Hacia el paradigma de la bondad, agapetonía: Juan XXIII
Nunca leí que nadie calificara a Juan XXIII como un perfecto “viscero-agapetónico”. Y no es un insulto, ni mucho menos. Sino la confirmación de una figura física tan familiar y querida por toda la humanidad. Y un retrato espiritual de quien se conoce como el Papa “bueno” que encarnó el paradigma de la agapetonía, de la bondad, mezclada con rasgos del dinamismo apostólico y de la responsabilidad.
Arrancamos con Juan XXIII que confirma el primer paradigma polarizado en el amor. Como hagiotipo, el agapetónico tiene como eje el amor o caridad de afecto. Por naturaleza está más propenso al amor-bondad, caridad fraterna-amabilidad, mansedumbre, comprensión y tolerancia, prudencia, naturalidad en la virtud, paz-tranquilidad, alegría, humildad, obediencia completa y justicia sentida.
¿Pero cómo llegar al paradigma de la bondad? Con el testimonio y doctrina de Jesús máxima confirmación del amor-bondad con el prójimo, de la humildad, paciencia, mansedumbre, comprensión, paz y serenidad.
La doctrina revolucionaria sobre el amor fraterno
La dimensión revolucionaria del amor fraterno queda confirmada por estas respuesta radicales:
1ª por la extensión a los enemigos (Mt 5,39ss; Lc 6,28ss; 17,3ss; Rom 12, 14-20; Lc 6,36; Mt 6,14s;18,21-35). Amar al enemigo es el núcleo de la «revolución» cristiana que tiene su raíz en el amor de Dios Padre que hace llover sobre justo y pecadores (Mt 5,45). Y los cristianos reciben la exhortación de Jesús: «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48; Jn 13,34);
2ª por la identificación de Cristo con el prójimo (Mt 25,40);
3ª porque Cristo se pone como ejemplo (Jn 15,12; 13,34s);
4ª por equiparar el amor universal al prójimo con el amor a Dios (cf. Sant 2,8; 1Jn 3,10s.16s.23; Jn 13,34);
5ª más aún, porque Cristo fusiona en uno el amor a Dios y al prójimo: los dos mandamientos son el ápice y la clave de la ley (Mc 12, 28-33);
6ª por la nueva relación entre Cristo y los hermanos que se establece en el Cuerpo místico: no se puede amar a Cristo sin amar a los hermanos (Heb 2,8; Flp 2,10; Rom 5,17);
7º y porque el amor al prójimo es esencialmente teologal: «como el Padre me amó, os amé también yo» (Jn 15,9; «que os améis los unos a los otros, como Yo os he amado» (Jn 15,12).). El amor está unido a la fe: sin caridad habrá que dudar de la fe (Mt 7,21; Sant 21,14-15; 1Pe 5,7; Ef 6,1; 13-16; 1 Jn 5,4).
8º Y tiene repercusiones escatológicas, con el objetivo de la esperanza: el rey castigará a quienes no le dieron el trato debido como hambriento, sediento….”cuando no lo hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo no lo hicisteis» (Mt 25,44-45).
Otros rasgos del amor fraterno: el perdón, la reconciliación y la opción prioritaria por los pobres realzados en su dignidad al identificarse Cristo con ellos: las obras de misericordia tienen un receptor secreto: «a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).
Y sobre la doctrina, el amor de Jesús al prójimo
La vida pública de Jesús es una donación permanente al prójimo: cuanto enseñó y exigió, él, antes lo practicó. Para confirmar mi opinión habría que leer todos los acontecimientos, desde su bautismo hasta la ascensión. Él cura enfermos, expulsa demonios, enseña a todos, corrige los defectos, consuela a los afligidos, defiende al necesitado, realiza milagros colectivos e individuales a impulso del amor…
Como muestra: besa a Judas, pide perdón por los enemigos, no se irrita contra Samaria por no querer recibirle, resucita a Lázaro ante la aflicción de sus hermanas, se preocupa del futuro de su madre y del discípulo...
Con toda razón pudo afirmar: “este es mi precepto, que os améis los unos a los otros como yo os he amado (Jn15,12).
La humildad como la de Jesús, el Enmanuel
La humildad es definida como la actitud de la persona que no presume de sus logros, reconoce sus fracasos y debilidades y actúa sin orgullo. El humilde reconoce sus limitaciones y debilidades actuando de modo coherente. Es la antítesis del soberbio que exagera la estima legítima del propio valer, poseer y poseer. Está dominado por el impulso de la propia excelencia, por el juicio desorbitado sobre su dignidad.
Jesús pudo decir aprended de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29); el hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir (Mt 20, 28). Y humilde se postra para lavar los piés de los apóstoles (Jn 13, 1-11). Como humilde que era, el Maestro no tuvo a menos de mezclarse con los pecadores para ser bautizado por Juan bautista (Lc 3,21). Es la humildad la que también resplandece durante toda la pasión, cadena de humillaciones.
Entre los criterios sobre la humildad: todo el que se ensalce será humillado y el que se humilla, será ensalzado” (Mt 23,12); el que sea mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que manda como el que sirve (Lc 22,26). En la oración justifica la humildad del publicano pero no la soberbia del fariseo. (Lc 11,4).
La paciencia a imitación del Cristo sereno y con mansedumbre.
Es muy necesaria esta expresión de la fortaleza para aceptar las adversidades de la vida sin dejarse llevar por el pesimismo, el desaliento o la tristeza. La persona paciente afronta todos los males que le acosan para mantener la jerarquía de valores y compromisos aceptados.
Jesús, en el prendimiento, corrige a Pedro que reacciona con violencia. También a los hijos del trueno por su reacción contra Samaria por no querer recibirle (Lc 9,53-56);
-trató a los enemigos de modo cordial: se deja besar por el discípulo que le traiciona entregándose pacíficamente a la cohorte (Mt 26, 49-54); responde con dominio al que le da una bofetada (Jn 18,23);
Muy creíble es Jesús cuando enseñó que son bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra (Mt 5,6); y bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt 5,7); con ponderación corrige la exigencia ambiciosa de los hijos del Zebedeo y también a la reacción violenta de los demás apóstoles (Mt 20,20-28)
Pero donde más resplandece la paciencia de Jesús es todo el proceso de su Pasión: él no se abate ante los padecimientos físicos o morales, sino que los soporta con gran presencia de ánimo. Predominó la resignación serena, llena de paz ante todo los sufrimientos y humillaciones que recibió. Siempre permaneció dueño de sí mismo sin doblegarse ante nada ni nadie.
Prudencia, sentido común. Así lo enseñó Jesús
La prudencia, sabiduría para saber lo que se debe y puede hacer en el aquí y en el ahora; el medio para solucionar los problemas con los recursos adecuados según los
objetivos propuestos; el equilibrio para elegir entre alternativas en conflicto; el acierto de la respuesta oportuna con la correspondiente decisión; los juicios maduros: firmes, realistas, sin prejuicios ni utopías, desapasionados,
Jesús evita peligros innecesarios como sucedió después de la curación de la mano seca cuando le buscan en Judea (M3,6-7; Jn 7,1; 11,54). No tiene miedo, pero al oír que Juan había sido apresado, se retiró a Galilea (Mt, 12). Aunque sea doloroso, afronta la verdad amarga: anuncia su muerte y resurrección a los apóstoles (Lc 34,44). Como ama la verdad no tiene inconveniente en dejar “en mal lugar” a determinados interlocutores: deja sin palabra a sus adversarios (Mt 15, 1-11; 9,3 ,21,23-27); los adversarios se quedan sin saber qué responder a Jesús (Mc 3,4). Y salva a la adúltera en circunstancias difíciles (Jn 8,3-11). El Maestro sobre la prudencia afirmó sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas (Mt 10,16); avisó contra la imprudencia de comenzar la vida de perfección sin mirar si se está preparado (Lc 14,26-33); alertó los hijos de Dios porque los hijos del mundo son más prudentes (Lc 16, 1-9);
La comprensión de Jesús, otra actitud a imitar
Se trata de cultivar la empatía o el "ponerse en los zapatos del otro" para intentar valorar y sentir como el interlocutor. Actitud contraria es la de quien se encierra en sí mismo y solamente ve las cosas desde su punto de vista. La comprensión pide también asumir la fragilidad-debilidad del otro: no imponer "mi opinión o conducta".
Jesús comprensivo como, por ejemplo, cuando comprueba que sus discípulos se han dormido en la oración del huerto, pues la carne es flaca (Mt 26,41). No quiere castigar a Samaria como deseaban los hijos del trueno por el solo hecho de no haberle recibido (Lc 9,53-56). Frente a la incomprensión de los apóstoles: “el que no está contra vosotros está con vosotros” (Mc 9,39). Y dos ejemplos más de su “humanidad” comprensiva: cuando da descanso a sus apóstoles a la vuelta de su correría apostólica (Mc 6, 31) y cuando atiende a la situación apurada de los novios en Caná al faltarles el vino (Jn 2,1-11).
Y tolerante. No es rígido, inflexible. Y así deja que sus discípulos tomen espigar en sábado (Mt 12,-18). Le acusan de que recibe a los pecadores y coma con ellos (Lc15,2). Cede a las exigencias de Tomás que quiere tocar con su dedo sus llagas y meter su mano en su costado (Jn 20, 25-27). Con toda autoridad, el Maestro enseña: no juzguéis y no seréis juzgados (Mt 71). El padre del hijo pródigo corrige la incomprensión del hijo mayor para con su hermano pecador (Lc 15,25-32). Hay que perdonar siempre porque si no perdonamos, tampoco Dios nos perdonará (Lc 17,3-4; Mc 11,26).
Con paz y serenidad. Así actuó Jesús.
Quien sigue la actitud y respuestas del Principe de la paz, de Cristo, está llamado
a cultivar el orden sin tensiones, el bienestar sin violencia, la integridad sin divisiones (shalom) y el amor sin egoísmo
La vida y obra de Cristo estuvieron orientadas a dar la paz al hombre de buena voluntad (Lc 2,14; 24,36; Jn 16,33; Col 1,20) y como anticipo en la tierra de lo que será la vida eterna...(Jn 16,33; 14,27; Rom 14,17; 5,1; Ef 5,23). Manifestó serenidad, por ejemplo, al ser despeñado en Nazaret, en la respuesta a los sacerdotes y escribas que se indignan por su entrada triunfal en Jerusalén (Mt 21, 15-16). El buen Pastor da la paz a los discípulos (Lc 24,36) y al despedirse en la cena les deja su mensaje: “mi paz os dejo, mi paz os doy: no os la doy como la da el mundo” (Jn 14,27).
Gozo y descanso Jesús es fuente de alegría: “Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea cumplido” (Jn 15,11). “venid a mí todos cuantos andáis fatigados y agobiados--- porque mi yugo es suave y mi carga ligera (Mt 11,29-30). Cuando os maldigan y persigan por mí, gozaos alborozaos, pues vuestra recompensa es grande en los cielos (Mt 5, 11-12).Vuestra congoja se tornará en gozo, y vuestro gozo nadie os lo quitará (Jn 16, 20-22) Pedid y recibiréis porque vuestro gozo sea cumplido (Jn 16,24)
Arrancamos con Juan XXIII que confirma el primer paradigma polarizado en el amor. Como hagiotipo, el agapetónico tiene como eje el amor o caridad de afecto. Por naturaleza está más propenso al amor-bondad, caridad fraterna-amabilidad, mansedumbre, comprensión y tolerancia, prudencia, naturalidad en la virtud, paz-tranquilidad, alegría, humildad, obediencia completa y justicia sentida.
¿Pero cómo llegar al paradigma de la bondad? Con el testimonio y doctrina de Jesús máxima confirmación del amor-bondad con el prójimo, de la humildad, paciencia, mansedumbre, comprensión, paz y serenidad.
La doctrina revolucionaria sobre el amor fraterno
La dimensión revolucionaria del amor fraterno queda confirmada por estas respuesta radicales:
1ª por la extensión a los enemigos (Mt 5,39ss; Lc 6,28ss; 17,3ss; Rom 12, 14-20; Lc 6,36; Mt 6,14s;18,21-35). Amar al enemigo es el núcleo de la «revolución» cristiana que tiene su raíz en el amor de Dios Padre que hace llover sobre justo y pecadores (Mt 5,45). Y los cristianos reciben la exhortación de Jesús: «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48; Jn 13,34);
2ª por la identificación de Cristo con el prójimo (Mt 25,40);
3ª porque Cristo se pone como ejemplo (Jn 15,12; 13,34s);
4ª por equiparar el amor universal al prójimo con el amor a Dios (cf. Sant 2,8; 1Jn 3,10s.16s.23; Jn 13,34);
5ª más aún, porque Cristo fusiona en uno el amor a Dios y al prójimo: los dos mandamientos son el ápice y la clave de la ley (Mc 12, 28-33);
6ª por la nueva relación entre Cristo y los hermanos que se establece en el Cuerpo místico: no se puede amar a Cristo sin amar a los hermanos (Heb 2,8; Flp 2,10; Rom 5,17);
7º y porque el amor al prójimo es esencialmente teologal: «como el Padre me amó, os amé también yo» (Jn 15,9; «que os améis los unos a los otros, como Yo os he amado» (Jn 15,12).). El amor está unido a la fe: sin caridad habrá que dudar de la fe (Mt 7,21; Sant 21,14-15; 1Pe 5,7; Ef 6,1; 13-16; 1 Jn 5,4).
8º Y tiene repercusiones escatológicas, con el objetivo de la esperanza: el rey castigará a quienes no le dieron el trato debido como hambriento, sediento….”cuando no lo hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo no lo hicisteis» (Mt 25,44-45).
Otros rasgos del amor fraterno: el perdón, la reconciliación y la opción prioritaria por los pobres realzados en su dignidad al identificarse Cristo con ellos: las obras de misericordia tienen un receptor secreto: «a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).
Y sobre la doctrina, el amor de Jesús al prójimo
La vida pública de Jesús es una donación permanente al prójimo: cuanto enseñó y exigió, él, antes lo practicó. Para confirmar mi opinión habría que leer todos los acontecimientos, desde su bautismo hasta la ascensión. Él cura enfermos, expulsa demonios, enseña a todos, corrige los defectos, consuela a los afligidos, defiende al necesitado, realiza milagros colectivos e individuales a impulso del amor…
Como muestra: besa a Judas, pide perdón por los enemigos, no se irrita contra Samaria por no querer recibirle, resucita a Lázaro ante la aflicción de sus hermanas, se preocupa del futuro de su madre y del discípulo...
Con toda razón pudo afirmar: “este es mi precepto, que os améis los unos a los otros como yo os he amado (Jn15,12).
La humildad como la de Jesús, el Enmanuel
La humildad es definida como la actitud de la persona que no presume de sus logros, reconoce sus fracasos y debilidades y actúa sin orgullo. El humilde reconoce sus limitaciones y debilidades actuando de modo coherente. Es la antítesis del soberbio que exagera la estima legítima del propio valer, poseer y poseer. Está dominado por el impulso de la propia excelencia, por el juicio desorbitado sobre su dignidad.
Jesús pudo decir aprended de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29); el hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir (Mt 20, 28). Y humilde se postra para lavar los piés de los apóstoles (Jn 13, 1-11). Como humilde que era, el Maestro no tuvo a menos de mezclarse con los pecadores para ser bautizado por Juan bautista (Lc 3,21). Es la humildad la que también resplandece durante toda la pasión, cadena de humillaciones.
Entre los criterios sobre la humildad: todo el que se ensalce será humillado y el que se humilla, será ensalzado” (Mt 23,12); el que sea mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que manda como el que sirve (Lc 22,26). En la oración justifica la humildad del publicano pero no la soberbia del fariseo. (Lc 11,4).
La paciencia a imitación del Cristo sereno y con mansedumbre.
Es muy necesaria esta expresión de la fortaleza para aceptar las adversidades de la vida sin dejarse llevar por el pesimismo, el desaliento o la tristeza. La persona paciente afronta todos los males que le acosan para mantener la jerarquía de valores y compromisos aceptados.
Jesús, en el prendimiento, corrige a Pedro que reacciona con violencia. También a los hijos del trueno por su reacción contra Samaria por no querer recibirle (Lc 9,53-56);
-trató a los enemigos de modo cordial: se deja besar por el discípulo que le traiciona entregándose pacíficamente a la cohorte (Mt 26, 49-54); responde con dominio al que le da una bofetada (Jn 18,23);
Muy creíble es Jesús cuando enseñó que son bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra (Mt 5,6); y bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt 5,7); con ponderación corrige la exigencia ambiciosa de los hijos del Zebedeo y también a la reacción violenta de los demás apóstoles (Mt 20,20-28)
Pero donde más resplandece la paciencia de Jesús es todo el proceso de su Pasión: él no se abate ante los padecimientos físicos o morales, sino que los soporta con gran presencia de ánimo. Predominó la resignación serena, llena de paz ante todo los sufrimientos y humillaciones que recibió. Siempre permaneció dueño de sí mismo sin doblegarse ante nada ni nadie.
Prudencia, sentido común. Así lo enseñó Jesús
La prudencia, sabiduría para saber lo que se debe y puede hacer en el aquí y en el ahora; el medio para solucionar los problemas con los recursos adecuados según los
objetivos propuestos; el equilibrio para elegir entre alternativas en conflicto; el acierto de la respuesta oportuna con la correspondiente decisión; los juicios maduros: firmes, realistas, sin prejuicios ni utopías, desapasionados,
Jesús evita peligros innecesarios como sucedió después de la curación de la mano seca cuando le buscan en Judea (M3,6-7; Jn 7,1; 11,54). No tiene miedo, pero al oír que Juan había sido apresado, se retiró a Galilea (Mt, 12). Aunque sea doloroso, afronta la verdad amarga: anuncia su muerte y resurrección a los apóstoles (Lc 34,44). Como ama la verdad no tiene inconveniente en dejar “en mal lugar” a determinados interlocutores: deja sin palabra a sus adversarios (Mt 15, 1-11; 9,3 ,21,23-27); los adversarios se quedan sin saber qué responder a Jesús (Mc 3,4). Y salva a la adúltera en circunstancias difíciles (Jn 8,3-11). El Maestro sobre la prudencia afirmó sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas (Mt 10,16); avisó contra la imprudencia de comenzar la vida de perfección sin mirar si se está preparado (Lc 14,26-33); alertó los hijos de Dios porque los hijos del mundo son más prudentes (Lc 16, 1-9);
La comprensión de Jesús, otra actitud a imitar
Se trata de cultivar la empatía o el "ponerse en los zapatos del otro" para intentar valorar y sentir como el interlocutor. Actitud contraria es la de quien se encierra en sí mismo y solamente ve las cosas desde su punto de vista. La comprensión pide también asumir la fragilidad-debilidad del otro: no imponer "mi opinión o conducta".
Jesús comprensivo como, por ejemplo, cuando comprueba que sus discípulos se han dormido en la oración del huerto, pues la carne es flaca (Mt 26,41). No quiere castigar a Samaria como deseaban los hijos del trueno por el solo hecho de no haberle recibido (Lc 9,53-56). Frente a la incomprensión de los apóstoles: “el que no está contra vosotros está con vosotros” (Mc 9,39). Y dos ejemplos más de su “humanidad” comprensiva: cuando da descanso a sus apóstoles a la vuelta de su correría apostólica (Mc 6, 31) y cuando atiende a la situación apurada de los novios en Caná al faltarles el vino (Jn 2,1-11).
Y tolerante. No es rígido, inflexible. Y así deja que sus discípulos tomen espigar en sábado (Mt 12,-18). Le acusan de que recibe a los pecadores y coma con ellos (Lc15,2). Cede a las exigencias de Tomás que quiere tocar con su dedo sus llagas y meter su mano en su costado (Jn 20, 25-27). Con toda autoridad, el Maestro enseña: no juzguéis y no seréis juzgados (Mt 71). El padre del hijo pródigo corrige la incomprensión del hijo mayor para con su hermano pecador (Lc 15,25-32). Hay que perdonar siempre porque si no perdonamos, tampoco Dios nos perdonará (Lc 17,3-4; Mc 11,26).
Con paz y serenidad. Así actuó Jesús.
Quien sigue la actitud y respuestas del Principe de la paz, de Cristo, está llamado
a cultivar el orden sin tensiones, el bienestar sin violencia, la integridad sin divisiones (shalom) y el amor sin egoísmo
La vida y obra de Cristo estuvieron orientadas a dar la paz al hombre de buena voluntad (Lc 2,14; 24,36; Jn 16,33; Col 1,20) y como anticipo en la tierra de lo que será la vida eterna...(Jn 16,33; 14,27; Rom 14,17; 5,1; Ef 5,23). Manifestó serenidad, por ejemplo, al ser despeñado en Nazaret, en la respuesta a los sacerdotes y escribas que se indignan por su entrada triunfal en Jerusalén (Mt 21, 15-16). El buen Pastor da la paz a los discípulos (Lc 24,36) y al despedirse en la cena les deja su mensaje: “mi paz os dejo, mi paz os doy: no os la doy como la da el mundo” (Jn 14,27).
Gozo y descanso Jesús es fuente de alegría: “Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea cumplido” (Jn 15,11). “venid a mí todos cuantos andáis fatigados y agobiados--- porque mi yugo es suave y mi carga ligera (Mt 11,29-30). Cuando os maldigan y persigan por mí, gozaos alborozaos, pues vuestra recompensa es grande en los cielos (Mt 5, 11-12).Vuestra congoja se tornará en gozo, y vuestro gozo nadie os lo quitará (Jn 16, 20-22) Pedid y recibiréis porque vuestro gozo sea cumplido (Jn 16,24)