Con amor se superan los obstáculos aeggún San Juan y Santa Teresa

Con amor se superan los obstáculos aeggún San Juan y Santa Teresa

Quien aspira ardorosamente a la unión con Dios, se esfuerza por cumplir las exigencias y condiciones necesarias. Más aún, luchará contra toda clase de dificultades internas y externas que se presentan. ¿Con qué medios? Fundamentalmente con el amor y la oración. Con estas respuestas podrá continuar en el camino para llegar a la meta deseada. San Juan de la cruz con su doctrina y santa Teresa de Jesús con sus experiencias, iluminan el proceso ascético-místico con toda seguridad

Los obstáculos en san Juan y en santa Teresa

Mundo, demonio y carne son “los enemigos” de toda persona y están presentes a la hora de poner en práctica las exigencias y condiciones necesarias para la unión con Dios. Tema que desarrolla la Teología ascética. Ahora concretamos el tema.

En san Juan
La experiencia cristiana de la unión con Dios ha recibido innumerables interpretaciones en la historia partiendo de un punto común: la vida y testimonio de Jesucristo. Para muchos, y no les falta razón: la interpretación-guía más segura se encuentra en los escritos de San Juan de la Cruz (en adelante, San Juan). Como teólogo, poeta y místico, describe la meta, la unión máxima con Dios en esta vida, y el camino coherente con sus obstáculos y medios para llegar a la vida eterna. Muchos textos del Cántico espiritual y de La llama de amor viva presentan al Tú divino enamorado del hombre; al yo humano en búsqueda de Dios y el encuentro de amor de los protagonistas con las exigencias correspondientes. Pero conviene recordar que para el tema de los obstáculos son fundamentales La subida y La noche oscura que indican el camino para a vivir la unión con Dios en la tierra. Tema que desborda este artículo que se limita a citar al Santo en otros escritos. Así en el Cántico afirma: “sufre el alma verse todavía en el mundo con miserias, como en tierra de enemigos, tiranizada entre extraños, muerta entre los muertos” (C.18), pero goza de bienes sobrenaturales, (S.III. 30º. y 19º), sus actos son divinos “pues es hecha y movida por Dios” (Ll-1ª-4). Más aún: ¡ha sido elegida como esposa del Hijo de Dios! (C. 19ª). Y está enamorada del Amado, del Hijo de Dios, su Esposo, al que desea unirse (C.1ª): “su alma está enamorada, adolece, pena y muere al no ver a Dios, al no poseer su voluntad en Dios que es su vida” (C.2ª).

En santa Teresa
La doctora y reformadora, se siente mujer débil que llora en las dificultades de la reforma: «Señor, mirad lo que hacéis... No pongáis, Criador mío, tan precioso licor en vaso tan quebrado, pues habéis ya visto de otras veces que le torno a derramar” (V 18,2).
Reconoce cuanto le impidió caminar hacia el cielo. Con toda sinceridad y humildad confiesa la Santa que en un tiempo vivió alejada de Dios, que fue tentada por el demonio ante quien se opuso con valor y que le fortaleció la visión del infierno.
También padeció por el pecado, el demonio y por la visión del infierno. En una época de su vida, la Teresa cristiana sufrió la tensión entre Dios y el mundo (V 8,2), conoció el pecado en su alma mundana y el dolor al verse rechazada de Dios (6M 7,1).
En su vida de religiosa se siente tentada por el demonio pero reacciona con valor: “tengo por una de las grandes mercedes que me ha hecho el Señor este ánimo que me dio contra los demonios” (V 26,1, y en V 31,2; 31,3).
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