Estimado José Manuel: Me planteas una cuestión en la que puedo perderme y no quisiera. No soy un jurista. No conozco el caso concreto que algunas asociaciones pro derechos humanos han llevado al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y que el Tribunal ha desestimado.
No sé si se puede decir que el Tribunal, con esa sentencia, ha dado legitimidad a las "expulsiones en caliente" de los territorios de Ceuta y Melilla que, en su día, aprobó el Gobierno español. Como ves, son una montaña de cosas sobre las que no tengo elementos de juicio para pronunciarme.
Pero hay algo que sí puedo expresar sin temor a equivocarme; y es que, si los tribunales justifican esas devoluciones, a los pobres se les hizo más pobres; a los ya vulnerables se les retiró una pequeña posibilidad de protección; al agonizante se le dio un empujón hacia la muerte.
Comprenderás, amigo Manuel, que la sentencia del Tribunal Europeo, sean cuales fuesen su motivaciones, me deja en el alma una terrible sensación de impotencia ante el mal, ante la tragedia de los emigrantes, como si se tratase de un mal todopoderoso, como si se tratase de una tragedia inevitable, cuando en realidad es un mal que nosotros causamos, una tragedia cuya trama nosotros urdimos: nuestros políticos, nuestros gobiernos, nuestros tribunales... Nosotros.
Un abrazo, hermano mío.
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