3º A quién no interesa la mística
Por diferentes razones, la Mística cristiana no interesa a quienes niegan la existencia de Dios, el ateísmo en sus diversas modalidades.0 aquellos que prescinden de Dios en sus vidas porque no les interesa (indiferencia religiosa), o las personas que sí creyeron en Dios pero pasado el tiempo perdieron la fe. Un interés por Dios o por la deidad al margen de la fe cristiana no garantiza una creíble experiencia de Dios. Es el caso de los influenciados por doctrinas incompatibles con el mensaje cristiano: el secularismo, la Nueva era y los Nuevos movimientos religiosos. Ateísmo e indiferencia son los factores más contrarios a la experiencia e intimidad con Dios. Y, lamentablemente, a muchos católicos practicantes no les interesa la mística por ignorancia o por prejuicios.
Los que niegan la existencia de Dios (ateísmo)
Si la mística desarrolla una relación intensa como es la experiencia y la íntimidad con Dios, es lógico que no interese a todos aquellos que niegan la existencia de Dios. Quizás despierte la atención “el fenómeno Dios” en algunas personas ateas, por razones filosófica, psicológicas o por algún tipo de ideología.
Modalidades del rechazo La ruptura con Dios presenta diversas modalidades: el ateísmo científico, la interpretación atea del marxismo, el psicoanálisis de índole atea, la interpretación nihilista de Nietzsche y el ateísmo existencialista de Sartre. Y, últimamente, la posmodernidad que acentúa la hostilidad hacia Dios y lo religioso.
Las razones del rechazo El mundo “sin Dios”, además de arrogarse la plena autonomía para el hombre, presenta varias razones para justificar la negación de un Tú divino personal. Y así, los ateos argumentan que:
-Dios, como todo pensamiento abstracto, universal o metafísico, es una hipótesis inútil para la ciencia.
-el hombre no necesita de Dios porque Dios ha muerto una vez que ha nacido el super-hombre.
-la convicción que anima al ateísmo de Feuerbach es muy radical: el hombre no mantiene relaciones con alguien que ni existe ni es necesario. Dios es una criatura del hombre, fruto de su necesidad: “Dios no hizo al hombre a su imagen y semejanza, sino que es el hombre quien crea a Dios a su imagen y semejanza”.
-para otros, es inaceptable la existencia de un Dios, un «absurdo» que bloquea la libertad humana. Dios y la religión son fuentes de enfermedades y, por lo tanto, incompatibles con la salud psíquica.
-la causa de muchas injusticias proceden de la fe en Dios, de la moral, del culto religioso con su estructura que bloquea la libertad.
-demás. el mal y el dolor de los inocentes son incompatibles con la existencia de un Dios bueno que todo lo puede pero que permite el sufrimiento en el mundo.
Más fuerte que el rechazo de Dios, es la indiferencia ante el tema religioso
Radical o temporal, la indiferencia religiosa «es una característica de la sociedad europea y, tal vez, de todo el mundo contemporáneo» (J. Sommet, en la revista Concilium). Y la humanidad padece una sordera para lo religioso. Para la Iglesia, la actitud indiferente ante lo religioso de los bautizados es una manifestación clara de su mayor problema porque la fe está ausente en los bautizados, total o parcialmente. Sobre este problema alertó el Vaticano II: “existen otros (que) ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios, porque al parecer no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso” (GS 19.2). Ante un problema tan grave y complejo intentamos diagnosticar sus manifestaciones y sus causas.
El indiferente prescinde de Dios y de lo religioso. El indiferentismo religioso participa del rasgo de toda relación social de indiferencia: carencia de vínculos aceptados o conocidos. El tú no es conocido o valorado por el yo en su existencia con sus valores y derechos; el yo vive como si el tú no existiera porque, entre otras razones, no lo necesita para su realización personal. Para el indiferente, el tú no tiene vínculos de sangre, ni de profesión ni de intereses.
Dios no interesa. Se puede señalar como rasgo prioritario para el indiferente religioso, la actitud y la respuesta ordinaria que prescinde de Dios en su vida, que “pasa” de las relaciones con el tú divino. No es un ateo que rechaza a Dios, ni un secularista que reafirma su autonomía negando la dependencia de la soberanía divina. El indiferente se limita a no tener presente a Dios en su vida por diversas razones y factores históricos. Tampoco se identifica con el creyente no-practicante para quien Dios es algo importante y necesario en la vida. Sin embargo el indiferente, en ocasiones, no tendrá inconveniente en participar en actos aunque su motivación básica sea de tipo social o cultural, pero no por convicción religiosa.
Consecuencias y tipología. La gravedad de la indiferencia queda clarificada por las consecuencias que se deducen de las diferentes manifestaciones:
-el desinterés por el problema de Dios y su presencia en la vida del hombre;
-la ausencia de cualquier tipo de obligación religiosa,
-la aceptación fácil de otros criterios, que están al margen de las creencias religiosas a la hora de dar una respuesta a los interrogantes de por qué vivir, sufrir y morir;
-y la sustitución de lo religioso por las ideas de profesión, de política, deporte o por la simple evasión, la diversión sistemática, el refugio en el alcohol, la droga, etc.
Entre los tipos de indiferentes destacan los raciales, los conformistas, los pluralistas prácticos, los que dudan de la existencia de Dios, los pragmáticos, los hipócritas, los ignorantes y los de otras culturas sin religiosidad.
Las causas de la indiferencia religiosa. Son múltiples: La comodidad, una libertad exaltada, el hedonismo, la confusión ideológica y el bombardeo desde los medios de comunicación sobre una vida “feliz” sin la fe, por su mensaje anticuado y por la moral católica conservadora y extremista. Algunos intelectuales contemplan la fe cristiana como un tanto infantil, y, en ocasiones, antipática y ridícula. Prefieren, por lo tanto, relacionarse privadamente con Dios aceptando, rechazando y acomodando los dogmas según sus criterios personales. Lo que en épocas pasadas sería una herejía hoy no pasa de ser para ellos sino la praxis de la libertad de pensamiento en un mundo pluralista.
Pero frente al No de Dios, están los que dicen Sí. Es el «sí» del respeto, la religiosidad, obediencia, confianza y comunión hasta llegar a la amistad interpersonal. El católico, además de la respuesta religiosa y la teologal, goza de las riquezas, obligaciones y exigencias, de su opción sacramental-eclesial por Dios.
Los que niegan la existencia de Dios (ateísmo)
Si la mística desarrolla una relación intensa como es la experiencia y la íntimidad con Dios, es lógico que no interese a todos aquellos que niegan la existencia de Dios. Quizás despierte la atención “el fenómeno Dios” en algunas personas ateas, por razones filosófica, psicológicas o por algún tipo de ideología.
Modalidades del rechazo La ruptura con Dios presenta diversas modalidades: el ateísmo científico, la interpretación atea del marxismo, el psicoanálisis de índole atea, la interpretación nihilista de Nietzsche y el ateísmo existencialista de Sartre. Y, últimamente, la posmodernidad que acentúa la hostilidad hacia Dios y lo religioso.
Las razones del rechazo El mundo “sin Dios”, además de arrogarse la plena autonomía para el hombre, presenta varias razones para justificar la negación de un Tú divino personal. Y así, los ateos argumentan que:
-Dios, como todo pensamiento abstracto, universal o metafísico, es una hipótesis inútil para la ciencia.
-el hombre no necesita de Dios porque Dios ha muerto una vez que ha nacido el super-hombre.
-la convicción que anima al ateísmo de Feuerbach es muy radical: el hombre no mantiene relaciones con alguien que ni existe ni es necesario. Dios es una criatura del hombre, fruto de su necesidad: “Dios no hizo al hombre a su imagen y semejanza, sino que es el hombre quien crea a Dios a su imagen y semejanza”.
-para otros, es inaceptable la existencia de un Dios, un «absurdo» que bloquea la libertad humana. Dios y la religión son fuentes de enfermedades y, por lo tanto, incompatibles con la salud psíquica.
-la causa de muchas injusticias proceden de la fe en Dios, de la moral, del culto religioso con su estructura que bloquea la libertad.
-demás. el mal y el dolor de los inocentes son incompatibles con la existencia de un Dios bueno que todo lo puede pero que permite el sufrimiento en el mundo.
Más fuerte que el rechazo de Dios, es la indiferencia ante el tema religioso
Radical o temporal, la indiferencia religiosa «es una característica de la sociedad europea y, tal vez, de todo el mundo contemporáneo» (J. Sommet, en la revista Concilium). Y la humanidad padece una sordera para lo religioso. Para la Iglesia, la actitud indiferente ante lo religioso de los bautizados es una manifestación clara de su mayor problema porque la fe está ausente en los bautizados, total o parcialmente. Sobre este problema alertó el Vaticano II: “existen otros (que) ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios, porque al parecer no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso” (GS 19.2). Ante un problema tan grave y complejo intentamos diagnosticar sus manifestaciones y sus causas.
El indiferente prescinde de Dios y de lo religioso. El indiferentismo religioso participa del rasgo de toda relación social de indiferencia: carencia de vínculos aceptados o conocidos. El tú no es conocido o valorado por el yo en su existencia con sus valores y derechos; el yo vive como si el tú no existiera porque, entre otras razones, no lo necesita para su realización personal. Para el indiferente, el tú no tiene vínculos de sangre, ni de profesión ni de intereses.
Dios no interesa. Se puede señalar como rasgo prioritario para el indiferente religioso, la actitud y la respuesta ordinaria que prescinde de Dios en su vida, que “pasa” de las relaciones con el tú divino. No es un ateo que rechaza a Dios, ni un secularista que reafirma su autonomía negando la dependencia de la soberanía divina. El indiferente se limita a no tener presente a Dios en su vida por diversas razones y factores históricos. Tampoco se identifica con el creyente no-practicante para quien Dios es algo importante y necesario en la vida. Sin embargo el indiferente, en ocasiones, no tendrá inconveniente en participar en actos aunque su motivación básica sea de tipo social o cultural, pero no por convicción religiosa.
Consecuencias y tipología. La gravedad de la indiferencia queda clarificada por las consecuencias que se deducen de las diferentes manifestaciones:
-el desinterés por el problema de Dios y su presencia en la vida del hombre;
-la ausencia de cualquier tipo de obligación religiosa,
-la aceptación fácil de otros criterios, que están al margen de las creencias religiosas a la hora de dar una respuesta a los interrogantes de por qué vivir, sufrir y morir;
-y la sustitución de lo religioso por las ideas de profesión, de política, deporte o por la simple evasión, la diversión sistemática, el refugio en el alcohol, la droga, etc.
Entre los tipos de indiferentes destacan los raciales, los conformistas, los pluralistas prácticos, los que dudan de la existencia de Dios, los pragmáticos, los hipócritas, los ignorantes y los de otras culturas sin religiosidad.
Las causas de la indiferencia religiosa. Son múltiples: La comodidad, una libertad exaltada, el hedonismo, la confusión ideológica y el bombardeo desde los medios de comunicación sobre una vida “feliz” sin la fe, por su mensaje anticuado y por la moral católica conservadora y extremista. Algunos intelectuales contemplan la fe cristiana como un tanto infantil, y, en ocasiones, antipática y ridícula. Prefieren, por lo tanto, relacionarse privadamente con Dios aceptando, rechazando y acomodando los dogmas según sus criterios personales. Lo que en épocas pasadas sería una herejía hoy no pasa de ser para ellos sino la praxis de la libertad de pensamiento en un mundo pluralista.
Pero frente al No de Dios, están los que dicen Sí. Es el «sí» del respeto, la religiosidad, obediencia, confianza y comunión hasta llegar a la amistad interpersonal. El católico, además de la respuesta religiosa y la teologal, goza de las riquezas, obligaciones y exigencias, de su opción sacramental-eclesial por Dios.