¿Fue un referente de paz personal el Beato Manuel Domingo y Sol?

La paz, factor esencial para la felicidad y elemento indispensable en la convivencia, necesita motivaciones personales y referentes sociopolíticos. Para el creyente, Cristo con el reino de Dios es el “príncipe de la paz”, la persona pacífica por excelencia y el primer modelo para los pacíficos, los dignos de ser llamados hijos de Dios (Mt 5,9). Uno de ellos fue el Beato Manuel Domingo y Sol, tal y como opinaban los que le trataron y destacan sus biógrafos. Es Don Manuel, “uno de los sacerdotes que más han influido en el último siglo en la Iglesia española”, el cura bueno que transmitía el don de la paz. Como tantos hombres de Dios, el “santo apóstol de las vocaciones” según le nombró Pablo VI en 1970, en una época revuelta trabajó por la paz en su ministerio sacerdotal. Aunque no le faltaron enfados y un “genio fuerte”, muchas son las afirmaciones y los rasgos que justifican el título del Beato Manuel Domingo y Sol como referente de la paz personal.

Las personas que le trataron
Cuantos convivieron con el Apóstol de las Vocaciones quedaban admirados: Don Manuel era un santo y todo un hombre. Hoy podría traducirse esta frase en otra equivalente: Don Manuel fue un sacerdote auténtico que gozaba de una personalidad excepcional. Sin profundizar en teorías elegimos un rasgo fundamental de la personalidad: plenitud integrada de los valores y facultades donde no podía faltar la paz de la persona que transmitía el reino de Dios, de amor y paz.
Así lo afirmó Rogelio Chillida, Magistrado de Valencia, en la Oración fúnebre: "no es posible concebir, en lo humano, espíritu más sensible, corazón más tierno, trato más dulce que el de Don Manuel. Supo juntar...lo más grande y lo más pequeño... ser ejemplar de santa energía y tenacidad, no cejar ante ninguna dificultad, hacer triunfar por la dura constancia el propio criterio y a la par ser ejemplo de dulzura y delicadeza en todo y con todos…ser modelo de ductibilidad y de flexibilidad"
Parecidas son las opiniones de otros sacerdotes que le trataron: " no era amigo de burlas; su única graciosidad era la sonrisa. Tenía un carácter atrayente, dulce y pacífico. Jamás se inquietaba ni estaba de malhumor. Decía lo necesario para edificar, bien aconsejar y hacer agradable la virtud” “Su temperamento era tranquilo y tolerante, sin que por ello fuera insensible. De carácter atrayente, afectuoso y afable. De temperamento equilibrado, no nervioso: reflexivo y por nada precipitado"

Lo que afirman sus biógrafos
Fundamentados en muchos testimonios y anécdotas, los biógrafos describen a Mosén Sol, “de inclinación a la obesidad, en don Manuel brillaban las cualidades características de tales temperamentos: bueno y afable, abierto y atrayente, generoso a la vez que prudente, propenso a una ira que se empeña en reprimir y dispuesto a llevar siempre adelante, con tenacidad y un dejo de "santo orgullo", todo aquello que se propone conseguir"(Francisco Martín y Lope Rubio)
José María Javierre plantea esta pregunta: "¿Qué cómo era Mosén Sol? Un pedazo de cura bueno, ejemplar y piadoso; con una dosis de buen humor impagable. Humor rural, sano, de campesino..." (José María Javierre)
"Corazón grande es la característica más acusada en la personalidad de Mosén Sol. Dejó la impronta de su grandeza en todo: en rasgos heroicos y en sencillos detalles de la vida..Don Manuel estaba convencido de que se consigue más con amabilidad, que con trabas acumuladas y atenazamientos innecesarios” (Juan de Andrés Hernansanz).
Por último, la biografía de Julio García Velasco, que tiene por título: “Manuel Domingo y Sol, un hombre de corazón”, aduce varios testimonios: “al verle cual era: cariñoso, afectuoso…hubo quien exclamó en cierta ocasión: “qué bien puesto tiene el nombre de Sol”. Ciertamente, tenía grandes dotes para ganar amigos. Alguien que le conoció muy bien le retrató así: “era de los que atraen desde el primer momento en que se les ve; era un verdadero conquistador de voluntades. Todos se acercaban a él con cariño y le dejaban con pena” (José Vergés). Una religiosa le escribe: «carísimo e inolvidable padre: permítame el que así le llame, puesto que más que de tierno padre, son de cariñosa madre para conmigo los afectos de usted...»

Genio fuerte con algún que otro enfado
Don Manuel tuvo que luchar contra su temperamento fuerte y contra los enfados. Las citas están tomadas de la vida que escribió Antonio Torres sobre el insigne sacerdote tortosino: "pida a Jesús que no me enfade...; que de veras hago el propósito y no sé cumplirlo..."."Tengo los nervios siempre alterados por mi poca fe". Y ante la apatía de los católicos en la revolución de 1868: "enardecíase singularmente y mostrábase pletórico de santa indignación al declamar contra el estupor y la apatía que domina...No podemos comprender la duda, la vacilación y menos la cobardía". Posteriormente comentaba un tanto enfadado el entierro en Roma con bandera del diablo: "habíamos de venir los españoles con un ejército y echar a estos garibaldinos".
Todavía cinco anécdotas más. En la plaza del Ángel de Tortosa resuena una blasfemia. La escucha Don Manuel que se levanta "como movido por un resorte eléctrico de la silla... y dirigíase precipitadamente a la puerta de la calle, siguiéndole alarmados sus deudos". No lo podía evitar: rezar con excesivas prisas el rosario "le encoragina". En el apartado de los "defectos" que transcribe Javierre está la anédocta de la sacristana terca: Mosén Sol rompió las vinajeras para que pusiera otras mejores.
Con espontaneidad expresaba Mosén Sol sus movimientos "primarios", los propios de un carácter "fuerte". Así sobre la fundación de Roma, que puso a prueba su paciencia y autocontrol, escribía: "si tuviera que dejarme llevar de los ímpetus de mi corazón, hoy mismo marchaba a Roma, daba un puntapié al edificio de Condotti y me ponía en un albergue con los colegiales". "A seguir mis deseos, hubiera dado por establecido el Colegio, yéndome yo a España a sublevar a los Obispos".

Paz ante las dificultades
La vida de Don Manuel no estuvo exenta de contrariedades que pusieron a prueba su paz personal: "no sé si los dolores y gozos constituyen la vida de todos; la mía, sí". "Parecía que el infierno se había conjurado para lacerar nuestro corazón y matar muestras esperanzas. Inspirábamos recelos. Y aquellas oleadas de agitación acabaron en un abandono completo de los poderes de la tierra". "¡Cuantos contratiempos y cruces he tenido que soportar, que yo solo me sé! ¡Cuántos desengaños he recibido de parte de algunas personas". "Parece que tiene empeño el diablo en levantar crisis de apuros de todas clases para acobardarnos, y sentiría se posesionase la anemia de mi corazón... y necesito, como los viejos que me alienten". ”Dígales al Corazón angustiado de Jesús que, si es posible, pase pronto mi cáliz, que es el más amargo que he tenido en mi vida"
¿Y cómo respondía a las dificultades? Los impulsos vehementes prontamente eran refrenados por su amor responsable. Como ejemplo: a propósito del Colegio de Valencia escribe: "hubo momentos que estaba a punto de ser infiel a la gracia, queriéndome enfadar y vengarme, pero al fin miré a Jesús y me avergoncé de mi falta de fe y de constancia". "Las grandes tribulaciones y persecuciones contra la Obra en Roma, Valencia, Murcia, etc. etc., no han llegado a perturbar mi ánimo, ni menos me han inquietado el espíritu con aversión ninguna a las personas".

Dominio y humor constante
Controlaba su carácter vehemente: "uno de los más ordinarios ejercicios de mortificación de don Manuel, era el de refrenar la natural vehemencia de su carácter, propenso a impacientarse e irritarse". "Fue su vida un batallar constante, y con la ayuda de la gracia divina un continuo triunfo sobre las rebeldías de sus pasiones, los movimientos de su corazón, las vehemencias de su carácter impetuoso y fácilmente irritable". Le vierten aceite y estropean el manteo en un Jueves Santo. No se altera. Otro día es la sopera hirviendo en la sotana. Solo una leve queja: ¡Ay xiquet, xiquet!". "Nunca le abandonaba el buen humor" (Sanz y Forés). "Y siempre con aquella sonrisa en los labios, más apacible que el arco iris" (Ramón Vergés)

El secreto de su paz
¿Dónde encontraba el Fundador de la Hermandad de sacerdotes operarios la fuerza para ser un referente de paz personal? Además de una espiritualidad sacerdotal coherente, la humildad y el buen humor antes las propias deficiencias: "con cinco minutos de pensamiento en la eternidad y una visita a Jesús Sacramentado desaparecerá toda aspereza de corazón". "Si después de haber cumplido con celo nuestro ministerio... fuéramos a morir a un hospital, ¡oh, que señal de predestinación! Por la carta de Roma verá la marejada y contradicciones y consuelos. Son tribulaciones que no me afectan. Al contrario, las miro como bendiciones de Dios".
. Además, Mosén Sol, el del buen humor y constante alegría, sabía tomarse el pelo y hasta "guasearse" de sí mismo: "ya que no quiere Vd. que empiece las cartas con dolores, empezaré ésta con dolorcillos...fuí al dentista, me arrancó una muela y un diente, dejándome atontado y quedándome, no solo viejo, porque ya lo era, sino pareciéndolo, que decían no lo parecía, y era lo único bueno que me quedaba". Escribía sobre sus bodas de plata sacerdotales: ¿no te da vergüenza, yo viejo achacoso, y con tantos años mal pasados y ¡me parece que era ayer! Ay ¡qué es la vida! ¡Todo se pasa! Aplica la comunión por tí y por mí. Va un queso rancio, no tengo más". Y por último, alguna de las tareas en Roma para la fundación del Colegio Español: "estamos visitando embajadas y gente gorda, que para un pobre confesor de monjas toda la vida es la penitencia mayor... No es esto regañar a monjas, sino andar muy estirados y graves, para que nos tengan por personas importantes, ya que no lo seamos"
Volver arriba