Inaugurado con el embajador de Reino Unido en España y del autor de la obra, Ikella Alonso El belén antisoledad en la ermita madrileña del Padre Ángel
(José Manuel Vidal).- Como experto en la denuncia profética que es, el Padre Ángel viene promoviendo, desde hace años, un belén que agite conciencias y despierte solidaridades. Para conseguirlo se ha aliado con el artista visual,Ikella Alonso, que, en esta ocasión, ha dado forma al "belén de la antisoledad", inaugurado ayer, precisamente en la ermita de la Soledad de la céntrica calle madrileña de Fuencarral, número 44.
El belén gira en torno a una frase papal: "La soledad no buscada hace daño". Y, como explica el Padre Ángel, "está dedicado a la soledad, esa plaga que cada vez sufren más personas en el mundo de hoy". O como dice Francisco, "es la enfermedad más extendida de nuestros días". Con la intención de combatirla, porque "la necesidad de sentirnos queridos y no estar solos la tenemos todos, los ricos de palacios o los pobres en situación de calle", añade el fundador de Mensajeros de la Paz.
En la presentación de este grito belenista contra la soledad, el Padre Ángel estuvo acompañado del autor de la obra, Ikella Alonso, y del embajador de Reino Unido en España, Simon Manley. El diplomático, tras ponderar el "bello y original belén" del artista madrileño, lanzaba al aire de la ermita un deseo navideño: "El mejor regalo de esta Navidad sería que nadie se sienta solo". Y recordó que, en Reino Unido, existe una especie de ministerio de la Soledad, para prevenir esta lacra y poner coto a sus desgarros.
Ikella Alonso, por su parte, explicó algunas de las claves de su belén, creado con plastilina de colores fríos (grises, negros y blancos) y que "representa la soledad que sufren muchas personas por diferentes motivos".
Embajador del Reino Unido y Padre Ángel
Esta idea general la plasma el artista en un belén con varios focos de interés. Cristo en el calvario está en una esquina del cuadro, representando "el momento en el que incluso el Hijo de Dios se sintió solo" y exclamó aquella celebra frase: ¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!"
Al lado del Gólgota, la torre de Herodes, que representa la soledad del cautiverio de todos los presos del mundo. Un poco más allá, un niño con una pelota, al pie de un cerro, cerca de un río, pero solo y sin nadie con quien jugar.
En la otra orilla, un sintecho acurrucado para guarecerse del frío, que mira al vacío. A cada lado del puente, un pastor con su rebaño, trabajando en solitario, sin comunicación con nadie, pero con un puente cerca, por si tiene que cruzarlo y buscar a la gente. La estrella ilumina el pesebre desde lo alto, mientras los tres Reyes Magos se dirigen al belén, para adorar al Niño Dios y reivindicar al Señor que consuela a los solitarios.
No podían faltar en el pesebre de la soledad los ancianos, en concreto varios ancianos solos. Uno, con la bolsa de la compra y otro, dando de comer a las palomas. La soledad se plasma en los personajes y hasta dentro de las casitas del belén. En una de ellas, un ahorcado representa la desoladora soledad de los suicidas. También se plasman en el belén otras formas de soledad, como la de un perro callejero.
En medio de tanta soledad-oscuridad, varios puntos de luz. Primero, la luz del belén, señalada por la estrella. Después, la luz que representa para el mundo de hoy el Papa Francisco, el gran defensor de los descartados, que aparece hablando por teléfono, como símbolo de los elementos técnicos actuales con los que hoy podemos paliar la soledad.
Y al fondo de todo el belén la potente luz de un faro, simbolizando que, en medio de tanta oscuridad, hay esperanza. La esperanza de poder encontrar la luz de otra persona que nos acoja, nos escuche y nos quiera.
Un belén, pues, "en blanco y negro", como subraya Ikella Alonso. Con los negros de la soledad y los blancos de la esperanza, que puede conducirnos a superar la soledad y recuperar la alegría de vivir.