¿Cómo en riquece el esfuerzo cristiano al antropológico?

El esfuerzo antropológico con sus elementos integrantes de amor-ilusión, sacrificio, constancia y paciencia, es decisivo para alcanzar las metas propuestas. Ahora bien, como la fe presenta otros medios y otras metas, surge la pregunta ¿qué comparte y qué añade el esfuerzo del cristiano al humano para conseguir la meta de la santidad? Comparte los recursos que la psicopedagía ofrece para superar dificultades y caminar seguro hacia la madurez personal. ¿Y qué otros medios añade: ascéticos, espirituales y hasta místicos? Enumeraremos los más significativos.

Aspectos que comparten El cultivo de la madurez humana y cristiana.
Está claro que a mayor madurez, mayor energía y más posibilidades para superar los obstáculos humanos o cristianos. El desarrollo de los valores de la personalidad y de la vida teologal es un baluarte seguro en la pruebas o en las tentaciones. Quien mantiene un grado aceptable de madurez en Cristo está más capacitado contra la inmadurez del pecador.
La energía o firme decisión de superar tanto las dificultades como las tentaciones
El secreto de la madurez del cristiano no radica en suprimir la tentación, sino en convertirla, con energía, en ocasión para el bien. Más que huir de la tentación, hay que estar preparado para superarla.
El sentido de la vida se prueba en las dificultades y obstáculos. Es en las pruebas cuando el cristiano mide su decisión y el amor práctico a sus convicciones. Son inevitables las dificultades y tentaciones. El acierto radica en la capacidad de superarlas con éxito. ¿Cómo será posible? Con muchos recursos pero, principalmente, con la fuerza de una voluntad decidida al a decir "SI" a los valores aceptados..La urgencia del tema ya lo constató Santa Teresa al hablar de la necesidad de tomar "una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella" (la perfección) (Camino 21,2).

Otros rasgos de la decisión
Que sea fuerte y motivada. porque cuando faltan las motivaciones para caminar hacia la madurez o son débiles, las respuestas serán igualmente nulas o débiles; cuando las motivaciones son fuertes y arraigadas, la persona posee un motor potente para vivir las exigencias y para combatir los obstáculos.
Una firme voluntad se opone a la decisión fruto de una emoción pasajera. Urge firmeza y constancia ante las dificultades. La semilla de la madurez cae en ocasiones en terreno pedregoso y no en la tierra buena que "dio fruto: un grano dio cien, otro sesenta, otro treinta" (Mt 13,8).
Y que la decisión sea concreta. Aquí hablamos de una decisión que se traduce en "un quiero aquí y ahora" y no en "un quisiera si..."

La fe enriquece el esfuerzo antropológico
Con Cristo. A la pregunta de cómo luchar y vencer el pecado, la misma doctrina cristiana contesta con el testimonio y la gracia de Cristo que vino a liberarnos con su Misterio Pascual, instituyó los sacramentos, especialmente la confesión y exhortó a la oración confiada. En cuanto a las pruebas o tentaciones, Jesús motiva a la decisión en las tentaciones: El se preparó con ayuno y afrontó con decisión las diversas tentaciones (Mt 4, 1-11). Con plena autoridad, Jesús expuso un criterio que tiene vigencia en la lucha contra el pecado: “si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna (Mt 5,29)

Con la reflexión que sirve para interiorizar los criterios (especialmente la amistad con Dios como opción fundamental) y las motivaciones que contrarresten el impulso del mal; para comprender los beneficios de la tentación, en especial para manifestar el amor de Dios; para estar seguro que con la gracia del Señor la tentación servirá para el bien (Sant 1,2s; 1Pe 4,12; 1Cor 10,13; Ap 3,5;Dt 12,2-4);

Con la oración y la vigilancia (Mt 26,41):
En el Padre nuestro pedimos con insistencia el "no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal" (Mt 6,13); mantener la confianza pues fiel es Dios y no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla" (1Cor 10,13)

Con el contexto teologal. Se pide que la decisión cristiana sea obra de la gracia, conectada con la fe, la caridad y la esperanza. La conexión con la caridad está justificada porque la decisión es una respuesta de amor ante el amor de Dios; es un "quiero" ser fiel porque amo y como expresión del amor. La conexión con la esperanza está fundada en la debilidad de quien no confía en sus fuerzas sino que necesita la fuerza de lo alto para proyectar virtudes y superar dificultades: todo lo puede, pero en aquél que le conforta (cf. Phil 4, 13).Confianza Pero somos débiles Para fortalecernos ante la debilidad viene bien motivarnos con los ánimos que daba San Pablo a los fieles de Corinto “ fiel es Dios y no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla" (1Cor 10,13)

La mística enriquece al esfuerzo humano
Los escritores místicos introducen el esfuerzo humano en el contexto de la unión profunda con Dios. Para muchos, y no les falta razón, la interpretación-guía más segura se encuentra en los escritos de San Juan de la Cruz. Como teólogo, poeta y místico, describe la meta, la unión máxima con Dios en esta vida, y el camino coherente con sus obstáculos y medios para llegar a la vida eterna. Muchos textos del Cántico espiritual y de La llama de amor viva presentan al Tú divino enamorado del hombre; al yo humano en búsqueda de Dios y el encuentro de amor de los protagonistas con las exigencias correspondientes. Pero conviene recordar que en la obra de San Juan son fundamentales los temas de La subida y de La noche oscura que indican el camino para a vivir el cielo en la tierra.

La purificación como fuego en el madero
El amor de Dios-Amor “enferma provechosamente; ase y aprieta sin soltar; arde suave y deleitoso causado por el Espíritu Santo por razón de la unión que tienen con Dios” (N. II.20º). Se trata de un amor que purifica como el madero por el fuego: “esta llama...embiste al alma purgándola; bien así como el mismo fuego que entra en el madero es el que primero le está embistiendo e hiriendo con su llama, enjugándole y desnudándole de sus feos accidentes, hasta disponerle con su calor, tanto que pueda entrar en él y transformarle en sí. Y esto llaman los espirituales vía purgativa” (Ll 1ª-19 y cf. N.II. 11º)

Clave para superar las tentaciones: enamoramiento y la progresiva transformación

Ante la experiencia de la presencia del Amado, brotan en el alma respuestas de amistad que le llevan a compartir la cruz e intensificar la renuncia a todo porque está enamorada de Dios y porque aspira a transformarse en Dios.

Enamoramiento de Dios con pérdida de todo. “Tal es el que anda enamorado de Dios, que no pretende ganancia ni premio, sino sólo perderlo todo y a sí mismo en su voluntad por Dios...” (C. 29ª);
Progresiva transformación en el Dios uno y trino. Porque no sería verdadera y total transformación “si no se transformase el alma en las tres personas de la Santísima Trinidad en revelado y manifiesto grado...” (C. 39ª). Es el matrimonio espiritual, un “estado deleitoso tan deseado con sus propiedades y que es mucho más sin comparación que el desposorio espiritual, porque el matrimonio espiritual es una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas partes por total posesión de la una a la otra, con cierta consumación de unión de amor, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, cuanto se puede en esta vida” (C.22ª).
En esta transformación no hay límites pues todo se comparte con el Amado: “porque unas mismas virtudes y un mismo amor, conviene a saber, del Amado son ya de entrambos; y un mismo deleite el de entrambos” (C.24ª). Y surgen las expresiones de ternura “entrégase toda a sí misma a él, y dale también sus pechos de su voluntad y amor: Yo para mi Amado, y la conversión de él para mí. Ven, Amado mío; salgámonos al campo, moremos juntos en las granjas”(C.27ª);
Con una renuncia coherente propia del que ama totalmente. En este encuentro el alma confiesa que “ya no guardo ganado: ya no me ando tras mis gustos y apetitos, porque, habiéndolos puesto en Dios y dado a él, ya no los apacienta ni guarda para sí el alma. Ni ya tengo otro oficio que la donación y entrega de sí y de su caudal al Amado que ya sólo en amar es mi ejercicio. Ahora todo se mueve por amor y en el amor, haciendo todo lo que hago con amor y padeciendo todo lo que padezco con sabor de amor. Hasta el mismo ejercicio de oración y trato con Dios que antes solía tener en otras consideraciones y modos, ya todo es ejercicio de amor” (C. 28ª). Es lógico que todo lo pierda por ganarlo todo: “ya cosa no sabía. Y el ganado perdí que antes seguía” (C.26ª).
Volver arriba