¿Qué motivaciones necesitamos para vivir en paz?

Desde la ética, las motivaciones para vivir en paz personal y fraterna brotan de los valores que este don encierra y de la fuerza que otorga para superar los obstáculos que encuentra. Al tratar de las razones afectivas, -las motivaciones-, no hay que referirse a las terapias sino al modo como la persona debe fortalecer su voluntad para poner en práctica los medios pertinentes para llegar a la meta de los pacíficos. Y junto a las motivaciones humanas están las religiosas. Así el que escucha la Palabra de Dios, encuentra en ella criterios que iluminan los caminos que llevan a la bienaventuranza que alaba a los pacíficos. Por su parte, el cristiano queda impactado por el testimonio, el mensaje y la obra de Jesucristo.

Motivaciones éticas sobre la paz. Cántico y maldición, paz y guerra. Con la motivación pacífica cualquier persona experimenta atracción, enriquecimiento, capacidad, satisfacción y decisión para cumplir las exigencias, superar obstáculos, aceptar el esfuerzo para conseguir tal deseo o meta del don de la tranquilidad en su vida y en la convivencia.

Alabanza: los valores de la paz
Para actuar, lo que más motiva al ser humano es el valor elegido como prioritario y mucho más cuando se convierte en la meta central de la vida. Es lo que sucede con los que buscan la paz y saben trasmitirla para su realización personal, amar y ser amados para lograr el bien de la comunidad o para conseguir cualquier otro ideal transformado en opción fundamental.
La paz como valor motiva porque toda persona aspira al estado de tranquilidad, orden, sosiego, buena convivencia, unión-concordia, armonía, quietud... Y es cierto, a todos gusta vivir en paz porque con este don y estado, la persona puede expresarse con libertad, sentirse aceptada, apreciada y amada, lograr su realización personal, disfrutar del dominio de sí, dar respuestas con mansedumbre, manifestarse con humildad en las palabras, dialogar según la normativa más elemental, convivir de manera respetuosa, acometer con valor las dificultades, tener seguridad ante el presente y el futuro, etc.

Maldición: ausencia de la paz Conseguir la paz impulsa a la acción porque su ausencia viene a ser como una maldición por la presencia de un mal presente en los conflictos, agitaciones, disturbios, disensiones, riñas, peleas, pleitos. ¿Otros males? Sí. Hay que enumerar las guerrillas, insultos, amenazas, venganzas actos de violencia, actitudes agresivas, la división y el odio con los virus del orgullo y la envidia. También influye negativamente en la paz el equilibrio de fuerzas en tensión por el dominio, en ocasiones entre el esposo y la esposa, entre padres e hijos, entre educadores y alumnos,etc. Y es lógico que la paz desaparece con las exigencias indebidas o la negación de lo debido, con el miedo, el nerviosismo, la ansiedad, la insatisfacción grave en las aspiraciones personales, en la situación de infelicidad o de opresión, el sentirse esclavizado encadenado-a, objeto de desprecio, en un ambiente conflictivo, etc. Y personalmente, por la turbación de las pasiones, la inseguridad y el desorden en la vida.
Conseguir la paz siempre será una motivación porque su ausencia indica la presencia posible de las preocupaciones, la enfermedad, las enemistades, la inseguridad en varios sentidos, el miedo, el olvido, las ofensas, las amenazas, la ingratitud, el desprecio, el olvido y más el rechazo, las críticas, el odio, el trato violento o injusto, la falta de libertad, las muchas tareas y el poco tiempo, la frustración en la realización personal, los errores graves, el deseo con ansiedad, el sentirse inútil, la amargura de quien rechaza lo negativo de la vida, la convivencia tensa, conflictiva, llena de envidias con respuestas agresivas, de ira, violencia, insultos, amenazas, la inseguridad ante el futuro y sin la esperanza que ofrece la fe.

¿Motiva a la paz el Antiguo testamento?
Además de los estímulos humanos, el creyente encuentra en la Palabra Dios otras tantas razones afectivas para vivir en la paz personal y fraterna. Para muchos, hoy día, la lectura del AT no es un gran aliciente para la paz por la abundancia de pasajes bélicos y aun de exhortaciones a la guerra y a la venganza personal. Pero se puede acudir a otros textos que motivan a la paz cuando la presentan como prosperidad, lo bueno y lo justo, la suma de bienes otorgados por la justicia, el bienestar, armonía, lo que está sano, íntegro, lo no roto o dividido, la persona que goza de buena salud, quien tiene seguridad ante la muerte, el que procura la concordia y la justicia, el orden de las leyes cuando están penetradas por la bendición de Dios.
Habrá que leer a los personajes motivados para la paz como el que confía en Dios y puede dormir en paz él y su familia (Sal 4,9; 2 Cr 20,30; Tob 12,17); quien cumple la ley de Dios como el justo que está en las manos de Dios y está en paz (Sal 119 ,165; Sab 3,1s). Isaías sueña con el príncipe de la paz que realizará la justicia y el derecho, él dará una paz sin fin (9,6); el Mesías será la paz y los dos reinos se reconciliarán, las naciones vivirán en paz (Miq 5,6; ls 2,2; 11,1; 66,12). La paz mesiánica estará adornada por la equidad, la justicia del Pastor que Dios suscitará (Is 32, 16-18). Jeremías y Ezequiel exhortan a luchar contra los enemigos de la paz, contra los reyes corrompidos (Jr 6,14; Ez 13,15s).

El testimonio de Cristo La vida y obra de Cristo estuvieron orientadas a dar la paz al hombre de buena voluntad (Lc 2,14; 24,36; Jn 16,33; Col 1,20) y como. anticipo en la tierra de lo que será la vida eterna...(Jn 16,33; 14,27; Rom 14,17; 5,1; Ef 5,23). El “Príncipe de la paz” manifestó serenidad, por ejemplo, al ser despeñado en Nazaret, en la respuesta a los sacerdotes y escribas que se indignaron por su entrada triunfal en Jerusalén (Mt 21, 15-16). El buen Pastor da la paz a los discípulos (Lc 24,36) y al despedirse en la cena les deja su mensaje: “mi paz os dejo, mi paz os doy: no os la doy como la da el mundo” (Jn 14,27).
Sereno y con mansedumbre.
En el prendimiento, Jesús corrige a Pedro que reacciona con violencia. También a los hijos del trueno por su reacción contra Samaria por no querer recibirle (Lc 9,53-56). Él por su parte trató a los enemigos de modo cordial: se deja besar por el discípulo que le traiciona, se entrega pacíficamente a la cohorte (Mt 26, 49-54) y responde con dominio al que le da una bofetada (Jn 18,23);
Muy creíble es Jesús cuando enseñó que son bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra; los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia; y bienaventurados los pacíficos porque de ellos es el reino de los Cielos (Mt 5, 6.7.9)
Las obras de la paz. De manera indirecta, Cristo siembra la paz con sus obras de amor. Con los milagros para favorecer a los necesitados o atribulados, con la doctrina para una conviencia pacífica y, sobre todo, con su testimonio de compasión con todos y de amor a los enemigos (Mt 26,50; Jn 13,5.12; 15, 13; Lc 23,34; Mt 11,28; 9,35; Le 19,41-44; 23,27-28). ¿De dónde procedía su actitud de paz y amor? Además de la condición divina de su Persona, el secreto radicaba en la oración y en la confianza y amor al Padre (Mt 26,43; Jn 16,32; Mt 27, 46-47).
Conquistó la paz
El pecado es vencido en él y por él; Jesús. Con su muerte y resurrección, ha proyectado las bases de una paz nueva que supera la ruptura de los hombres con Dios y entre sí; Cristo ha matado en su carne la enemistad entre Dios y el hombre: él ha unido en un mismo pueblo a los que estaban cerca ya los lejanos (Ef 2,14-17;Col 1,20).
Es el rey de paz
Así lo anunciaron los ángeles en su nacimiento (Lc 2,14). En la boca del rey pacífico, los votos de paz terrena se convierten en un anuncio de salvación como sucedió con la hemorroisa (Lc 8,48). Jesús da la paz y la salud cuando predica (Lc 10,5-9). Con su ejemplo y enseñanza, el Señor vino a restablecer la paz entre los hombres, que son hermanos entre sí. Ahora bien, la paz de Jesús no es como la del mundo, es paz de fuertes que provoca violencia y engendra división (Lc 12,51).
¿Y la actitud de Jesús ante la violencia?
Aunque manso y humilde (Mt 11,29), Jesús actuó en ocasiones de modo fuerte (¿violento?), pero con justicia, para defender la verdad. Así sucedió en la expulsión de los mercaderes del templo y en la denuncia que hizo de los fariseos (Mt 21,12-13; 23,ls; Mc 11, 15-17; Lc 19,45-46; Jn 2,14-16). Pero la actitud ordinaria de Jesús fue de paz, concordia, evitando toda violencia (Mt 5,23-26; 18,15-17). Todo el mensaje de Jesús está sellado por e! amor; él no quiere ser rey ni cree en e! poder de la espada, no se resiste a que le tomen preso y perdona a sus enemigos (Mt 12,19-20; Jn 6,15; Mt 26,52; Jn 14,4-11).
CONCLUYO con el comentario recibido en un Correo: “Don Urbano: Muy buen escrito sobre el sufrimiento hay que meditarlo y pensar sobre esto. Les quería decir que el sufrimiento se lleva mejor si cogemos la cruz de Cristo todos los días de nuestra vida. El nos sostiene en nuestras dificultades, sufrimiento,etc.... También es importante que pidamos con fe y confianza la paz interior que tanto necesitamos, para cuando venga las dificultades y tempestades tengamos esa serenidad y esa paz interior para ver lo que venga con confianza y sobretodo aceptando la voluntad de Dios”
Todavía, un interrogante queda por responder: ¿cómo repercute la paz en el cristiano coherente inmerso en el reino de Dios y miembro de la Iglesia católica?
Volver arriba