La fe, fuerza para superar el sufrimiento

Mucho ayudan las motivaciones para aceptar el sufrimiento o cruces de la vida, pero la fe con la práctica religiosa, es la gran fuerza que tienen los creyentes para aceptar, y a veces con paz y gratitud, cuanto les hace sufrir. Como fundamento, el testimonio y la doctrina de Jesús. Y como aspectos complementarios, la oración y la recepción de los sacramentos. Tanto el fundamento como los aspectos complementarios alivian los sufrimientos y hasta sirven para aceptar gozosamente lo que podemos denominar la cruz que deprime. Más aún, ayer y hoy, abundan los cristianos que hasta agradecen poder sufrir gracias a las motivaciones globales que surgen de la Buena Nueva de Jesús. ¿Cuáles son los aspectos que integran la fe como ayuda excepcional para aceptar la cruz?

1º. Ver el sufrimiento como ley de vida, escalera par alcanzar una meta. El bautizado sabe que el dolor físico, la enfermedad o el sufrimiento de cualquier clase, es una ley de vida a la que nadie escapa en mayor o menor grado. Su fe no es un escudo o una coraza ante la cruz pero sí una medicina eficaz que alivia, fortalece y ayuda a vivir con paz, gozo y hasta con gratitud.

2º. La cruz, condición para seguir a Cristo. El cristiano con fe firme, entiende que una condición para vivir según Cristo consiste no solamente en la aceptación serena de la cruz sino en la inserción de toda su vida, (aspectos positivos y negativos), en el misterio pascual de quien padeció, murió y resucitó. Junto a la fe está la esperanza que motiva para seguir a Cristo en la vida temporal para encontrarlo, resucitado, en el cielo.

3º Presencia de la cruz en la Redención y en la salvación. El texto de Lucas 9,18-24 resalta la dimensión sufriente del Redentor que invita al discípulo a tomar su cruz y seguirle. “Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?. Ellos le respondieron: Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado. Pero vosotros, les preguntó, ¿qué dicen que soy yo?. Pedro, tomando la palabra, respondió: Tú eres el Mesías de Dios. Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Después dijo a todos: El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará"

4º.-El sufrimiento aceptado, purifica y santifica. En el dinamismo de la vida espiritual, la cruz aceptada con paz y amor es un medio inapreciable para purificarse de los pecados. Es el complemento de la penitencia que nos impone el confesor. Más aún, a mayor aceptación-amor, mayor es la eficacia para llevar una vida santa ajustada a la voluntad de Dios y a los compromisos emitidos.

5º La adhesión total a Cristo. ¿Cómo se manifiesta? Con la decisión para pensar, sentir y actuar como un seguidor de Jesús. El bautizado que aspira a vivir como cristiano procura pensar, sentir, querer y reaccionar como lo haría Cristo en una situación parecida. Este es el seguimiento que consiste en la adhesión vital a Cristo camino, en un hacerse conforme a Cristo servidor hasta la cruz (Flp 1,5). Es la meta de quien está revestido de Cristo como vivieron los primeros discípulos: con radicalidad, entusiasmo y amistad (Rom 8,2; Jn 15,1; Gal 3,27). El ideal está centrado en vivir como amigos en el consorcio de toda una vida y en seguir al amigo interiorizando sus actitudes.

6º Todo sufrimiento y toda cruz unen con el prójimo doliente. Quien integra su cruz con la caridad fraterna, comprobará que comparte la suerte de tantos y tantos que sufren más que él y que quizás disponen de menos recursos-ayudas. La cruz aceptada convierte al cristiano en un nuevo Cirineo, bien de Cristo cabeza, bien de los hermanos que necesitan de su ayuda-solidaridad.

7º-El testimonio de quienes aceptan la cruz. El ejemplo del prójimo motiva para bien o para mal. Cuando nos relacionamos con personas que quizás sufren igual o más que nosotros y comprobamos que aceptan su cruz o cruces con paz y fortaleza, inmediatamente surge la admiración y el interrogante: “si tal persona puede, ¿por qué yo no? Si las motivaciones y la fe le ayudan a vivir sin dramatismos, ¿por qué yo exagero mis sufrimientos y me siento más infeliz?” En ocasiones, un buen testimonio puede más que cualquier terapia o meditación.

8º Para muchos, el falso consuelo: “Dios me manda la cruz”. No faltan creyentes que se consuelan con criterios erróneos o incompletos ignorando que una verdad a medias es la peor mentira. En situaciones dramáticas, el creyente suele unir-vincular el mal (cruz o sufrimiento) a la voluntad de Dios con respuestas diferentes: “Dios me manda tal enfermedad por mis pecados”. “Él quiere que suframos en este valle de lágrimas”. “Cuanto sufrimos en esta vida nos purifica para no ir al purgatorio”. “Los amigos de Dios tienen que sufrir más en reparación de los pecados del mundo”. Y etc. etc. Los criterios expuestos, tal cual, son erróneos y una fuente de críticas contra la bondad de Dios Padre.

9º El poder de la oración y de los sacramentos. Junto a los criterios mencionados están las plegarias de los cristianos y la recepción del sacramento de la penitencia y la participación coherente en la Eucaristía. Son temas para futuros artículos.
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