo su Reinado que es fundamentalmente de amor.
La caridad incompatible con el secularismo El secularista, decidido a construir un mundo humanizado al margen de Dios, exalta tanto su autonomía y el esfuerzo humano que no permite que «otro» le imponga el camino moral o que su libertad se vea limitada por una autoridad externa. Por lo tanto se independiza de Dios, rechaza el amor sobrenatural y no puede aceptar el mensaje sobre la caridad ratificado por Benedicto XVI: la caridad “es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn 8,22) (Caritas in veritate 1).
Ahora bien, si la caridad enriquece a todo amor, ¿dónde está la fuente última? ¿Dónde radica la motivación suprema para amar? Tema a tratar con detención