A la vuelta de la esquina
Eso que se llama esperanza, ilusión, apertura a la sorpresa, a la providencia, es lo que hace que nuestros días sean diferentes y tengan luz; es lo que nos hace experimentar que estamos vivos y queremos caminar.
Pero en las calles de nuestra vida, cuando llegamos a cualquier esquina, cuando menos lo esperamos, también nos encontramos situaciones que no sabemos cómo vivir, que nos hacen mal, que nos enrabian, y que nos hacen preguntarnos una y otra vez ¿por qué?, ¿por qué a mí?
Es cuando nos visita la enfermedad, una pérdida significativa o un problema que experimentamos supera nuestra capacidad.
Lo que da esplendor a nuestra vida, y también a aquello que pareciera que nos deja en la oscuridad, sin posibilidad de salida, sólo puede ser entendido en el contexto de las bienaventuranzas que se proclaman en la fiesta de todos los santos.
Jesús, va contracorriente –como siempre- y llama bienaventurados a los que el mundo llama desgraciados. Pero nos da la clave: hemos sido creados para la felicidad y para la vida, y Dios no renuncia a esa oferta gratuita. Por eso nos dice, que a pesar de la pobreza, de llorar, de ser perseguidos, de… el Reino es nuestro, Él nos consuela, poseemos la tierra.
Por eso nos invita a alegrarnos y a hacer fiesta, "porque nuestra recompensa será grande en el cielo".
Son muchos de los nuestros, los que han compartido con nosotros la vida en este mundo, que ya gozan de la vida que no conoce el ocaso: Ellos, que nos han abierto camino, y que ya contemplan a Dios cara a cara, nos dicen que la esperanza tiene futuro, porque a la vuelta de la esquina, nosotros también nos encontraremos con el Banquete de la Vida que el Padre ha preparado para todos sus hijos, para todos los que caminan.
Ánimos y a caminar, a la vuelta de la esquina nos espera la fiesta. Allí, con todos los santos de rostros anónimos y también los conocidos, celebraremos que Dios nos ama, y que la muerte ha sido vencida definitivamente.
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