La oración, fuerza para abrazar la cruz. Fundamentos
Si la comunicación con amigos ayuda para afrontar, aliviar y hasta superar problemas y el mismo sufrimiento, con mayor razón sucede con la oración del que se comunica con Dios en la oración. Así lo confirma el testimonio de tantos y tantos creyentes de cualquier religión, quienes en sus tribulaciones (enfermedad, dolor, cruz o sufrimientote cualquier clase), piden la ayuda a Dios. ¿Con qué resultado? En unas ocasiones el creyente recibe consuelo y es aliviado. Y, en otras, obtiene la petición formulada. O por lo menos, sale de la oración con paz y fuerza para afrontar el mal que le aquejaba. Este artículo, para concretar, expone los fundamentos en los que se apoya la oración para abrazar la cruz: la oración como una comunicación amistosa con Dios que necesita unas determinadas condiciones para que las súplicas obtengan lo que pide la persona necesitada..
1º La oración, comunicación amistosa del cristiano con Dios.
Como preámbulo, conviene precisar las diferencias entre la oración del creyente y la comunicación humana con sus fundamentos y manifestaciones. Muy diferente es la oración de los creyentes, fenómeno universal en las religiones que refleja la condición del ser humano lleno de carencias pero con apertura a la trascendencia y con la esperanza de que los poderes superiores le ayuden en sus necesidades.
Y en el marco universal religioso, la oración del cristiano es una comunicación fundamentada en las virtudes sobrenaturales de fe en Cristo, la esperanza en la vida eterna y la caridad universal sin excluir al enemigo. La fe fundamenta la certeza de que Dios escucha y habla a través de la Biblia y de la conciencia. Ahora bien, el creyente en la oración no ve ni escucha a Dios como sucede en las relaciones interpersonales. Todo queda en el misterio, en la analogía y en la metáfora según el mensaje de la Palabra de Dios. Más que la experiencia y la razón, juega un papel decisivo la Biblia como Palabra de Dios dirigida al hombre.
Los protagonistas de la oración son el Dios que ama y el hombre que busca amar y ser amado, el creyente que toma conciencia de su condición de amigo de Dios, el cristiano coherente como persona, seguidor de Cristo y miembro de la Iglesia. Los dos se encuentran en el diálogo amistoso del cristiano hijo con su Padre Dios que ama y libera al hombre. La relación hombre-Dios está centrada en la amistad.
Como resume el Compendio del Catecismo, (El de Benedicto XVI), la oración es “la elevación del alma a Dios o la petición al Señor de bienes conformes a su voluntad. La oración es siempre un don de Dios que sale al encuentro del hombre. La oración cristiana es relación personal y viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo, que habita en sus corazones” (n. 534).
Varias dimensiones integran la oración: la 1ª consiste en el privilegio de hablar con Dios porque fundamentalmente la oración es un diálogo, una conversación o comunicación con Dios. La 2ª está centrada en la escucha de Dios en el corazón del creyente. Además de las revelaciones, Dios habla a través de la oración en cada uno de los fieles. La 3ª se refiere a las manifestaciones: mediante sus plegarias, el creyente adora, alaba, agradece, repara, rinde el culto religioso y comunica a Dios su vida. Y la 4ª resume el dinamismo: en la oración el alma pide el auxilio de Dios, se llena de Dios y toma fuerzas para vivir y morir según Dios.
La meta: el encuentro amistoso. Es clásica la descripción de Santa Teresa de Jesús sobre la oración como un "tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos que nos ama" (Vida 8,5). Este encuentro teologal, dinámico y transformante, se realiza en tres fases: búsqueda de Dios, llamada del Señor y respuesta del creyente en clima de comunión.
2º La oración es fuerza, sí, pero condicionada
Para que la comunicación con Dios obtenga su objetivo se requieren varias condiciones como la sed o necesidad de hablar y escuchar al Señor; la fe para acercarse a dialogar con quien no vemos; la confianza en la misericordia de Dios Padre; el amor libre del hijo que no impone condiciones; el respeto de quien es consciente de estar en presencia de Dios su Señor; la humildad como la del publicano y no de orgullo como la del fariseo (Lc 18, 9-14); la obediencia filial de quien está dispuesto a obedecer a Dios Padre y a pedir lo que conviene según su voluntad.
Cuando la oración es de petición requiere que el que va a la oración se acomode a la voluntad de Dios y no pretenda que sea la “varita” mágica para obtener sus deseos, aspiraciones, prejuicios y frustraciones personales. Sigue la coherencia, pues Jesús maestro enseña que la oración de fe no consiste solamente en decir 'Señor, Señor', sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt 7,21). Y como tercera respuesta, la persistencia en la comunicación, porque urge seguir el consejo paulino de "orar constantemente" (1 Ts 5,17).
El amor, fuente de la oración. En muchos creyentes, dada su fidelidad, la comunicación con Dios es fundamentalmente un acto de amor como afirma el beato C. Foucauld: la oración es "pensar en Dios amándolo"; o la reflexión del teólogo K. Rahner: "la oración es un amor que se pone de rodillas". Y siglos atrás, escribió San Agustín: nuestra oración es "respuesta de amor a la sed del Hijo único"(Cat 2560 y 2561). Así se explica que el amor diera sentido a la oración del cura de Ars: "Dios mío, si mi lengua no puede decir en todos los momentos que te amo, quiero que mi corazón te lo repita cada vez que respiro" (Cat 2658).
Fundamentos de la comunicación con Dios. Toda oración, de modo directo o indirecto, surge o se apoya en la Sagrada Escritura y especialmente en el Nuevo Testamento donde Cristo es el maestro y testigo de toda plegaria. Además, los cristianos oramos en el nombre de Jesús bajo la acción del Espíritu Santo. También es fuente y fundamento para el que ora, la Iglesia en su liturgia y en su magisterio que actualiza el misterio de salvación y el camino de las virtudes para encontrar a Dios. (Compedio 558 y 560 y 561)
3º La oración, súplica para superar la cruz
La petición es un rasgo fundamental de la oración. En sintonía con su etimología latina, la oración es oratio, ruego, súplica, petición, y suele definirse como "la petición insistente de un favor dirigida a poderes ultraterrenos o a los dioses". Para el cristiano, es clásica la definición de la oración como "una elevación de nuestra alma hacia Dios para honrarle y pedirle las gracias y los auxilios que necesitamos". Y entre lo más necesario, destaca el alivio o la superación del dolor-enfermedad, de cualquier sufrimiento. Todo resumido en la cruz.
En los salmos encontramos varias súplicas que surgen de situaciones dramáticas:
Aleja la angustia de mi corazón y borra mis pecados (Sal 25,17-18).
Mas yo soy un gusano, no un hombre, oprobio de los hombres, desprecio del pueblo (Sal 22,7).
Señor, te estoy llamando, date prisa (Sal 141,1).
¡Piedad, Señor, que la angustia me ahoga! (Sal 31,10).
¡Sálvame, oh Dios, que estoy con el agua al cuello! (Sal 69,2).
Piedad, Señor, que desfallezco. Estoy agotado a fuerza de gemir (Sal 6,3.7).
Digo a Dios: Roca mía, ¿por qué me has olvidado? (Sal 42,10);
Tú eres mi Dios y mi fortaleza, ¿por qué me has rechazado? (Sal 43,2); ¡Levántate, Señor, sálvame! (Sal 3,8).
Con los fundamentos enumerados expondré el enfoque de la oración o súplicas para abrazar y superar la cruz. Desde mi experiencia pastoral intentaré responder en el próximo artículo.
1º La oración, comunicación amistosa del cristiano con Dios.
Como preámbulo, conviene precisar las diferencias entre la oración del creyente y la comunicación humana con sus fundamentos y manifestaciones. Muy diferente es la oración de los creyentes, fenómeno universal en las religiones que refleja la condición del ser humano lleno de carencias pero con apertura a la trascendencia y con la esperanza de que los poderes superiores le ayuden en sus necesidades.
Y en el marco universal religioso, la oración del cristiano es una comunicación fundamentada en las virtudes sobrenaturales de fe en Cristo, la esperanza en la vida eterna y la caridad universal sin excluir al enemigo. La fe fundamenta la certeza de que Dios escucha y habla a través de la Biblia y de la conciencia. Ahora bien, el creyente en la oración no ve ni escucha a Dios como sucede en las relaciones interpersonales. Todo queda en el misterio, en la analogía y en la metáfora según el mensaje de la Palabra de Dios. Más que la experiencia y la razón, juega un papel decisivo la Biblia como Palabra de Dios dirigida al hombre.
Los protagonistas de la oración son el Dios que ama y el hombre que busca amar y ser amado, el creyente que toma conciencia de su condición de amigo de Dios, el cristiano coherente como persona, seguidor de Cristo y miembro de la Iglesia. Los dos se encuentran en el diálogo amistoso del cristiano hijo con su Padre Dios que ama y libera al hombre. La relación hombre-Dios está centrada en la amistad.
Como resume el Compendio del Catecismo, (El de Benedicto XVI), la oración es “la elevación del alma a Dios o la petición al Señor de bienes conformes a su voluntad. La oración es siempre un don de Dios que sale al encuentro del hombre. La oración cristiana es relación personal y viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo, que habita en sus corazones” (n. 534).
Varias dimensiones integran la oración: la 1ª consiste en el privilegio de hablar con Dios porque fundamentalmente la oración es un diálogo, una conversación o comunicación con Dios. La 2ª está centrada en la escucha de Dios en el corazón del creyente. Además de las revelaciones, Dios habla a través de la oración en cada uno de los fieles. La 3ª se refiere a las manifestaciones: mediante sus plegarias, el creyente adora, alaba, agradece, repara, rinde el culto religioso y comunica a Dios su vida. Y la 4ª resume el dinamismo: en la oración el alma pide el auxilio de Dios, se llena de Dios y toma fuerzas para vivir y morir según Dios.
La meta: el encuentro amistoso. Es clásica la descripción de Santa Teresa de Jesús sobre la oración como un "tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos que nos ama" (Vida 8,5). Este encuentro teologal, dinámico y transformante, se realiza en tres fases: búsqueda de Dios, llamada del Señor y respuesta del creyente en clima de comunión.
2º La oración es fuerza, sí, pero condicionada
Para que la comunicación con Dios obtenga su objetivo se requieren varias condiciones como la sed o necesidad de hablar y escuchar al Señor; la fe para acercarse a dialogar con quien no vemos; la confianza en la misericordia de Dios Padre; el amor libre del hijo que no impone condiciones; el respeto de quien es consciente de estar en presencia de Dios su Señor; la humildad como la del publicano y no de orgullo como la del fariseo (Lc 18, 9-14); la obediencia filial de quien está dispuesto a obedecer a Dios Padre y a pedir lo que conviene según su voluntad.
Cuando la oración es de petición requiere que el que va a la oración se acomode a la voluntad de Dios y no pretenda que sea la “varita” mágica para obtener sus deseos, aspiraciones, prejuicios y frustraciones personales. Sigue la coherencia, pues Jesús maestro enseña que la oración de fe no consiste solamente en decir 'Señor, Señor', sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt 7,21). Y como tercera respuesta, la persistencia en la comunicación, porque urge seguir el consejo paulino de "orar constantemente" (1 Ts 5,17).
El amor, fuente de la oración. En muchos creyentes, dada su fidelidad, la comunicación con Dios es fundamentalmente un acto de amor como afirma el beato C. Foucauld: la oración es "pensar en Dios amándolo"; o la reflexión del teólogo K. Rahner: "la oración es un amor que se pone de rodillas". Y siglos atrás, escribió San Agustín: nuestra oración es "respuesta de amor a la sed del Hijo único"(Cat 2560 y 2561). Así se explica que el amor diera sentido a la oración del cura de Ars: "Dios mío, si mi lengua no puede decir en todos los momentos que te amo, quiero que mi corazón te lo repita cada vez que respiro" (Cat 2658).
Fundamentos de la comunicación con Dios. Toda oración, de modo directo o indirecto, surge o se apoya en la Sagrada Escritura y especialmente en el Nuevo Testamento donde Cristo es el maestro y testigo de toda plegaria. Además, los cristianos oramos en el nombre de Jesús bajo la acción del Espíritu Santo. También es fuente y fundamento para el que ora, la Iglesia en su liturgia y en su magisterio que actualiza el misterio de salvación y el camino de las virtudes para encontrar a Dios. (Compedio 558 y 560 y 561)
3º La oración, súplica para superar la cruz
La petición es un rasgo fundamental de la oración. En sintonía con su etimología latina, la oración es oratio, ruego, súplica, petición, y suele definirse como "la petición insistente de un favor dirigida a poderes ultraterrenos o a los dioses". Para el cristiano, es clásica la definición de la oración como "una elevación de nuestra alma hacia Dios para honrarle y pedirle las gracias y los auxilios que necesitamos". Y entre lo más necesario, destaca el alivio o la superación del dolor-enfermedad, de cualquier sufrimiento. Todo resumido en la cruz.
En los salmos encontramos varias súplicas que surgen de situaciones dramáticas:
Aleja la angustia de mi corazón y borra mis pecados (Sal 25,17-18).
Mas yo soy un gusano, no un hombre, oprobio de los hombres, desprecio del pueblo (Sal 22,7).
Señor, te estoy llamando, date prisa (Sal 141,1).
¡Piedad, Señor, que la angustia me ahoga! (Sal 31,10).
¡Sálvame, oh Dios, que estoy con el agua al cuello! (Sal 69,2).
Piedad, Señor, que desfallezco. Estoy agotado a fuerza de gemir (Sal 6,3.7).
Digo a Dios: Roca mía, ¿por qué me has olvidado? (Sal 42,10);
Tú eres mi Dios y mi fortaleza, ¿por qué me has rechazado? (Sal 43,2); ¡Levántate, Señor, sálvame! (Sal 3,8).
Con los fundamentos enumerados expondré el enfoque de la oración o súplicas para abrazar y superar la cruz. Desde mi experiencia pastoral intentaré responder en el próximo artículo.