¿Un mundo humanizado sin la persona y la obra de Cristo?

Difícil resumir la persona de Cristo. Y mucho más, ofrecer una interpretación completa sobre su personalidad. Pero sí podemos afirmar que fascinó a la historia con su doctrina revolucionaria de la caridad universal y con su proyecto del reino de Dios, la Buena Nueva con la que Jesús enriqueció la dignidad de la vida humana en la etapa temporal y en la escatolótica.
Para ver la importancia de Jesucristo con su doctrina del reino de Dios y la fundación de la Iglesia, bastaría con imaginar cómo hubiera sido la historia del mundo sin su presencia. La de millones de personas que han vivido consagradas a Dios y al prójimo por amor a Jesús; el número incontable de obras de arte y de literatura con motivación cristiana; la serie indefinida de instituciones eclesiales al servicio del prójimo; tanta sangre derramada por causa de la fe (como también en las guerras de religión); la cantidad inmensa de hechos históricos vinculados a favor o en contra de la difusión del cristianismo; la de vidas heroicas como testimonio del reino-reinado de Dios...
Sí, personalmente me parece muy difícil imaginar una historia del mundo, una cultura universal y unas relaciones interpersonales sin el influjo de la religión cristiana. Como también me parece inexplicable que se quiera estructurar Europa prescindiendo de una de sus raíces cristianas. Y la fuente de todo radica en una persona, Jesucristo, en un mensaje, la buena nueva del reino de Dios, y en una comunidad de seguidores de Jesús, la Iglesia.

Jesucristo fascinó a la historia
La fe cristiana descansa en el máximo valor de la Historia, Jesucristo, que despertó la admiración de creyentes y no creyentes por su personalidad genial, la doctrina revolucionaria del reino Dios, el testimonio coherente de hombre libre que dio su vida por el amor que tenía a Dios, su Padre, y a los hombres, sus hermanos. La figura de Jesús también suscita la simpatía universal por los interrogantes que encierra su vida y doctrina. Y es tal la complejidad de su personalidad que reúne innumerables títulos bíblicos e indefinidas interpretaciones por parte de exegetas y teólogos. Como revolucionario, Cristo presentó el reino-reinado de Dios como eje de toda su doctrina y la gran meta que motivó sus relaciones y tareas. El proyecto de Cristo consistía en la salvación integral del hombre dentro de un mundo más humano.
En su conducta destaca el amor, la coherencia y la fidelidad a Dios Padre. Su libertad total irritó de tal modo a las autoridades que lograron condenarlo a muerte en la cruz. Su doctrina revela profundidad, originalidad e independencia en su pensar; su fuerza en la argumentación están patente en el enfrentamiento dialéctico contra sus adversarios
Quien lea los evangelios descubrirá que el “secreto” de su vida radica en sus valores religiosos concretados en el amor apasionado por Dios al que experimentó como abbá y obedeció con fidelidad. Con Dios Padre, Jesucristo vivió en intimidad y con él se comunicó de manera permanente.

Interrogantes que Jesús despierta
La figura de Jesús despierta también la simpatía universal por los interrogantes que encierra su vida y doctrina: el hombre Jesús, ¿admirado por todos o por algunos fanáticos? ¿Manso Jesús o Cristo revolucionario? El Salvador, ¿se compadeció o también padeció y compartió el sufrimiento? El Buen pastor, ¿un “superman” del amor fraterno o “algo más”? El Hijo del hombre, ¿amó a Dios como padre o como madre?; El Resucitado ¿un campesino, un profeta, el Mesías o…mucho más? El Hijo de Dios, ¿un hombre extraordinario o el Dios Redentor? El Alfa y Omega, ¿vive en el cielo o también en la tierra? A los interrogantes planteados, el cristiano acepta a Jesucristo como el primer profeta y el siervo de Dios; el mediador definitivo y el sumo sacerdote, el Señor resucitado y el Hijo de Dios; el Emmanuel y el Redentor; la cabeza y la vida; el liberador y el salvador el fundador del Reino de Dios y de la Iglesia; el camino, la verdad y la vida, el testigo de la Buena nueva sobre el hombre, y sobre todo el que es verdadero Dios y verdadero hombre que dio su vida para redimir al hombre..

¿Es posible una interpretación completa sobre Jesucristo?
Además de los títulos enumerados, y según los teólogos y exegetas, una interpretación más o menos “completa” sobre Jesucristo tendría estos rasgos: Cristo es la Palabra que interpela; el portador de la salvación; el abogado público de la causa de Dios y del hombre; el Mesías en camino, maestro por excelencia que predicó y testimonió la verdad, el antimesías, siempre el Hombre nuevo; el que vivió la verdad con plenitud, primer referente y maestro de justicia, testigo que enriqueció la libertad humana. La Vida que comunicó la vida y curó enfermedades, Príncipe de la paz; el liberador a quien seguir, el pobre religioso del campo, jefe y protoantepasado en la cristología africana; símbolo cristiano de la realidad Jesús viene a ser un recuerdo peligroso, el mediador que comunica la salvación, el hombre que venía de Dios; Jesús prolepsis del final de la historia, la experiencia de contraste, historia de Dios; la Palabra de Dios, el Hijo en la cruz, el Hijo que nos encuentra, Jesús es el Cristo.. .

El proyecto de Jesús: el reino de Dios
Dentro de la Buena Nueva de Jesús, destaca el reino de Dios como la gran meta que polarizó su existencia. Es el gran deseo, la gran pretensión del Salvador: que Dios esté presente en el corazón del hombre por la gracia y en las relaciones interpersonales como reflejo del Padre bueno y universal. He ahí el objetivo de reino de un Dios que quiere “reinar” en cada persona y en las instituciones humanas con manifestaciones de verdad-sinceridad, justicia-respeto, paz-tolerancia, libertad sin esclavitudes, y de amor universal incluido el enemigo. En el final del Reino, la plena felicidad posterior a la muerte amando a Dios, meta definitiva.
Se puede comprender el reino de Dios como el resumen de la persona de Cristo y su obra. Es fácil comprobar las exigencias del Reino en el testimonio del hombre-Jesús sincero, justo, libre, pacífico, promotor de la vida, referente del amor y Redentor que reconcilia al hombre con Dios. Por otra parte, su mensaje puede resumirse en las categorías del reino que él predicaba, la verdad en lo humano y en lo religioso, la justicia humana y cristiana, la libertad de ataduras sociales y personales, la paz a todo nivel, la vida sanando el cuerpo y perdonando pecados, el amor fraterno y con Dios y la promesa firme de la vida presente continuada en el más allá de la muerte.
Aunque “reinado” suena a poder temporal, sin embargo lo que pretendía Jesús era la presencia con verdad y por amor de Dios en el corazón humano y en las relaciones interpersonales. De aquí que la definición que más me atrae de reino-reinado de Dios sea la presencia del Señor en las personas, relaciones, instituciones y tareas según las exigencias de verdad, justicia, libertad, paz, vida, amor y gracia para humanizar y salvar a los hombres.

La doctrina revolucionaria: la caridad universal
Jesús el Maestro enseñó un amor sin límites y para todos. Es la caridad que eleva el amor humano a cotas heroicas. Así lo confirma la fe: Dios es amor y por amor hace partícipe al hombre de su vida, le entrega a su Hijo, envía a su Espíritu y quiere estar presente en todos y en cada uno de los hombres para que sea efectivo su Reinado, que es fundamentalmente de amor. La respuesta del cristiano es de amor con unas exigencias mayores: ver a Dios en el prójimo y tratarle como lo haríamos con Dios. El amor tiene como preferencia al más pobre y se extiende a los enemigos “para que seáis hijos de vuestro Padre celestial que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5, 44-45; cf. Lc 6, 28.35; Lc 6,28.35).

Con su Buena Nueva, Jesús enriqueció la dignidad de la vida humana
Cristo confirmó y amplió todo respeto para la vida humana al afirmar: "aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: todo aquel que se encolerice contra su hermano será reo ante el tribunal" (Mt, 21-22). El Maestro de la Buena nueva enriqueció el respeto con el amor hacia toda vida humana y vigorizó las exigencias fraternas como el cuidar la vida del hermano y del forastero hasta llegar amar al enemigo (Mt 5,38-48;Lc 6,27-35). Más aún, para el Salvador ya no existe ni forastero ni enemigo, pues manda asumir la responsabilidad de la vida del prójimo como hizo el buen samaritano (Lc 10, 25-37).

La dignidad humana sobre algunas normativas
Junto al amor, Jesús propugnó un cambio profundo, revolucionario, cuando defendió la dignidad y la libertad de la persona frente a determinadas normativas tradicionales. Él buscó la esencia de la ley y la redujo al amor en un ambiente religioso donde la observancia de dicha ley se consideraba como la mediación esencial en la relación del hombre con Dios. Por defender la dignidad de la persona libre, Jesús quebrantó la ley religiosa de su pueblo repetidas veces: toca a los leprosos (Mc 1,41), cura intencionadamente en sábado (Mc 3,1-5; Lc 13,10-17; 14,1-6), defiende a sus discípulos que no se comportan de manera legal (Mc 2,15)... Por defender la dignidad de Dios, Jesús se arrogó el derecho de expulsar a los comerciantes del templo convertido en cueva de ladrones (Mt 21,12-13; Mc 11,15-16; Lc 19,45; Jn 2,14-15).
Y junto a las discrepancias legales, otras respuestas contra el “orden” establecido: Jesús acoge también a los paganos, es decir a los no judíos, conversa con las prostitutas, cena con Zaqueo, critica con dureza a los dirigentes religiosos y realiza una serie de acciones que suscitan la crítica de ser “un comilón y un bebedor, un amigo de publicanos y pecadores". Hasta sus parientes pensaban que Jesús estaba loco (Mc 3,21).

La salvación en el más allá de la muerte
Cristo, Salvador, muerto y resucitado, promete una vida inmortal con la victoria sobre la muerte. Cristianos o no, creyentes o ateos; todos, después de la muerte llegarán a la meta definitiva porque la muerte no es el final del ser humano. Muchos rechazan la salvación como meta última y definitiva. Sin embargo al cristiano, la fe y la esperanza le aseguran la salvación, la vida eterna, porque el tiempo histórico será superado; la vida plena se conseguirá con la resurrección futura que tendrá como fruto la salvación, meta última que consiste en la relación inmediata, afectuosa, cara a cara con Dios.
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