Sigo reafirmándome en la carta del 9 de junio de este año donde escribía, “es la hora de los laicos”. Al final de la asamblea sinodal y leyendo el documento, aunque a la espera de la traducción oficial, me reafirmo más todavía. Es el momento, es el tiempo de los laicos, de asumir responsabilidades y es el tiempo de obispos y sacerdotes de confiar en ellos...
El Sínodo ha manifestado la necesidad de ofrecer más oportunidades de participación a los fieles laicos, hombres y mujeres, según las necesidades pastorales de nuestro tiempo. Una participación que necesita un espíritu de colaboración y corresponsabilidad eclesial y sinodal. Estas necesidades concretas a las que deben responder los laicos según diferentes contextos son:
- Participación de laicos y laicas en procesos de discernimiento eclesial y en todas las fases de los procesos de toma de decisiones. Que los laicos sean actores también de decisiones, no meros espectadores.
- Acceso a puestos de responsabilidad en las diócesis e instituciones eclesiásticas (incluidos seminarios, facultades teología…), no meros ayudantes.
- Mayor reconocimiento de los carismas de consagrados y su empleo en responsabilidades eclesiales. Hay que seguir avanzando en las “Relaciones Mutuas” entre obispos y vida consagrada.
- Aumento de laicos cualificados que actúan como jueces en los procesos canónicos, hasta hace unos años, algo impensable.
- Reconocimiento y respeto de la dignidad y derechos de los que trabajan como empleados de la Iglesia y de sus instituciones.
El Sínodo entiende que la manera más eficaz de promover una Iglesia sinodal es fomentar la participación más amplia posible de todo el Pueblo de Dios en la toma de decisiones. Huye de las decisiones unipersonales abriendo la conveniencia a una participación más amplia. Cada miembro de la comunidad debe ser respetado, valorando sus cualidades, dones y capacidades en bien de las decisiones compartidas.
Aunque en la actualidad las decisiones del Obispo, del Colegio episcopal y del Obispo de Roma son irrenunciables por la estructura jerárquica actual, cuando se habla de escuchar a otros, y se hace referencia al “voto solo consultivo”, el sínodo abre la posibilidad, quizás la conveniencia, de revisar las normas canónicas en clave sinodal, aclarando la distinción entre voto consultivo y voto deliberativo, para aclarar las responsabilidades de los que participan en la toma de decisiones. Es decir el Sínodo propone una revisión del Código de Derecho Canónico en esta materia de aclarar qué tipo de voto deben de tener para responder a cuestiones importantes en la Iglesia.
El sínodo introduce una práctica necesaria y que en muchas organizaciones y entidades ya practican, como es la rendición de cuentas,como un ejercicio de transparencia y evaluación. Creo que cuanto más claros más creíbles. La rendición de cuentas no solo a nivel económico, que no en todas instancias de Iglesia se hace todavía, sino también, apunta el documento del sínodo, “lo que concierne al estilo de vida de los pastores, los planes pastorales, los métodos de evangelización y el modo en que la Iglesia respeta la dignidad humana, también con los trabajadores de sus instituciones”. Es decir una revisión hasta de nuestra propia vida. Esto ayuda a la transparencia y hacer de la Iglesia una institución creíble y fiable, despejando todas dudas que muchas actuaciones nuestras, especialmente de obispos y sacerdotes, generan.
Para hacer esto realidad es importante «construir sinodalmente formas y procedimientos eficaces de rendición de cuentas y de evaluación». Estos mecanismos de control y participación de los laicos vienen definidos por el Consejo de Pastoral Diocesano, que en nuestra diócesis ya está, y los Consejos de Pastoral Parroquial y los Consejos de economía de cada parroquia, que en este tema nos queda todavía trabajo por hacer en nuestra diócesis. El Sínodo viene a decir, que, en algunas diócesis o parroquias, estos organismos son simplemente nominales, pero no existen de manera práctica y efectiva. A la vez el Sínodo propone fomentar las Asambleas diocesanas como un medio de consulta y participación de toda la diócesis.
Reconozco que queda mucho camino por andar, pero ya se ven algunas luces en el horizonte, que animan a construir una Iglesia más sinodal y participativa.